Adán Echeverría, México
Lectores de poesía mexicana: gustos y
recomendaciones
Adán Echeverría
Un autor no leído es
un autor víctima de la peor censura:
la de la indiferencia.
la de la indiferencia.
Octavio Paz
Primer Fragmento. Una pequeña encuesta
El 1 de abril de 2016, luego de una enorme campaña de
egos y súper egos respecto de la poesía mexicana contemporánea y sus animadores,
desatada en las redes sociales, en especial la de Facebook, tuve a bien leer el
comentario que la compañera poeta Mavi Robles-Castillo posteara, y que entre
otras cosas decía algo como esto: “Hay un problema
grave con la poesía mexicana, más allá de que gracias a la moda de los slams
ahora parecen más merolicos que poetas, hay demasiados. México es el país con
más poetas, según las redes, es decir, cualquiera dice soy poeta; eso sí, pocos
o casi ninguno pueden defender su poema con el poema mismo, hacen todo tipo de
aracles en el escenario que distraen del texto mismo, cuya calidad es
regularmente mala; si fuese buena, esos aracles excesivos no serian necesarios”.
Ya Malva Flores en el prólogo de su
libro La culpa es por cantar,
señalaba que pocos son los poetas que aun gustan de leer sus poemas sentados
tras de una mesa, a los que denominó “poetas de mantel”. Y uno tiene que
recordar, que claro que la poesía es oralidad, claro que la poesía debe ser
contada, cantada, gritada a los demás, a los oyentes. Pero desde hace algunos
siglos se tuvo la fortuna de desarrollar los procesos de imprenta, el lenguaje
que había pasado de la oralidad a guardarse en otros tipos de papeles –papiros,
pieles, telas-, pasó a ser difundido de manera masiva por las imprentas vía los
libros, folletos, periódicos, revistas, panfletos.
Este 2016 continuamos mirando cómo
esas nuevas tecnologías nos arrebatan la mirada, y nos permiten ver que la
poesía va tomando nuevos rumbos, se va expandiendo en nuevas formas; pasa del
papel impreso al papel imaginario de una serie de programas, en el que el mismo
romanticismo nos representa la simulación de una hoja de papel en los
procesadores de textos, un espacio para poder asentar los caracteres mediante
un teclado, o mediante el dictado por medio de la voz. Pero a pesar de que esta
era digital, que empezara a finales del siglo XX, permite un mundo diferente de
soportes técnicos y tecnológicos que día a día se van descubriendo y en los
cuales la creatividad y la ciencia computacional serán los límites, el
resultado continúa siendo la transmisión de conocimientos. Voces, videos,
sonidos, imágenes, figuras que se mueven, se han vuelto el medio por el cual el
lenguaje se transmite. Algunos pensamos aún, que esas nuevas formas de
expresión artística, que permiten la mezcla visual, sonora, e incluso táctil, y
se presentan como poemas, no necesariamente lo son, dependerá del valor estético
que queramos asignarle. Definitivamente el consumo multiplataforma nos permitirá
acercarnos a esas nuevas tendencias, valorarlas y validarlas, e incluso
comenzar a degustarlas para compartirlas con otros contactos, por medio de las
redes sociales en que nos desenvolvemos día con día.
Pero también es cierto, que a pesar
de todo lo bueno que uno puede encontrarse en la red, de igual manera, podemos
encontrar, -y nos encontramos- con posturas egóticas más que estéticas,
amparados en esa situación necesaria de "No necesitar la validación del
otro sobre nuestra expresión", que en un principio es una idea muy sana,
pero que tampoco nos da derecho para despreciar a pie juntillas los bastantes
años de tradición artística y literaria que nos ha precedido.
Es singular la postura de aquellos
que dicen: "Yo no leo escritores muertos, solo me deleito con los
escritores que están vivos y con los que puedo, incluso, intercambiar mi
trabajo. Valoro a esos nuevos artistas, nuevos poetas que se arriesgan en los
nuevos materiales, las nuevas formas, las nuevas tecnologías. Y por eso no leo
el Canon, ni me interesa, por eso no soy fanático de lo que marcan las
historias, y no me dejaré convencer de las autoridades universitarias y de
todos esos críticos obtusos que siguen pensando arcaicamente, y no miran el
cambio y las nuevas propuestas."
Cada quien sus filias y sus fobias.
Seguro estoy que ni Chaucer ni Spinoza, ni Cioran o Cervantes, ni Dante ni
Goethe, van a protestar porque un grupo de “estetas” decidan no leerlos. Lo
cierto es que, quizá –me atrevo a señalar- aquellos a los que nos gusta la
literatura, leerla, platicarla, consumirla, recomendarla, no tomaremos muy en
serio a aquellos grandilocuentes que gritan por todos lados Su No Necesidad de
Conocer un Canon Literario, su No Necesidad de Lectura de Clásicos, por una
simple razón: Lo que hoy somos es el resultado de la inventiva y creatividad de
los que nos precedieron.
Cualquier buen lector, cualquier
autor contemporáneo estará de acuerdo conmigo en ello. Que abrevar de la
tradición, conocer aquello que nos precedió, jamás irá en detrimento de nuestro
trabajo. Necesario es conocer primero, para poder romper después. No se puede
romper aquello que no se conoce. Porque no conocerlo, en definitiva no te
brinda el impulso de querer romperlo. Pienso en el Ateo que no le preocupan las
religiones y sus mitos, totalmente alejado de aquel que actúa en un claro: 'Gracias
a Dios, soy Ateo', e intenta que todos los que lo rodean, piensen como él. Mi preocupación
y mi olvido consistirán en darme cuenta de lo ridículo del asunto, dado que si
fueras Ateo, tus preocupaciones no pueden ser las de los Creyentes, porque
deberías sentirte ajeno a sus sentimientos. Lo mismo con el canon literario,
negarlo no lo inhabilita, ni conseguirá la no existencia de su corpus. Pero
conocerlo, permitirá criticarlo. En este sentido, las nuevas tecnologías, las
mutables tecnologías que día a día evolucionan, nos irán brindando nueva
plataformas para lo mismo: expresar nuestro pensamiento y comunicarlo, crear
diversos corpus para compartir con el otro, todo posible lector que se acerque.
Y el proceso continuará siendo: Emisor-Mensaje-Receptor, lo que cambia son los
medios, y la temporalidad para alcanzarlos. Para qué confundirnos.
Volviendo a la poesía, volviendo a la
palabra escrita en la búsqueda estética de la construcción y comunicación de
ideas, luego de leer las muchas posturas que todos asumen, con tanta ligereza,
sobre lo que es y no es poesía, es o no es poema, sobre quién es o quién no es
poeta, he tenido la idea de que en primer lugar habría que medir en qué agua
estamos nadando, es decir: ¿cuál es el conocimiento que los lectores de poesía,
lectores de poemas, discutidores de literatura, tenemos acerca de la poesía
mexicana, escrita por mexicanos, escrita y editada desde México? Para contestarme,
desarrollé un pequeño cuestionario que publiqué en mi página de Facebook con
siete puntos: (1) Para ti, ¿cuál es el poeta mexicano o la poeta mexicana más
importante?, y una vez que los encuestados definieran qué poetas consideran los
más importantes para México, enmarcar la propuesta de lectura de este trabajo, entre
los poetas nacidos a partir de 1960, para considerar la poesía contemporánea en
este mismo artículo, sobre lo que ahora, para este 2016, se está distribuyendo
y dando lectura, toda vez que a partir de esa década de nacimiento, los y las
poetas de mayor edad flucturarán alrededor de los 50 años, y ese medio siglo de
existencia les habrá permitido ser publicados y leídos, y los más jóvenes –si
consideramos incluso a los nacidos a partir del año 2000, ya tendrán 16 años, y
podríamos considerarlos –de ser editados y leídos- nuestros poetas más jóvenes;
considerar que la mayoría de los autores que se encuentren en el rango de edad
entre 16 y 56 años, puedan tener acceso a una red social en la intenet, y hayan
tenido contacto con las nuevas tecnologías, para la edición, lectura, y para
compartir su trabajo con la infinidad de lectores que puede brindarnos la red.
Bajo este considerando se establecieron los siguientes puntos (2) Menciona el
nombre de tus cinco poetas favoritos nacidos en México a partir de 1960. (3)
¿Cuáles cinco libros de poesía de autores nacidos a partir de 1960
recomendarías leer a un nuevo lector de poesía? (4) ¿Cuáles poetas mexicanos
han influido en tu trabajo poético? (5) ¿Qué poetas de tu generación (considera
la década de tu nacimiento) recomendarías leer? (6) Menciona las tres revistas
literarias (impresas o de internet) publicadas en México (o desde México) que
recomendarías a los nuevos lectores. (7) ¿Qué importancia tienen el ISBN o el
ISSN para ti y para las obras literarias? Esta última pregunta permite conocer
si los lectores de poesía tienen alguna valoración por estos sistemas
establecidos para la identificación a nivel internacional de una publicación,
qué opinan de ello, ya que muchas ediciones en la actualidad no privilegian el
uso de estos índices.
Como antecedente, uno puede consultar
un ejercicio similar al que ahora presento realizado por la revista Letras Libres, en febrero de 2005,
titulado “Los diez mejores poetas mexicanos vivos”, cuyo resultado fue el
siguiente: 1 José Emilio Pacheco / 2 Eduardo Lizalde / 3 Alí Chumacero / 4
Gabriel Zaid / 5 Rubén Bonifaz Nuño / 6 David Huerta / 7 Ramón Xirau / 8
Francisco Hernández / 9 Homero Aridjis / 10 Coral Bracho. Hagamos notar que de
los 10 poetas que se sugieren, solamente hay una mujer.
Los resultados de nuestra encuesta
que estuvo abierta del 1 al 3 de abril de 2016 arrojó los siguientes datos de
interés para todo lector de poesía: se superaron los 50 encuestados, que
decidieron contestar el cuestionario, ya sea tomándolo del Facebook, ya porque
algunos contactos lo fueron compartiendo, además de que a un variado número de
contactos se los hice llegar por mensaje. Muchos contactos se disculparon
conmigo, y me dijeron que "no les gustaba entrar en este tipo de polémicas
en la que se hieren demasiadas susceptibilidades". Otros simplemente no
decidieron participar, e hicieron caso omiso a la solicitud de contestar el
cuestionario, los que decidieron contestar enviaron sus respuestas por correo
electrónico. No queda más que agradecer a todos la oportunidad que me brindaron
tanto de acercarles el cuestionario, como en disculparse de no participar tanto
como a los que hicieron un esfuerzo por brindarme algo de su gusto literario.
Como todos mis proyectos, el que ahora expongo tiene como principal ideal el
homenajear a los autores, a la literatura toda, y valorar el esfuerzo y las
intenciones de los lectores. He acá los resultados:
Segundo Fragmento. El poeta más
importante de México
He visto los mejores
cerebros de mi generación destruidos
por la locura, famélicos, histéricos, desnudos,
arrastrándose de madrugada por las calles de los negros
en busca de un colérico picotazo
por la locura, famélicos, histéricos, desnudos,
arrastrándose de madrugada por las calles de los negros
en busca de un colérico picotazo
Ginsberg
De esos más de 50 cuestionarios
resueltos por los lectores, evidenció que el género, en este caso, no resultó
factor para su participación: hombres (29) y mujeres (27), procedentes de 14 de
los 32 estados de la república mexicana, (43.75%), lo que evidencia que los
lectores están suficientemente representados para la república mexicana.
A la pregunta número 1, sobre a quién
consideran como el poeta o la poeta de más importancia nacido en México, se mencionaron
un total de 22 poetas, entre los que el más mencionado fue Octavio Paz
(1914-1998, nacido en la Ciudad de México, murió a los 84 años); es interesante
que el segundo lugar en menciones fuera la indicación de que es 'Imposible dar
el nombre de un solo poeta'. En tercer lugar privilegiaron a Amado Nervo
(1870-1919, nacido en el estado de Jalisco, murió a los 48 años); a Nervo le
siguieron, con el mismo número de menciones Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013, nacido
en Veracruz, murió a los 89 años), José Gorostiza (1901-1973, nacido en
Tabasco, murió a los 71 años), Jaime Sabines (1926-1999, nacido en Chiapas, murió
a los 72 años), Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695, nacida en lo que hoy se
conoce como el Estado de México, murió a los 43 años), Rosario Castellanos
(1925-1974, nacida en lo que hoy se conoce como Ciudad de México, murió a los
49 años) y Coral Bracho (nacida el 22 de mayo de 1951 en la Ciudad de México, tiene
64 años), ocupando el cuarto lugar de menciones.
El quinto lugar fue para los poetas
Enriqueta Ochoa (1928-2008, nacida en Coahuila, murió a los 80 años), José
Emilio Pacheco (1939-2014, nacido en la Ciudad de México, murió a los 74 años),
José Carlos Becerra (1936-1970, nacido en Tabasco, murió a los 34 años) y
Efraín Bartolomé (nacido el 15 de diciembre de 1950 en Chiapas, tiene 65 años).
Con una sola mención, por lo que
todos ocuparon el sexto lugar en el gusto por los lectores fueron mencionados: Concha
Urquiza (1910-1945, nacida en Michoacán, murió a los 35 años), Ramón López
Velarde (1888-1921, nacido en Zacatecas, murió a los 33 años), Xavier
Villaurrutia (1903-1950, nacido en la Ciudad de México, murió a los 47 años),
Jorge Cuesta (1903-1942, nacido en Veracruz, murió a los 38 años), Efraín
Huerta (1914-1982, nacido en Guanajuato, murió a los 67 años), Nezahualcóyotl (1402-1472,
nacido en lo que hoy se denomina Texcoco en el Estado de México, murió a los 70
años), Alejandro Aura (1944-2008, nacido en la Ciudad de México, murió a los 64
años), Francisco Hernández (nacido en Veracruz en 1946, tiene 70 años), José
Luis Rivas (nacido en Veracruz en 1950, tiene 66 años), y alguien decidió
incluir a Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893, nació en Guerrero, murió a los
58 años), que aunque escribiera poemas, su obra de mayor significancia fuera la
novela.
De los datos anteriores podemos
observar que de los 22 poetas el más veces mencionado fue Octavio Paz. Observamos
también el gusto de los lectores de poesía por el trabajo de cinco autoras (Sor
Juana Inés de la Cruz, Rosario Castellanos, Coral Bracho, Enriqueta Ochoa y
Concha Urquiza). Un poeta perteneció a la época prehispánica (Nezahualcóyotl),
y otra de la época colonial (Sor Juana Inés de la Cruz). Es interesante que los
lectores no mencionaron a ningún poeta novohispano del siglo XVIII. Un escritor
es del siglo XIX (Ignacio Manuel Altamirano). Dos poetas vivieron entre los
siglos XIX y XX (Amado Nervo y Ramón López Velarde). Observándose una
preferencia por los poetas nacidos en el siglo XX (17), de los cuales cuatro
están vivos: Coral Bracho, Efraín Bartolomé, Francisco Hernández y José Luis
Rivas. Igual se debe señalar la preferencia por tres poetas que murieron
jóvenes: Ramón López Velarde (33 años), José Carlos Becerra (34) y Concha
Urquiza (35 años). Para situarlos en la geografía de México, podemos señalar
que los autores acá mencionados se reparten en 11 de los 32 estados de la
república, ordenados por el mayor número de autores por estado: Ciudad de
México (6 autores), Veracruz (4 autores), Estado de México (2), Chiapas (2),
Tabasco (2), y representados con un solo autor: Coahuila, Guanajuato, Guerrero,
Jalisco, Michoacán, Zacatecas.
Al comparar nuestros resultados con la
lista de diez autores vivos publicada por la revista Letras Libres, se puede observar que solo se comparten cuatro
poetas: José Emilio Pacheco, Rubén Bonifaz Nuño, Francisco Hernández y Coral
Bracho, con nuestra encuesta; Serrato-Córdoba en un análisis del 2008 señala
que los lectores de poesía de México declararon que su autor favorito era Amado
Nervo (60 por ciento), Pablo Neruda (35 por ciento) y Jaime Sabines (5 por
ciento). De esta forma tenemos que en dos estudios que utilizaron la encuesta a
lectores, solo coincidimos en seis autores, por lo que nuestros encuestados
brindan a 16 autores más, como preferentes en el gusto para los lectores de
poesía en México, y que uno de esos nuevo autores que se encuentra ya en el
gusto de los lectores es Octavio Paz, quien ganara el Premio Nobel de
Literatura en 1990 (hace ya 26 años).
Para esclarecer estas preferencias,
Serrato Córdoba intenta que creamos que: "El lector promedio está
preparado para asimilar el lenguaje de la poesía modernista, que es lo que su
comprensión y gusto le permiten 'digerir'", y que "la poesía es un
género cuyo lenguaje es tan especializado, o más especializado como las
matemáticas o la física espacial". No concuerdo con una especialización
poética para la comprensión o el gusto por la poesía, porque reconozco la
mutabilidad del lenguaje, tanto como las aportaciones que todos los autores
(poetas) hacen al habla cotidiana. No es el habla cotidiana el que se inscribe
en las creaciones poéticas, sino las creaciones literarias las que con el paso
de los años se inscriben en el habla cotidiana, en la sociedad toda. Recuérdese
la obra de Jonathan Swift y la extracción de los vocablos 'yahoo', utilizado
ahora todos los días como parte de nuestra vida en la transmisión de correos
electrónicos, o aquellos poemas de Vanessa, nombre de mujer que no existía
antes de ser nombrado por el autor de Los
viajes de Gulliver. Los autores nombran el mundo, y los lectores van
adquiriendo esos temas, esos poemas, esas letras como parte de su gusto,
haciendo que pasen a formar parte de la comunicación diaria entre los pueblos y
las sociedades.
De esta forma no me parece posible
nombrar a los lectores "poco capaces", o "de educación poética
limitada" por no gustar de los trabajos poéticos de ciertos autores.
Seguro estoy que uno de los principales factores para que los autores sean
leídos o sean poco leídos, es que se distribuyan poco, mucho, suficiente –qué
sería suficiente-, que sus trabajos lleguen a muchos más sitios, a muchos más
lectores, a mucho más personas. Limitarse a pensar que los autores no son del
gusto de los lectores, porque los lectores no tienen la formación que se
requiere para entenderlos, es un equívoco, una postura cargada de egocentrismo,
que pretende poner a los poetas como pináculos de las sociedades, ajenos al
común de las personas. Toda vez que las aptitudes de su talento, y capacidades
creativas, no los hacen más humanos, ni súper héroe, mucho menos semidioses,
sino personas suficientemente leídas, capaces de utilizar el lenguaje como una
herramienta mediante una estética propia para la comunicación de sus ideas. Quizá
el que un poeta no se encuentre en el gusto actual de los lectores tenga que
ver comn su poca distribución para ser leído, y no con lo que algunos denominan
"falta de estética".
El abanico de posibilidades lectoras
y el gusto de los poemas de los autores de poesía, es tan amplio como lo es la
sociedad humana en la que nos desenvolvemos. De esta forma habría que
considerar en qué punto de la definición de poeta queremos estar, como autores.
De acuerdo a lo que frita Rubén Darío: "¡Torres de Dios! ¡Poetas!";
con lo que acusa Heberto Padilla: "¡Al poeta, despídanlo! / Ese no tiene
aquí nada que hacer. / No entra en el juego. / No se entusiasma. / No pone en
claro su mensaje". O más cerca del pueblo, como indicara Manuel Machado:
"Hasta que el pueblo las canta, / las coplas, coplas no son, / y cuando
las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor. / / Procura tú que tus coplas /
vayan al pueblo a parar, / aunque dejen de ser tuyas / para ser de los demás.
// Que, al fundir el corazón / en el alma popular, / lo que se pierde de nombre
/ se gana de eternidad."
Tercer Fragmento. Sobre los poetas
nacidos en México a partir de 1960
He visto, durante
toda mi vida, a los hombres de estrechos
hombros, sin exceptuar uno solo, cometer
actos estúpidos y numerosos, embrutecer a sus semejantes
y pervertir las almas por todos los medios.
hombros, sin exceptuar uno solo, cometer
actos estúpidos y numerosos, embrutecer a sus semejantes
y pervertir las almas por todos los medios.
Lautréamont
La segunda mitad del siglo XX en
México nos trajo la "revuelta" de los pensamientos y las ideas
transformadas en movimientos sociales de organizaciones pacifistas con un
número creciente de estudiantes que se fueron sumando de manera progresiva. Si
para finales de la década de los 50’s las confrontaciones se dieron por parte
del movimiento obrero y campesino en contra de las políticas de austeridad
salarial del Estado mexicano, para los años sesenta, esta batalla corrió por
los salones de las escuelas de formación universitaria, tanto la Universidad
Autónoma de México (UNAM) como en el Instituto Politécnico Nacional (IPN)
(Domínguez Chávez, 2011). Si consideramos que la UNAM, fundada a inicios del
siglo XX, se fue cargando de una ideología liberal, pintándose de rojo hacia la
mitad del siglo, y que tuvo su punto más álgido en las décadas de los sesenta y
setenta, cuando este pensamiento de las izquierdas comenzó su declive hacia los
ochenta, hasta volverse una ideología plana, y heterogénea para finales del
siglo XX. Como señala Francisco Zapata, los líderes
de algunos de movimientos sociales como Arturo Gámiz, Rubén Jaramillo o Genaro
Vázquez, situados al margen del
partido gobernante y sus organizaciones sociales, se distanciaron y radicalizaron,
y en ese espíritu la juventud mexicana va poniendo los cimientos para la
construcción de una nueva ideología (Zapata, 2012). Cimientos que no fueron
construidos en buena roca, porque con los asesinatos de estudiantes ocurridos
en 1968 y 1973, los levantamientos armados, -el de Lucio Cabañas de los
setentas, el del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) y el EPR (Ejército
Popular Revolucionario) en los noventas-, aunados a las devaluaciones que ha
venido sufriendo la moneda nacional mexicana frente al dólar norteamericano, y
el crecimiento de la cultura del Crimen Organizado, y vivir día con día para nombrarse,
renombrarse hasta descubrirnos sitiados en un sistema político, rebasado por el
Narcotráfico y su cultura de violencia indiscriminada, de desapariciones
forzadas, cobros de piso, asesinatos y captura de migrantes, como por el secuestro
de jóvenes y niños para volverlos asesinos bajo el control de los cárteles y
sus brazos armados, así como la pobre confianza de la mayoría de los ciudadanos
en los partidos políticos y sus representantes de todas las facciones, los
cuarenta últimos años del siglo XX nos ha entregado un México con doscientos
años de “simulada independencia” y “simulado estado de paz y armonía”. Este
apenas sobrevivir como país, ha permitido que en este 2016 se pueda sentir la "inminente
desesperanza de la banalización para todo tema nacional", lo que todos los
días ocurre mediante el uso y abuso de los avances en la tecnología de la
información, que ha situado a las conciencias mexicanas dentro de una
enajenación-educativa-reticente, y una lucha unipersonal para salir adelante
respecto de los ideales de vida y sobrevivencia.
Como bien señala José María Espinasa
“El 68, con la represión a los estudiantes y los fastos olímpicos fue un año
clave y se inició, pasada la primavera sesentera, un periodo de hondas decepciones
en el terreno político y de distanciamiento del creador y el artista respecto
del papel que la Revolución le había asignado en la construcción de una
identidad que se caía a pedazos”. (Espinasa, 2012). Y hay que añadir que ante
las críticas de los “intelectuales” el sistema político mexicano respondió con
oídos sordos y un endurecimiento del autoritarismo, desde la propia presidencia
de la República, que veía la amenaza de una conjura comunista que los alejara
de ser “el buen vecino” de los Estados Unidos de América (Domínguez Chávez,
2011).
Con base en todo lo anterior es que ha
ido evolucionando la cultura y el arte en México, durante la segunda mitad del
siglo XX y los primeros años del XXI. La poesía y los poetas, no han podido
quedar inmunes a esta "banal desesperanza". Los años que van de 1960
a 1982 trajeron cambios profundos en la estructura productiva de la economía
mexicana, y de esa misma manera, y por la convivencia con estos sistemas
político económico de México, los "intelectuales" de nuestro país y
de nuestra literatura han ido decreciendo en su búsqueda del conocimiento, para
poder siquiera precisar sus impresiones sobre la “(in)cultura política” que ha
secuestrado a este país. Estos intelectuales del siglo XX, alguna vez
representados por Justo Sierra, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Carlos Fuentes,
Carlos Monsivais, José Emilio Pacheco, con sus muertes, han dejado un vacío de
orfandad en la expresión del pensamiento, que ha sido trastocado a favor de la
mercadotecnia de la industria editorial, como bien lo ha apuntado Gabriel Zaid
en muchos de sus textos, y representada en sus Ferias de Libros y Lecturas,
Premios Literarios de Poesía, Cuento, Novela y Ensayo, Becas de Creadores
Jóvenes, todo con tal de sitiar al creador, y maltratarlo económicamente por la
burocracia institucional, y volverlos rehenes de contadores y administradores
de los Institutos y Secretarias de Cultura regidas bajo cualquier partido en el
poder; todo con la aparente idea de llegar a las masas, pero manteniendo el precio
de los libros en detrimento de las sociedades minoritarias, que los miran en
ocasiones inalcanzables, porque apenas cobran el salario mínimo; o desdeñando
la figura de la “beca por excelencia” hacia un “artista mendigante” al que se
le puede decir: “Venga el próximo mes, su cheque aún no sale”.
Como ha dicho Zermeño, "la
palabra “intelectual” sustituye a la del “pensador” (como individuo que se
concibe a sí mismo como constructor de la nación en proceso), fraguada durante
el siglo XIX. Así, el intelectual se define en principio como un hombre de
letras y de cultura que remeda a la época del humanismo y, sólo posteriormente
y según las circunstancias políticas, podrá concebirse como un hombre que puede
tener influencia social y política." Esa figura del intelectual que se
encuentra ahora moribunda en México, por la situación financiera, social y
política: estudiar en México no es motivo ya de mejora económica. Los
escritores mexicanos, a partir de 1950 comenzaron con la imitación a los
escritores gringos y dieron mayor impulso sobre las creaciones respecto de la
“volátil y vida de las grades ciudades” como en la literatura norteamericana,
alejándose de las búsquedas que perseguían imitar la cultura europea, e incluso
el oriental (Juan José Tablada el arte japonés, Octavio paz el arte hindú).
La lucha entonces, entre el
intelectual, la cultura, la política, la economía en el país, para este 2016,
es una carrera de alcances y lejanías, donde la figura totémica del internet
juega una parte primordial para aquella sociedad que se permite la
"incipiente resistencia del ordenador", cuya enajenación en sus
aparatos de acceso a la red, les permite informarse, educarse, consumirse, y
enviarse unos a otros, los motivos de su pensamiento. He acá, uno de los puntos
primordiales en la recreación de la "poesía contemporánea de la
internet": Si no alcanzo a comprarme libros, los descargo de las páginas
de la red, si no logro ser considerado por una editorial, creo la propia, y
llego a los lectores que tengo en la cercanía, y discuto con aquellos que se
creen dueños de las verdades absolutas. Este es el México que le fue heredado a
los poetas que nacieron en la segunda mitad del siglo XX, en particular a
partir de los sesenta (década de clara inflexión social y cultural). Y es sobre
esos poetas, que al año en que escribo estas líneas, 2016, son parte
fundamental en el reconocimiento de la tradición literaria y poética de todos
los mexicanos que hoy pueden leerlos. Es por ello que los siguientes cinco
puntos del cuestionario entregado a los lectores participantes pretende mostrar
el conocimiento y reconocimiento que sobre estos autores se puede verter, y
determinar si se les está permitiendo formar parte de la tradición poética de
este país. Para analizar y desmenuzar las respuestas, podemos referirnos punto
por punto.
a) Los poetas favoritos
Los encuestados mostraron tener
preferencias variadas, y mencionaron a un total de 57 autores (33 hombres y 24
mujeres), por supuesto que entre sus autores favoritos no todos son nacidos a
partir de 1960, haya algunos que nacieron en la primera mitad del siglo XX como
las poetas Rosario Castellanos, Enriqueta Ochoa y Guadalupe Amor, y los poetas José
Gorostiza, José Carlos Becerra, así como los poetas Baudelio Camarillo quien
naciera en Tamaulipas en el año de 1959, y Neftalí Coria nacido en Michoacán (1959). La preferencia
por los poetas del México actual situó a Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) con
el mayor número de menciones, seguido por Armando Alanís Pulido (Nuevo León,
1969), Julián Herbert (Guerrero, 1971), Jeremías Marquines (Tabasco, 1968),
Baudelio Camarillo y A.E. Quintero (Sinaloa, 1969).
Los demás poetas tuvieron el mismo
número de menciones. Entre los hombres se mencionaron a: Jorge Fernández
Granados (Ciudad de México, 1965), Armando Salgado (Michoacán, 1985), José
Agustín Solórzano (Guanajuato, 1987), Balam Rodrigo (Chiapas, 1974), Fernando
Trejo (Chiapas, 1985), Juan Joaquín Péreztejada (Veracruz, 1962), Rubén Chávez
Ruiz Esparza (Aguascalientes, 1967), Benjamín Valdivia (Aguascalientes, 1960), Alí
Calderón (Ciudad de México, 1982), Manuel Iris (Campeche, 1983), Ramsés
Salanueva (Hidalgo, 1972), Aldo Robinson
Butzman (Durango, 1988), Lorenzo Morales (Tabasco, 1973), Mario
Bojórquez (Sinaloa, 1968), Óscar de Pablo (Ciudad de México, 1979), Álvaro
Solís (Tabasco, 1974), Francisco Alcaraz (Sinaloa, 1979), Roberto Rico
(Chiapas, 1960), Marco Fonz (Ciudad de México 1965 – Chile, 2014), Luis Armenta
Malpica (Ciudad de México, 1961), Félix Suárez (Estado de México, 1961), Samuel
Noyola (Nuevo León, 1965) y Guillermo Vega Zaragoza (Ciudad de México, 1967). Y
entre las mujeres poetas mencionaron a Rocío Cerón (Ciudad de México, 1972),
Dolores Dorantes (Veracruz, 1973), María Cruz (Ciudad de México, 1974), Jennifer
Clement (nació en EEUU en 1960, viviendo en la Ciudad de México desde 1961), Claudia
Posadas (Ciudad de México, 1970), Esther M García (Chihuahua, 1987), Hanna
Figueroa (Nayarit, 1988), Maricarmen Gerardo (Veracruz, 1969), Sara Uribe
(Querétaro, 1978), Ileana Garma (Yucatán, 1985), Gabriela Balderas (Ciudad de
México, 1973), María Baranda (Ciudad de México, 1962), Natalia Toledo (Oaxaca,
1967), Irma Linares (Michoacán, 1960), Aída Valdepeña (Ciudad de México, 1976),
María Rivera (Ciudad de México, 1971), Malva Flores (Ciudad de México, 1961), Angélica
Santa Olaya (Ciudad de México, 1962), Roxana Elvridge-Thomas (Ciudad de México,
1964), Adriana Tafoya (Ciudad de México, 1974) y Estrella del Valle (Veracruz,
1971). Si agrupamos a estos autores en la geografía mexicana, por el lugar
donde nacieron, entonces podemos observar que su distribución fue la siguiente:
Ciudad de México (17 autores), Veracruz (4), Chiapas (3), Michoacán (3),
Sinaloa (3), Tabasco (3), Aguascalientes (2), Nuevo León (2), mientras que en
los estados de Campeche, Chihuahua, Durango, Estado de México, Guanajuato,
Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Nayarit, Oaxaca, Querétaro, Tamaulipas, Yucatán, y
EEUU se mencionaron solamente a un autor.
De las 24 mujeres sugeridas como
favoritas, 11 son nacidas en la Ciudad de México (45.8%), lo que parece indicar
que no se está leyendo a las mujeres poetas nacidas en provincia, como sucede
con los hombres poetas nacidos en provincia, ya que de los 33 poetas varones citados,
solamente 6 son nacidos en la Ciudad de México (18.2%). Es interesante mirar
que los poetas favoritos de los encuestados para este 2016 en su mayoría son
nacidos en provincia: de los 57 autores, solamente 17 son nacidos en la Ciudad
de México (29.8%). Es de importancia reconocer lo que Serrato Córdoba nos dice:
“Los poetas prácticamente escriben para otros poetas especializados en temas
literarios, lo que implica que el lector común y corriente tiene que hacer un
esfuerzo mayor de comprensión” (Serrato Cordoba, 2008).
b) Los libros de poemas que se
recomiendan
A los encuestados se les pidió que
nombraran algunos de los libros de autores nacidos a partir de 1960 y que
recomendarían a aquellas personas que se quieran acercar a la poesía en México.
Estos son algunos de los libros que fueron mencionados:
El mayor número de menciones lo tuvo
el libro El cielo de Ernesto
Lumbreras; después, empatados en número de menciones, los poemarios 200 gramos de almendras de A.E. Quintero,
El nombre de esta casa de Julián
Herbert y Bitácora de Mujeres Extrañas
de Esther M García. Resulta sumamente refrescante que los lectores encuestados
tengan entre sus recomendaciones el texto de esta poeta del norte de México, no
sólo por el tema que se aborda, sino por tratarse de una autora nacida a
finales de la década de los 80.
De Ernesto Lumbreras también
mencionaron como uno de los libros que recomendarían leer a alguien que quiera
acercarse a la poesía mexicana de nuestros días Lo que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo. Del escritor
Armando Alanís Pulido recomendaron dos de sus libros: Gritar por poder gritar y Combustión
espontánea. También fueron nombrados dos libros del poeta Baudelio
Camarillo: En memoria del reino y Poemas de agua dulce. Otros escritores
de los que se mencionaron dos de sus libros como recomendables fueron: Francisco
Alcaraz con La musa enferma y Tiempo en vuelo; Jorge Fernández
Granados con Si en otro mundo todavía
y Los hábitos de la ceniza; de
Jeremías Marquines ¿Dónde tiene el hoyo
la pantera rosa? y Acapulco golden.
Para los encuestados estos libros fueron los que consideraron como favoritos
por el número de menciones que recibieron.
Sin embargo, también fueron
mencionados: Me llamo Hokusai de Christian
Peña; Ni las flores del mal, ni las
flores del bien de José Agustín Solórzano; Estancia de Ánimas de Armando Salgado; Braile para sordos de Balam Rodrigo; Solana de Fernando Trejo; El
deseo postergado de Mario Bojórquez; Los
endemoniados de Óscar de Pablo; Cantalao
de Álvaro Solís; Atavismos del caminante
de Lorenzo Morales; Ciencia del
Alejamiento de Ramsés Salanueva; Ebriedad
de Dios de Luis Armenta Malpica; Legiones
de Félix Suárez; Bestiario íntimo de Neftalí
Coria; En los brazos de Urania de Alejandro
Farfán; Los disfraces del fuego de Manuel
Iris; Mímesis para gusanos de Daniel
Medina Rosado; La casa de la pereza
de Juan Joaquín Péreztejada; Un naipe de
picas de Rubén Chávez Ruiz Esparza; Toda
la lluvia de Sergio Cordero; Nectáfora
de Fernando Reyes; Desde la patria del
insomnio de Guillermo Vega Zaragoza; El
próximo extraño de Jennifer Clement; Pájaros
de Kenia Cano; Ternura de Ileana
Garma; Antígona González de Sara
Uribe; Traslación de dominio de María
Rivera; El libro de las grietas de María
Cruz; Universo de Náufragos de Aída
Valdepeña; Isla o sirena de Mary
Carmen Gerardo; La selva afuera de Estrella
del Valle; Imágenes para una anunciación
de Roxana Elvridge Thomas; El árbol de la
esperanza de Angélica Santa Olaya; y el libro Imperio de Rocío Cerón. También recomendaron: Hablemos de poesía, 20 ensayos sobre poesía actual mexicana, compilación
Adriano Rémura y Sergio García Díaz.
Además, los encuestados nombraron
libros de autores nacidos antes de 1960 como: Ojo de Jaguar y Cuadernos
contra el Ángel de Efraín Bartolomé; Muerte
sin fin de José Gorostiza; El otoño
recorre las islas de José Carlos Becerra; Retorno de Electra de Enriqueta Ochoa; Yo soy mi casa de Guadalupe Amor; y Poesía no eres tú de Rosario Castellanos.
De esta forma podemos concluir que lo
observado es indicativo de que la poesía mexicana para el 2016 es nutrida,
desbordada y lo que es más importante leída. Más allá de las relaciones
editoriales-lectores, las posibilidades de las nuevas tecnologías permiten el
acercamiento desde diversos espacios del orbe, para la captura de los autores
mediante sus obras literaria. Las plataformas electrónicas para poder levantar,
trepar, subir los archivos en PDF de los poemarios ahí quedan, para que
nosotros, los lectores nos podamos acercar a ellas. El tiempo que toda persona
tiene frente a un ordenador, una tableta electrónica, un teléfono móvil que
permite la descarga y lectura de archivos, brinda esa gran facilidad para
llegar a un mundo incontable de lectores y lecturas. Que sean entonces nuestras
lecturas de las obras, las que puedan enriquecer el gusto lector por la poesía
mexicana, para poder consumirla, recomendarla a otros nuevos lectores.
Este pequeño ejercicio que no duró
más de una semana, nos ha ofrecido una variedad de nombres, y de obras poéticas
que no tendríamos por qué desdeñar de principio, y que sí nos podría permitir
el acercamiento hacia nuevos conocimientos de la literatura que se está
escribiendo y leyendo en esta república mexicana. Sea pues este un ejercicio
que permita el diálogo, que permita igual establecer la posibilidad del gusto,
de un fragmento de lectores de poesía, que tuvieron a bien responder los siete
puntos de la encuesta.
Referencias
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el contexto socioeconómico y político. Historia de México II. Tercera Unidad.
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de un nuevo canon de poesía mexicana. Un diagnóstico y una propuesta. pp:
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