Pilar Gorricho del Castillo
Insomnio.
Se extiende, roja, sedienta.
La tarde amplia su impulso de caída
y todo deja de pertenecernos
Los ojos abundantes como uvas de ira
no cerrarán ante el mandato del sol.
Creíamos gobernar sobre las voluntades
aclarando los sospechas en el ánfora de la
vigilia.
Regresarnos descaradamente limpios
al sueño de dormir
y dueños
del insomnio
rogar a la noche no duela demasiado.
Una sola palabra.
Naci cuando el sol seca la espesura
bajo la proteccion del agua.
Preguntándome
por qué los pájaros nacen sin nombre.
Hay un camino fatuo al zapato
y la torpe longitud de su huida.
Una sola palabra suya hubiese bastado
para sanarme.
Pero los espejos son mudos
cuando palidecen ante el convulso tallo.
He heredado la respuesta y unos pocos vocablos
ven, haz , recoje, quita.
Nadie me hablo de amor,
hasta que la herida,
garganta inutil al antojo de las edades
mostró del árbol su fuste hecho añicos.
Y no olvidaré jamás
que los silencios son esquirlas
donde se
fragua el escepticismo.
Estirpe de manzanas.
Yo, fui varias mujeres:
mi madre y la madre de mi madre
fueron alfalfa para esta hambruna
de crines esqueléticas en la extensa cicatriz.
¡Ojalá seas alguien! gritaban
desde el rociado aljibe del primer fracaso;
alejadas de su propia tibieza con sus enaguas
de lluvia.
Me hice eco para ellas,
pero es inmensa la faringe solitaria
y se humedece cada signo
en el temblor de la estirpe, en la opacidad
de las alcobas. De rastros anacoretas
Yo, fui varias mujeres:
mi madre y la madre de mi madre
fueron alfalfa para esta hambruna
de crines esqueléticas en la extensa cicatriz.
¡Ojalá seas alguien! gritaban
desde el rociado aljibe del primer fracaso;
alejadas de su propia tibieza con sus enaguas
de lluvia.
Me hice eco para ellas,
pero es inmensa la faringe solitaria
y se humedece cada signo
en el temblor de la estirpe, en la opacidad
de las alcobas. De rastros anacoretas
se preñan las almohadas,
y pájaros invernales
van colisionando
sus invertebradas alas contra el movimiento.
Entonces la ausencia; esa ausencia de tuétano
van colisionando
sus invertebradas alas contra el movimiento.
Entonces la ausencia; esa ausencia de tuétano
huérfano y suficiente se hace olvido,
y duele
( ya lo creo que duele)
saberse silencio.
La mañana y su oculto deseo de floración,
la piedra primera y su bramido.
saberse silencio.
La mañana y su oculto deseo de floración,
la piedra primera y su bramido.
Ecos ajenos.
Las sábanas arropan el último pensamiento,.
Escuchamos sus quejas al día siguiente entre sudor
y pliegues moliendo el grano del cuerpo
hasta hacerlo pan para el hambre,
tan necesaria como salir de ellas
rezumando la malherida señal
de permanecer vivos.
El pintor, mira el lienzo como se mira
una pirámide, en la sonoridad ocre
de las voces primeras,
que en su espalda cargaron las piedras
del faraón y su eternidad ¡oh atum! resuena
en la paleta, pon tus brazos alrededor
de este gran rey.
Y el color guarda el fiel secreto
con la forma natural, liberada y abundante.
Las piedras de los templos vibran ante los cánticos
reclinadas hacia la percepción gregoriana
de los anacoretas.
Son simiente ancestral de la mística
inmemorial y su silueta atemporal
Escuchamos sus quejas al día siguiente entre sudor
y pliegues moliendo el grano del cuerpo
hasta hacerlo pan para el hambre,
tan necesaria como salir de ellas
rezumando la malherida señal
de permanecer vivos.
El pintor, mira el lienzo como se mira
una pirámide, en la sonoridad ocre
de las voces primeras,
que en su espalda cargaron las piedras
del faraón y su eternidad ¡oh atum! resuena
en la paleta, pon tus brazos alrededor
de este gran rey.
Y el color guarda el fiel secreto
con la forma natural, liberada y abundante.
Las piedras de los templos vibran ante los cánticos
reclinadas hacia la percepción gregoriana
de los anacoretas.
Son simiente ancestral de la mística
inmemorial y su silueta atemporal
nos habla de salir a la luz,
de que no estamos solos.
La vasija de barro mira lo circundante
de las manos, sus volteos amasando
como un dios el hijo de su costilla
y la estirpe del artesano se estremece
en la visión penetrante del objeto.
Pues todo es eco de aquello que intuimos,
cuando deja de pertenecernos.
Limbos.
Más allá
del cielo está el castigo
en el estricto albergar de la culpa
donde los dioses arrastran sobre si
el germen de los vientres.
Los astros no piensan en la muerte,
voltean sobre si mismos
en su inquieto espacio
en el estricto albergar de la culpa
donde los dioses arrastran sobre si
el germen de los vientres.
Los astros no piensan en la muerte,
voltean sobre si mismos
en su inquieto espacio
lo repleto del regreso.
Así, lo universal de la sangre se humedece
en el plactón de la plegaria.
En la medianía funesta de lo incontrolable,
Así, lo universal de la sangre se humedece
en el plactón de la plegaria.
En la medianía funesta de lo incontrolable,
salvajes
son los intentos por no caer.
Más allá del infierno esta el fuego,
y su redentor temblor de contienda.
Más allá del infierno esta el fuego,
y su redentor temblor de contienda.
Su
extraña manera de extinguirse.
El mal y
la endeble voluntad
cerciorando
vanidades entre la manzana
del
primer pecado.
La
costumbre ciega de querer
ascender
el gólgota de lo eterno
a golpe
de conciencia dormida.
Qué
corta se queda la semblanza del bien
cuando
la pobreza de lo ambiguo
perfora
nuestro espiritu
indigente dormitando
entre
cartones su omisión.
La extraña manera de ir muriendo.
Olvido recordando.
El olvido y su modo
de curar a dosis enfermas
de recuerdo.
A cada rato, el lastre de tu pelo rubio,
tus vaqueros remangados, las esquirlas de tus pasos
de curar a dosis enfermas
de recuerdo.
A cada rato, el lastre de tu pelo rubio,
tus vaqueros remangados, las esquirlas de tus pasos
ocultando el césped iracundo de la tarde.
Podría reconocer entre multitudes ese caminar
como de quien no va a ninguna parte,
como de quien anda desnudo de tripas para abajo
lanzado preguntas a la longitud extrema de la niebla.
Te reconozco, y te olvido.
Te olvido en las caras treintañeras,
Podría reconocer entre multitudes ese caminar
como de quien no va a ninguna parte,
como de quien anda desnudo de tripas para abajo
lanzado preguntas a la longitud extrema de la niebla.
Te reconozco, y te olvido.
Te olvido en las caras treintañeras,
en las zapatillas coloridas
espuelas breves de la trasmutación del invierno.
En las senos de la esperanza que gastamos
adolece la sed primera, donde te olvido.
Y te acercas, sé que no eres tú.
Te recuerdo de nuevo como si olvidar
fuese patíbulo y obligación
Y te acercas, sé que no eres tú.
Te recuerdo de nuevo como si olvidar
fuese patíbulo y obligación
de alguna fe de erratas.
Te recuerdo para no olvidarme de mi,
Te recuerdo para no olvidarme de mi,
te recuerdo.
Victimismo
Escala por mi espalda
el reptil desnudo de las vidas que me rodean,
y me cubro con el corazón primero de los árboles.
Juzgo, comparo
y la longitud de mi desdicha me ampara
el reptil desnudo de las vidas que me rodean,
y me cubro con el corazón primero de los árboles.
Juzgo, comparo
y la longitud de mi desdicha me ampara
a la fe de no estar sola.
Toda rota de carne entre los dientes,
regreso a la tarde y sus colinas.
Es tan fácil creer que el vitalicio sufrimiento
fecundó en mis pieles sin permiso
que victima de mi misma
Toda rota de carne entre los dientes,
regreso a la tarde y sus colinas.
Es tan fácil creer que el vitalicio sufrimiento
fecundó en mis pieles sin permiso
que victima de mi misma
ardo en las heridas de la noche.
De ese pasado y la selectividad de la memoria
raspé cualquier recuerdo doloroso
en el margen salino del conformismo.
Qué será de las trenzas
cuando el pelo haya crecido más allá
de la huérfana cabeza, y se tiña de blanco
la costura irritante del movimiento.
Ya no gritan las sogas,
De ese pasado y la selectividad de la memoria
raspé cualquier recuerdo doloroso
en el margen salino del conformismo.
Qué será de las trenzas
cuando el pelo haya crecido más allá
de la huérfana cabeza, y se tiña de blanco
la costura irritante del movimiento.
Ya no gritan las sogas,
-el patio de mi casa es particular-
algunas ahogan.
Ya, apenas habla nadie de la sensata
apariencia de las formas, de la marca
permanente de la piel liberada.
Ahora desnudo el alma en la fantasía
redundante de la caída de la palabra,
del libro del milagro
algunas ahogan.
Ya, apenas habla nadie de la sensata
apariencia de las formas, de la marca
permanente de la piel liberada.
Ahora desnudo el alma en la fantasía
redundante de la caída de la palabra,
del libro del milagro
balanceo el estrecho plomo de la torpeza;
como si el verbo se hiciese carne
sin saber la alquimia de la resurección.
Qué será de las manos con anillos de saturno
y restos de lavas entre sus grietas.
Esas manos que ya no cuentan hasta diez.
Y duele
Y duele
duele
demasiado su vacío de nenúfares
empeñados en crecer entre el cieno.
Y traigo fisuras sobre el coxis, y algún rescoldo
del contagio luminoso de la tinta ha hecho mella.
No buscaba mi sombra, buscaba mi cuerpo,
no el mendrugo del pan último, si no el hambre.
Cómo agota saberse piedra esperando que el río
la honre con su aseado beso.
Sigo siendo una niña malherida,
apenas desprendida de forzoso clavo
que acompasa el sueño del linaje.
La vida es un campo de juncos dispuestos
a troncharse en mis costados
y la permanencia arqueada del reconocimiento
de la virtud
Sigo siendo una niña malherida,
apenas desprendida de forzoso clavo
que acompasa el sueño del linaje.
La vida es un campo de juncos dispuestos
a troncharse en mis costados
y la permanencia arqueada del reconocimiento
de la virtud
y su sombra
espesa de ceniza
no saben de mareas distanciadas.
Es cierto, esperaba premio o castigo,
pero más fácil la queja, que tomar las riendas
de esa costilla que gime su derrota,
para modelar el día que nos falten los afectos
pero más fácil la queja, que tomar las riendas
de esa costilla que gime su derrota,
para modelar el día que nos falten los afectos
el milímetro seco que nos queda
de ese patio nuestro
tan particular.
Suelo.
Así se vive
cuando te arrancan el alma.
Buscando entre las baldosas
la gélida raíz que dejaron los ecos.
Pétrea es la corteza de la tierra
y las flores no aciertan a medrar aquí.
Como si de un salto me colocasen
tiempo contra tiempo
en la desnudez extrema de otro nacimiento
no se cómo seguir hija.
Y derramo lágrimas sobre las huellas
para ablandar esos tiempos
centinelas de lo terrenal.
El agua salada siempre retorna
con su aseada misión de ungir
aquellos barros perpetuos.
Saber en qué momento dejé
la protección en manos de Dios
sin antes cerciorarme de tener las uñas negras.
En qué obstinado instante
no vi hija
como agotada de andar
dejabas bajo el suelo
el aterido aplauso de tus chanclas.
_________________
Pilar Gorricho del
Castillo, nació en Logroño ,(La Rioja ), España ,el día diez de marzo de 1961.
Residente en Logroño ( la rioja) España.
Poeta clásica en sus composiciones ha editado cuatro poemarios y participado en
diversas antologías clásicas y de verso libre. Como " Los rincones más
oscuros " de groenlandia ediciones, " Antologia poesia clasica de
mundo poesía", " antologia de versos desde el corazon" “
Antologia voces del extremo” etc. Ganadora edición número 65 y 67 del concurso
" Palabras prestadas" y colabora en varias revistas, club y canales
literarios.
“Los retazos de mi
alma” es su primer poemario en poesía clásica. “Girasoles de asfalto” combina
el verso clásico con la rima blanca o libre. “El vacío de los plenilunios”todo
escrito en verso libre. “Mater
amatisima” verso libre. Escribe por satisfacción personal y según sus propia
frase:“ No escribo poesía para vivir, la escribo para no morir”.
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