Alpidio Alonso-Grau, Cuba
(Fotografía cogida de Artepoética-Rostros y versos)
TALA
Decir
alguna vez: con el follaje escribo, las ramas son palabras de una música
ausente que el poema repite a pesar tuyo. Decir: oye al deseo. Y aún después,
mirando hacia lo lejos: detrás de aquella luz humea un pequeño bosque, y más
allá, quedan los vastos almacenes del tedio, las naves del desahucio, las
interminables carreteras donde en verano ves amontonarse cuerpos que hacen
señales en otro y en el mismo sentido de tu ruta. Decir alguna vez, mirando la
ceniza: no hagas caso del gris, todo no es más que brillo amontonado. Y luego,
frente a un nudo de hojas que derrama en el vuelo toda su triste levedad de
colores: encanto del instante de aquello que se alza.
Ser lo que
cae, alguna vez decir.
MANCHAS
Las vio Publio de niño —en noches de castigo— respirando el olor
delicado de los heliotropos. Desde la cama las miró Pancho de Oraá, saliendo
una de otra (máscaras de la fábula), componiendo en el techo el
rostro de otros seres. Terror de Eliseo Diego una tarde en el muro, que
ensimismado, el pobre, mirara sin saberlo los ojos de la Muerte. Las vio Martí
en el sol del desagradecido, y nunca fue tan hondo su deseo de luz. Noé
delirante a bordo de su arca, las presintió Arturo Corcuera en Santa Inés y
terminó diciéndolas en una de sus églogas. Como sombras dejadas por las
bocas de sal, las contempló espantado Reynaldo García Blanco, y no quedó
otro término que ponerse a rezar. Manchas por todas partes, dibujos que
humedecen y engañan tu memoria, acaso simples figuraciones del cariño, utopías
del deseo, cosas que sin remedio ante tus ojos se pudren y aun, a ciencia
cierta, no logras explicar.
EL TIEMPO
ENEMISTADO
El tiempo enemistado transcurre en el umbral de un tiempo que en el
deseo es otro. Instantes hilan márgenes sucesivas de abolida floresta.
¿Alumbran venideros días horas que huyen? ¿Una luz trinadora repasa antiguos
fuegos? ¿Envía luces en su vuelo el pájaro? Algo se fuga hacia miradas que
todavía no son. Escapan noche adentro voces. Tantea bordes el deseo. Lo hondo
ve venir.
PAVESAS
Yo vi
veleros en tus ojos; vi animales y cuencas de un errante verdor sin pronunciar.
Había un camino de limpios soles. Una hilera de árboles era en tu mirada una
hilera de árboles que se alejaban y a su manera repetían un idéntico adiós. Vi
ardiendo pastizales. Vi un niño haciendo señas con un girasol mudo. Vi cuerpos
anegados braceando en la memoria de un paisaje sin tiempo.
Y entonces comprendí
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