LA LUZ POÉTICA DE LAURA GIL CHINCHILLA
LIC. MIGUEL FAJARDO KOREA
PREMIO NACIONAL DE PROMOCIÓN Y DIFUSIÓN CULTURAL DE COSTA RICA
MINALUSA-DRA56@HOTMAIL.COM
(Moravia /Guanacaste). Una nueva voz poética surge en la
literatura costarricense. Se trata de la Laura Gil Chinchilla (San José, 1993).
Médica de profesión. Incursiona en la literatura con su libro de estreno “¿Dónde
está la luz?”.
La hablante plantea desde el comienzo del texto la
necesidad de buscar y encontrar la luminosidad que destaque su destello como
habitante del mundo:
¿Dónde está la luz?, la luz que me permite ver.
¿Dónde está la luz?, la luz que me da fuerza.
Al final, todo oscureció y yo resplandecí:
¡El
destello soy yo!
En su urgente búsqueda de la
luz, el yo lírico encara la antítesis oscuridad / luz. Es clara su intención para sostener sus
convicciones de luchas, no rendirse y seguir en la lucha:
“No me da miedo la oscuridad.
Sin ella no sabría lo que es la luz.
A veces quiero apagarme.
Nunca me he rendido.
Mi lucha continúa”.
Por esa razón, censura la conducta de nuestra especie,
con uno de los disvalores que presenta en su convivencia con los demás:
“El ser humano es la única especie
que hiere al que ama”.
Asimismo, realiza una auscultación del encerramiento
-refugio, jaula- tanto dolorosa como prolongada:
“Mis paredes se convirtieron en mi refugio.
Mi cabeza en
mi jaula: no había escapatoria.
Hay dolor.
Nada
terminará”.
Tampoco oculta sus fobias como un obstáculo para
enfrentar y desafiar al entorno que le ha correspondido vivir:
“Tengo
miedo de tener miedo.
Todo
esto me impide ser la persona que quiero ser.
Tal
vez viva normal y lo normal es aburrido,
pero
estar triste es peor que tener miedo.
El
miedo se enfrenta: la tristeza me hunde”.
En la línea existencial, se
plantea interrogantes sobre el espacio de su yo social:
“¿Por qué yo?
¿Por qué a mí?
Lentamente se apaga la llama
y no importa si hay sol o luna,
su mundo no se detiene a pensar en si habrá otro
día,
porque el de hoy dejó de existir hace horas...
Es
difícil admitir que no es fácil intentarlo otra vez y no rendirse”.
Paralelamente, la hablante ha sido viajera en diversos
sitios del mundo, porque Ningún lugar es lejos -como se titula mi
más reciente libro-, por ello, expresa su confusión por lo visto en otros
espacios del planeta, en diversos órdenes, donde expresa su condición humana:
“Del otro lado del mundo.
Confusión por haber visto el cielo.
Me siento aniquilada dentro de mi mundo.
Invalidada y mal entendida.
Quiero volar.
Déjame volar.
Ayúdame a volar”.
Es
importante constatar una de las líneas de pensamiento práctico dicotómico: “La
falta de deseo o sueños es el comienzo de tu propia muerte”. Por otra parte,
hay una apelación al Creador en un planteamiento de diversas posibilidades. Los
seres humanos tenemos muchas pérdidas.
Hay un reforzamiento espacial dinámico de los movimientos físicos:
“Si
hay algún Dios llévame de aquí.
¿Déjame
ver el mundo si hay alguno?
Me
separaron de mi familia y amigos.
Me
mataron en el holocausto.
Y
me liberaron del infierno en la Tierra.
“Siempre será más fácil ver hacia afuera.
Porque hacia adentro es más incómodo”.
La voz lírica es
consciente de que “Estamos llenos de vicios y
vacíos que no queremos soltar, / porque nos acompañan en nuestra soledad. / Solo somos
insignificantes átomos. /Y somos incesantemente
influenciados por las masas. / No miras hacia arriba para ver qué hay ahí. /
Caminas directo, /como si la vida fuera una línea recta para entrar en un
tren”.
La situación de la muerte tiene asidero en el orbe lírico
de Laura Gil Chinchilla. Curiosamente,
redefine que ambas se necesitan, tanto ella como la muerte:
“A veces siento que la muerte me necesita
y no puedo escapar de ella.
Lucho contra ella, porque sé que es una trampa.
La muerte me necesita para ella sobrevivir;
yo necesito la vida para vivir”.
El espacio de lo alto se torna en un sitio de análisis
para ponderar la finitud humana frente a la inmensidad celestial:
“Es en los
cielos donde puedes ver y sentir,
cuán diminuto e
insignificante eres realmente”.
“El cielo también llora. Se sacude y grita.
Mueve la tierra y la desprende”.
En otro aparte, la hablante
confiere su lugar a los elementos de la naturaleza. Ve con ojos de gratitud la aportación de ella
en nuestra vida como una relación simbiótica con ella:
“Porque somos una extensión de la naturaleza,
Al final, todas nuestras inspiraciones,
provienen de lo que la naturaleza nos deja ver”.
En esa misma línea de acción, establece una relación
tridimensional entre el amor, el alma y el universo:
“El
amor no tiene límites. Puedes amarte a ti mismo
y
después poder ser capaz de darle tu alma al universo.
Empiezas
a reconocer que tú eres uno con el universo”.
Laura Gil Chinchilla, como
mujer, profesional y poeta, es clara en establecer su independencia y sus
convicciones. Se resiste a ser una marioneta de los demás. No lo lograrán. Su posición es firme en que no encajará en
las formas patriarcales de los otros:
“Manteniendo mi esencia en cualquier milímetro de la
tierra que conozco.
Me intentan cambiar como si fuera una marioneta.
No pierdan el tiempo en cambiarme,
porque nunca voy a encajar, y esa será mi realidad
por siempre”.
Tampoco desea un mundo vacío, sin salida, ni mucho menos estar
castigada en un limbo infeliz, en su lucha y convicción por afirmar su propia
identidad:
“No quiero nacer otra vez en un mundo vacío,
errado, sin salida.
Pertenecer a un limbo.
Ser castigada por no ser feliz”.
“Si estoy viva es para aprender o para enseñar a
alguien.
No es mi decisión, sino una señal que tengo por
seguir viviendo”.
Es muy transparente su actitud para pedirle a los demás
que luchen por la vida, sean ellos mismos y no den lugar a los prejuicios, así
como resistirse a las clasificaciones sociales de los otros.
En esta era de alta globalización, con las revoluciones
tecnológicas, los demás quieren imponerte normas, formas de pensar, para anular
la individualidad, para gobernar a los demás.
En ese espectro, la voz poética de Laura Gil Chinchilla conmina a enfrentar
esos condicionamientos arbitrarios:
“Ábrete como un libro y
déjate ser asombrado por la vida,
Aléjate de tu zona de
confort
y no te aferres a lo que
la sociedad dijo que eres.
Tú eres tú y nadie puede
cambiar eso, solo tú,
No te avergüences o preocupes
por la opinión de los demás,
Porque si dejas que
otros tengan una opinión sobre ti,
entonces, serás
gobernado por ellos.
Nunca son los demás:
siempre somos nosotros mismos”.
La poeta costarricense es rotunda en la mayoría de sus
textos. En ese tránsito vital terrestre
esboza signos de duda, de incertidumbre, pero siempre dispuesta a elegir el
mejor camino de entre la maraña global:
“Ya no sé qué es la felicidad.
Solo estoy segura de que la oscuridad sí la he
visto.
Pero
no me estoy rindiendo ahora.
Solo
estoy comenzando a correr otra vez”.
“Hay miles de caminos:
no sé cuál elegir,
o si devolverme”.
Ante esos cuestionamientos es capaz de elegir, decidir y
vivir como un signo de autenticidad y autoafirmación:
“Y me di cuenta de que todavía
tengo que mostrarle algo al mundo.
Algo de mi arte.
Y decidí vivir.
Y decidí vivir”.
La poesía de Laura Gil es dinámica, busca entradas y
salidas.
“Sobre la cima se siente la vulnerabilidad descendiendo, y asciende la
serenidad. Cada obstáculo me enorgullece, porque logré ver la luz, aun cuando
es efímera. Es usual que optemos por el camino de lo desconocido, porque lo
conocido se vuelve trágico”.
“En dos polos del mundo,
el sol se esconde antes y después.
El sol es bipolar.
El solo es.
Aun así, ilumina a los demás con ambos lados.
He
sobrellevado la oscuridad y he venido del infierno.
Estaba
en llamas con mi propio fuego.
Y
ahora no quiero retornar”.
El poemario apela a la toma de decisiones, e increpa por qué
se escogió dejar de luchar y respirar, así como la causal de la sonrisa
invertida. Es decir, ahonda en la
condición humana y sus preocupaciones estelares como parte de la existencia:
“¿De qué quieres escapar, dime?
¿Qué quieres esconder?
¿Qué pretendes encontrar?
¿Cuándo fue el día en que escogiste no luchar?
El día que ya no quisiste respirar...
¿Dime cuál fue la causa de que tu sonrisa se
invirtiera?”
El poemario inquiere sobre la presencia de los demonios
que pretenden desdoblar a la hablante, quien desea pararlo, borrarlo, apagarlo,
dejar de ser rehén, sin embargo, dicha figura permanece agrandada en ella, con
la fuerza suficiente para dominarla y matarla, solo cuando ella lo quiera o
decida, pero que, en todo caso, ha de
ser su elección:
“Percibo un demonio intentando desdoblarme de mi
cuerpo,
cuando menos lo espero, él me ataca,
no lo puedo parar, no lo puedo borrar, no lo puedo
apagar,
él me tiene prisionera, sin rejas, pero con fuego.
¿Cómo continúo aquí?, con un demonio más grande que
yo,
que me domina cuando le place,
y me mata cuando yo quiero”.
En el orbe lírico de Laura Gil, hay una interesante reflexión sobre el
corazón, con base en cuatro verbos, a saber:
“El corazón no se regala: el corazón se presta.
Si se regala, se pierde y si se pierde, morimos”.
Asimismo, el
yo lírico se dirige a un tú lírico, y le expresa diversas razones, con el
propósito que el otro le permita mostrarle los sentimientos de su corazón:
“Quédate
conmigo, porque tú importas.
Nuestros
océanos son los mismos.
Tú
importas, porque yo soy tú, y tú eres yo.
Sigue
agarrando mi brazo, porque es tuyo.
No
tengas miedo, porque yo estoy en ti y tú estás en mí,
sentimos
lo mismo.
No
te vayas. Sigue intentando quedarte conmigo,
Déjame
mostrarte mi corazón”.
El arte, sin
duda alguna, es una manera de afirmar la identidad humana, en ese contexto: “La música jamás me defraudó,
porque la música soy yo”. El clima de violencia o agresión se
deja entrever en las líneas de este poemario, donde se aboga por no ser
lastimada (infierno), y una búsqueda de la salida es dejar ir:
“No
me dejes seguir luchando.
Estoy
harta de estar lastimada.
No
sé si estoy en un sueño o en un infierno en vida.
Dime
que me detenga, que está bien dejar ir…
Tenemos que soltar, dejar ir y ser libres.
Porque lo que es tuyo volverá”.
La hablante afirma sus mismidad, cuando imbrica tres estados: ser,
estar, hacer, sin embargo, cuantifica cuánta soledad anida en el ser humano,
máxime en tiempos de globalización, donde se vive con el semáforo en alta velocidad,
sin tiempo, muchas veces, para un saludo a quienes están al alcance de nuestro
abrazo, o bien, para escuchar a los demás:
“Podré ser sola.
Podré estar sola.
Podré hacerlo sola.
¿Cuánta soledad lleva el ser humano consigo?”
Campea en este universo poético el deseo de libertad, sin censura,
dado que es una manera de decidir las batallas por luchar o dejar ir. Todo
ello, como una suma de protegerse, sin rendirse:
“Oblígame a vivir en un mundo sin censura,
porque solo así podré saber lo que es mío.
Debo decidir cuál batalla elegir y cuál dejar ir.
No es rendirse: es protegerse”.
La hablante poética expresa miedos para no sentirse atada
entre la dicotomía pensar y sentir.
“Porque el incesante miedo a no tener todo el éxito
me desvela.
Ya no quiero estar atada y permanecer en vela.
No me quiero definir por lo que pienso,
sino por lo que siento”.
El
orbe lírico de Laura Gil Chinchilla opta por la dicotomía salvarse y salvar a
otros, a pesar de que aduce no tener un lugar adónde ir, ya que todos están en
su propio mundo.
“Ningún lugar adónde ir.
Todos en su propio
mundo,
en su propia mente.
Perdida del contacto con
la realidad.
Déjame salvarme a mí
misma.
Y luego podré salvar a
otros”.
Finalmente, la autora costarricense sostiene versos de acendrada
afirmación, elección personal y autonomía:
“Mi único refugio
soy yo, fui yo y seré yo.
Solo yo llevo mi cuerpo a su sepultura,
porque sé que la vida no acaba.
Mi felicidad habita en mi corazón.
Soy autónoma de mi realidad
y no puedo dejar que otros escojan por mí.
Yo soy la vida misma”.
Celebramos el surgimiento de este nuevo libro de la
Dra. Laura Gil Chinchilla (1993) para acrecentar el catálogo de la poesía
costarricense. Sus diversos ejes
temáticos marcan un universo de variados núcleos plurisignificativos, que
muestran otras perspectivas dentro del ejercicio poético nacional. ¡Albricias,
entonces!
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