Miguel Fajardo, Costa Rica
CARLOS AGUASACO:
la poesía en el hombro
solidario
Lic. Miguel Fajardo Korea
minalusa-dra56@hotmail.com
Premio Nacional de Promoción y Difusión
Cultural de Costa Rica
(Guanacaste-Moravia).-
Carlos Aguasaco (Bogotá, 1975). Es profesor titular de estudios culturales latinoamericanos
en The City University of New York. Vive y escribe en Nueva York desde
1999. Allá se ha convertido en una de las figuras más reconocidas de la nueva
poesía hispana en los Estados Unidos.
Profesional
en literatura (Universidad Nacional de Colombia). Posee una maestría en
literatura (The City College of New York) y un doctorado (Stony Brook
University).
Ha
editado diez antologías literarias y ha publicado seis libros de poemas, entre
ellos: Poemas del metro de Nueva York (2014), Antología de
poetas hermafroditas (2014). Diente de plomo (2016) y Piedra del
Guadalquivir (2017).
También
ha publicado una novela corta y un estudio académico del principal superhéroe
latinoamericano: ¡No contaban con mi astucia! México: parodia, nación y sujeto
en la serie de El Chapulín Colorado (2014).
El
Dr. Carlos Aguasaco es el fundador y director de Artepoetica Press
(artepoetica.com), una editorial especializada en autores y temas hispanos. También es el director de The
Americas Poetry Festival of New York (poetryny.com), y coordina The Americas
Film Festival of New York (taffny.com).
Sus
poemas han sido traducidos a una variedad de lenguas como inglés, árabe,
portugués, rumano y gallego. Ha sido escritor y conferencista invitado en casi
veinte países de Europa, Asia, África, Norte y Sudamérica.
El
libro del Dr. Carlos Aguasaco. Un hombre pasa con su cuerpo al hombro.
(San José: Casa de Poesía, 2019: 70), está dividido en cinco apartados, y
consta de 57 textos. Él estará en el Festival Internacional de Poesía de
Costa Rica, del 20 al 28 de octubre del 2019.
El
título del poemario se construye por intertextualidad, con base en un verso de
César Vallejo “Un hombre pasa con un pan al hombro”. Resulta interesante
la modificación del verso vallejiano, dado que, en vez de “un pan”, el poeta
colombiano escribe, “su cuerpo”, con lo cual humaniza el tono
solidario de su poesía con los avatares del ser.
En
el mapa lírico de Aguasaco, existen situaciones límite en el comportamiento
humano, porque “un hombre pasa con su cuerpo al hombro / su cuerpo enrollado
como una alfombra (…) verás / que el hombre soy yo mismo y me llevo hasta la
tumba”. Esa auto-aniquilación es un símbolo de la voracidad de nuestra era. Sin
embargo, aquí el hablante es coprotagonista de su destino, en el encerramiento
absoluto. Esos versos poseen un dinamismo expresivo negativo, por su alta
e intensa angustia existencial.
En
el poema Nicanor Parra (1914-2018), aduce que “ha muerto Nicanor /y está
vivo / pasa volando frente a mi ventana /con un trozo de carbón en sus
manos”. El líder chileno de la antipoesía, es un referente del ejercicio
creador, por ello, el hablante dicotomiza las acciones muerto/vivo, y le agrega
la opción de volar. No cabe duda de que es un homenaje a una de las voces
importantes, pero poco estudiadas de la poesía de nuestro continente.
Como
lector, me alegra muchísimo que el académico Carlos Aguasaco haya escrito sobre
Julia de Burgos (1914-1953), la poeta de Puerto Rico, Aduce Aguasaco en el
poema “Mienten, Julia de Burgos: “Mienten / con mentiras de aire que van
al aire y se propagan en la peste del olvido” (…) /si pudieran,
volverían a dejarte morir en las calles de Harlem /si pudieran,
volverían a arrojarte en una tumba sin nombre (…) /Mienten, Julia de Burgos.
Mienten/ pero su mentira es impotente y eso los enfurece /su mentira es
impotente y eso los castra / su mentira es impotente y eso los humilla /
Mienten, Julia de Burgos. Mienten / pero su esfuerzo es inútil frente a tu
voz que es mi voz y es la de todos”.
“Si
mis palabras viajeras llegaran a tu oreja / y allí se alojaran / como una
brizna de polvo en el caracol de tus días / algo de mí habría entrado en ti
por algún tiempo /algo de mí se habría incubado en ti / algo de mí, sin
temores, ya sería tuyo, / todo de mí ya sería tuyo, /todo de mí ya sería
tuyo, / ¡No lo dudes!”.
El
10 de abril de 1988, escribí el artículo “Julia de Burgos: la perpetua
desterrada” (Miguel Fajardo. Áncora, La Nación, Costa Rica. Año XVI, Núm.
15, p. 2). En esa oportunidad expresé: “En su creación le concede
importancia al erotismo y a la angustia. Los poemas del dolor y de la
soledad reflejan un vasto espacio en lucha por conquistar su identidad
dentro de lo íntimo e íntegro. El suyo es un modelo estético y vital.
Sufre, por ejemplo, la traición y el abandono de su amado. Suma, además,
el dolor del destierro. Mantiene, eso sí, una fuerza radical ante el
mundo desarraigado que la asedia. Fatalismo y pesimismo campean en su
orbe, entre el yo poético y el yo social. Su ars poética oscila en el
principio de la contradicción. La pugna de los opuestos gravita en su
obra como símbolo bisémico de gran altura”.
Poetiza
sobre el metro de Nueva York, ciudad donde radica y trabaja el poeta, desde
hace dos décadas. El bardo colombiano expresa “Este mundo es por definición
desprecio y arrogancia (...) /No es este mundo tu mundo y lo es (...) Nueva
York, no es a mí a quien saludas /con tu antorcha encendida en el
Atlántico”, lo que evidencia un signo de multitud e impersonalización.
Julia
de Burgos llamó a Nueya York “la capital del silencio”. El bardo
colombiano Carlos Aguasaco poetiza que “Nueva York era un largometraje en
tecnicolor (…) /un anuncio de Coca-Cola con piernas largas. /Alguien que pasa
deprisa, que vuelve deprisa, que va deprisa (…) /Nueva York era un largometraje
en tecnicolor, /la bailarina sentada con el poeta /y la preciosa
india peruana que traduce al español /todo lo que dice la rubia”.
En
ese mundo, el poeta se siente extraño y añora otros espacios geográficos
“Este soy yo, / un fragmento de mi rostro entre los / escombros del World Trade
Center, /mi cara entre la multitud (…) /Todo lo que no me abarca,
/todo lo que no me cubre, /y dos ojos que lloran mi ausencia”. Ahí
referencializa los dolorosos atentados 11-S del 2001.
El
poeta sudamericano afirma sus orígenes y plantea una ironía con otro idioma
“Bajo esta piel mestiza duerme un bufón, /Arlequín neoyorquino que bromea en
otra lengua. / Una lengua gruesa como mi piel, /una lengua-manta que
cubre a quienes tienen frío”.
Asimismo,
el hablante lírico dialogiza con su progenitora. Ese acto comunicativo
marca situaciones dicotómicas límite: “Debo decirte madre, /que existe un
lugar en el mundo al que todos llaman Nueva York (…) Alto y lejano como yo,
visto desde abajo, /cuando salto desnudo a nadar en el Hudson”.
Asimismo,
aborda un tema recurrente en la aldea global: los inmigrantes. El hablante los
encuentra “tratando de alcanzar la costa. /Sus cuerpos sin vida me llaman desde
el fondo /y yo les hablo de ti, madre, /de la mariposa que se fue de tu
vientre, /del día en que soñaste que yo era un enano (…). Los inmigrantes son
un tema cosmopolita en pleno siglo XXI.
En
esa línea crítica, el hablante lírico establece una diferenciación entre el
norte y el sur “Nosotros madre, somos de otro tiempo. /Nuestra piel es cuero de
tambor y jamás perderemos el acento”. Apela, así, a la autenticidad idiomática,
a los giros de nuestro idioma, a la versatilidad y riqueza de nuestro
idioma frente al de “la capital del silencio”, que dijera Julia de
Burgos, sobre Nueva York.
Nueva
York es una ciudad icónica para una gran cantidad de escritores, quienes la han
tomado como un eje temático en sus textos. Pensemos en “Poeta en Nueva York”,
de Federico García Lorca, asimismo, en Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez, entre
un prestigioso etcétera.
Aguasaco
escribe desde ese contexto, que conoce muy bien, pero lo hace con la incisión
del dolor, desde el lado de los inmigrantes y todas sus consecuencias
sociopolíticas, deshumanización y explotación laboral: “Qué la ciudad se rinda
y hable mi lengua materna, /implora el inmigrante. /Y la ciudad se rinde
y le habla la lengua de los brazos. /Trabaja – le dice (…) /y el
inmigrante reciente que trata de masticar la lengua. /El que pierde un diente
buscando trabajo. /El que pierde todos los dientes a causa del trabajo.
/El que miente acerca de su status migratorio. /El que deja que le mientan y
ahorra unos pennies”.
En
esa línea, su perspectiva de Nueva York no es la del turista convencional
que la visita y se asombra de su integralidad, sino que le añade una marca
publicitaria de acentuado significado en el dominio global: “He alquilado
un departamento en Nueva York. /En la pared lateral hay una ventana de dos pies
cuadrados. /Al otro lado puede verse una botella de Coca-Cola /sostenida
por un gorila”.
El
tono de la multitud impersonalizada, desprotegida, asediada, innominada, es una
actitud de incorporación desde la sombra de su tragedia cotidiana, en un país
extraño “Camino al trabajo encuentro trozos de mi amigo / entre los vagabundos
del metro, /los sin casa, los sin techo, /los mendigos, /los que cantan a
capella /y los esquizofrénicos”.
En la descripción geográfica, el hablante es crítico y señala los
disvalores inherentes: arrogancia, muerte, guerras, armas, huidas: “¿Quién
construyó Manhattan a imagen y semejanza de una cordillera de arrogancia? /
¿Quién baña sus huesos en nuestro lecho desde la guerra civil? / ¿Quién lanzó
la flecha e hirió al ciervo que huye y viene a morir en nuestras aguas?”. Las
interrogaciones son abiertas: el lector le puede dar respuestas e
interpretaciones.
“Para escribir el poema,
hacen falta dos. /Nadie escribe la poesía y no hace falta nadie para que
exista”. En ese planteamiento de su arte poética, el autor colombiano establece
parámetros disímiles de los lugares comunes sobre ese tema. Su eje se mueve en
la línea dicotómica escribir/existir. La gran poeta argentina Alejandra
Pizarnik (1936-1972) dijo que “para ser dos hay que ser distintos”.
El
yo lírico extraña a las personas y a los lugares nutricios. Su canto, entonces,
adquiere la connotación de la nostalgia, sin perder la ruta de sus sueños,
porque la palabra es su signo de lucha, ahora convertida en flecha, para cruzar
el Atlántico, llegar a su casa y decirle a su madre que aún sigue vivo, porque
ha resistido los impactos en La Gran Manzana:
“Mis
palabras son un viento frío que corta en las orejas, /es mejor callarse y
seguir el camino en busca de albergue /Dormido en el autobús, sueño con una
palabra convertida en flecha, /una pieza de hielo triangular capaz de cruzar el
atlántico, /una paloma de viento frío, y de agua, que llegue hasta mi casa,
/una imagen traslúcida que descienda sobre mi madre /y le deje saber que estoy
vivo”.
En
otro de sus textos, el yo lírico es vehemente en un pedido de movimiento centrífugo
“¡Préstame tu nombre Carlos Aguasaco, /déjame ser esa voz que te dicta el
poema! (…) /¡Márchate de aquí Carlos Aguasaco, /y llévate ese libro que lees en
silencio! (…) Me dedico a los libros, mi gorro me protege de sus palabras, /hay
una muralla de aire enrarecido entre nosotros (…) ¡Regresa Carlos Aguasaco,
poeta que viaja en metro”.
En
su poesía, Aguasaco utiliza numerosos verbos: préstame, déjame, llévate y, de
nuevo, otra dicotomía de aceptación-rechazo, marcado por el binarismo
“márchate/regresa”. En lo no dicho reside la fuerza expresiva de su
poesía abierta a diversos acercamientos.
El
marco de la ventana opera como un cronotopo liberador, pero termina
convirtiéndose en un sarcasmo, en la oscuridad subterránea. “La ventana existe
porque la observo, porque la creo, /porque en la oscuridad de los túneles del
subway, /la ventana es un sarcasmo, prolongación de la oscuridad”.
El
metro, ese medio masivo de transporte, sirve como un catalizador para evocar la
rutina de los viajeros, donde se pregunta por los otros, muchas veces
inadvertidos, ofuscados, deshumanizados por la velocidad de la globalización,
donde nunca se tiene tiempo para el saludo, un abrazo, menos para el diálogo:
“¿Es el vagabundo del vagabundo? ¿El otro del otro? /Ese nadie de aire que nos
acompaña a los viajeros del metro, /ese nadie de viento al que le confesamos
nuestros secretos, /ese nadie invisible al que abrazamos en el aire, /cuando el
metro se detiene en un túnel y las luces se apagan /por un momento”.
El poeta establece algunas afirmaciones límite, producto de su entorno, sus
ausencias y lejanías: “que nada entiendo, /que nada sé, /que nada puedo saber
de nadie”. Existe una inferencia con sesgos existenciales y el cierre es
predecible: “sin memoria ni conciencia, solo y feliz hasta la hartura
/solo y feliz hasta mi muerte”.
El
eje temático de la muerte campea en este poemario en diversos estadios, y se
presenta como una condición final, desangelada y rotunda: “Entré a la casa,
allí murió el poeta /pero ya estaba vacía, no había despojos, /ni el ángel que
un día saltó desde su oreja” (…) “pudo esperar /mi abrazo solidario / en
soledad, se hizo ceniza”. (…) “Me consumo / y como un cordero / me
entrego a quien vendrá a ejecutarme”.
En
este orbe lírico hay un espacio para los signos de la aniquilación “Mi voluntad
está muerta –le explico a ella / no sufras / ven /y dale punto final a mi existencia-”
(…) “Ya viene, tú lo sabes, /como un amante herido que ahora triunfa /la
muerte /y el abrazo frío de la nada” (…) “el rostro del olvido que roba,
quita la vida /y mata”.
El
apartado “Diente de plomo” [Poemas en prosa escritos como reacción a la
narcoviolencia y crímenes contra la mujer en México], es un acápite de una
frontal denuncia contra una de las situaciones límite y desgarradoras en la
aldea global. Escuchemos al hablante lírico: “Morir así entre el fuego
cruzado del Narco y los Federales, morir así de gratis sin llegar a tu casa con
el pan de la mañana, morir así como antes morían otros en tierras lejanas,
morir así como una flor aplastada por un tanque de guerra –piensas-, no es
justo. No es justo –repites- y sigues caminando”.
“Tú
eres un cuate diferente –te dijeron un día-, a ti te gustan los libros y estás
enamorado de la maestra. No te enojes güey si es por cariño que lo
decimos, tienes que alejarte de nosotros mano, ahora mismo, pues ya pronto
vendrá un tsunami de sangre como dicen los gringos”.
Asimismo, la sección denominada “Las muertas de Juárez” [es un intenso y
doloroso poema, compuesto con la lista real de los nombres de las víctimas de
feminicidio reciente en ciudad Juárez, México]. La voz del hablante es
solidaria, comprensiva, pero de rotundo repudio a esas prácticas que violentan
la vida, la dignidad y los Derechos Humanos. Su tono interrogativo espera
respuestas, que no llegan, por ahora. Sin embargo, las sigue aguardando, y por
ello, increpa a todos los corresponsables de tales delitos contra la vida de
los demás.
“¿Qué
sabes de ellas, de alguna de ellas, de sus muertes, de sus últimas palabras, de
sus llamados de auxilio, del hilo de sangre con que llevaban el alma atada al
cuerpo” (…) “¿Qué sabes de ellas, de alguna de ellas, de sus memorias, de sus
sonrisas acalladas con violencia”.
“¿Qué
sabes de ellas –dime-, de todas ellas, de cualquiera de ellas, de sus
dolientes, de sus amigos, de sus hermanos, de sus hijos, de su bautismo, de sus
nombres o de la mujer sin nombre que ha muerto más de setenta veces, de la
mujer sin nombre que -¡ay! ¡ay! ¡ay! ¡ay! ¡ay! ¡ay! ¡Dios mío!- sigue muriendo
en Juárez sin que nadie haga o diga nada?” La fórmula ¿Qué
sabes?, no se responde ahí, pero las eventuales negaciones son una bandera
de complicidad, tanto de las autoridades, como de la sociedad civil, es decir:
de todos.
“Hasta
los federales saben que cuando en la noche aúlla un lobo, es porque el Chaparro
ha perdido a un amigo, que si a la noche siguiente el toro brama, es porque ya
tomaron venganza, que cuando canta el gallo, es porque ya pasó un cargamento,
que si los buitres vuelan en espirales concéntricas, es porque los perros del
Chapo ya comieron y ahora ellos vienen por las sobras”.
Asimismo, aborda otra de las problemáticas humanas, por eso, fija una
dicotomía: “Escoge bien tus armas. Si te metes al Narco, y no te matan a
la primera, puedes terminar con una pistola enchapada en plata (…) Si te metes
a poeta, y no te matan a la primera, puedes terminar con un libro de Pessoa
anotado con tinta roja o una antología de Borges descuadernada y rota”. La
opción la tiene el lector. El poeta solo muestra los dos caminos. Cada quien es
dueño de sus actos y elecciones. Usted, como lector, tendrá la suya, no hay
duda de que ello sea así. Pero no me la diga. Consúltela bien con su conciencia
y su ética.
Como parte de la selección anterior, habrá consecuencias dolorosas,
porque en “La última masacre, en la que muere tu hijo o tu hermano, te hace
pensar en Herodes como el gran ZETA dando la orden y en Vlad Tepes como el
infame asesino que beberá un vaso entero de su sangre para evitar que el alma
en pena vuelva en las noches a despertarlo” (…) El poeta se pregunta “¿Puedes
creer que la muerte tenga marca registrada?”
Hoy existen organizaciones que enlistan jóvenes para sus
propósitos de crueldad. Vivimos en un campo minado por la violencia, la
incomprensión, la falta de objetivos, cuyas consecuencias son lamentables para
este mundo violento, desigual y dividido que nos ha correspondido vivir: “No es
eso lo que me tiene así –me dijo desde su calavera vacía- son las pinches balas
perdidas que van por ahí matando niños, mujeres embarazadas, obreros inocentes
y hasta perros. Son las granadas, las bombas y los morteros que no discriminan.
Esto ya parece el apocalipsis”.
El
poeta focaliza la tragedia de las desapariciones y lo extiende al campo de las
redes sociales. Su voz es un llamado angustioso, porque: “Los más jóvenes, los
que están en Facebook, siguen vivos en el internet que no tiene lápidas. Mi
muro ya parece una casa repleta de fantasmas. Algunos de mis amigos, los que
siguen vivos por fuera la red, me abandonan cuando saben que les sigo hablando
a mis muertos”.
En su libro Un hombre pasa con su cuerpo al hombro se recurre al
procedimiento estilístico de las preguntas retóricas. Cada interrogante no
necesita de explicaciones, porque en ella se condensa la intencionalidad no
dicha del hablante: “¿Te gustan los narcocorridos? ¿Sabes bailar con una
copa de mezcal en una mano y una pistola en la otra?”. “¿Ya te volviste a morir
Joaquín? ¿Se te volvió costumbre irte muriendo a cada rato? Cómo puedes morirte
así no más, en cualquier balacera y sin previo aviso. Ahí en la prensa dicen te
moriste, que te mataron, que andas bailando con la pelona y hasta se ríen”.
“(…) Esa vez te moriste llorando porque sabías que tu familia pasaría
hambre en tu ausencia”. (…) “Todos los días son el día de los muertos o el
día de los más muertos. Piensa que desaparecen las distancias físicas y
temporales, y como no llegaremos a viejos pues no vemos ninguna consecuencia en
los excesos”. En esa cacería humana, no hay límites geográficos, estamos en la
aldea global, y puede ocurrir en cualquier lugar de la tierra, pero el hablante
focaliza marcos territoriales en nuestra América Latina, que mucho le duele al
barco colombiano: “Imagina ese río de sangre y carnes podridas que se extiende
hacia la costa igual que en la Masacre de Cholula o en la Noche
Triste”. MIGUEL FAJARDO
***
El Dr. Carlos Aguasaco desarrollará las siguientes actividades culturales.
FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE COSTA RICA
(Guanacaste, octubre, 2019)
ACTIVIDAD
|
DÍA
HORA
|
POETA
INVITADO
|
POETAS LOCALES
|
AUSPICIA
|
Conferencia:
“Inmigración, poesía
y taller poético”
|
Miércoles 23 de
octubre.
8 a.m.
|
Carlos Aguasaco
|
Ligia Zúñiga
Miguel Fajardo
|
Liceo de Cuajiniquil, La Cruz, Frontera
Norte.
|
Conferencia: “Migración,
poesía y artes visuales”
|
Jueves 24 de octubre
10 a.m.
|
Carlos Aguasaco
|
Miguel Fajardo
Ligia Zúñiga
|
Colegio Humanístico de
Nicoya
Universidad Nacional
|
Presentación
editorial del libro:
“Un hombre pasa
con su cuerpo al hombro”.
|
Jueves 24 de octubre
6 p.m.
|
Carlos Aguasaco
|
Miguel Fajardo
Ligia Zúñiga
|
Museo de Guanacaste
Restaurante Mariajuana
|
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