Partir al exilio es partir a la muerte. Quien abandona el claustro materno inicia, en ese momento, su propia muerte: el viaje de tumba en tumba, de país a país, de ciudad a ciudad, de pueblo a pueblo. Nuevos caminos, otros derroteros, miedos, desasosiegos, sigilos… Inicia la ficción de la vida. Semejante ficción sólo puede darse en la expresión literaria. En la descripción bíblica el paraíso contiene todos los elementos de la palabra poética. Es, por eso, la clave de la poética del exilio. La capacidad nominativa del lenguaje divino y la simbolización en la naturaleza (piedra, planta, animal, hombre) inauguran el género de la manifestación artística: inauguran el abismo o, mejor aún, el vínculo entre la realidad y la imaginación. “El Árbol de la Vida y de la Muerte, el Árbol del Bien y del Mal son la columna perpetua del hombre.”
“El tiempo es otro de los factores que deja su marca. El escritor exiliado no puede evitar el deseo de atrapar el tiempo trascurrido y de preservarlo en su vitalidad. De convertirse en un agudo observador del nuevo entorno como contraste con su lugar de origen. De nuevo, se centra en imagen, memoria y ficción como un todo inseparable.”
“Nostalgia y exilio van de la mano. La sensación de pérdida y de dificultad de ajuste propician un amplio margen de rasgos estilísticos. Lo primero que sufre una revaloración es la realidad. La realidad deja de ser terreno firme, puesto que la original se ha perdido. Ante la necesidad de crear un mundo de la nada, el acto se equipara con el pronunciamiento de la lengua paralelo al Génesis y a la creación nominativa de Adán.”
La definición más simple de exiliado es la de aquel que vive en un lugar y añora o recuerda la realidad de otro lugar. Yo he vivido exiliado durante veinticinco años. Cambió mi vida sin poder recobrar el paraíso perdido. Por eso la muerte, la nostalgia, la incesante lucha por nombrar lo que dejé en mis tierras chalatecas.
Pero en mi caso el exilio interior es voluntario, como resultado de un profundo deseo de aislamiento para mejor reconcentrar las fuerzas creadoras. Misterioso escritor oculto que, a la manera del sabio místico judío que alumbra las generaciones, no quiere
“El tiempo es otro de los factores que deja su marca. El escritor exiliado no puede evitar el deseo de atrapar el tiempo trascurrido y de preservarlo en su vitalidad. De convertirse en un agudo observador del nuevo entorno como contraste con su lugar de origen. De nuevo, se centra en imagen, memoria y ficción como un todo inseparable.”
“Nostalgia y exilio van de la mano. La sensación de pérdida y de dificultad de ajuste propician un amplio margen de rasgos estilísticos. Lo primero que sufre una revaloración es la realidad. La realidad deja de ser terreno firme, puesto que la original se ha perdido. Ante la necesidad de crear un mundo de la nada, el acto se equipara con el pronunciamiento de la lengua paralelo al Génesis y a la creación nominativa de Adán.”
La definición más simple de exiliado es la de aquel que vive en un lugar y añora o recuerda la realidad de otro lugar. Yo he vivido exiliado durante veinticinco años. Cambió mi vida sin poder recobrar el paraíso perdido. Por eso la muerte, la nostalgia, la incesante lucha por nombrar lo que dejé en mis tierras chalatecas.
Pero en mi caso el exilio interior es voluntario, como resultado de un profundo deseo de aislamiento para mejor reconcentrar las fuerzas creadoras. Misterioso escritor oculto que, a la manera del sabio místico judío que alumbra las generaciones, no quiere
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