En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



jueves, 4 de septiembre de 2008

Yo me puse_Ana María Veas

Fotografía:Paseo Atkinson, Valparaíso, Chile





YO ME PUSE…



Dedicado a André Cruchaga


Yo, un día, me puse en el fuego helado del desierto que es no más que párpado cerrado.Fui la terrible eremita en medio de la lengua infinita de un cosmos.
Me quedé sin el abrigo de las cosas, y dejé el calor del rebaño;
ala con ala, como los temerosos pingüinos del ártico, ya no estaba.
De eso se trata cuando se es eremita, el valiente. El temerario.
Lejos han quedado las asas, los subterfugios, el haz
de sombras donde armamos la tienda y nos decimos felices como pulgones.
Me daban los vientos de sal, me volaban los ojos los demonios astutos y persistentes que roen dentro, detrás de las retinas. No hay nadie. Entonces aparecen las preguntas como un ejército de ácidos soldados de ultratumba dispuestos a devorar hasta el último latido de los sueños del hombre,
el ángel herido y postrado,
el anatematizado.
Entonces comencé a ser Hombre, el Solo. Y mi voz se hizo auténtica.
No cantaba en falsete.
No usaba antifaces ni hacía pasos de baile en pleno luto.
Nada de venias a la Nada.
Fui fruto maduro para recibir la visita esperada en medio de mis tojos
y los rugidos paralogizantes del viento cuando se siente libre como un potro sin aldea.
Y Te hallé Hermosura
de la hermosura. Yo era una costra roja por los golpes del silencio absoluto.
Pero Te hallé Belleza de la belleza.
Me había puesto amarilla como la arena y mis huesos asomaban por mis hombros.
Tenía toda la sed y todos los horados que hacen los demonios
para amilanar estos heroísmos. Estas temerarias llamaradas de los ojos humanos. Estas fuerzas ciclópeas del más desnudo de los animales.
Pero Te encontré Padre del amor. Amor mismo. Finísimo hilador silencioso
que se sabe mi nombre secreto. Dulzura que unes tu aliento a mi aliento y en tu palma despierto, bajo tu mirada que el sol adorna.
Mis labios resecos iniciaron mis salmodias y mis salmos se aprendieron las aves de cumbre que son las más puras por allá porque su nido es el silencio.
Desde entonces yo puedo pasar en medio de la noche, erguida como el conquistador
de las otras tierras que esperan. Es cierto que aún me tiemblan las manos
como las del ciego del pórtico. Y dicen que tengo cien o mil años.
Pero no saben que en las planicies de ese rostro sin nadie de la tierra
se llega a ser niño o florecilla o espiguilla que ríe al sol…en el Pecho de Dios que nos hila
y canta como la madre que no tuve. Y que nunca podría existir…
©ANA MARIA VEAS GONZALEZ
Chile, Quilpué, 28 de agosto de 2008
16:51
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