Miguel Fajardo Korea
EL HUELLÓN CENTENARIO DE HÉCTOR ZÚÑIGA ROVIRA
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio
Omar Dengo,
Universidad
Nacional de Costa Rica
(minalusa-dra56@hotmail.com) La vida me ha permitido ser un puente del
espíritu entre la obra cultural de varios artistas y su edición impresa. El
caso del Ing. Héctor Zúñiga Rovira, Liberia, Costa Rica (1913-1995), lo
recuerdo con particular simpatía, sobre todo, cuando se celebra el centenario
de su natalicio. Él se graduó como Ingeniero Agrónomo en 1937.
El
Ing. Héctor Zúñiga Rovira ganó el Premio
Nacional de Cultura Popular en 1993. El 16 de setiembre de ese año ingresa
en la Galería Nacional de Cultura Popular Costarricense. En 1995, se inauguró
el parque Héctor Zúñiga Rovira, el
segundo más importante del cantón de Liberia, también conocido como “El pulmón”, sitio público, muy popular,
donde los habitantes acuden diariamente
a practicar ejercicios físicos.
Cuando la Asociación para la
Cultura de Liberia y el Concejo de Liberia (1990-1994) me buscaron para que investigara y
sistematizara la obra musical de don Héctor, sentí un enorme halago y una
inmensa responsabilidad.
Producto de un año de trabajo
resultó el libro de mi autoría, intitulado “Héctor Zúñiga: palabra y canto” (1993). San José: Zúñiga & Cabal, 1993: 120 páginas. Un gran
soporte para concretar dicha obra fueron: la Licda. Mélida Obando Viales, el
Lic. Hugo Zúñiga Clachar y la arqueóloga Patricia Salgado. Portada e
ilustraciones de Raúl Zúñiga. El editor fue Francisco Zúñiga Díaz, de grata
memoria.
Siempre
agradeceré a don Héctor su irrestricta adhesión y confianza intelectual para
que yo realizara la investigación de su
obra. Para el Ing. Héctor Zúñiga Rovira, Hijo Ilustre de Guanacaste, el alma y
el espíritu siempre están abiertos, porque él fue un cantor cósmico, forjador
de conciencia infinita e histórica. Su canto creador, devoción de
Guanacastequidad. Pan eterno. Hijo pródigo de un Guanacaste que piensa.
El
texto antológico incluye 60 canciones, escritas desde 1928 hasta 1993, es
decir, comprende 55 años de su producción artística. De ellas, 56 escritas y
musicalizadas por él. Además, compuso la
música a piezas de otros artistas.
Una particularidad del libro: durante una
sesión que tuvimos en su casa de habitación, en Sabanilla, tuvo que recordar 18
piezas, casi olvidadas. Al final, me
dijo en tono exhortativo “Fajardo: póngale
puntuación a esas canciones”. Ante
mi resistencia inicial, me conminó: “Lo que usted haga está bien para mí”.
Desde luego, terminé colocándole la puntuación a dichas canciones y así están
registradas en el libro, el texto más completo que existe sobre su producción y
aporte musical.
Además
del libro, he publicado dos artículos, a saber: “Héctor Zúñiga y su canto ineludible” (Periódico Anexión, julio de
1993: p. 10) y “El legado infinito de
Héctor Zúñiga” (Periódico Anexión, marzo-abril de 1995: p. 24). Asimismo,
el poema “Palabra y canto” (1993: pp.
7-8), cuya versión final “Héctor Zúñiga
Rovira: palabra y canto” se encuentra en mi poemario “Casa Guanacaste” (2010:
pp. 56-58).
Asimismo,
Liubov Sliesarieva publicó el cuaderno “Peña Bruja” (San José: Ediciones
Zúñiga & Cabal, 1993: p.44). En él
se recogen 21 canciones, así como la producción del casete, grabado en los estudios
de Radio Universidad de Costa Rica.
Casó
con doña Claudia Salgado, con quien procreó a sus hijos Sandra María y Joaquín
Bernardo. Su inapreciable núcleo trinitario. La vida de don Héctor fue plena e
intensa. El gobierno venezolano le confirió
“La Orden Andrés Bello”, en 1978.
“Amor de
temporada” es la pieza que más gusta, la de mayor fuerza popular. Otras
piezas predilectas por el público son: “Están
yeguando”, “El burrro ΄e Chilo”,
“La muerte del sabanero” y “El huellón de la carreta” que fue su
punta de lanza. Esta pieza
contextualiza, en su primera estrofa,
cómo se escribió la canción.
La
triada nucleadora de los ejes temáticos en el acervo musical de Héctor Zúñiga:
hombre/ campo / amor. Otro nudo de
significación es la dicotomía hombre / caballo. Él escribió el himno del
batallón bancario y la pieza que se utilizó con motivo de los VIII Juegos
Deportivos Nacionales, en 1984.
Las
composiciones del Ing. Héctor Zúñiga Rovira, su legado infinito para todos,
constituyen un riquísimo material para estudios lingüísticos acerca del español de Guanacaste. De hecho,
la versión de él como informante, amplió dichos registros.
Sus
letras permitirán, a no dudarlo, confrontar situaciones, deslindar
tópicos. Cabría analizar, por ejemplo,
perspectivas sociológicas, arqueológicas, o bien, la tipificación de la
hacienda ganadera. Igualmente, una
visión histórica evolutiva del Guanacaste eterno.
En
su momento, don Héctor confesó su admiración por el Prof. Jesús Bonilla
Chavarría (1911-1999), José Luis Perales y el clásico Johan Strauss. Del
primero editamos el libro “Jesús Bonilla….dimensiones” durante
el centenario de su natalicio. Igualmente, adujo que dos de sus piezas
predilectas fueron “Estampas de mi tierra”, 1940 y “La muerte del sabanero”,
1945. He aquí una de las fotografías del Ing. Zúñiga Rovira.
Héctor Zúñiga Rovira
En “Amor
de temporada”, pieza clásica del repertorio musical costarricense,
incorpora un tema infinito de su producción “Morena de mi vida, te vengo a cantar mis penas”. El tema de la mujer es recurrente en varias
dimensiones. El cantor desnuda sus penas, por eso, “los botes se mecían, asidos a sus amarras”. Compuesta alrededor de 1930, esta pieza se
agiganta en la memoria histórica del país y trasciende para afirmar el espíritu
de la identidad nacional.
“La
muerte del sabanero” recupera un temario dentro de nuestra herencia:
“un bien sabanero, que va exponiendo toda su vida, por serle fiel a la
tradición”. Da vida, levanta el vuelo de la segunda muerte que es el olvido, a
un hombre mítico, Camilo Reyes: ¡Y viene
un toro muy bueno, Camilo Reyes lo va a montar”. “Gritó por última vez al dejar la vida, el héroe de esta terrible
historia”, cuya muerte acaeció el 7 de enero de 1936.
“El
huellón de la carreta” muestra dos temas, la amalgama caballo-jinete,
fundidos en un solo elemento “mi caballo
es en mi soledad, mi compañero”.
Luego, recurre a un elemento infinito “La luna alumbra ya el huellón de la carreta”. Por otra parte,
traslada el efecto hacia el plano afectivo-sentimental “para calmar yo la traición de esa coqueta, no te he jalado ni la rienda
pa΄ llorar”. Los paralelismos hombre, caballo; carreta y mujer son muy
singulares.
“El
burrro ΄e Chilo” presenta un
mejoramiento obtenido, es decir, una visión positiva dentro del tema circular,
eterno de la mujer. “Hay morena mía, sabanero soy, porque en esta
vida que todo es dolor, solamente vivo por tu gran amor”.
“Visión
de la pampa” es una ofrenda a la búsqueda de libertad por
oposición. “Lo vi ensillado de bozal pasitroteando, su libertad había perdido el
animal”.
“¡Oh,
Murciélago!” es una identificación con la geografía, con el paisaje
hermoso con que la naturaleza destinó a Guanacaste. El cantor se extasía y se llena de fulgor. Es
como un filme irresistible.
“”Playas
del Coco”. Aquí, el cantor
desborda su estro para bendecir este pedazo de Dios, Tierra, Mar, con añoranza,
pero con identidad “era una pampa abierta
donde el destino/ marcaba el paso de una generación”.
En “Amanecer pampero” existe
una imbricación intertextual cósmica, el vuelo del amor, sin fronteras, sin
arrecifes, pleno, vital, auténtico “y en
el aire va cabalgando el amor”. Los sustantivos aire y amor se funden en
una cabalgata mitológica, entrelazados, porque “en el ambiente/ alegre va ya naciendo el amor”.
Una particularidad dentro de
las letras que escribió el compositor Héctor Zúñiga Rovira es la plenitud
lexical, de raíces plenas con su Guanacaste infinito. Solo para ilustrar,
citaré varios términos que, por contexto léxico, merecerían un estudio de
núcleo, por sus connotaciones y denotaciones, por ejemplo: sabaneando, rejego, nochar, arriador, vaquear, polca, trote, enjoscada,
huellón, ojochal, maizal, bramar, clarear, hojas chiguas…
Destacamos,
paralelamente, las palabras motivadas o de transparencia sígnica. Hay una
necesidad humana de motivación y a ellas obedece la etimología popular. Dichas
motivaciones y deseo real de incorporar la vida de las palabras dentro del alma
de una canción le confiere fuerzas semánticas, las cuales pueden rastrearse en términos,
tales como: tamal, burro, sabanero,
llanura, estrella, noche, silencio, crin, baya, sol, carreta, estero, paisaje,
lucero, mar, diana, fiestas, guaro, luna, abril, playas, marimbas, guitarras, verano, peones,
regreso, alma, amor, memoria, vida, penas…
Numerosos recursos estilísticos en el campo de los
tropos –formas-: metáforas, símiles, reiteraciones, dicotomías, rupturas del
sistema, oxímoron, epítetos, entre otros, hacen de la obra regia de Héctor
Zúñiga, un documento vigente dentro de la memoria colectiva del ser
costarricense y de la Guanacastequidad.
Su canto así lo testimonia. Por ello, su canto, que es su mejor
biografía, es ineludible.
La edición de un millar de
ejemplares del libro que escribimos hace 20 años sobre Héctor Zúñiga se
encuentra agotada. Valdría la pena una segunda edición actualizada. Dejo la
inquietud a los organismos culturales respectivos.
La obra musical de Héctor
Zúñiga es un vuelo lírico, infinito, cósmico, espiritual. Es convergente,
clarificador. Depositario de una tradición
con los más altos ideales del ser humano.
Él fue un hombre dueño de sí mismo, quien, con su música, obsequió el pan de los dioses para disfrute
del espíritu humano abierto. Sé que
Héctor Zúñiga continúa cabalgando. Así fue él: desafió al destino, al tiempo y
a la vida.
En el centenario del
natalicio del compositor costarricense, Ing. Héctor Zúñiga Rovira (1913-1995) sé
que todo el país canta, en algún momento, alguna de sus piezas. No importa cuál. Su pasión y su vibrante voz sacuden lo
anodino. La pampa continúa recibiendo
sus cantos infinitos.
Don Héctor jinetea en su
pampa la canción de amor. Rasga su
guitarra para marcar los caminos de la vaquiada, la fierra de los sueños. El Tempisque desborda sus aguas de silencio
para llegar a Dios.
Mientras tanto, nuestra
tierra sigue amarrándote los pies para el regreso, desde tu canto, para la
vida. Tu canto ineludible. Tu palabra y canto infinitos, porque la
albarda o la polca rompen el fuego de cada corazón sin asombro.
Muchas antologías incluyen las canciones de
don Héctor. Igual lo han hecho diversas casas disqueras. Se puede accesar sus
audios musicales en la Internet.
Don Héctor, repito lo que
alguna vez escribiste: “Ante Dios yo me
arrodillo para orar”. Descansa en
paz, pero sigue cantando. Infinitamente.
Lic. Miguel
Fajardo Korea (Costa Rica)
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