María
José Irigoyen (1995)
Nació en la Gran
Sultana, Granada, Nicaragua.
Docente de
Educación Media en el área de Lengua
y Literatura Hispánicas, UNAN-Managua.
Amante empedernida de la Literatura, pero
terriblemente apasionada por la poesía.
Sus temas se adornan
de claroscuro, pues sus palabras
seducen a la vida, pero también coquetea con la muerte.
“La poesía de María José
Irigoyen aborda temas plurisgnificativos con gran fuerza expresiva y
diversos ejes temáticos. Recurre a una gama de recursos estilísticos dentro de
los sistemas de significados poéticos. Asimismo, utiliza símbolos con gran
sensibilidad, alcances insospechados e intencionalidad de los mecanismos unificadores.
Ofrecemos una muestra de seis de sus poemas. MaJo es una de las nuevas
voces de la poesía nicaragüense.
Ha residido en Costa Rica. Es
profesora y una gran animadora de la poesía sin fronteras. María José expresa
que “La poesía ha venido en mi auxilio y subsisto de la idea de saberme libre
en este arte que renueva,
reconforta y modifica mi interior,
modifica mi ser” (MaJo).
Nos complace esta fresca entrega
poética de la poeta granadina, desde las generosas páginas de Odiseo en el
Erebo, del gran poeta y humanista centroamericano André Cruchaga”.
Lic.
MIGUEL FAJARDO KOREA
Costa Rica
Octubre, 2023
MUERTE PERPETUA
A Francisco Ruiz Udiel
Aún en el ruido de la felicidad echo andar la vaga ilusión
de la prematura muerte
Deposito en el hueco descerebrado
la idea de alcanzar serenidad incinerada
Al menos en el más aquí sigue igual como allá de triste
del lado de Creonte que espera en la barca
atento de ver quién ahora montará
El fuego consumidor de ahora no es más que un simulacro
de lo que está por venir
siento angustia y pena
aún en el ruido de la felicidad
aterrizadas son las horas en las que apenas existo
Lo pienso siempre, estas piedras que llenan la cabeza hueca
no hacen más
que pensar en ella
Puntos negros nublan
mi vista y el fuego que apenas existe sigue siendo un simulacro
de la muerte perpetua.
Los muertos siempre han venido a mí.
Cada vez más grises
y oscuros
pues tiraron las pieles por los bordes
por un tubo negro de confusiones psiquis
de turbias voces
que aún en día resuenan
en sus ecos y que por horas
alargan mis noches
¿Por qué pienso tanto en ellos?
¿Me escucharán allá del otro muro?
¿Sabrán Acaso mis intenciones?
¿Sabrán que no temo,
así como ellos?
Mi alegría se hubiese dibujado grande en curvas carialegres
si mis manos hubiesen estrechado las suyas
o al menos fumarnos un
cigarrillo
tal vez escucharlos y no hablar.
Me acongojan sus males.
No saben que transitan en el dolor
de mis pesadillas revueltas
sueños continuos que llegan
y me llevan a sus catacumbas donde la carne es desagradablemente
pesada y podrida.
Me siguen los
suicidas, yo los dejo
Es probable que quieren
que hable de ellos de los
ecos que resuenan en este vacío
Sé que me escuchan, por eso vienen
siguen la ruta
del pájaro siempre volado
en la continuidad de mis sueños.
FUERZA ANIMAL
Me gusta verte humanista con tus perros y gatos dándote
al mundo
con alma dulce y clara
Me gusta que te sientas sensible Ellos serían grandes espectadores mientras
caemos en nuestras
lunas Déjalos que en sus ojos se reflejen llamas armoniosas
que queden
fijos
que ladren con nosotros que maúllen y tiemblen Déjalos mirar
a los cuerpos
danzar
Campanas suenen, griten también que sientan que somos su naturaleza dicotomía y fuerza animal Salgamos
a la
Sabana
bosque con aroma a fruta madura
que sean las manzanas
quienes nos muerdan
Muramos en ellos
en tierras ajenas
a chorros a gritos Mueran los cuerpos en la metrópolis de esta ciudad
que sientan que somos fieras también Morimos en la compañía de ser nosotros mismos
encadenados al ritmo y rito del placer
con la manta cuerpo
que nos cubra
hasta el amanecer.
HUESOS SECOS
Reinvento el plano en el que estamos cayendo en la adicción de seducirte una y
otra y otra vez
y si acaso una vez más Reinvento los lugares
esta vez propongo
sean oscuros
uno donde los muertos están,
así nos recordaremos hasta en el limbo
con el refractario
bailoteando entre llamaradas como
lo hicimos en el sueño de una noche de verano
Sorprendeme que, de lo placentero, no me resisto
Tenés prohibido seguir un mismo guion
Quitate el disfraz de santo, descalzate y movete sé impuro, sé vos con tu oscuridad
en dimensión dejá
a la trompeta llorar, derretí
la indumentaria
perdé tu quejido de lamento, en otro más intenso y travieso quejate
y sollozá del gusto que yo te acurrucaré en los pechos
regazo de mi ser,
claustro maternal, útero y refugio
Para que nunca
sufrás más, al menos nunca
de angustia
ni de ganas ni de pena
El rito nuestro
serán estas tierras
desmoronadas que se deslizan
tranquilamente
para enlodarnos hasta el cuello
Esas ropas movedizas que se hunden
y salen a poco
dentro de una fosa a la media noche Caldeando de este a oeste
aguados entre espinas
y hojas secas talvez dolorosas
Mi anhelo es quedar fríos
en el descanso eterno y vengan
a nosotros de una vez
a terminar de sepultar estos restos que son ahora huesos
secos.
EL
PERFUME DE LA NOCHE
A Antonio
Flores
Se me ha echado la noche encima
y el aroma de tu perfume
se ha quedado en toda la habitación Desnuda, despavorida se abre la flor
Navego ante los deseos
que me llevan, me arrastran y palpitan cada
vez un nombre, un nombre que huele
Me respiro el oxígeno
fragante de tu olor que encierran las paredes
La embriaguez de mis huesos
mojados que buscan y te
buscan como mimos en su palpar imaginario
Tirada entre telas con mi gargantilla puesta, quizás
imitando alguna escultura griega retuerzo el vientre que previene el ciclón de espasmos exagerados
Y la migraña
que ahora acecha
en contra de mí y los
ojos retorcidos por aquel sentir
y la boca temblorosa
los sonidos que maúllan entre mí Al menos los huesos saldrán
a flote antes de que te vean venir.
EL
JAPONÉS
Bajo el incesante
abanico que rueda y rueda
Veo al japonés apagar su lámpara blanca
Signo de advertencia de irse a la cama
Con mi vestido
rojo de escote ajustado salgo
al encuentro de sábanas blancas
Unos labios bien marcados buscan los míos y se apertura un acto
penetrante;
de ojos encendidos y bocas relucientes de lenguas serpientes
de manos ardientes
convertidos en donantes de sangre
Un corazón se apaga y una luz se enciende
Es momento de abrir corriente
a la cúpula del Sekkusu
al delirio de la embriaguez carnal y banal
poseer sin poseer
Retorcidos aguantamos angustias
en el vaivén por la época seca
El japonés inclina
la cabeza hace un saludo magistral probando
sediento
la sustancia prodigio
de la hermosa flor hirviente
En el vértigo de cabellos esparcidos por las
sábanas agónicas habitaciones separadas, número 103 hijos
desterrados de la noche
Nos parimos en el aroma sazonado de manos que se buscan a poca luz de llanto
abrumado
detectados por la respiración lenta sin cesar
sintiendo éste un mundo
verdadero
un momento solitario, tan solo nuestro perdidos
en gemidos que viven solo pocos
Repitiendo el acto como dos religioso.
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