Fotografía: Elena Cabrejas, Argentina.
En el agua del sueño
En el agua del sueño
Te escucho andar en las sombras, pájaro desplegado,
arrebatándome hacia los sueños que no puedes soñar.
Luchando con la espada que corta las siete cabezas
de los brujos profanos.
Agolpando las nubes hasta oír llover en tu desierto.
Te escucho con mi tercer oído subir a las cumbres
del insomnio para encontrarme. Ven, despiértame
y lleguemos juntos al territorio del agua donde se curan
todas las heridas. Donde puedes volver a seducirme
con tu obsesión de desnudarme en el espacio de tus ojos.
Ya sé porqué me llevas de la mano
caminante de escarchas que apenas sabe gemir.
Ya sé porqué me buscas incesante
en ese extraño país que no tiene noche.
Ya sé todo lo que ocultas en los callejones perdidos
donde escucho resonar tus pasos y tu última lágrima.
Sé de la lámpara con que me alumbras
para arrancar minuciosamente cada uno de mis alfileres.
Nadie puede arrebatarme el amor que tiene raíces de fuego.
Nadie puede saquear los ropajes de novia
que guardo en la íntima alcoba.
Hacedor de peces que cantan en el agua del sueño. Suave.
Como un niño de seda. Te deslizas en mí con tu mágico talismán
de enamorar. Y me conduces a las delgadas colinas de tus párpados
al oasis verdegris de tus ojos
para arrancarme la piel hasta el final de las olas.
Leer más en: www.artepoetica.net
arrebatándome hacia los sueños que no puedes soñar.
Luchando con la espada que corta las siete cabezas
de los brujos profanos.
Agolpando las nubes hasta oír llover en tu desierto.
Te escucho con mi tercer oído subir a las cumbres
del insomnio para encontrarme. Ven, despiértame
y lleguemos juntos al territorio del agua donde se curan
todas las heridas. Donde puedes volver a seducirme
con tu obsesión de desnudarme en el espacio de tus ojos.
Ya sé porqué me llevas de la mano
caminante de escarchas que apenas sabe gemir.
Ya sé porqué me buscas incesante
en ese extraño país que no tiene noche.
Ya sé todo lo que ocultas en los callejones perdidos
donde escucho resonar tus pasos y tu última lágrima.
Sé de la lámpara con que me alumbras
para arrancar minuciosamente cada uno de mis alfileres.
Nadie puede arrebatarme el amor que tiene raíces de fuego.
Nadie puede saquear los ropajes de novia
que guardo en la íntima alcoba.
Hacedor de peces que cantan en el agua del sueño. Suave.
Como un niño de seda. Te deslizas en mí con tu mágico talismán
de enamorar. Y me conduces a las delgadas colinas de tus párpados
al oasis verdegris de tus ojos
para arrancarme la piel hasta el final de las olas.
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