Simón Zavala Guzmán
EXTRANJERO DEL PARAÍSO
He visto con
ojos desmesurados los restos
de tantas
palabras
palabras llenas
de neón que venden todo
inclusive la
sensibilidad y el destino
uno queda
reducido a ser un musgo en medio
de tanta
cromática anárquica y relampagueante
como un esclavo
queriendo descifrar el maleficio
que lo degolla.
El cuervo de
Poe encandilando mi corazón
hunde su pico
afilado
no hay una
superficie y uno no sabe
qué víspera le
cae sobre la vida
qué violento
arrebato le rompe la ternura
el atavío
la urdimbre del
cerebro.
Me siento como
un demente cuerdo que quiere
salir a
rajatabla
del orificio
que me hunde
en un sombrío
estigma
que quiere
echar sus palabras en desuso
vomitarlas como
heces de algún ladrido amargo.
El smog va poco
a poco ennegreciendo el
pedazo de sueño
que todavía me queda
dulce me afano
por desnudar mi encrucijada
mi torpe
anatomía astrológica pendiente de la
suerte
el calor de mi
luz dentro de tanta luz de
oropel.
La vida se me
enerva con todos sus
cuchillos
- la herida
sólo transcurre –
digo: dónde
está esa palabra presagio
cómplice de mis
instintos
en qué cansada
pesadilla la abandoné
para que nunca
lea ni observe mi epitafio
para que ya no
sienta el rumor caudaloso
de mi voz
interior
desgastándose
desgarrándose
entre las navajas lumínicas
de las
malolientes y grises avenidas
de esos zócalos
de muñones que se llaman ciudades.
Ahora, me
detengo. Quiero estar seguro de
este nueva despedida pálida y soterrada
como un búho
aterrado miro esas enredaderas
de colores
esos destellos
rojos azules verdes amarillos
violetas
que brillan
como afilados dientes intermitentes.
Todo es un
laberinto
un bullir
erizado de látigos que envuelve
el cuerpo de la
marejada humana
con miles de
tentáculos en el escalofrío
anónimo.
Sé que las
palabras verdaderas tienen
distintos
tiempos
variados
alfabetos sílabas elocuentes
y nunca se
extraviarán. Y sé que ningún cadáver
absurdo las
lleva con su muerte anodina.
Esas palabras
viven
sudan como su
dueño
laten
se excitan
son vestigios
eternos
son para
siempre
profecías
pendientes
videncias.
Rompo este
garfio hosco que me ha tenido
atenazado
al zoológico de
cristal
y escribo este
memorial limpio
casi nostálgico
estúpidamente
necrológico
seguro de que
soy
aún después de
este estremecimiento.
RECONSTRUCCIÓN DE LA VERDAD
Espejo de
lodo la mentira
todo lo que ella arguye
inventa
escupe
sirve para tapar el sol con el dedo
meñique.
La verdad
la pobre
y huérfana verdad
siempre
tendrá la estatura de
una
desconocida
pero no será un cadáver de mármol
velándose
entre gusanos.
Por eso uno piensa que en la claridad
de los sabios
hay un
sol más hondo
donde los seres aparecen realmente
como son.
La verdad
es un rostro de cristal
cuerpo
tibio de mujer.
La verdad
tiene un sitio
por donde
se puede respirar aire libre
llega
como inconmovible fruta
llena de
olas
y ahoga en su momento a tanto
mercader
a tanto
mono de organillero
a tanto político de subasta.
ADVENIMIENTO
Uva de la
razón
ardiente
perturbación de los sentidos
cuando
bebo tu sangre de milenios
adormecida
añejada húmeda de frescura
precipitada
en tiempo de presagios
crecen
mis alas y mi lengua viaja
por todos
los vericuetos del recuerdo
se alza
oloroso el amor y brota el desvarío
el cuerpo
de ella es la pesadilla y el asedio
la
obstinación la savia del deseo
la
palabra rompe todos los miedos
se desata
como un desconocido vendaval
que corta
el hilo de la imaginación
verbos sujetos sustantivos
se
crispan frente a la realidad de este
otro
sueño
la
palabra es un cristal estremecido
un
relámpago
una
resucitada mordedura.
Uva de la
razón vino de la ternura
corres en
mi cerebro con un galope
de
ángeles
siento tu
delicada cepa
tu luz
que me encandila
me
atrapas con la alucinación
del goce
presentido
y regreso
brasa y cicatriz
fuego y
ceniza
sobre el
filo de un único silencio
poblado
aún de tantas voces
huesos de
tantas muertes
me
reencuentro en mi sin razón
sangra mi
cántaro
la
memoria me llena de avatares
y voy trastabillando
hundiendo
casi sombra
mis pies
sobre la madrugada espesa
y turbia
con otra
lucidez a cuestas
en medio
de un vuelo terrenal
que me
eleva.
FLOR DE AURORA
Que la paz se haga en
Colombia
Aunque a estas horas tus ángeles deben
estar llorando la muerte de tus hijos en la
orilla de alguna
maldita fosa colectiva
donde los hijos, los hermanos, los padres, los
abuelos,
son solamente huesos anónimos cubiertos de su
desventura aún temblando
tú estás firme increíblemente firme abrazada a
tu luto y a tu dolor
como una madre llena de Dios esperando
que algún día
transite
la esperanza que hoy es solo una sombra fugaz
en tu retina;
aunque no quieras mirar el reflejo de luz del
corazón de todos
esos
niños asesinados
porque te duele mucho el vientre que parió con
dulzura
todos tus muertos
y recuerdas las calles por las que su alegría
tenía un sol en
las manos
y cada uno de ellos era una flor de libertad
para una nueva
Colombia;
aunque a estas horas el silencio sea para ti
un grito
incontenible
vaciándote el destierro al que te han
condenado los que
viven diariamente para la muerte
los mercenarios que quieren
convertirte en extranjera en tu
propia
sangre
para que
no sigas luchando por la paz que el tiempo con urgencia
reclama
los que roen agazapados y desde las alcantarillas te acosan
para
romperte en jirones el valor con
el que sobrevives
deshecha pero fuerte
inmensamente fuerte con tus sueños posibles
indoblegable,
que se pudran todos los destajeros del crimen
y de la
violencia
porque al frente de todas las tragedias
una mujer una madre una hermana una abuela
colombiana
en el instante en que el balazo surca
traidoramente
para convulsionar la música de su alma
tensa el arco del amor guarda la lágrima
separa las ausencias
y se levanta como agua cristalina y fresca
abre tiernamente los brazos para las
resucitaciones de los hijos
y besa el
lúdico amanecer que trae un pan
inmenso
y generoso
y una nueva memoria
para esa Colombia
que Bolívar soñó lúcidamente en su delirio
sobre el
Chimborazo.