Lic. Miguel Fajardo Korea
LA VOZ FEMENINA
EN LOS CONTEXTOS DE MARTA ROJAS PORRAS
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural
Lic. Miguel Fajardo Korea
(Guanacaste/Moravia) El nombre de Marta Rojas (Costa Rica, 1950) se inscribe
en las letras costarricenses, como la de una poeta con un sostenido compromiso
literario y humano, sin dobleces, en favor de visibilizar la figura de la mujer
a lo largo de la historia, tanto nacional como universal, desde los cimientos
de su valiosa obra en favor de la cultura.
Marta Eugenia Rojas Porras es
Licenciada en Filología Española y Magíster en Lingüística de la Universidad de
Costa Rica. Su catálogo poético incluye los libros La sonrisa de Penélope y
su costumbre del adiós, 1993-1998; Aposentos del deseo, 1996-2005; Habitar
la casa del tesoro, 2005; Destejiendo la intemperie, 2019; Zárate
desencadenada, 2019; El fuego nombrado, 2021.
Paralelamente, ha escrito, en
coautoría, seis libros de investigación Conocimiento, participación y cambio
en el aula; en textos didácticos Despertando a las palabras, así
como nueve libros de Español de la serie Hacia el siglo XX1, seis libros
de Palabras juguetonas. Dinámicas con léxico escolar gradual y una Guía
de uso del lenguaje inclusivo del habla culta costarricense.
Actualmente es directiva de
la Asociación de Escritoras Costarricenses (ACE). Es asidua participante y
organizadora de recitales culturales, tanto presenciales como virtuales. Su
labor como gestora cultural es muy importante en favor de grupos y colectivos
culturales.
Durante mi ejercicio docente
en el Liceo Laboratorio de Liberia me correspondió analizar su poema “Penélope”,
con mis estudiantes de bachillerato. La
discusión interpretativa de su texto fue muy enriquecedora para el estudiantado
de ese nivel educativo.
Los 42 poemas que integran el
más reciente libro de Marta Rojas. “El fuego nombrado”. (San José:
Editorial Guayacán, 2021: 120 pp.) significan un dossier con intensa unidad
temática sobre la condición de las mujeres a lo largo de la historia. Contiene
prólogo de Carmen Nozal. El libro se estructura en cinco apartados: Pronuncio
su nombre, Banderas de amor, Cantos de pandemia, Urgente y Soy barro.
El libro regresa en el tiempo
“Como a Eva se nos ha responsabilizado / de la pérdida del paraíso, / de
desatar todos los males / y de negar la esperanza, / desde nuestra ánfora de
Pandora”. Critica la desvaloración patriarcal y social como mujeres/objeto “nos
exhiben como madres y esposas buenas; / como cuidadoras infatigables del nido
familiar. / Somos la calladita y de discreta sonrisa, / la dulce, frágil y
angelical”.
La presencia de nombres
religiosos, mitológicos e históricos, tanto del acervo nacional como de la
tradición universal, es una especie de sistema recolectivo, para mostrar que
muchas de esas condiciones deben ser superadas, de cara al siglo XXI que
estamos viviendo. “Públicamente, nos incineraron. /Rompieron nuestros huesos. /
Nos arrebataron el derecho sobre nuestros cuerpos. / ¿Cuántas fuimos quemadas?
/ El grito aún arde en los vientos”. Las nefastas maneras históricas de
invisibilización de las mujeres debe acabar “Ya no nos cazan con fuego ni
guillotina. / Ni como a Juana / nos encierran en calabozos de locas / para
silenciarnos”. El silencio cómplice y el
lenguaje descalificador no deben seguir atentando contra las mujeres del mundo.
Basta ya.
El poema a Pancha Carrasco
(1816-1890), heroína de la Campaña Nacional (1856-1857) es un texto de justicia
histórica para la defensora de las libertades patrias “Sobre estas piedras de
la memoria, / vos, Pancha Carrasco, / costarricense, pioneras de la igualdad de
género / y quijote de la autonomía, pasaste. / Y oigo tuis pasos combativos”.
Junto con Francisca Carrasco Jiménez, existen otros nombres ninguneados:
Bernabela Chavarría, Mercedes Mayorga, María de Jesús Lunn, Rita Gutiérrez o
Bernarda Durán.
Los feminicidios aumentan en
una proporción alarmante, como el caso de Eva “y su expareja, el padre del
niño, la mató. / Y en Eva, todas las Evas. / Y en el hijo de Eva, toda la
orfandad. / Y en la familia de Eva, todas las familias / torturadas por la
violencia”. Las mujeres asesinadas no
deben ser una estadística fría. La
sociedad debe reaccionar. Los mecanismos
jurídicos no funcionan con la celeridad de los casos. Los agresores no deben quedar
en la impunidad.
Las Naciones Unidas
declararon el 25 de noviembre de 1999 como el Día Internacional de la
Eliminación de la violencia contera las mujeres. Esa fecha recuerda el triple asesinato de las hermanas Mirabal:
Patria, Minerva y María Teresa, denominadas “Las Mariposas”, durante el régimen
de Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana, “Todavía, después de tanto duelo, / tres
mariposas persisten, / en estas calles, / con sus alas desplegadas”.
El poema “Madres” es la evidencia de ser un texto que
desmitifica el cuadro idílico que la sociedad ha impuesto a la figura maternal
“Madre. / Nunca la agresora. / La bondadosa y abnegada, siempre. / Jamás la que
abandona a su nidada. / No la gruñona. / No la explotada. / Madre estereotipo. /
Objeto mercantil. / Pintura fantástica”.
El texto incorpora, asimismo, a las lobas, las lloronas, las ciegas las
mágicas o las brujas, entre otras.
En la “Extranjera de mí: no más”, cita los intertextos de
Casandra, Medea, La Llorona en una integralidad del dolor “Me acusaron por
gritar: / Penétrenme con abrazos, no con culpas”. “No me lograron detener con
sus decretos. / La mistificación me hirió, sí / pero hoy bato mis propias alas.
/ No más asfixia. / No más asesina. / No
más víctima”.
“Caperucita”, plantea diversas digresiones “El lobo dice
que yo usurpé su bosque/ y sin ningún permiso andaba por ahí, / ton todo el
irrespeto, cortando sus flores. / A Penélope también la asediaron. / La Llorona
gritaba la muerte de su pueblo indígena. / Medea pagana la culpa de ser
extranjera. / Magdalena, por sensual e inteligente, / de prostituta acusada. /
María con una gran carga virginal a cuestas:/ Y hoy vengo a descubrir / que los
lobos no comen abuelas”.
La voz lírica alude al lenguaje sexista “Y yo no me resuelvo/
a sellar sus partidas en el rotundo adiós. / Continúo esperando sus serenatas.
/ Continúo, cual Penélope, destejiendo la maraña/ atada a su olor”. (…) “La
inexistencia se cuela en la madeja de lana / y Penélope sifgue tejiendo
destiempos / en el “traje del emperador”
La hablante se siente cansada de las asechanzas, los
temores, los miedos “Quiero renunciar al ayer y al mañana, / jugar en su aquí y
ahora; / en ese siempre lúdico / columpiarme sin miedos; /que ni fantasmas del
pasado / ni Odiseos ni Juanes / ni muertes futuras /acechen mis sueños”. Las figuras patriarcales de Odiseo y don Juan
significan el otro lado del río.
“El fuego nombrado”, de Marta Rojas, incluye un espacio
para quienes padecen del Azhaimer “Y aun ahí, / del silencio de sus recuerdos /
emergían, / luchando contra el olvido, / sus roces de enamorada”.
A pesar de tantos muros, la poeta costarricense no pierde
las esperanzas de habitar en un mundo posible y mejor “Derribarlos es transitar
en hermandad los mares, / las montañas, las ciudades, las fronteras. / Es mecer
la esperanza y arrullarla / con la nana más humana. / Es crecer como el girasol
hacia la luz. / Me niego a deshabitar la esperanza”.
Su poesía es un canto para izar la bandera del amor “Una
bandera sin fronteras” (…) Una bandera que o arropa la usura ni la
explotación”. El suyo es un anhelo colectivo en este mundo de alta velocidad
que compartimos, hoy.
El poema “Y yo no dije nada” tiene una gran fuerza
expresiva, cuando callamos ante las injusticias humanas o somos indiferentes
ante muchos atropellos a la condición humana “Primero vinieron a desalojar de
sus legítimas tierras a las poblaciones indígenas (…) Luego vinieron a buscar /
a quienes profesaban credos ”ajenos” (…) Luego vinieron a buscar a los grupos
ateos/ …() a quien no fuera heterosexual.
En esa línea, alza
la voz desde la poesía y expresa “Hoy, avergonzada, / quiero ser la mujer / que
no calla en las asambleas/ ni pasa por alto que sangra mi tierra”. Su propuesta
es “derribar muros/ es crecer como el girasol/ hacia la luz/ y que ningún yugo/
amordazará a la esperanza”.
La voz lírica es defensora de los territorios indígenas.
Sí, la de los territorios, cuyos habitantes tuvieron cédula costarricense 500
años después. “Indiferencia y difamación. / La tierra ancestral sangra (…) /
Eran del linaje de Presbere/ y les mataron (…) / La tierra ancestral resiste
(…) / La tierra ancestral grita/ con espíritu de jaguar indómito. / No habrá
tajo de hacha/ que, como a árbol, la derribe”.
De ese modo, el suyo es un grito de liberación y resistencia.
En “Madre matria”, establece una serie de abusos contra
la patria. “Matria mía, / las mujeres y hombres de mirada plena, / de ojos del
color de tierra, montañas, mares y cuevas/ ya no queremos parirle más ovejas a
la hacienda. / Algo duele en lo profundo/ y nuestro canto continúa inscribiendo
la esperanza/ pero/ es tan tenue/ casi un susurro, / un llanto”.
La poesía de Marta Rojas no escapa de confrontar la
realidad inmediata del planeta. En “Cantos de pandemia”, aborda la coyuntura
pandémica de la Covid-19 “El anciano llama. / Está más flaco. Más
arrugado. Más triste (…) Sostiene la tos
del hambre para que no lo bajen. / Necesita llevar comida al rancho. / No puede
atender el miedo por el contagio (…) El “quédate en casa” le retumba, / hueco,
en su cansado paso”.
Este tiempo pandémico forjó otros hábitos sanitarios
“Perillas, cerrojos, teléfonos, / la compu, el maus; / todo está alcoholizado.
/ Necesitamos emborrachar al enemigo. / Soy de la generación en riesgo”.
A pesar de los reacomodos de nuestros hábitos, la
pandemia deja una enseñanza “desde abajo, / una convivencia más austera,
/comprometida con toda la creación/ y solidaria. / ¿Será que esto pasará?
En “Si no creyera”, la hablante expresa “El recogimiento
devela/ un mundo global enfermo y chico. / El agravio voraz de Grecia contra
Troya/ se desenmascara en esta pandemia. /Bajo el manto universal/ de destapan
provisiones desiguales”.
Y en “Sumemos luz”, expresa, a propósito del
confinamiento decretado por las autoridades sanitarias. “En este recogimiento domiciliar,
/ tu casa, la mía, la nuestra, / centros de luz. / Sus llamas unidas iluminarán
el mundo”. “Al otro lado del horizonte, / que siga la espera”.
“Una apacheta (del quechua y aimara: apachita) es un montículo de piedras colocadas
en forma cónica una sobre otra, como ofrenda realizada por los pueblos indígenas de los Andes de América
del Sur a la Pachamama y/o deidades del lugar, en las cuestas difíciles de los
caminos” (https://es.wikipedia.org/wiki/Apacheta).
“Trilogía de apachetas” es un sostenido poema de gratitud
“Montículo de piedras/ en alabanza cónica crecida hacia el cielo, / una sobre
otra, / en manos de mujer, / como ofrenda de gratitud, sagrada. / Flores, ramas
verdes y lloviznas, / roces de la montaña” (…) “Las manos se multiplican en
setenta apachetas/ como setenta por setenta es el perdón/ que imploramos al
cosmos. / Nuestras rutas se atan, así, / a caminos florecientes”.
“Urge” testimonia la honda preocupación por nuestra
tierra. “La conciencia se aletarga. / Nuestras plenitudes se asocian a
pertenencias. / Nos define un número en el registro de propiedades. / Te
agredimos. Tierra, te agotamos. / Urge transformar las rutas del despeñadero/
en decreto de vida (…) Urge reaprender la existencia de la ternura/ y alejarnos
de la voracidad”.
En el “Salmo a Shadai”, Shaddai -el apelativo hebreo que
se refiere a atributos femeninos de la deidad bíblica-. Es un denso e intenso
texto reflexivo. La hablante expresa: “Shadai, Ser Superior Femenino, / dame tu
mano para asir a la creadora de vida, / a la intuitiva, / a la Penélope
reinventada que soy. / Ayúdame a recuperar mi fuerza atávica. / Quiero ser
aquella, / la inclaudicable en la batalla/ la que disfruta del detalle del
canto del ave/ y la tonalidad de una flor. / Quiero ser refugio y no refugiada,
/ y en mis habitaciones aromas de paz. / Señora, Diosa Madre, a vos clamo”. No
hay nada más por decir.
“Sin nombre, con muchos nombres” es un poema
esperanzador, de luz y certeza por un cambio. “Creo en un ser infinito. / Sí, creo.
/ Si me instalo en el rechazo, / mi espíritu en necesidad/ reclama su
presencia”: “Sin ser la tierra, lo abrazo, cuando siembro un geranio. /Sin ser
el río, lo escucho en cada arroyo. / Sin ser ave, me consuela con su canto. / Sin
ser aire, me da vida. /Sin ser el sueño, en su regazo, descanso. /Sin ser la
luz, me hace resplandecer. /Sin ser el mar, ahoga mis miedos. /Sin ser piedras,
conserva mis memorias”.
El último verso es una consigna “Quiero la conexión
conmigo misma / con los seres humanos que me rodean / y con el objetivo global
de la madre tierra”.
Comparto con la poeta y académica española Carmen Nozal,
que “Sus versos tienen una particularidad: portan el estandarte de la bondad y
apelan a la esencia humana para que cese la bestialidad y se humanice esa
energía que todo lo depreda”.
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