José Ignacio Restrepo, Colombia
EL JUEGO DE ESCIPIÓN
Una
correa de ascenso
para criar ideas espectrales,
que van descendiendo del pecho hasta los pies,
mientras se refleja el recuerdo en cosas diagramadas
y traza sobre mis ojos coordenadas
que liberan su deseo de verte,
un cronograma, un menú de opciones simples
que debas estudiar quizá dos veces
para llegar después a la ventana
y saltar cual pájaros alumnos,
sobre todo lo dejado por contraste
y el recuerdo divino de lo dado...
Tengo recuerdos de violencias imborrables,
infligidos a mis ojos en los otros,
que mi formación y mi sentido de la decencia
no han podido ni querido borrar,
pues mi bien más inefable es la memoria...
Tengo llagas curadas invisibles,
que ahora mismo son rastros de lagos
que secaron cada gota de bien
convirtiéndolos en mansos terciopelos,
de negro y sangre,
de arcilla y diezmo en los dedos
cada que bien entro a este pasillo donde todo vive,
replegado de la luz a las paredes...
Tengo una riqueza que no gasto,
una porfiada que apenas comparto,
brillante, nívea, hecha de recuerdos,
donde mora vivo el dolor de lo que fue,
diciéndome al oído
quizás llegue mañana lo peor,
quizá mañana,
cuando no esté rodando
tu preciosa correa de juguete
que pone dientes a las muecas bocas
y fechas olvidadas
para que juegues a contar con la memoria...
para criar ideas espectrales,
que van descendiendo del pecho hasta los pies,
mientras se refleja el recuerdo en cosas diagramadas
y traza sobre mis ojos coordenadas
que liberan su deseo de verte,
un cronograma, un menú de opciones simples
que debas estudiar quizá dos veces
para llegar después a la ventana
y saltar cual pájaros alumnos,
sobre todo lo dejado por contraste
y el recuerdo divino de lo dado...
Tengo recuerdos de violencias imborrables,
infligidos a mis ojos en los otros,
que mi formación y mi sentido de la decencia
no han podido ni querido borrar,
pues mi bien más inefable es la memoria...
Tengo llagas curadas invisibles,
que ahora mismo son rastros de lagos
que secaron cada gota de bien
convirtiéndolos en mansos terciopelos,
de negro y sangre,
de arcilla y diezmo en los dedos
cada que bien entro a este pasillo donde todo vive,
replegado de la luz a las paredes...
Tengo una riqueza que no gasto,
una porfiada que apenas comparto,
brillante, nívea, hecha de recuerdos,
donde mora vivo el dolor de lo que fue,
diciéndome al oído
quizás llegue mañana lo peor,
quizá mañana,
cuando no esté rodando
tu preciosa correa de juguete
que pone dientes a las muecas bocas
y fechas olvidadas
para que juegues a contar con la memoria...
RENUNCIACIÓN
Verdes banderas
del suelo atrincheradas,
llenas de miel,
con mi pegado aliento
de insufrible humano,
secado el llanto de infames torceduras
que se llevaron todo
hasta el respeto,
dañados por el humo, por la prisa,
nuestros sueños profanos
sin un cansancio previo revejidos,
con arrugas larguísimas,
sedientas,
durmiendo en nuestras manos,
adoleciendo de norte y de conjuro
para ser repatriados una noche
a ese legajador de lo probable,
tan vacío de búsquedas
y fines...
Verdes banderas que acobijan todo
incluso lo nefando,
lo desértico,
lo perdido por gula,
guerras rameras contra todo
mandadas con su bula genocida,
estandarte capaz de darnos frío
pues desata la peste y los peligros,
cuando por vientos nobles
bulle quedo,
diciéndonos a todos que no es tiempo
de buscar responsables
o parirlos,
los segundos que quedan son audibles
en ellos viaja el viento,
sus quejidos,
despertando cerebros,
combatiendo con fuego y maremotos,
nuestra insana pereza
para hacer un hogar
en este reconquistado paraíso...
Verdes banderas
del suelo atrincheradas,
llenas de miel,
con mi pegado aliento
de insufrible humano,
secado el llanto de infames torceduras
que se llevaron todo
hasta el respeto,
dañados por el humo, por la prisa,
nuestros sueños profanos
sin un cansancio previo revejidos,
con arrugas larguísimas,
sedientas,
durmiendo en nuestras manos,
adoleciendo de norte y de conjuro
para ser repatriados una noche
a ese legajador de lo probable,
tan vacío de búsquedas
y fines...
Verdes banderas que acobijan todo
incluso lo nefando,
lo desértico,
lo perdido por gula,
guerras rameras contra todo
mandadas con su bula genocida,
estandarte capaz de darnos frío
pues desata la peste y los peligros,
cuando por vientos nobles
bulle quedo,
diciéndonos a todos que no es tiempo
de buscar responsables
o parirlos,
los segundos que quedan son audibles
en ellos viaja el viento,
sus quejidos,
despertando cerebros,
combatiendo con fuego y maremotos,
nuestra insana pereza
para hacer un hogar
en este reconquistado paraíso...
SENTIR SIN VER
que hace tiempo dejé viva en el mar,
porqué en mi mano vida no tenía,
y ya no puedo abrirlos cuando quiero,
mariposa feliz,
amor apaciguado,
tierra firme, nácar de agua
para mi sed de sales
y mi odre roto hace mucho...
Otra vez suelto el mendrugo
antes de poder comerlo,
y el rasgo de apetito portentoso
que aciago me visita,
no deja noticia suficiente
para que dulces instintos que otros tienen
en mi hagan árbol de semilla,
y destierros me llegan tras seguirme
por dos huellas apenas,
por dos horas insignes perdidas
llegan sin solapa alguna
las perdidas recobradas penas,
porque destinos tienen las cortinas
de tapar la luz y de mostrarla,
pero con el oscuro afuera
no abrirlas basta
para que luces de ayer
atrás alumbren,
venidas jornadas miserables
tras vívidas marchadas
minutas de nadie...
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