Luis Alberto Ambroggio, Argentina-USA
______________________ESPERANZA EN LA PIEDRA DEL SILENCIO:
LA POESÍA DE CESAR VALLEJO Y PAUL CELAN.
INTRODUCCIÓN
La gran poesía, para Jung sobrepasa al inconsciente personal y toca el inconsciente colectivo, por eso "surge del alma de la humanidad y no puede explicarse verdaderamente intentando reducirla a factores personales". En este ensayo de análisis temático, la vida y algunos textos de César Vallejo (1892-1938) y Paul Celan (Paul Antschel 1920-1970), ilustran este postulado, con el nuevo lenguaje poético que despliegan, naciendo para morir y muriendo para vivir, en cuanto ambos en su feroz noche poética nos involucran con vitalidad en su agonía, en el silogismo irracional de su intimidad de sufrimiento humano, en el absurdo distorsionado de una creación y existencia vacíos de significados.
Se trata de lamentaciones poéticas que con sensibilidad en su desesperación conjura piedras, como seres que no ofenden, que incluso piden amor a la Nada. Y allí –en esa esperanza fundacional del silencio pétreo- ellos, y con ellos, todos, nos superamos con la sabiduría del dolor. Las fechas, las experiencias en que encuadran sus poemas no son concretizantes de la realidad trágica, sino sólo un pasado del presente, singuralidad universal en tiempo, espacio y personajes. Como si sus vidas, sus poemas, fuesen intentos de respuesta al dicho de Nietzsche de que “después de la muerte de Dios, la única metafísica es el arte”
[i] y al dato deprimente de Kafka: «existe abundancia de esperanza, pero no para ninguno de nosotros»
[ii]. Postura que resumía el pesimismo radical de comienzos del s.XX, en un contexto de nihilismo, de una existencia carente de sentido, de una literatura angustiada de “vida no vivida”, de la “muerte de Dios” y de una filosofía de la muerte sustentada por las corrientes romanticistas y existencialitas, en reacción al fracaso finisecular del positivismo científico con la sequela de guerras, exterminios e injusticias. Así Paul Celan en el poema “En los ríos” establece: En los ríos,/ al norte del futuro,/tiendo la red que tú/titubeante cargas/de escritura de piedras,/ sombras (De Cambio de aliento, versión de José Ángel Valente). César Vallejo, como Celan, con la complicidad extenuante del lenguaje verdugo, también se resiste a la destrucción de este repetido “cadáver lleno de mundo”, con la pasión existencial del acorrolamiento y la duda: ¡Y si después de tantas palabras,/ no sobrevive la palabra!/¡Si después de las alas de los pájaros,/no sobrevive el pájaro parado!/.../¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!/¡Levantarse del cielo hacia la tierra/por sus propios desastres/y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!/¡Más valdría, francamente,que se lo coman todo y qué mas da!…/…/¡ Se dirá que tenemos/en uno de los ojos mucha pena/y también en el otro, mucha pena/y en los dos, cuando miran, mucha pena…/Entonces… ¡Claro!… Entonces… ¡ni palabra! (de Poemas humanos). Ambos nos han dejado con sus poemas un legado de “escritura de piedras” que misteriosamente en su silencio hablan la sombra de una posible esperanza en su polisemia y explosión de novedosos registros. Intentaremos destacer esas voces que se expresan de forma coincidente y peculiar.
1. Esperanza
A partir de la afirmación kafkiana de que “existe abundancia de esperanza, pero no para ninguno de nosotros” que plasmaba el ambiente caótico de fracaso humano de la primera mitad del siglo xx, César Vallejo y Paul Celan nos muestran desde esa “herida del corazón” –en palabras del mismo Kafka en su carta a Milena- que “nadie canta con tanta pureza como los que están en el más profundo infierno”
[iii].
En la multiplicidad semántica del lenguaje poético, objetivo y subjetivo, de ambos, dentro de sus vidas inundadas por la tragedia (encarcelamiento, exilio, guerra civil española, desempleo, enfermedad, soledad, hambre en el caso de Vallejo; la muerte de sus padres en el Holocausto, el exilio, en el caso de Celan), un contexto de dolor total, del oxymoron del “cadáver lleno de mundo”, encontramos paradójicamente en ellos el discurso de la esperanza, porque con su lenguaje mínimo, hecho añicos como el autor, con su silencio petrificado por el horror y la destrucción que atestiguan con rebeldía, consiguen la solidaridad.
Se ha sostenido que la fuente de esa esperanza desesperanzada en el estado terrible de la historia que les tocó vivir, en el caso de Vallejo se podría situar en la “añoranza del espíritu rebelde del cristianismo primitivo” del que no renegará dentro de su ateísmo y que le hace decir la: Esperanza plañe entre algodones, y Cristiano espero, espero siempre/.../y entre sus dedos toma la esperanza./Señor la quiero…/y basta! (Trilce XXXI), en un esfuerzo de testimonio redemptivo por “matar la muerte”, la influencia escatológica del amor que aparece en los versos de Heraldos negros: Primavera vendrá. Cantarás “Eva”/ desde un minuto horizontal, desde un / hornillo en que arderán los nardos de Eros. /…/ ¡Forja allí tu perdón para el poeta, / que ha de dolerme aún, / como clavo que cierra un ataúd! Sensibilidad al sufrimiento universal con el peso de castigo del pecado original y la noción de amor sacrificial cristiano de los poemas “Heces” y “Agape”, como dice Edward Hirsch
[iv]. El crítico Gutiérrez Girardot argumenta que en la concepción de Vallejo expresada en “Vocación de muerte” y específicamente en los versos Ya soy el Hijo del Hombre, el enviado de mi Padre -respondió el joven de maneras suaves y la gran hermosura, como si acabase de tener una revelación por espacio de treinta años esperada, basados en el recuerdo de una cita de Lenin, el comunismo era para Vallejo la realización del cristianismo, la historia sagrada redimiendo a la historia profana al aparecer una reencarnación de Cristos, Mesías, que impartían justicia creando una nueva sociedad, en una connotación innovadora de significados en medio de su alienación romántica
[v].
Por otra parte, Los primeros versos del poema “Heces”: “Esta tarde llueve, como nunca;/ y no tengo ganas de vivir, corazón./Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser? Viste de gracia y pena; viste de mujer”, nos permiten ubicar el mundo vallejiano de esperanza desesperanzada en los vaivenes de los “dos estadios de la imaginación spinozistas de los que derivan la alegría y la tristeza… enseñando cómo, excepcionalmente, para el poeta puede brotar la potencia incluso de la imaginación de la impotencia”
[vi], de acuerdo a los postulados de Spinoza relacionados con los afectos: “II- La alegría es el paso del hombre de una menor a una mayor perfección. III- La tristeza es el paso del hombre de una mayor a una menor perfección” (Eth.3), como se comprueba en los versos de Trilce XVI: “Tengo fe en ser fuerte/…/ Tengo fe en que soy,/y en que he sido menos” y de Tricle LXXVII: …hay siempre que subir ¡nunca bajar!/ ¿No subimos acaso para abajo?
Desde el cruel negativismo nace la creatividad poética; el poeta encuentra su vida, su refugio en la escritura, en la poesía (como es el caso de otros escritores: Emily Dickinson, Jorge Semprún, Luis Cernuda y, por supuesto, Paul Celan) como se expresa en el poema en prosa “Voy a hablar de la esperanza”, poema que utiliza dialéticamente la figura poética de la elipsis para provocarnos a la síntesis de su discurso de la esperanza, la solidaridad: “Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente… Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente…Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente. Miro el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo! Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.” Y en sus versos de Trilce LXXV: “Estáis muertos. Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos. Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte”. Vallejo había profetizado terapéuticamente su muerte en los versos “Me moriré en París con aguacero,/un día del cual tengo ya el recuerdo”( “Piedra negra sobre una piedra Blanca”) . Todos los referentes arriba mencionados no escapan al mismo Vallejo que los alista en un verso del poema “Despedida recordando un adiós” de Poemas humanos: “Adiós, hermanos san pedros,/ heráclitos, erasmos, espinozas!/ ¡Adiós, tristes obispos bolcheviques!/ ¡Adiós, gobernadores en desorden!”, acaso como expresión de la totalidad de su ambiguo nihilismo. Ambiguo digo, porque vale notar que Vallejo en su poema “Masa” contrasta una actitud de esperanza y renacimiento, como la resurrección de Lázaro, en el que el cadáver se convierte en vivo (abrazó al primer hombre; echóse a andar), con la de “Piedra negra sobre una piedra blanca” en el que la muerte del cadáver vivo es fatal (César Vallejo ha muerto), escribiendo siempre en el texto de su cuerpo
[vii]. Como dice Stephen Hart, la religion es una de las tres bases ideológicas, con la ciencia y la política, de la cosmovisión poética de Vallejo
[viii]
Como un argumento al absurdo, su amigo el poeta francés Yves Bonnefoy, dijo que en el caso de Paul Celan, otra muerte (acaso su suicidio) llegue a ser la otra metáfora de la esperanza al unirse por fin las palabras con lo que es. “Tú eras mi muerte:/mientras todo se me escapaba/a tí se te podia retener”, ya había escrito Paul Celan en su poemario :”Hebras de sol”
[ix]. El mismo había afirmado “La poesía, repito, solo puede existir en la unidad”. Las palabras son cadáveres. Se resolvería de este modo la lamentación del vacío, de la destrucción, la herida incurable, la profunda negatividad de la historia y la experiencia, como propuesta ontológica. En esa union agotó las posibilidades de resistirse a la destrucción, en su búsqueda desesperanzada por una explicación sin descanso hasta el final en su delirio creativo. Esperanza, por ejemplo, de extraer “una palabra pensante/ el origen de una/ palabra/ en el corazón” que resultó en vano en su celebrado encuentro con Heidegger.
Ante este panorama pareciera imposible encontrar signos portadores del concepto de esperanza en la poética de Paul Celan. Sin embargo, hasta en su lúgubre poema “Todes-Fuge” (Fuga de la muerte), hay claves que nos permiten pensar en esa posibilidad: Leche negra del alba la bebemos al atardecer/la bebemos al mediodía y a la mañana la bebemos de noche bebemos y bebemos/cavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez/En la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribe… tu cabello de oro Margarete/tu cabello de ceniza Sulamita”
[x]. Acaba el poema contrastando a Margarete, la rubia heroina trágica de Goethe en Fausto, a quien Dios perdona a pesar de todo, con la Sulamita, símbolo femenino de esperanza judía en el cantar de los Cantares de Salomón, a pesar de su cabello temporalmente de color ceniza de los hornos Nazis.
Y es este canon referencial a la mística judía de una nueva kaballah no totalmente atea o gnóstica, sino como una visión catastrófica que dialoga cuestionando radicalmente a Dios por su ausencia, alienación o exilio, en la línea de Isaac Luria
[xi], el que nos permite ver la luz de cierta esperanza. Luz a la que alude en su discurso con motivo de su premiación en Bremen en 1958: «Quedaba la lengua, sí, salvaguardada, a pesar de todo. Pero hubo entonces que atravesar su propia falta de respuestas… Atravesó sin encontrar palabras para lo que sucedía. Atravesó el lugar del Acontecimiento, lo atravesó y pudo regresar al día enriquecida por todo ello”
[xii] Así lo vemos en el título y contenido de su poema “Salmo”, un antisalmo, pero sagrado dentro de su amargura y diálogo de cuestionamiento radical de Dios, lo vemos en el uso en otros poemas del imaginario e íconos cristianos como en el poema “Asís”, lo vemos en la plegaria del poema “Tenebrae”: Estamos próximos, Señor,/próximos y apresables./…/Ya apresados, Señor,/uno en otro enzarzados, como/si la carne de cada uno de nosotros fuese/tu carne, Señor./…/Hemos bebido, Señor,/la sangre con la imagen que en ella estaba, Señor./Ora, Señor./Estamos próximos. Y lo vemos, finalmente, en el clamor de su poema “Que seas como tú”: Que seas como tú, siempre./Stant vp Jherosalem inde/erheyff dich */ Lévantate, Jerusalén/y álzate/../ y relumbra/Álzate/relumbra.
Son textos que favorecen una coincidencia de interpretación con el biográfo de Paul Celan, John Felstiner, al entroncar la luz al fin al misticismo antes mencionado, una esperanza en la tradición judaica, como la de los salmos, ya que desde la profundidad absoluta de la desesperación, desde los límites extremados de una expresión, surge un canto. Uno nunca sabe si el canto será escuchado. o si el silencio dorado será respuesta airada de un Dios vengativo o burlado
[xiii].
Si bien hay quienes rechazan este “salto”, esta “huída” del presente sufrido a un referente (refugio) místico de futuro o eternidad en la poética de Celan y Vallejo
[xiv], hay muchos críticos que sostienen esta exégesis como necesidad poética de lo absoluto, como Juan Larrea
[xv], Vivier
[xvi] y otros. Yo propongo que se trata de la ambigua espiritualidad de la esperanza desesperanzada que se canaliza en la búsqueda y obtención de solidaridad fraternal, comunitaria.
2. En la piedra
La centralidad de la piedra en el imaginario de César Vallejo y Paul Celan para expresar lo inexpresable es otra coincidencia entre estos dos grandes poetas, como digna manifestación de su poética de desesperación de post-modernismo. Así como el cisne o el azul pudo haber sido un símbolo emblemático en el modernismo, la piedra lo fue para Vallejo y Celan. No sólo en el sentido sicológico de la petrificación ante el horror de la realidad vivida, sino también como metagoge que abarca toda la gama de vivencias y sentimientos.
Gastón Baquero en su ensayo “El poeta puro” llama a Vallejo “misteriosa piedra de obsidiana”
[xvii]. Una presencia ancestral de la piedra en las etapas de su vida, telúrica y magnética como el título de su poema sobre su Perú. La piedra de las construcciones incaicas que aguantaron la destrucción de un terremoto en Cuzco, mientras que los muros de los conquistadores cayeron destrozados. La justicia de este evento, de esa piedra, su gris, su mudez, su solidez connotativa fundacional (incluido el referente de Pedro/Piedra de Roma), un modo de testimoniar en oxymoron, sin lengua, su fuerza silenciosa, cualidades que Vallejo describe en su verso del poema “Las piedras” de los Heraldos negros: Las piedras no ofenden; nada/codician. Tan sólo piden/amor a todos, y piden/amor aun a la Nada.
El universo de sus connotaciones será entonces esta piedra corporizada, anismista, antropomórfica, con la que expresa su enfretamiento valiente al sufrimiento humano en general y al suyo en particular, desde sus antepasados: mis padres enterrados con su piedra y su triste estirón que no ha acabado (Del poema “ Hoy me gusta la vida mucho menos..” de Poemas Humanos). Es parte de su referente y del destrozo de su vida, después de que su madre ha muerto y el hogar se desmorona “piedra. sobre piedra”. La trae en su proyección retroactiva de renacimiento: Hasta el día en que vuelva, de esta piedra nacerá mi talón definitivo, con su juego de crímenes, su yedra, su obstinación dramática, su olivo (del poema “ Hasta el día en que vuelva de esta piedra…” de Poemas Humanos). La asocia con la fecundación en poema X de Trilce que comienza Prístina y última piedra de infundada/ ventura, acaba de morir/ con alma y todo, octubre habitación y encinta
[xviii]. La piedra lo acompañará en la desesperación de su desempleo como lo podemos comprobar en su poema Parado en una piedra/ desocupado,/ astroso,/espeluznante…. Deseará la piedra en medio de su hambre como lo implora vívidamente en su poema “La rueda del hambriento”:
…
Una piedra en qué sentarme
¿no habrá ahora para mí?
Aún aquella piedra en que tropieza la mujer que ha dado a luz,
la madre del cordero, la causa, la raíz,
¿ésa no habrá ahora para mí?
¡Siquiera aquella otra,
que ha pasado agachándose por mi alma!
Siquiera
la calcárida o la mala (humilde océano)
o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre
¡ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la que hallaren atravesada y sola en un insulto,
¡ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la torcida y coronada, en que resuena
solamente una vez el andar de las rectas conciencias,
o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva,
va a caer por sí misma,
en profesión de entraña verdadera,
¡ésa dádmela ahora para mí!
…
La piedra será un referente en la vida del exilio, más que topos, como lo establece meditativo en el poema en prosa “Hallazgo de la vida”, “Ahora yo no conozco a nadie ni nada. Me advierto en un país extraño, en el que todo cobra relieve de nacimiento, luz de epifanía innarcesible… No ponga usted el pie sobre esa piedrecilla: quién sabe no es piedra y vaya usted a dar en el vacío…”. La escribirá, al regresar de la Guerra Civil de España, en la tragedia de 17 escenas, bajo el título “La piedra cansada»
[xix]. Y, finalmente encuadrará la profética vision de su muerte en una “Piedra negra sobre una piedra Blanca”. La piedra ha fertilizado la creación poética vallejiana para expresar paradójicamente en su desesperación, bajo la caparazón de un hermético materialismo linguístico expresa con dignidad, orgullo e impacto genial, su sensibilidad aguda al sufrimiento humano, la dureza arquetípica de la miseria y el hambre, el paradigma del pan del pobre. Su palabra, el verbo, Vallejo mismo, se hizo piedra.
Como dice John Felstiner, para Paul Celan también la piedra ha significado mudez, peligro, o una muerte al parecer insuperable
[xx]. Hay matices diferentes en la concepción de Celan sobre la pieda en la evocación de su famoso poema “Radix, Matrix” que empieza con los versos Como uno habla a una piedra/como tú/desde el abismo, alusión a la realidad sucumbida de eventos y personas como sombra sólida, innamovible, indescriptible
[xxi], y también a la inhospitalidad y enmudecimiento del ser humano, a ser solidariamente superados. Ejemplifican nuestro análisis varios poemas, entre ellos, el antes citado “En los ríos” En los ríos, al norte del futuro,/tiendo la red que tú/titubeante cargas/ de escritura de piedras,/sombras. La rotundencia protectora en su desnudez del poema “Cualquier piedra que levantes” Cualquier piedra que levantes-/desnudas/a los que piden la salvaguardia de las piedras:/desnudos renuevan el entramado desde hoy;. y el poema “Oí decir” que nos encierra en la circularidad existencial y del lenguaje: Oí decir que en el agua/hay una piedra y un círculo y sobre el agua una palabra,/que pone el círculo en torno a la piedra . Y la transformación que se experimenta en el poema “Flor”: La piedra./ La piedra en el aire, a la que seguí./Tu ojo, tan ciego como la piedra./ Éramos/manos,/ vaciamos la tiniebla, encontramos/la palabra que remontó el verano :/flor./Flor – una palabra de ciego./Tu ojo y mi ojo: proveen/ el agua./ Crecimiento./ Pared a pared del corazón/se acumulan las hojas./ Una palabra aún como ésta y los martillos/cimbran libres.
Se combinan también en estos poemas, elementos que nos remiten ya sea por paralismo o contraste a imágenes judías o cristianas de cierta esperanza de que la piedra del desierto florezca desde las aguas (lágrimas), es tiempo que la piedra consienta a florecer, o se pase por la piedra a la resurrección, como mensaje de su escritura de piedra, a la que se aferra en su historia tribal y línea matriarcal en su poema “Compañero de viaje”, dedicado a su madre en el que establece: Esta palabra es la pupila de tu madre./ La pupila de tu madre comparte tu lecho,/ piedra a piedra./La pupila de tu madre se inclina hacia la migaja de luz..
James K. Lyon, ha analizado intensamente este aspecto en su artículo “El lenguaje de la piedra de Paul Celan: la geología del lenguaje poético”
[xxii] . En conclusióm, como establece Jean Lacoste
[xxiii],”en el vocabulario metafórico de Celan, la “piedra” ocupa una posición absolutamente central: arrastra, de un modo fúnebre, el peso de todas las muertes en las palabras. Y el cerro se convierte en túmulo (“Grabhügel”).
3. Del silencio
Desde el verso de Vallejo Entonces… ¡Claro!… Entonces… ¡ni palabra! Hasta los de Paul Celan Atardecer de las palabras/buscador de manantiales en el silencio
[xxiv], podemos –como tantos otros críticos de la obra de estos poetas- afirmar que ambos hablan desde el silencio, si bien fueron diferentes sus silencios, sus tipos de discursos del silencio haciendo añicos el lenguaje como símbolo de la muerte, del no-ser, de que personalmente estaban destrozados. Vallejo desde el español con el quechua, en su sufrimiento profundo de exilio, enfermedad, desempleo, soledad, hambre y Paul Celan, rumano desde el alemán, lengua materna que perdura para atormentarlo, por ser la lengua de los verdugos que eliminaron en el Holocausto a su madre y torturaron a su padre, a su pueblo, experiencias ante las cuales el ser humano está absolutamente desprovisto de palabras en su propio idioma. En ambos, un silencio real y aterrorizante. Gutiérrez Giradot afirma “Vallejo y Celan expresan una experiencia histórico-universal o dicho más exactamente buscan el lenguaje y lo crean capaz de expresar la mudez universal que convoca la ambigüedad del Nihilismo y sus diversas formas…”
[xxv] Es “la cortedad del decir” de que habla Eduardo Milán, su no-decir en el que “el sentido cobra fuerza”, silencio que posibilita “la búsqueda de la relación con una realidad que es inaccesible”
[xxvi]. Acaso se pueda encuadrar la discusión en lo que alude D.T. Suzuki en cuanto “algunos filósofos y teólogos hablan del Silencio oriental en contraste con el Verbo occidental, que se convierte en carne”, entendiendo que ese "silencio", no se opone al "verbo", “sino que es el verbo mismo, es el "silencio atronador" y no el que se sumerge en las profundidades del no-ser, ni se absorbe en la indiferencia eterna de la muerte. El silencio oriental se parece al ojo del huracán; es el centro de la furiosa tormenta y sin él no es posible ningún movimiento. Extraer este centro de inmovilidad de lo que lo rodea es conceptualizarlo y destruir su significado”
[xxvii]. Y siempre en un sentido dialógico, como lo señaló Paul Celan, “todo poema es un diálogo, a menudo un diálogo desesperado”.
¡Y si después de tantas palabras,/no sobrevive la palabra! Los poemas de Vallejo. sorprendentes en su audacia y novedad linguística, mantienen una unidad autónoma que se autogestiona
[xxviii], con palabras que son la casa de su ser desamparado. Sus versos nacen del silencio, del desgarramiento desamparado de la humanidad y, como sangre de nuestra sangre, nos involucran en un tránsito compartido de estos sufrimientos. Y lo hace con su hermetismo que grita con neologismos, arcaismos, aliteración, cacofonías, onomatopeyas, la efusión retótica de signos de admiración, interrogación , puntos suspensivos, espacios vacíamente blancos, destrozamiento de gramática y sintaxis, cesuras y encalbamientos inusuales y hasta errores/orrores intencionales, como se puede comprobar, por ejemplo, en el poema “Pedro Rojas” (connotación de piedra y sangres), en el que escribió, B con V: ¡Viban los compañeros/ a la cabecera de su aire escrito!¡Viban con esta b del buitre en las entrañas/de Pedro/y de Rojas, del héroe y del mártir. Dentro del análisis postmarxista sobre la enajenación de Julia Kristeva, podemos afirmar con Dianna Niebyliski que también para Vallejo, el silencio fue una de las herramientas escogida en su exilio para expresar sus multiples frustraciones de desplazamiento, desposeimiento, pérdida de identidad, un “mutismo polimórfico”
[xxix]. Asalto a la sintaxis, acumulación absurda de palabras, como declara en el verso Quiero escribir pero me sale espuma/quiero decir muchísimo y me atollo
[xxx] o la “des-enunciación” del aparentemente convencional verso ¿Y bien? Te sana el metaloide pálido
[xxxi]. En “Los desgraciados” dice que solo puede hablar por “el órgano de [s]u silencio” y en muchas otras instancias como apuntan Dianna Niebyliski
[xxxii] y Jean Franco
[xxxiii] en sus detallados estudios sobre este tema.
¿Cómo es el silencio de Paul Celan?
[xxxiv] Un enmedecimiento, minimalismo en la extension de sus poemas, un lenguaje disminuido, casi como alegoría gráfica de la extinction, cómplice para la potencialización impactante de las palabras, que son esqueletos,
[xxxv] y sus significados, a ser comprendidos en voz alta. Así lo dice en su discurso de Bremen “El poema, en la medida en que es, en efecto, una forma de aparición del lenguaje, y por tanto de esencia dialógica, puede ser una botella arrojada al mar, abandonada a la esperanza –tantas veces frágil, por supuesto- de que cualquier día, en alguna parte, pueda ser recogida en una playa, en la playa del corazón tal vez. Los poemas, en ese sentido, están en camino: se dirigen a algo. ¿Hacia qué? Hacia algún lugar abierto que invocar, que ocupar, hacia un tú invocable, hacia una realidad que invocar.” El silencio petrificado no ante un enigma sino ante el abrumamiento de lo inhumano de lo acontecido, de una creación vacía de sentido; el verse forzado a “decir la verdad” en su lengua materna que es la de los que asesinaron a su madre, en un contexto de pavor, de espanto, en el sentido heideggeriano de que “El hombre no sólo carece de salidas frente a la muerte cuando llega su hora sino de modo constante y esencial. Es cuanto es, se halla en el camino sin salidas de la muerte. En este sentido, la existencia humana es el acontecer mismo de lo pavoroso.” “Este acontecer de lo pavoroso inicialmente tiene que ser fundado para nosotros como la ex-sistencia.”
[xxxvi]. Hugo Echague
[xxxvii] precisa el sentido del silencio en la obra de Paul en una aproximación dialéctica a su lírica que por una parte es una réplica a la imposibilidad de la poesía después de Auschwitz (según la postura de Theodor Adorno), que se alza en el marco de la aniquilación de la guerra y el nazismo que arrasó también con la comunión del lenguaje (el silencio exhumado de George Steiner), y, por otra parte, como un silencio que es palabra, palabra casi imposible, balbuceo
[xxxviii] desnudo, tenso, críptico, textualidad mínima, abundancia del blanco del silencio en la página. Así es la lírica de Celan, que conjura la muerte con esos espacios que separan los vocablos y los hace inteligibles, “el silencio que hace audible la palabra oral… el blanco tan temible en una página”
[xxxix].
El tú y yo que se relacionan como dos/bocanadas de silencio en su poema Sprachgitter. El silencio de su poema “Argumentum e silentio” dedicado a René Char con sus versos A la cadena atada/entre oro y olvido:/la noche./…/A ella la palabra lograda al silencio. Cuando el poeta entra en el silencio, la poesía imita a noche. Pero el silencio del poema es el de las sirenas quienes, como escribió Kafka, "tienen un arma más terrible aún que el canto, y es su silencio. Aunque no haya sucedido, es quizás imaginable la posibilidad de que alguien se haya salvado de su canto, pero de su silencio ciertamente no"
[xl]. Adorno reconoció esa posibilidad al afirmar en su Teoría estética que los poemas de Paul Celan "hablan de un indecible horror a través del silencio". La palabra poética de Celan es resistencia y resurrección lingüística frente a ese abrumante, petrificante e indecible horror, incitado acaso por la misma imposibilidad que abrumó a Adorno: el difícil, paradójicamente comprehensible e incomprehensible, silencio de sus versos De su poema “Estar” en la versión de Felipe Boso: Estar a la sombra/de la llaga en el aire/No-estar-por-nadie-ni-por-nada./ Incógnito,/solamente/por ti.//Con todo lo que cabe dentro,/sin lenguaje/también.
Maurice Blanchot ya había establecido categóricamente que: “le silence, le neant, c’est bien l’essence de la literature” (el silencio, la nada, esa es la verdadera esencia de la literatura)
[xli].
CONCLUSIÓN
Partiendo de que “el poeta se habla por lo que escribe” ( Juan Gelman), hemos recorrido y citado una abundancia de versos de César Vallejo y Paul Celan. Nos hemos encontrado con una poesía no exhuberante como la de Whitman o Neruda, pero que incorpora el sufrimiento humano, la experiencia inhumana de acontecimientos casi indecible, en su celebración poética. Viven, través de estas circunstancias oscuras, en la redención de las palabras, palabras con rupturas verbales, desintegraciones, desarticulaciones, como añicos del destrozo que los poetas eran, pero que surgen con toda su fuerza de esa negatividad, en medio de una “construcción áspera por antonomasia”
[xlii]. Dijo Paul Celan en el citado discurso de Bremen (1958): «Quedaba la lengua, sí, salvaguardada, a pesar de todo. Pero hubo entonces que atravesar su propia falta de respuestas, atravesar un terrible mutismo, atravesar las mil espesas tinieblas de un discurso homicida. Atravesó sin encontrar palabras para lo que sucedía. Atravesó el lugar del Acontecimiento, lo atravesó y pudo regresar al día enriquecida por todo ello. Es ése el lenguaje en el que, durante esos años y los años siguientes, he tratado de escribir mis poemas»
[xliii].
Paul Celan y César Vallejo han escrito su memoria, su experiencia, su profecía, con la ensoñación de la piedra, su fenomenología del hermetismo, como “contra-palabra” digna y elocuente; aplicándose a ambos, lo que afirmó Alejandra Pizarnik sobre Yves Bonnefoy: «Poesía fundada sobre lo irremediable, la muerte y el silencio. Leerla es encontrar la verdadera voz callada de las cosas, del mundo del afuera y del adentro es descubrir que el silencio no es la interrupción de voz, sino una zona iluminada donde el lenguaje dice sin decir, envuelve a las cosas como a un guante haciendo a su mudez, a su inmovilidad. Ni voz ni pausa entonces sino figuras silenciosas, imágenes dibujadas por una voz inaudible.»
[xliv]
Y en solidarizarse, vivir en sus palabras redentoras, en escuchar su mensaje, el lenguaje de Paul Celan y César Vallejo, consustanciados fraternalmente con el dolor, la condición humana, la lucha social, reside la esperanza de todos, ante el ser-hambre, ser-miseria, ser-nada. “Voy a hablar de la esperanza”… Con sus palabras, los añicos de sus versos que recogimos y su silencio, ellos sobreviven en los seres humanos.
NOTAS:
[i] Citado por Eduardo Milán en su su artículo “En su ausencia: tres notas sobre la poesía”, en el libro de Blanca Solares, ed., Los lenguajes del símbolo, Anthropos, Barcelona: 2001, pp. 119.[ii] Citado por George Steiner en Gramáticas de la Creación, Traducción de Andoni Alonso y Carmen Galán Rodríguez, Editorial Siruela, Madrid: 2001.[iii] Citado por Marco Martos en su artículo “Paul Celan, poeta acorralado” en Libros y Artes, Revista de cultura de la Biblioteca Nacional del Perú, No. 2, Julio de 2002[iv] Edward Hirsch, “The Work of Lyric: Night and Day”, Georgia Review, LVII, 2 (Summer 2003), 368[v] Rafael Gutiérrez Girardot, “Celan y Vallejo: la poesía ante la destrucción”, Hispania, vol 72, pp.49-54.[vi]Simón Royo, “La esperanza revolucionaria de César Vallejo” en La ventana, Revista de la Casa de las Américas, 20 de Junio del 2003.[vii] Mary Docter, “La piedra y la masa: un análisis comparativo de dos textos”, en Hispania, No. 72 (marzo, 1989), pp.73-77.[viii]Stephen Hart Religión, política y ciencia en la obra de César Vallejo, Támesis Books, 1987,
[ix]Paul Celan, Hebras de sol, Trad. De Ela María Fernández-Palacios y Jaime Siles, Colección Visor de Poesía, 2da, Edición, Madrid: 2002.[x] Traducción que aparece en la compilación de Yolanda Pantin, Alexis Romero, Jaqueline Goldberg, Hernan Zamora, Igor Barreto, Alfredo Herrera y Sonia González.[xi] Shira Wolosky, Language Mysticism, Stanford University Press, 1995.[xii] Traducción de José Angel Valente en su libro Cuaderno de versiones, pp. 238-243, Galaxia, Gutemberg: 2002.[xiii] John Felstiner, Paul Celan: Poet, survivor, Jew. Yale University: 1995.[xiv] Girardot, R.G., “Celan y Vallejo: la poesía ante la destrucción”, En: Simposio Internacional “Vallejo y España”. En homenaje a los 50 años de la muerte del poeta 1938-1988. Los Angeles, University of California, 1988, p. 54.[xv] Sostiene Juan Larrea: “se dijo de Rimbaut, no sin cierto viso de verosimilitud, que era fundamentalmente un místico. Con cuánta más razón puede afirmarse lo mismo de Vallejo”, en la página 119 del artículo “Significado conjunto de la vida y de la obra de César Vallejo”, en Julio Ortega, editor, César Vallejo, Ed. Tauras, Madrid: 1974, pp. 119-152.[xvi] En artículo “La religiosidad, César Vallejo” en Julio Ortega, o.c., pp. 383-389.[xvii] Citado por José Prats Sariol en su artículo “De cuando Gastón Baquero se sentaba a caminar con César Vallejo” en www.cubaencuentro.com/revista/revista-encuentro/.../47.../de-cuando-gaston-baquero-se-sentaba-a-caminar-con-cesar-vallejo - 140k[xviii] Ver el anélisis de Marta Waldegaray, “ Materialidad lingüística y humanidad del lenguaje en César Vallejo (análisis de dos poemas de TRILCE)” en Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid:.http://www.ucm.es/info/especulo/numero20/vallejo.html[xix] En Enrique Ballón (ed.), Teatro completo. Vol. 2. Lima: 1979, Pontificia Universidad Católica del Perú, pp. 147-217.[xx] John Felstiner, o.c., p. 284.[xxi] Ver el interesante estudio de Mordechai Omer, "As One Speaks to Stone" – The Evocation of Celan's Poetry in the Worksof Micha Ullman and Adam Berg, en www.tau.ac.il/arts/projects/PUB/assaph-art/assaph3/articles_assaph3/16MottiOmer.pdf.[xxii] "Paul Celan's Language of Stone: The Geology of the Poetic Landscape," Colloquia Germanica (1974), pp. 298-317.[xxiii] En su reseña del libro de Jean Bollack, Piedra de corazón, traducción de Arnau Pons, Arena Libros, Madrid, 2002.,[xxiv] “Atardecer de las palabras” de Umbral en umbral, 1955.[xxv] R.G. Girardot, “Celan y Vallejo: la poesía ante la destrucción”, En: Simposio Internacional “Vallejo y España”. En homenaje a los 50 años de la muerte del poeta 1938-1988. Los Angeles, University of California, 1988, pp. 49-55.[xxvi] Ver más extensamente su artículo “En su ausencia: tres notas sobre la poesía”, en el libro de Blanca Solares, ed., Los lenguajes del símbolo, Anthropos, Barcelona: 2001, pp. 118-124.[xxvii] D.T. Suzuky y Erich Fromm, Budismo zen y psicoanálisis. Fondo de Cultura Económica, México, 1987.[xxviii] Sergio Prevaz, “César Vallejo, El poema como unidad autónoma” en www.geocities.com/rpoetas2000/N2002/N03_02.htm - 295k[xxix] Julia Kristeva, Strangers to ourselves. New York: Columbia University Press, 1991, p. 16.,[xxx] César Vallejo, Obra poética completa, Ed. Enrique Ballón Aguirre. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979, p.132[xxxi] César Vallejo, Obra poética completa, Ed. Enrique Ballón Aguirre. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979, p.176[xxxii] Dianna Niebyliski, The Poem on the Edge of the Word. The Limits of Language and the Uses of Silence in the Poetry of Mallarmé, Rilke and Vallejo. New York, Peter Lang, 1993, específicamente su capítulo “Vallejo’s Poemas Humanos: Language and Silence as Expressions of Despair”, pp. 129-163..[xxxiii] Jean Franco, César Vallejo. The Dialectics of Poetry and Silence. Cambridge, Cambridge University Press, 1976.[xxxiv] Sarah Cohen, El Silencio de Los Poetas:Pessoa,Pizarnik,Celan,Michaux, Ed. Biblos: 2002[xxxv] “Una palabra, tú sabes/-un esqueleto/Lavémoslo/arreglémoslo/volvamos su ojo/hacia el cielo”. [xxxvi] Martin Heidegger, Introducción a la metafísica. Trad. de Angela Ackermann Pilári. Barcelona, Editorial Gedisa, 1993, p. 146[xxxvii] Hugo Echague, “Una aproximación a la lírica de Paul Celan”. Tópicos (Sta. Fe), ene./dic. 2007, no.15, p.77-86..[xxxviii] Ver el poema “Tubinga, Enero” donde dice Si viniera, / si viniera un hombre, / si viniera un hombre hoy al mundo / con la barba de luz de los patriarcas: / él podría sólo / balbucir, balbucir, / una y otra, una y otra / vez, vez.[xxxix] Guillermo Saccomanno, “El tango de Auschwitz”, Página 12, Edición del Jueves 23 de setiembre, 2004.[xl] Citado en George Steiner, Lenguaje y silencio, Editorial Gedisa Editorial: 1982, p.85.[xli] Maurice Blanchot, La littèrature ou le droit à la mort, en La part du feu, p. 300.[xlii] Frase de Eberhard Geisler, en su artículo "Sobre la poesía de Gonzalo Rojas y su relación con Paul Celan" Ibero-Amerikanisches Archiv, Taller Literario con Gonzalo Rojas, 151, 1989, pags. 103-116.[xliii]Traducción de José Angel Valente en su libro Cuaderno de versiones, pp. 238-243, Galaxia, Gutemberg: 2002[xliv] Alejandra Pizarnik, Yves Bonefoy "Algunos poemas," en La Nación [Bs.As.]. 28 Noviembre, 1971.
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Luis Alberto Ambroggio es miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y PEN. Poeta, ensayista y crítico con nueve poemarios publicados, integrante de antologías poéticas de los EE.UU. (Cool Salsa, DC Poets Against the War), España (Nueva Poesía Hispanoamericana, Prometeo y otras) y Latinoamérica. Su poesía aparece en numerosas revistas, suplementos culturales, textos de Literatura (“Pasajes” y “Bridges to Literature”). Ha obtenido premios y distinciones. Su poesía ha sido grabada en los Archivos de Literatura Hispana de la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. Leer más de este poeta en:
Arte Poética_Rostros y Versos y en
Laberinto del Torogoz.