Fotografía: Dora Guerra, El Salvador (c)María Cristina Orantes
TIEMPO SIN TIEMPO
I
Nací un día,
sin después, ni hoy, ni antes.
Nací por un resquicio de la vida
desde un Ay desgarrado por la tarde,
entre un grito impreciso de la tierra
y un asombro celeste de los ángeles.
Nací con el cansancio de los sueños
que soñaba mi madre,
con el dolor inmenso de preguntas
infinitas que se abren
y la carga tremenda de los siglos
que transcurrieron antes.
Nací ya desterrada de mi tierra
en ajenas ciudades,
con la mente compleja y preocupada
de herencias de mi padre.
Con la corriente tierna de mujeres
engendradas de Adanes
y el torrente fecundo de varones
nacidos de su madre.
Nací con las pestañas doloridas
de llantos ancestrales
y el corazón ya contraído
de ignorados pesares.
Nací, porque alguien quiso que naciera,
con eterno equipaje:
mi yo, mi tiempo, mi dolor
y mis palabras fáciles.
Nací ya con mi espacio limitado
por fijos litorales:
con mi trozo de cielo ennubecido
y mi tierra sin mares.
Nací,
por alguna razón de la existencia,
porque los hombres nacen;
porque la vida se busca un pretexto
de resurgir en embriones fugaces.
Nací por el amor y por el llanto,
con mi dios, y mi piel, y mis pensares.
TIEMPO SIN TIEMPO
I
Nací un día,
sin después, ni hoy, ni antes.
Nací por un resquicio de la vida
desde un Ay desgarrado por la tarde,
entre un grito impreciso de la tierra
y un asombro celeste de los ángeles.
Nací con el cansancio de los sueños
que soñaba mi madre,
con el dolor inmenso de preguntas
infinitas que se abren
y la carga tremenda de los siglos
que transcurrieron antes.
Nací ya desterrada de mi tierra
en ajenas ciudades,
con la mente compleja y preocupada
de herencias de mi padre.
Con la corriente tierna de mujeres
engendradas de Adanes
y el torrente fecundo de varones
nacidos de su madre.
Nací con las pestañas doloridas
de llantos ancestrales
y el corazón ya contraído
de ignorados pesares.
Nací, porque alguien quiso que naciera,
con eterno equipaje:
mi yo, mi tiempo, mi dolor
y mis palabras fáciles.
Nací ya con mi espacio limitado
por fijos litorales:
con mi trozo de cielo ennubecido
y mi tierra sin mares.
Nací,
por alguna razón de la existencia,
porque los hombres nacen;
porque la vida se busca un pretexto
de resurgir en embriones fugaces.
Nací por el amor y por el llanto,
con mi dios, y mi piel, y mis pensares.
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