Fotografía: Norberto James Rawlings
Árbol de mis juegos
El árbol de mis juegos
se sacude la luz del día,
sobre las cúpulas de la mañana.
No da frutos
que satisfagan a los golosos.
Percute sus frágiles y acompasadas castañuelas,
en la fragante bruma del mediodía de febrero.
No viste de yodo y salitre,
como el vociferante y sediento mangle o la dócil uva playera.
Exhibe la aguda parsimonia de sus espinas,
anuncia, arrogante, la robustez de sus sombras.
(No le conciernen pesadillas de mobiliario alguno).
La penumbra es también fruto suyo,
sombra dulce que adormece y disuelve sopores,
desata follajes que iluminan las noches del trópico
y domeñan la fogosa voracidad del día.
No duerme el árbol de mis juegos.
En su prudencia se establece un faro vegetal,
Árbol de mis juegos
El árbol de mis juegos
se sacude la luz del día,
sobre las cúpulas de la mañana.
No da frutos
que satisfagan a los golosos.
Percute sus frágiles y acompasadas castañuelas,
en la fragante bruma del mediodía de febrero.
No viste de yodo y salitre,
como el vociferante y sediento mangle o la dócil uva playera.
Exhibe la aguda parsimonia de sus espinas,
anuncia, arrogante, la robustez de sus sombras.
(No le conciernen pesadillas de mobiliario alguno).
La penumbra es también fruto suyo,
sombra dulce que adormece y disuelve sopores,
desata follajes que iluminan las noches del trópico
y domeñan la fogosa voracidad del día.
No duerme el árbol de mis juegos.
En su prudencia se establece un faro vegetal,
que en la oscuridad vigila.
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