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jueves, 1 de septiembre de 2022

La narrativa de Héctor Chavarría sobre el “Suicidio urbano”

 

Miguel Fajardo Korea


La narrativa de Héctor Chavarría sobre el “Suicidio urbano”

 

Lic. Miguel Fajardo Korea

Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural

minalusa-dra56@hotmail.com

        

(COSTA RICA).- Héctor Chavarría Carrillo nació en Santa Bárbara de Santa Cruz, Guanacaste, Costa Rica, en 1948.  Estudió en México. Es arquitecto urbanista. Director del primer plan urbano de San José y de Alajuela, del plan regulador de Isla Caballo, del plan maestro de Ecodesarrollo Papagayo, del plan paseo museo Paseo Colón-avenida central, del plan museo ingreso, tanto en Liberia como en Santa Cruz.

Ha publicado nueve obras de narrativa (1986-2022), tanto en cuento como en novela, a saber: “Tierra de hombres sin hombres”, 1986; “Los tugurios están de fiesta”, 1990; “Ballena”, 1999; “Demetrio Torres comandante del universo”, 2002; “Ojos urbanos”, 2003; “El día del silencio”, 2008;” Tengo sed”, 2018/2021; “Suicidio urbano”, 2021 y “Provincia potranca”, 2022.

La narrativa de Héctor Chavarría Carrillo aborda temas atinentes con su especialidad profesional. Algunos de sus títulos manifiestan una clara preocupación por dichos ejes: tugurios, Ojos urbanos, Provincia Potranca y, ahora, este Suicidio urbano.

Chavarría Carrillo, Héctor. Suicidio urbano. San José: BBB Producciones, 2021: 274. Portada: collage fotográfico del autor. Editor: Habib Succar.  La novela consta de 34 capítulos.

En el proemio se lee una especie de hipótesis narrativa “Hoy vi un hombre amando al Globo divino, haciendo al hombre, vi a un hombre haciendo ciudad” (p. 6).

En el primer capítulo, el narrador reflexiona sobre su lugar en el universo “Voy y vengo, de dónde y hacia dónde, no sé, soy producto energético viajando por ondas (…) Dónde y hacia dónde, voy y vengo, quién sabe. Cómo nací y por quién y quiénes (…) Aquí estoy viendo pasar el tiempo o el tiempo viéndome pasar, tal vez observando océanos grises que navegan orondos este ingrato ser (…) Algo anda mal (…) existirá algo peor a este espacio carente de diseño, antítesis del respeto, dignidad y solidaridad, criatura de la sin razón, trillos temblorosos que comen senderos inciertos, donde el norte de los recuerdos perdió la brújula” (pp.7-9).

Es decir, el narrador plantea una serie de cuestionamientos existenciales sobre la grandeza del universo, para sentenciar que “Algo anda mal” y la voz narrativa responde “existirá algo peor a este espacio carente de sueño” y de ahí en adelante, la novela abordará el suicidio urbano con corpus discursivos que denuncian la falta de voluntad política y de visión por parte de quienes tienen el poder de las decisiones y la responsabilidad sobre el diseño y ejecución de verdaderos y coherentes planes de regulación y diseño urbanos.

“Aquí empieza el hecho arquitectónico y urbano, grupos habitacionales repetidos a lo largo y ancho, asientan comunidades humanas ajenas a economías y propiedad privada” (p. 24). Y a partir de dicha aseveración, la hoja de ruta narrativa censura los pésimos diseños que se han realizado en la GAM y otros sitios del país. “El conocimiento urbano es viaje ida y vuelta, pasado y presente, come totalidad, empieza aquí o allá.  Hoy quiero empezar en el mero centro del espacio mesopotámico, le llaman Centro Histórico, delimitado por el Torres y María Aguilar, límites ribereños borrados y encementados” (p.35).

Así da inicio a la enumeración de una serie de falencias estructurales: “el urbanismo debe ser matrimonio con la arquitectura, debe ser expresión máxima de amor puro e integración hacia el medio natural, espacios abiertos dejando pasar el aire, pensamientos, luz” (p.50).

La crítica del narrador es fuerte cuando aduce “el edificio sede de la Asamblea Legislativa, verdadero mamotreto, perdón que cosa más cabrona, sin nada de nada, insulto máximo a nuestra sociedad” (p.51).  “Al sur del Parque Nacional toma asiento La Corte, tres edificaciones frías, cuadradas, sin diseño” (p.53).

El Espavelar, donde se refugia el narrador para respirar aire, también es motivo de crítica “Espavelar, pueblo llanero, comió gloria hace apenas setenta años, por qué entonces, pregunto. Apenas cae el gallinazo, inicia su desastre desastroso. Botan aquel gigante vegetal para poner cables eléctricos, nublando cielos pamperos, perdiéndose esa biblioteca soñada sin tiempos ni edades, absurdos cables por gallinazo y aquel maravilloso mundo espacial, brutal cambio” (p. 64).

“El Espavelar antes mágico, amigo de frases alegres incluido verbo picante, hoy desgracia comunal, El Espavelar y Santa Cruz deben dar mucho más a tal de revertir su paso, hay pasado glorioso a reivindicar”.

¿Cuándo se nos jodió San José y arrastró al resto del GAM y a nuestro país entero?” (pp.88-89).

El narrador enuncia escenarios posibles en la novela “Ellos ricos internacionales habitan los Parques Nacionales, mientras la raza empobrecida traga tugurio metropolitano. Gates construye mansión en el Irazú, Trump juega golf alrededor del Poás y así esa pandilla indecente construye mansiones allá por Corcovado, Palo Verde, Santa Rosa, Tenorio y demás Parques Nacionales, ahora convertidos en condominios consumiendo baja densidad” (p. 99).

La novela de Héctor Chavarría Carrillo realiza un recorrido textual por innumerables lugares de la geografía costarricense, en una perspectiva crítica constante, denunciadora de inconsistencias con la planificación urbana, con los diseños urbanísticos y con la desaparición de los entornos naturales de manera irracional y sin estudios serios.

El siguiente texto enfoca directamente al Teatro Nacional “Esta Ciudad Metropolitana perdió sonrisas diarias y así comunicación. Sin palabras, ni imaginación y sin creatividad, se vaga en sopas grises de la nada existencial. Y aunque es cierto en la era de aquella Tacita de Plata construyeron edificaciones valiosas fueron destruidas. Así de fácil, fuimos un país sin guerras, mas bombas humanas arrasan nuestro poco patrimonio” (p. 125). “San José entra al desmadre mayor.  La Tacita de Plata navega oscuros recintos pasados, reposa ajena a recuerdos. El anti desarrollo cubre valle meseteño, colinas enteras caen” (p. 136).

En el capítulo XX aparecen en su discurso los galácticos, mediante un interlocutor.  Su inclusión es un contrapunteo entre lo terrestre y los galácticos, por medio de un sistema de oposiciones muy marcado. “Aquellos marcianos ubicados en algún lugar del espacio sideral a fin de recibir capacitación, ahora transformados, son remitidos al Planeta a fin del rescate” (p. 129).

Por lo contrario, el narrador censura “Hoy las curvas en arquitectura y urbanismo transitan extinción, viva ese cabrón diseño digital, copias viles, copias cuadradas, aburrimiento descarnado” (p. 135).

“El centro marciano hace círculos, repito núcleo central y capas, cuatro franjas, juntos núcleo y capas miden mil doscientos cuarenta y tres kilómetros; lo restante es franja aislante y luego nuestra área habitable, después existe otra capa, ubicada antes del exterior planetario, el hoy desierto marciano” (p.149-150).

En otro momento el narrador aduce “A cierto recelo observo, tiro un vistazo general, era una larga sabana ondulada, transportando once pasajeros, desprovistos de nada, caminan sin cargas, ellos solos y su don energético. Caminan desprovistos de celulares, computadoras, tabletas y demás pendejadas humanas” (p.49).

En ese viaje dinámico desde la tierra hasta Marte “Recorreremos cuatro mil setecientos kilómetros ondulados asiento de nuestro diario convivir marciano (…) Marte tiene kilometraje modesto, apenas mayor a Mercurio, planeta caliente, hay tanto fuego calorífico que los cuarenta grados de tu Provincia Potranca es un chiste” (p.150)

La novela se permite inclusiones de la historia local de Guanacaste como la que dedica al Partido Confraternidad Guanacasteca y a la figura de su líder, el Dr. Francisco Vargas Vargas (1909-1995) que puede leerse en las (pp.151-152).

Asimismo, se sitúa en los escenarios litorales “El litoral costeño huele a apetito comercial, después del dominio turístico “La costa entera inicia nueva violación, nuestro litoral, bello y virgen come asedio de amantes de oscuras intenciones” (p.161). “al meter concesiones logran privatizar nuestro litoral y venderlo al más mal postor (…) Planes carentes de paseos peatonales arbolados, sin sorpresas ni remates enjuagados de playa, vil comercio asqueroso. Cómo se parecen estos planes al edificio de la Asamblea Legislativo, cero neuronas utilizadas para su diseño.  Machotes, viles machotes destruyendo nuestra bella costa.  Entrega cabrona de playas vírgenes, que antes fueron nuestras y ahora destruidas ya no (…) gracias a esa vil entrega nuestro mar desaparece tapado por horripilantes construcciones, solo pinches portillos dejan para ingresar” (pp.162-163).

El narrador es incisivo en su censura “lo malo es la nula planificación urbana y esta brutal carencia de integración con esa importante masa verde y que ríos cloacas vacío en inmundicia en sus blancas vastedades verdes” (p. 164).

“En Guadalupe estrenan centro comercial, metros arriba de Los Incurables, moda internacional copiada (…) Los centros comerciales son parqueos y cuadrados comerciales modositos pegados uno a otros, sin duda una cárcel dedicada al comercio” (p. 166).

En una parte de la novela, el narrador se muestra optimista con alguna propuesta, aún en proceso de algún proyecto, quizá utópico “Se plantea una gran ciudad regional metropolitana, que preserve e integre nuestro recurso natural existente, solucione deficiencias actuales y proyecte nuestro desarrollo futuro regional, creando una ciudad amigable, sustentable, integrada al entorno natural, bella, tropical y muy nuestra donde nuestra cultura nacional encuentre espacios-ágoras para su realización plena y en ella el costarricense sienta orgullo de contar con un núcleo urbano que sea ejemplo de convivencia plena”(p. 218).

En el espacio dialógico se lee: “Amigo marciano, urbanismo y arquitectura vomitan miseria en la antes esfera azul.  Vagamos sin ir ni venir, viajar supremo es dar y recibir, allá ni uno ni otro. Nuestra Esfera Azul, La Tierra pues es un Planeta bello todavía a pesar del ser humano, pero fue infinitamente mucho más bella, tiene rincones que muestran pinceles mágicos y también tiene entornos urbanos valiosos integrados a ese supremo recurso natural, pero son ejemplos sin cubrir totalidad.  Hay ciudades manifestando conjuntos urbanos de calidad, integran ríos, bahías, cerros y demás componentes naturales, pero son solo partes, la gran mayoría del territorio urbano demuestran anti diseño y desequilibrios odiosos” (p. 225)

Ese cuerpo textual es una especie de archivo radiográfico de la realidad espacial que aborda la novela de Héctor Chavarría Carrillo, que concluye de la siguiente manera:

“Despierto, siento mi cabeza partida en dos hemisferios, el real, un demonio suelto, el soñado, luces boreales de mágicos colores.

Muevo anatomía y siento que he soñado.  He soñado que soñé, cansado de transitar veredas sublimes me volví a dormir.

Volví a soñar que había soñado.

¿Qué?

Soñé soñando.

¿Qué?

Eso” (p. 274)

La voz narrativa del Arq. Héctor Chavarría Carrillo es la de una propuesta crítica, señaladora de equívocos, que exige un replanteamiento correctivo, a partir de su narrativa incisiva, en aras de proponer cambios que vayan en beneficio de las colectividades. Nueve obras narrativas a lo largo de 36 años de producción literaria (1986-2022), son el mejor testimonio de su preocupación por el ser humano desde su visión holística.

También ha publicado artículos y comentarios sobre diversos temas en diferentes medios de comunicación. Sé que su voz no cejará en su objetivo terminal de seguir promoviendo estrategias discursivas, para que sus lectores reflexionemos, y tomemos conciencia de que su narrativa significa una puerta de entrada, para mejorar la condición humana en los espacios abordados con la incisión de su ojo crítico para mejorar integralmente, entre todos.





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