Fotografía: César Ramírez (Caralvá), El Salvador.
“Estoy como el río que se enamoro de una virgen”
Inauguramos 3000 un sábado de aquél noventa, su canto más bien infantil, acarició la peor guerra civil, fuimos entonces gritando como poetas infantes, más locos que el buen Van Gogh… pero llenitos de impresos. Al margen de cualquier tiempo, uno se encuentra presente, al borde de un mar de gente o en una mesa de pizza, sin pretender nunca el cielo apareció entre nosotros.
Nos encontramos de pronto rodeados de tantos amigos, amanecía en la Patria y compartimos las penas, no existe afán más leve, para el que escribe poesía que un 16 de enero también vivimos el cielo.
Aferrados en espejos, plegarias y mil creyentes, que sin reposo escribieron impresos inolvidables, son tantos cuentos, de mil amigos, que en Barataria restringen palabras de André Cruchaga.
Y cuando el mar ahogó, en nuestros cantos silvestres, la fantasía en presente, apareció en nuestra vid, un tal David Escobar, más ángel en la poesía que miembro de fantasía, como testigo de cargo y han pasado 20 años.
Para olvidar las pobrezas, no limitamos cervezas y concurrimos al cambio, sin importar los cruceros. Bebimos los derroteros, junto a Gabriel Otero. Cabe decir que la estancia no sabe vivir circunstancia… tertulias de limosneros, siempre nos faltó dinero, al cabo en sábado del mar las velas, Dios alejaba las penas. Quizás por Claudia Hernández, comprendimos que el candor tiene alas de ternura, en pleno San Salvador.
Y siempre creí que el destino, jugaba en nuestros papeles, incinerando oropeles, llenando de furia las alas y saludando en su paso al cuate de Javier Alas. Pobres nosotros poetas que alzamos escudos y flechas con versos inofensivos, quisimos matar la bestia, con puros “cuentos de barro”, debimos ser como Roque, citando a Prevert, Eliot, Michaux y Ezra Pound…
Ahora tendremos suerte si escribimos en el desierto, al borde de un en tuerto, un camino, con el mejor de los lamentos. Ahora seremos fuertes si concebimos aquellos mundos, un cielo eterno, un pozo áureo, una pequeña historia en la plena catedral.
La vida en sus largos atardeceres, diluyó millones de nuestros luceros, cada quién entregó lo mejor al diario impreso, cedazos de sus laureles.
Legítimo trabajo, cada quién se gana el pan con lo que puede, pero nada paga el sabor del mar al escribir, desde un portal o un sitio memorial al disparar al vuelo, lo mejor de un “te quiero Patria mía”, como arma subversiva..
Queridos amigos y amigas, la poesía entre sus manos iluminó las peores esferas del Hades, pequeño consuelo ante los cancerberos del averno. Nuestro canto fue el cantar del horizonte, un sitio junto al mar, un bosque, un recital, la flecha y el umbral del manantial. En extrañas ocasiones como aquellas, guerra y poetas vivieron juntos sus mejores momentos, hasta que la guerra se quedo sola, con el botín de sangre irrecuperable.
Pero después de todo, la poesía es la mejor respuesta a la soberbia…
Así podrán continuar con las escalas politonales en medio de la tecnología o su propia ideología, desgranando cipreses al borde de las autopistas, la felicidad entonces del hallazgo literario será la mejor recompensa a tanto territorio asfaltado.
Tengo voces que acompañan mi camino y a pesar del ruido matutino, persisten en apuntar su mágico sonido:
"Abandonamos el cielo con su insolación empañada de luna": Gabriel Otero,
"Siento que tantas pavesas que nos buscan el pecho/me llenan también de ceniza el corazón”: Javier Alas; "Arabella es una mariposa inédita en mi pecho": André Cruchaga,
"Estimados amigos panfletarios: Ustedes tan serios, tan desafiantes, tan iracundos, tan feroces, ¿por qué le tienen tanto miedo al vuelo de una mariposa? " David Escobar Galindo.
Y bajo el dintel del muro más osificado, puedo escribir pequeños fragmentos de vivaces alegrías, comparsas nocturnales, encuentros cerveceros, feroces amaneceres de dulces testimonios con ustedes.
Es tarde ahora para claveles rojos, destellos de soles rojos anuncian otros ocasos, mi vista encuentra junto a vosotros escudos y maravedíes, es tarde ahora, las pequeñas cosas se van quedando solas, soy entonces como Ulises, harapiento y limosnero, al igual que Diógenes, mi patria es cualquier parte con las rocas del camino y tengo un arco tensado apuntando en mi destino.
He de morir como todos, al cabo de cuantos años o he de sentir en pocos días lo mismo que tantos bardos. He de vivir para siempre pensando que mi escribir acompañó sus ensayos y la infinita esperanza, decanta en mil espejos sus rostros junto al 3000.
César Ramírez,
El Salvador, 15.III.08
Rerum et novus II
Parte II
Nosotros cómplices del futuro, sin otro destino que lo nuevo, novedoso y rebelde, escribimos en presente, el triunfo sobre los fusiles, el nombre de los prisioneros, el olor del olivo en comunión con el trigo, el desplome del muro y los emergentes senderos del nuevo sol entre nosotros.
No piensen que todo terminó, porque el tiempo no corre, nosotros creemos ver sus corceles. Pero no existe. “Hoy” es nuestro rostro, solo “Hoy”, pequeño esfuerzo del Tercer Milenio en el verbo.
Este es un encuentro feliz, un signo de reunión en diminutos soles internos, todos poseemos un pequeño silencio luminoso que nos une por siempre.
Escribir es nuestro mejor rubro en este inmenso conjunto de egos, escribir es un sonido interno que construye: universos, rostros, colores, noches de plenilunio, efigies, insectos, reductos hiperbólicos, dioses en microchips, destellos contundentes del neutrón en colisión.
Y tenemos el difícil oficio de contribuir en tu fe por el nuevo verbo, el nuevo destino del Tercer Milenio. Ese verbo que en su infinito rostro, segundo por segundo, mueve nuestros egos.
Comunión es este pequeño punto defendido desde el documento impreso. Comunión es el documento que en tus ojos emerge inocente, como el verso del ofendido. Fieles en el sol construimos lo nuevo. Pueden ver que no mentimos. Que existe en este mínimo encuentro, signos ineludibles de esplendor, vivos testimonios de lo posible en este pueblo increíble.
Pues bien, no hemos roto ningún sello del infierno que expulse pequeños seres opuestos en sus oficios en nuestros principios, seguimos como en otros tiempos cómplices del presente, en el minuto y segundo menos lluvioso de febrero. Ningún ser de este mundo te quiere menos que nosotros. Como el primer volumen somos los mismos necios en el imperioso encuentro con el presente, con sus universos impredecibles, con sus cuentos y los torrentes cibernéticos del sitioWEB. No existe el tiempo con sus temores, porque un pequeño dios construye desde nosotros tu destino. Descubrir sus intensiones se convierte en nuestros impresos.
Tu querido lector, eres en comunión con el verbo, el objeto de nuestro espíritu. Escribir es un soneto convertido en puente, entre el húmedo invierno y el liberto colibrí.
Soneto concurrente de felices momentos, que mostró su rostro en pleno conflicto, luego esculpió el quieto sello de los fusiles, soneto vidente del limonero en flor y su olor en niños vendedores de discos proscritos. Ese soneto de repente es verde con signos del norte, lo respiro en los encuentros de negocios y en reuniones de cyberclub, en el níquel del colectivo o en mis momentos económicos. Soneto de los pobres y ricos que divertidos en el periódico leen juntos, sin conocerse, los prodigios del escritor.
Hoy siempre es presente. Escribir es un tributo por el genio y opuesto en el reloj del reposo, gélido vuelo con serpientes emergentes, recurrentes, con boletos sin retorno.
Y si lo quieren soy testigo de su presente perfecto… Y sigo joven como ustedes, que viven el histórico encuentro con su propio nombre en presente.
“Nos proponen el futuro y nosotros nos defendemos del futuro” (RD).
Siempre en presente queridos lectores, no dormiremos con el vino, viviremos despiertos como los delfines de Neptuno, el verso vespertino y sus continentes precolombinos.
Por hoy ¡vete demonio viejo!, ¡no envenenes nuestros espíritus con tus pretéritos recuerdos!, lo nuestro no es noche, ni estorbo siniestro de tu glotón intestino, vete, no pienses que lo nuevo te pertenece, porque ese es nuestro rubro: insurgente y sospechoso destino.
César Ramírez,
El Salvador, 17.III.08
Rerum et novus IParte I
“Estoy como el río que se enamoro de una virgen”
Sǿren kierkegaard
Inauguramos 3000 un sábado de aquél noventa, su canto más bien infantil, acarició la peor guerra civil, fuimos entonces gritando como poetas infantes, más locos que el buen Van Gogh… pero llenitos de impresos. Al margen de cualquier tiempo, uno se encuentra presente, al borde de un mar de gente o en una mesa de pizza, sin pretender nunca el cielo apareció entre nosotros.
Nos encontramos de pronto rodeados de tantos amigos, amanecía en la Patria y compartimos las penas, no existe afán más leve, para el que escribe poesía que un 16 de enero también vivimos el cielo.
Aferrados en espejos, plegarias y mil creyentes, que sin reposo escribieron impresos inolvidables, son tantos cuentos, de mil amigos, que en Barataria restringen palabras de André Cruchaga.
Y cuando el mar ahogó, en nuestros cantos silvestres, la fantasía en presente, apareció en nuestra vid, un tal David Escobar, más ángel en la poesía que miembro de fantasía, como testigo de cargo y han pasado 20 años.
Para olvidar las pobrezas, no limitamos cervezas y concurrimos al cambio, sin importar los cruceros. Bebimos los derroteros, junto a Gabriel Otero. Cabe decir que la estancia no sabe vivir circunstancia… tertulias de limosneros, siempre nos faltó dinero, al cabo en sábado del mar las velas, Dios alejaba las penas. Quizás por Claudia Hernández, comprendimos que el candor tiene alas de ternura, en pleno San Salvador.
Y siempre creí que el destino, jugaba en nuestros papeles, incinerando oropeles, llenando de furia las alas y saludando en su paso al cuate de Javier Alas. Pobres nosotros poetas que alzamos escudos y flechas con versos inofensivos, quisimos matar la bestia, con puros “cuentos de barro”, debimos ser como Roque, citando a Prevert, Eliot, Michaux y Ezra Pound…
Ahora tendremos suerte si escribimos en el desierto, al borde de un en tuerto, un camino, con el mejor de los lamentos. Ahora seremos fuertes si concebimos aquellos mundos, un cielo eterno, un pozo áureo, una pequeña historia en la plena catedral.
La vida en sus largos atardeceres, diluyó millones de nuestros luceros, cada quién entregó lo mejor al diario impreso, cedazos de sus laureles.
Legítimo trabajo, cada quién se gana el pan con lo que puede, pero nada paga el sabor del mar al escribir, desde un portal o un sitio memorial al disparar al vuelo, lo mejor de un “te quiero Patria mía”, como arma subversiva..
Queridos amigos y amigas, la poesía entre sus manos iluminó las peores esferas del Hades, pequeño consuelo ante los cancerberos del averno. Nuestro canto fue el cantar del horizonte, un sitio junto al mar, un bosque, un recital, la flecha y el umbral del manantial. En extrañas ocasiones como aquellas, guerra y poetas vivieron juntos sus mejores momentos, hasta que la guerra se quedo sola, con el botín de sangre irrecuperable.
Pero después de todo, la poesía es la mejor respuesta a la soberbia…
Así podrán continuar con las escalas politonales en medio de la tecnología o su propia ideología, desgranando cipreses al borde de las autopistas, la felicidad entonces del hallazgo literario será la mejor recompensa a tanto territorio asfaltado.
Tengo voces que acompañan mi camino y a pesar del ruido matutino, persisten en apuntar su mágico sonido:
"Abandonamos el cielo con su insolación empañada de luna": Gabriel Otero,
"Siento que tantas pavesas que nos buscan el pecho/me llenan también de ceniza el corazón”: Javier Alas; "Arabella es una mariposa inédita en mi pecho": André Cruchaga,
"Estimados amigos panfletarios: Ustedes tan serios, tan desafiantes, tan iracundos, tan feroces, ¿por qué le tienen tanto miedo al vuelo de una mariposa? " David Escobar Galindo.
Y bajo el dintel del muro más osificado, puedo escribir pequeños fragmentos de vivaces alegrías, comparsas nocturnales, encuentros cerveceros, feroces amaneceres de dulces testimonios con ustedes.
Es tarde ahora para claveles rojos, destellos de soles rojos anuncian otros ocasos, mi vista encuentra junto a vosotros escudos y maravedíes, es tarde ahora, las pequeñas cosas se van quedando solas, soy entonces como Ulises, harapiento y limosnero, al igual que Diógenes, mi patria es cualquier parte con las rocas del camino y tengo un arco tensado apuntando en mi destino.
He de morir como todos, al cabo de cuantos años o he de sentir en pocos días lo mismo que tantos bardos. He de vivir para siempre pensando que mi escribir acompañó sus ensayos y la infinita esperanza, decanta en mil espejos sus rostros junto al 3000.
César Ramírez,
El Salvador, 15.III.08
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Rerum et novus II
Parte II
Nosotros cómplices del futuro, sin otro destino que lo nuevo, novedoso y rebelde, escribimos en presente, el triunfo sobre los fusiles, el nombre de los prisioneros, el olor del olivo en comunión con el trigo, el desplome del muro y los emergentes senderos del nuevo sol entre nosotros.
No piensen que todo terminó, porque el tiempo no corre, nosotros creemos ver sus corceles. Pero no existe. “Hoy” es nuestro rostro, solo “Hoy”, pequeño esfuerzo del Tercer Milenio en el verbo.
Este es un encuentro feliz, un signo de reunión en diminutos soles internos, todos poseemos un pequeño silencio luminoso que nos une por siempre.
Escribir es nuestro mejor rubro en este inmenso conjunto de egos, escribir es un sonido interno que construye: universos, rostros, colores, noches de plenilunio, efigies, insectos, reductos hiperbólicos, dioses en microchips, destellos contundentes del neutrón en colisión.
Y tenemos el difícil oficio de contribuir en tu fe por el nuevo verbo, el nuevo destino del Tercer Milenio. Ese verbo que en su infinito rostro, segundo por segundo, mueve nuestros egos.
Comunión es este pequeño punto defendido desde el documento impreso. Comunión es el documento que en tus ojos emerge inocente, como el verso del ofendido. Fieles en el sol construimos lo nuevo. Pueden ver que no mentimos. Que existe en este mínimo encuentro, signos ineludibles de esplendor, vivos testimonios de lo posible en este pueblo increíble.
Pues bien, no hemos roto ningún sello del infierno que expulse pequeños seres opuestos en sus oficios en nuestros principios, seguimos como en otros tiempos cómplices del presente, en el minuto y segundo menos lluvioso de febrero. Ningún ser de este mundo te quiere menos que nosotros. Como el primer volumen somos los mismos necios en el imperioso encuentro con el presente, con sus universos impredecibles, con sus cuentos y los torrentes cibernéticos del sitioWEB. No existe el tiempo con sus temores, porque un pequeño dios construye desde nosotros tu destino. Descubrir sus intensiones se convierte en nuestros impresos.
Tu querido lector, eres en comunión con el verbo, el objeto de nuestro espíritu. Escribir es un soneto convertido en puente, entre el húmedo invierno y el liberto colibrí.
Soneto concurrente de felices momentos, que mostró su rostro en pleno conflicto, luego esculpió el quieto sello de los fusiles, soneto vidente del limonero en flor y su olor en niños vendedores de discos proscritos. Ese soneto de repente es verde con signos del norte, lo respiro en los encuentros de negocios y en reuniones de cyberclub, en el níquel del colectivo o en mis momentos económicos. Soneto de los pobres y ricos que divertidos en el periódico leen juntos, sin conocerse, los prodigios del escritor.
Hoy siempre es presente. Escribir es un tributo por el genio y opuesto en el reloj del reposo, gélido vuelo con serpientes emergentes, recurrentes, con boletos sin retorno.
Y si lo quieren soy testigo de su presente perfecto… Y sigo joven como ustedes, que viven el histórico encuentro con su propio nombre en presente.
“Nos proponen el futuro y nosotros nos defendemos del futuro” (RD).
Siempre en presente queridos lectores, no dormiremos con el vino, viviremos despiertos como los delfines de Neptuno, el verso vespertino y sus continentes precolombinos.
Por hoy ¡vete demonio viejo!, ¡no envenenes nuestros espíritus con tus pretéritos recuerdos!, lo nuestro no es noche, ni estorbo siniestro de tu glotón intestino, vete, no pienses que lo nuevo te pertenece, porque ese es nuestro rubro: insurgente y sospechoso destino.
César Ramírez,
El Salvador, 17.III.08
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