La narrativa de Héctor
Chavarría sobre el “Suicidio urbano”
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y Difusión
Cultural
minalusa-dra56@hotmail.com
(COSTA RICA).- Héctor Chavarría
Carrillo nació en Santa Bárbara de Santa Cruz, Guanacaste, Costa Rica, en 1948.
Estudió en México. Es arquitecto
urbanista. Director del primer plan urbano de San José y de Alajuela, del plan
regulador de Isla Caballo, del plan maestro de Ecodesarrollo Papagayo, del plan
paseo museo Paseo Colón-avenida central, del plan museo ingreso, tanto en
Liberia como en Santa Cruz.
Ha publicado nueve obras de narrativa
(1986-2022), tanto en cuento como en novela, a saber: “Tierra de hombres sin
hombres”, 1986; “Los tugurios están de fiesta”, 1990; “Ballena”, 1999;
“Demetrio Torres comandante del universo”, 2002; “Ojos urbanos”, 2003; “El día
del silencio”, 2008;” Tengo sed”, 2018/2021; “Suicidio urbano”, 2021 y “Provincia
potranca”, 2022.
La narrativa de Héctor Chavarría
Carrillo aborda temas atinentes con su especialidad profesional. Algunos de sus
títulos manifiestan una clara preocupación por dichos ejes: tugurios, Ojos
urbanos, Provincia Potranca y, ahora, este Suicidio urbano.
Chavarría Carrillo, Héctor. Suicidio
urbano. San José: BBB Producciones, 2021: 274. Portada: collage fotográfico
del autor. Editor: Habib Succar. La
novela consta de 34 capítulos.
En el proemio se lee una especie de
hipótesis narrativa “Hoy vi un hombre amando al Globo divino, haciendo al
hombre, vi a un hombre haciendo ciudad” (p. 6).
En el primer capítulo, el narrador
reflexiona sobre su lugar en el universo “Voy y vengo, de dónde y hacia dónde,
no sé, soy producto energético viajando por ondas (…) Dónde y hacia dónde, voy
y vengo, quién sabe. Cómo nací y por quién y quiénes (…) Aquí estoy viendo
pasar el tiempo o el tiempo viéndome pasar, tal vez observando océanos grises
que navegan orondos este ingrato ser (…) Algo anda mal (…) existirá algo peor a
este espacio carente de diseño, antítesis del respeto, dignidad y solidaridad,
criatura de la sin razón, trillos temblorosos que comen senderos inciertos,
donde el norte de los recuerdos perdió la brújula” (pp.7-9).
Es decir, el narrador plantea una
serie de cuestionamientos existenciales sobre la grandeza del universo, para
sentenciar que “Algo anda mal” y la voz narrativa responde “existirá algo peor
a este espacio carente de sueño” y de ahí en adelante, la novela abordará el
suicidio urbano con corpus discursivos que denuncian la falta de voluntad
política y de visión por parte de quienes tienen el poder de las decisiones y
la responsabilidad sobre el diseño y ejecución de verdaderos y coherentes
planes de regulación y diseño urbanos.
“Aquí empieza el hecho arquitectónico
y urbano, grupos habitacionales repetidos a lo largo y ancho, asientan
comunidades humanas ajenas a economías y propiedad privada” (p. 24). Y a partir
de dicha aseveración, la hoja de ruta narrativa censura los pésimos diseños que
se han realizado en la GAM y otros sitios del país. “El conocimiento urbano es
viaje ida y vuelta, pasado y presente, come totalidad, empieza aquí o
allá. Hoy quiero empezar en el mero
centro del espacio mesopotámico, le llaman Centro Histórico, delimitado por el
Torres y María Aguilar, límites ribereños borrados y encementados” (p.35).
Así da inicio a la enumeración de una
serie de falencias estructurales: “el urbanismo debe ser matrimonio con la
arquitectura, debe ser expresión máxima de amor puro e integración hacia el medio
natural, espacios abiertos dejando pasar el aire, pensamientos, luz” (p.50).
La crítica del narrador es fuerte cuando
aduce “el edificio sede de la Asamblea Legislativa, verdadero mamotreto, perdón
que cosa más cabrona, sin nada de nada, insulto máximo a nuestra sociedad”
(p.51). “Al sur del Parque Nacional toma
asiento La Corte, tres edificaciones frías, cuadradas, sin diseño” (p.53).
El Espavelar, donde se refugia el
narrador para respirar aire, también es motivo de crítica “Espavelar, pueblo
llanero, comió gloria hace apenas setenta años, por qué entonces, pregunto.
Apenas cae el gallinazo, inicia su desastre desastroso. Botan aquel gigante
vegetal para poner cables eléctricos, nublando cielos pamperos, perdiéndose esa
biblioteca soñada sin tiempos ni edades, absurdos cables por gallinazo y aquel
maravilloso mundo espacial, brutal cambio” (p. 64).
“El Espavelar antes mágico, amigo de
frases alegres incluido verbo picante, hoy desgracia comunal, El Espavelar y
Santa Cruz deben dar mucho más a tal de revertir su paso, hay pasado glorioso a
reivindicar”.
¿Cuándo se nos jodió San José y
arrastró al resto del GAM y a nuestro país entero?” (pp.88-89).
El narrador enuncia escenarios
posibles en la novela “Ellos ricos internacionales habitan los Parques Nacionales,
mientras la raza empobrecida traga tugurio metropolitano. Gates construye
mansión en el Irazú, Trump juega golf alrededor del Poás y así esa pandilla
indecente construye mansiones allá por Corcovado, Palo Verde, Santa Rosa,
Tenorio y demás Parques Nacionales, ahora convertidos en condominios
consumiendo baja densidad” (p. 99).
La novela de Héctor Chavarría
Carrillo realiza un recorrido textual por innumerables lugares de la geografía
costarricense, en una perspectiva crítica constante, denunciadora de
inconsistencias con la planificación urbana, con los diseños urbanísticos y con
la desaparición de los entornos naturales de manera irracional y sin estudios
serios.
El siguiente texto enfoca
directamente al Teatro Nacional “Esta Ciudad Metropolitana perdió sonrisas
diarias y así comunicación. Sin palabras, ni imaginación y sin creatividad, se
vaga en sopas grises de la nada existencial. Y aunque es cierto en la era de
aquella Tacita de Plata construyeron edificaciones valiosas fueron destruidas.
Así de fácil, fuimos un país sin guerras, mas bombas humanas arrasan nuestro
poco patrimonio” (p. 125). “San José entra al desmadre mayor. La Tacita de Plata navega oscuros recintos
pasados, reposa ajena a recuerdos. El anti desarrollo cubre valle meseteño, colinas
enteras caen” (p. 136).
En el capítulo XX aparecen en su
discurso los galácticos, mediante un interlocutor. Su inclusión es un contrapunteo entre lo
terrestre y los galácticos, por medio de un sistema de oposiciones muy marcado.
“Aquellos marcianos ubicados en algún lugar del espacio sideral a fin de
recibir capacitación, ahora transformados, son remitidos al Planeta a fin del
rescate” (p. 129).
Por lo contrario, el narrador
censura “Hoy las curvas en arquitectura y urbanismo transitan extinción, viva
ese cabrón diseño digital, copias viles, copias cuadradas, aburrimiento
descarnado” (p. 135).
“El centro marciano hace círculos,
repito núcleo central y capas, cuatro franjas, juntos núcleo y capas miden mil
doscientos cuarenta y tres kilómetros; lo restante es franja aislante y luego
nuestra área habitable, después existe otra capa, ubicada antes del exterior
planetario, el hoy desierto marciano” (p.149-150).
En otro momento el narrador aduce
“A cierto recelo observo, tiro un vistazo general, era una larga sabana
ondulada, transportando once pasajeros, desprovistos de nada, caminan sin
cargas, ellos solos y su don energético. Caminan desprovistos de celulares,
computadoras, tabletas y demás pendejadas humanas” (p.49).
En ese viaje dinámico desde la tierra
hasta Marte “Recorreremos cuatro mil setecientos kilómetros ondulados asiento
de nuestro diario convivir marciano (…) Marte tiene kilometraje modesto, apenas
mayor a Mercurio, planeta caliente, hay tanto fuego calorífico que los cuarenta
grados de tu Provincia Potranca es un chiste” (p.150)
La novela se permite inclusiones de
la historia local de Guanacaste como la que dedica al Partido Confraternidad
Guanacasteca y a la figura de su líder, el Dr. Francisco Vargas Vargas
(1909-1995) que puede leerse en las (pp.151-152).
Asimismo, se sitúa en los
escenarios litorales “El litoral costeño huele a apetito comercial, después del
dominio turístico “La costa entera inicia nueva violación, nuestro litoral,
bello y virgen come asedio de amantes de oscuras intenciones” (p.161). “al
meter concesiones logran privatizar nuestro litoral y venderlo al más mal
postor (…) Planes carentes de paseos peatonales arbolados, sin sorpresas ni
remates enjuagados de playa, vil comercio asqueroso. Cómo se parecen estos
planes al edificio de la Asamblea Legislativo, cero neuronas utilizadas para su
diseño. Machotes, viles machotes
destruyendo nuestra bella costa. Entrega
cabrona de playas vírgenes, que antes fueron nuestras y ahora destruidas ya no
(…) gracias a esa vil entrega nuestro mar desaparece tapado por horripilantes
construcciones, solo pinches portillos dejan para ingresar” (pp.162-163).
El narrador es incisivo en su
censura “lo malo es la nula planificación urbana y esta brutal carencia de
integración con esa importante masa verde y que ríos cloacas vacío en
inmundicia en sus blancas vastedades verdes” (p. 164).
“En Guadalupe estrenan centro
comercial, metros arriba de Los Incurables, moda internacional copiada (…) Los
centros comerciales son parqueos y cuadrados comerciales modositos pegados uno
a otros, sin duda una cárcel dedicada al comercio” (p. 166).
En una parte de la novela, el
narrador se muestra optimista con alguna propuesta, aún en proceso de algún
proyecto, quizá utópico “Se plantea una gran ciudad regional metropolitana, que
preserve e integre nuestro recurso natural existente, solucione deficiencias
actuales y proyecte nuestro desarrollo futuro regional, creando una ciudad
amigable, sustentable, integrada al entorno natural, bella, tropical y muy
nuestra donde nuestra cultura nacional encuentre espacios-ágoras para su
realización plena y en ella el costarricense sienta orgullo de contar con un
núcleo urbano que sea ejemplo de convivencia plena”(p. 218).
En el espacio dialógico se lee: “Amigo
marciano, urbanismo y arquitectura vomitan miseria en la antes esfera
azul. Vagamos sin ir ni venir, viajar
supremo es dar y recibir, allá ni uno ni otro. Nuestra Esfera Azul, La Tierra
pues es un Planeta bello todavía a pesar del ser humano, pero fue infinitamente
mucho más bella, tiene rincones que muestran pinceles mágicos y también tiene
entornos urbanos valiosos integrados a ese supremo recurso natural, pero son
ejemplos sin cubrir totalidad. Hay
ciudades manifestando conjuntos urbanos de calidad, integran ríos, bahías,
cerros y demás componentes naturales, pero son solo partes, la gran mayoría del
territorio urbano demuestran anti diseño y desequilibrios odiosos” (p. 225)
Ese cuerpo textual es una especie
de archivo radiográfico de la realidad espacial que aborda la novela de Héctor
Chavarría Carrillo, que concluye de la siguiente manera:
“Despierto, siento mi cabeza
partida en dos hemisferios, el real, un demonio suelto, el soñado, luces
boreales de mágicos colores.
Muevo anatomía y siento que he
soñado. He soñado que soñé, cansado de
transitar veredas sublimes me volví a dormir.
Volví a soñar que había soñado.
¿Qué?
Soñé soñando.
¿Qué?
Eso” (p. 274)
La voz narrativa del Arq. Héctor
Chavarría Carrillo es la de una propuesta crítica, señaladora de equívocos, que
exige un replanteamiento correctivo, a partir de su narrativa incisiva, en aras
de proponer cambios que vayan en beneficio de las colectividades. Nueve obras
narrativas a lo largo de 36 años de producción literaria (1986-2022), son el
mejor testimonio de su preocupación por el ser humano desde su visión holística.
También ha publicado artículos y
comentarios sobre diversos temas en diferentes medios de comunicación. Sé que
su voz no cejará en su objetivo terminal de seguir promoviendo estrategias
discursivas, para que sus lectores reflexionemos, y tomemos conciencia de que
su narrativa significa una puerta de entrada, para mejorar la condición humana
en los espacios abordados con la incisión de su ojo crítico para mejorar
integralmente, entre todos.
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