En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



domingo, 31 de diciembre de 2006

Lectura del silencio

Luis García Gil, Cádiz, España



Prólogo a Lectura del silencio
Por Luis García Gil
(Poeta gaditano, España)

Escribe André Cruchaga como vive, con la palabra resplandeciente y veraz sobre los labios. Escritura nacida de la vida, nacida del encuentro con las cosas pequeñas, con el universo de lo cotidiano. Poeta verdadero que busca y encuentra los cauces del verdadero sustento poético. Decía Jaime Gil de Biedma que la poesía le salvaba de la muerte. Y es esa la raíz de todo poema un misterioso combate por la permanencia, más allá del olvido y de la muerte, más allá de los silencios indescifrables que nos esperan.

Lectura del silencio responde a estas exigencias y es un poemario emotivo, de adjetivación precisa y timbre poderoso. Poesía del origen, del ayer habitado, de los trenes que esconde la memoria intuida de la vida. Recordar para acercarnos más a nosotros mismos y recordar en silencio porque es absoluta la sugerencia del título del libro de André Cruchaga. La infancia que refulge en la palabra del poeta con claridad sonora, aleteando con el vuelo preciso de su revelación. Versos que existen, que son por sí mismos, y que luego forman parte de un todo unitario. Nombres rotos y ausencias entrecruzándose como jazmines cuyo aroma perdimos, como novias barridas por el beso del olvido. El poeta asume la naturaleza frágil de la vida en cada peldaño lírico que va ascendiendo.

Lectura del silencio es libro de muchas lecturas, como toda poesía que se exige y nos exige ha de contar con el compromiso del lector atento y sensible. Vivimos tiempos especialmente difíciles para el verso. El cantaautor jiennense Joaquín Sabina afirma que la gente no lee, que los libros se pudren en las estanterías, que la poesía hay que salir a cantarla. No es cierto. La poesía también hay que cantarla pero como complemento porque ante todo exige el encuentro con la palabra impresa, el temblor delicado del poema en la intimidad de la noche, el táctil recorrido por las páginas de un libro. Ahí radica el verdadero enriquecimiento del poema que se lee casi a escondidas, de ahí viene su revelación, su eco, es ésa la lectura del silencio que André nos propone con versos que recorren densamente los espacios del recuerdo, las luces infinitas de esa memoria fértil que el tiempo nos derrama.

El poeta Carlos Bousoño escribió un hermoso y profundo libro titulado Oda en la ceniza. Poesía que tenía mucho de meditativa junto a su indudable sugerencia lírica. La poesía de Lectura del silencio es también poesía que medita, que piensa, que transita por ese sentimiento trágico de la vida que recorriera Miguel de Unamuno. Palabras sobre los raíles, sobre los caminos, sobre la vida que buscamos en cada parada, en cada itinerario. André nombra al silencio y nos dice que está hecho de “inverosímiles espejos”. La soledad “se toca y se calla” y la fe redime cuando nos quedan las palabras para sustentarnos, para invitarnos a su cálida complicidad. Aquí se resume el sentido de este libro abierto a las mareas del tiempo indescifrable, aquí estalla el hondo discurso del poeta, las ricas tonalidades de su verso.

La palabra de André es ancha, emocional, llena de vida, pese a sus múltiples desasosiegos. Llega al lector porque se siente, porque no se fía al engaño o a la estratagema verbal. No estoy de acuerdo con el maestro Pessoa al expresar que el poeta es un fingidor. En cada verso de todo gran poeta hay una verdad que nos duele, que nos propone sutiles encuentros con las lágrimas, con nuestra propia interioridad perdida. El verso de André no miente y es un desbordante río que no deja de donarnos palabras y senderos. Palabras que nacen paradójicamente del silencio, de lo no dicho, de lo que se amaga y finalmente ha de darse como se da un espejo para que nos miremos en él, a la manera de Sthendal.

Os invito a leer el libro Lectura del silencio desde este Cádiz galopante por las olas del mar. André es ya un poeta sumergido en una madurez rotunda, en la estación total de la palabra deslumbrante y viva. Lectura del silencio es fiel reflejo de esa madurez y habita con palabras los callados rincones del alma porque como dice en uno de sus versos “el labio cerrado está callado de mensajes”. Obvio por tanto todo preámbulo y dejo paso al poderoso anhelo de eternidad que lleva aparejada la poesía de André Cruchaga, poesía que se queda en la memoria del que la recibe y la hace suya.

Luis García Gil,
Tamarindos, Cádiz, España.
Julio de 2002.

sábado, 30 de diciembre de 2006

Dos palabras introductorias


Dos palabras introductorias
Prólogo de David Escobar Galindo
al libro: Oscuridad sin fecha:edición español-vasco,
de André Cruchaga
DOS PALABRAS INTRODUCTORIAS


André Cruchaga es un poeta en plena y disciplinada madurez, que ha venido haciendo crecer su caudal creador desde muy temprano en la vida. Hombre vinculado entrañablemente con las vivencias campesinas y con los afanes educativos, su poesía es un testimonio constante del afán de creer en las virtualidades de la palabra en trance, y del acendrado ejercicio que convierte tales virtualidades en obra comunicable. Al hacer un recorrido por la caudalosa escritura de Cruchaga lo primero que se advierte es la fidelidad al cultivo de la propia experiencia: su poesía habla de la vida del poeta en comunión cotidiana con la vida de los otros, de los que rodean su sensibilidad y alimentan sus vivencias más fecundas. Y ese cultivo tan fervoroso y constante se confunde con la propia vida.

OSCURIDAD SIN FECHA se titula el libro que hoy se publica en edición bilingüe. Los poemas de Cruchaga están aquí traducidos al idioma vasco, por María Eugenia Lizeaga. No poseo el idioma de Euzkadi, y por eso no puedo dar fe personal de las bondades de la traducción, pero por lo que sé es trabajo realizado con inspiración sustanciosa. Y es que la poesía de Cruchaga, que es incansable búsqueda de las esencias para trasegarlas en símbolos que se filtran en palabras vivas, es natural transmisora de inspiraciones. Poesía en permanente oficio de autodescubrimiento, sin desgarramiento ni quebraduras, en la que el alma del poeta se recicla sin fin, haciendo de cada momento creador una reproducción espiritual y a la vez un reencuentro con los poderes acumulados de la existencia vivida.

Ajeno a las experimentaciones vacuas y a los alardes estilísticos superficiales, Cruchaga da la impresión de estar siempre en su pequeño mundo, en el que las ventanas abiertas dan a todos los puntos cardinales. Poeta de concentración existencial, se asoma, sin embargo, a cada instante, a los sentimientos y pensamientos de su tiempo. El sentido de su poesía es enigmático por naturaleza, pero con esa clase de enigma que se abre para albergar todas las preguntas y todas las respuestas posibles. Después de leer a Cruchaga uno se siente embargado de serenidad inquietante –y no es paradoja gratuita--, porque es como sentir a la vez escalofrío y confianza. Un verso de este libro me asalta de pronto, para ocupar su lugar en esta reflexión inicial: “Heráclito sangra a estas horas junto al otoño”.

He dicho que Cruchaga está en plena madurez, y me reafirmo en esa convicción al concluir la primera lectura de estos poemas, que desde luego merecen muchas relecturas, como ocurre con toda poesía auténtica y trascendental. La madurez del poeta es nostalgia de sí mismo y también conquista de sí mismo. La vida y la muerte, el amor y la nada, la soledad y el destino salen a cada instante a recibirnos desde los aleros, las cornisas y las terrazas de estos poemas. “Me duele saber que la vida encarna oscuridades”, dice el poeta. Pero al final reconoce que hay “un puente inventado hacia la eternidad”. Y ese invento es lo que de seguro sostiene el ímpetu de la palabra.

Muy salvadoreño y muy universal, André Cruchaga hace su recorrido por los círculos de su propia impaciencia creadora, como aquellos esforzados caminantes de las romerías de Esquipulas, que yo veía pasar, siendo niño, de regreso de su larguísima travesía, por la calle polvorienta del Cantón San Nicolás, en Apopa. Hombre de romería interior, André Cruchaga hace un alto a cada instante para soltar la golondrina de un mensaje descifrado. Las golondrinas que se han posado en los alambres de este libro nos recuerdan que el tiempo es una romería a la vez fosforescente y sombría. Ni la oscuridad ni la luz tienen fecha.


DAVID ESCOBAR GALINDO
San Salvador, 5 de febrero de 2006.

viernes, 22 de diciembre de 2006

Aventura de alzar el vuelo

Fotografía: Nocturno de Joan Miró

Mira mi luz

Mira mi luz que permanece en cielo
Claro. Oye la razón de mi sentido:
Palabras hace mi razón, no olvido.
Sed intensa mi alma, tempestad, suelo

Por donde la ventura alza su vuelo.
Mira el soplo del viento guarnecido
En mi pecho. Allí está esclarecido
Como el trueno partiéndose en su duelo.

Estrellas hay llevándose las penas.
Penas hay de arrepentida fiera
En el sagrado río de la vida…

Y no son para menos estas penas
De vivir desviviéndome en la espera,
De vivir una vida combatida…
Barataria, 22 de diciembre de 2006.



Si nadie ve el sentido de la vida

Y si en mi caminar la vida yerra,
Si en mi interior se libra desventura,
Y cruentas lides, mar mi fe pura
Sobre los despojos fríos de la guerra.

Si este caminar duro sobre tierra,
Si caminar se vuelve piedra dura,
Si nadie en este mundo me asegura
Dormir en paz, el escombro me encierra

Hasta tornarme en parte del abismo.
Si esta sombra me pierde los sentidos
Ésta posesa luz queda en deseo…

Si nadie ve el sentido de la vida,
Si nadie intuye un mundo sin ofensa,
Difícil es tener alma serena…
Barataria, 22 de diciembre de 2006.


Memoria de lake Oswego

Fotografía: Willamette River from Elk Rock Gardens near Lake Oswego
Homenaje
Memoria de lake Oswego

Lake Oswego con su verde campana
Transfigura en voz mi obsesa memoria;
Y, en magia sutil, espejo la historia,
Se arrebola de lumbre la ventana.

La luz rebota en la frente; y no es vana,
Su presencia de magnética euforia,
Pues en íntimo regazo no hay escoria,
Ni pulso airado, ni pasión malsana.

Un misterio de brasa me asegura
El viejo recorrido del sigilo
Tras la desolación del cielo abierto.

Y es que, Lake Oswego en su audaz albura,
En el río Willamette se derrama,
Como un pedernal blanco entre las manos.
Barataria, 22 de diciembre de 2006

jueves, 21 de diciembre de 2006

Patria entre muerte y ceniza

Fotografía: Propiedad del pintor vasco Jose Luis Zumeta: "SUIZ"

Patria entre muerte y ceniza

Pienso en esta Patria de la mentira.
Duele la incertidumbre de la muerte,
No hay ni feliz reposo, ni suerte,
Sino un incierto abismo donde expira

La fe y se satura de propicia ira.
Con razón todos tememos perderte
En mullida sábana, y desnuda, verte,
Como pájaro que en azufre mira

Su propio cuerpo, rara sepultura
“Adherida a mi piel como camisa”
Y de cierto, en esencia, sombra incierta.

En ti la noche gesta su armadura;
De pronto uno anda entre muerte y ceniza,
Sin más, buscando, absorto la compuerta.
Barataria, 21 de diciembre de 2006.

Metáfora del país

Mapa de El Salvador
Metáfora

Llueve, llueve con locura gigante.
Las gotas salpican mi vestidura
Y vuelven en vapor de sepultura
Sobre la espalda, su poder errante.

A menudo se hace niebla el instante,
Instante del pálpito lo que dura
Sobre la oscura voz de su aventura.
Agua herida es, quizá, zumo delirante

Sobre la extraña herrumbre de la vida.
Y es que, claro, hay un hilo en la garganta
Que hace de la vida un feroz señuelo.

Llueve. En vez de sosiego, la estampida:
Resuella la muerte, nadie la aguanta,
Ni el país necesita más desvelo…

Barataria, 21 de diciembre de 2006.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Río sangrante en su ribera

Fotografía: Stefan Bartulin(Quilquico, Castro, Chile)

Río sangrante en su ribera

Sigo en un silencio de quieto manto,
De sereno nocturno, humedecido;
Sigo cargando penas sin sentido
A través de este soberano canto.

El mundo me produce desencanto:
Palabras, simples palabras y olvido;
La razón se convierte en sin sentido
Y la esperanza en quejumbroso llanto.

Por eso este dolor casi violento,
Casi mal, dicha incierta, vida fiera
Se torna en nube, sigilosa espera,

De un sangrante río en su ribera.
Ninguna voluntad ve el firmamento,
Ni sabe descifrar el mal que siento…
Barataria, 20 de diciembre de 2006


Navidad, luz del amor

Fotografía de Stefan Bartulín, (Nercón, Castro, Chile)

Navidad, Luz del amor

La imagen de la navidad tiene
Disfrute de hogar y amor de familia;
Un renacer que Jesús bien concilia
Y que en Belén entrañable se aviene.

Cada navidad felizmente viene
Con nuevo brío, redime y concilia:
Y es que su misterio embriaga en vigilia,
La razón de la luz y la mantiene

En haz de amor , no en encendida lanza:
La navidad resulta ser un modo
De advertir beldad y hado en este suelo,

Frecuentemente con poca Esperanza.
¡La navidad viene! Y en su recodo
Se torna luz serena, luz del cielo…
Barataria, 20 de diciembre de 2006


jueves, 14 de diciembre de 2006

ELEGÍA DE LAKE OSWEGO

Fotografía: André Cruchaga
“Vivir? ¿Florecer?... Es un enhiesto álamo de puntillas que contempla la tierra con ojos color de valle de su infancia. No tiene edad, país ni apenas nombre: Rosa. Tiene tan sólo fresas en la boca, de arrasimada luz cuando sonríe, y el dulcísimo resplandor de la rosa más bella, que justifica su nombre, como el que la madre le puso a la santa flor —digo mujer— de Lima. Puede tener también, en otro caso, diecinueve años —¿diecinueve florecimientos?—, grandes ojos oscuros, largos cabellos dorados, dos montoncitos de azucenas donde comienza el aire que se arremolina y entretiene en la cintura, y —no podía faltar siendo mujer o rosa— una dulce sonrisa iluminada. Sostiene, además, una rosa entre las manos. Recordad: ¿Dónde acaba la rosa? ¿Dónde comienza la mujer? Todo es aquí pételo o piel; terciopelo, quizá, encendido, tembloroso, caliente. Al norte de los Pirineos, donde no dejan de saber algo de esta noble materia delicada, llaman a esta muchacha ¡Oh, aterciopelada carnalidad, corola o pecho, táctil perfume que estoy palpando ahora con las yemas del recuerdo”.


I
Tengo en mi garganta los huesos grises del cielo.
Mis pupilas copian las sombras de las ventanas.
Sobre el césped, una ardilla instaura su reino.
Un grito sale del horizonte semejando un tranvía...
Las cáscaras del invierno reman como peces.
La noche entra junto a las rosas de Portland.
Mis palabras cabecean como moscas en las sienes.


II
Nubes negras sobre el buche de los cuervos.
Díasnoches como hablando en secreto:
Las pupilas de los árboles me miran,
La boca de la luna se pierde en la oscuridad.
El césped toca guitarras de hielo.
Me muero esperando la aurora:
Mi garganta humea como una ciudad en llamas.


III
Caminamos sobre la quinta avenida en Portland,
Con un atuendo de neblina.
Se recuerda. Se llora. Se anhela.
El sol es humo de cigarrillos. No la brasa.
Los aviones gruñen sobre techos de madera.
Yo paso extraviado sobre el agua fría.
Sangro junto a la nueva estación
Sangro junto a la anhelada trinchera de las estrellas.


IV
Un cuervo canta en la sombra del viento.
En la calefacción hay cruces de rosas;
Los caballos juegan en las ramas del maple,
San Salvador rueda en mi cigarrillo oregoniense.
La luna danza.
Los violines del freeway me salpican de neumáticos.
Los alambres del alba están distantes.


V
En los vitrales de la capilla humean las candelas.
Hay un siglo de palabras en los túneles del alma.
Al fondo de los pisos, hay rosas con herrumbre.
El horizonte es un campanario vacío.
Bajo la sombra de la memoria, mezco canciones.
Yo silbo, ahora, donde culmina la geografía
Y el estertor de los volcanes...


VI
Sobre el césped cae mi sombra.
Un silbido de árboles murientes horada mi alma.
El viento de Glandtone, es un libro que se abre
En el horizonte.
He dormido agujereado de recuerdos.
Un niño me salva desde la conicidad de la noche.
Vivo atisbando, como pájaro, la miel de las flores.


VII
Nadie me responde en la nieve del Mount Hood.
El invierno me moja con sus lágrimas blancas.
Nada se ve. Sino el fondo de la noche:
“I have a dream”...
Sentí que mis alas volaban por el horizonte.
Y la luz agonizaba en la pulcritud del césped.
Sólo busco mis sueños entre las hojas.
El crepúsculo es inmenso. Yo, sin embargo,
Soy mendigo del alba. De verdes techos
Que sangran... soy buscador...
Sobre las aguas del hielo negro mojo mi estío.
Mi garganta humea como una ciudad anhelante.
Mis sienes picotean puertas y relojes.
Así voy, buscando, entre un rosario de hojas.
Al final, el grito, tendrá barbas de primavera.


“Estoy anclado en un rincón
De mi propia conciencia”: cargo la luz.
Y con ella voy abriendo brechas.
Las viejas arpas del designio me acompañan.
Y la esperanza, —aún en el dolor y las ausencias—
Es un jardín sobre pirámides que he ido descifrando
Entre rendijas de ventanas: creo en el Universo.



“Antes, para recordar algo, tenía que invocar una imagen que me hiciera pensar en toda la escena. Ahora lo único que tengo que hacer es tomar un detalle que he escogido con antelación, que significara toda la escena. Digamos que alguien me dice la palabra JINETE. Todo lo que necesito es la imagen de un pie en una espuela. Antes, si alguien me daba la palabra RESTAURANTE, tenía que ver la entrada del restaurante, la gente sentada adentro, y una orquesta rumana interpretando sus instrumentos, y muchos más... Pero si me dan esa palabra hoy, veo algo que parece una tienda y una entrada con un poco de algo blanco que se asoma desde adentro —eso es todo, y recordaré la palabra. Por eso digo que mis imágenes han cambiado bastante. Antes eran más precisas, más realistas. Las que tengo ahora no son tan bien definidas y tan vividas como las anteriores... Me interesa sólo un detalle para reconocer el todo”.


Un cuervo canta sobre la cresta de los pinos.
Su faena tiene misterio de caos.
Ante mí, los faroles de Campus Universitario,
Picotean el buche de las ardillas.
Ann Chapel tiene meteoritos anónimos.
Allí se hablan lenguas. Hay voces y lágrimas.
Voces de sombras que arden en su interior:
Rebaño de colinas: párpados que giran
Donde el sol sólo reside en la sique.


Después de la palabra, algo queda prendido en las banderas de la aurora, en el humus hiriente, en el discurso irreverente del viento, en la alegría nupcial de las abejas, en las campánulas delirantes que espejean en los caminos. No todo escapa. Algo hay en la arcilla que la memoria guarda; y sólo sale y aproxima, por las hojas de las ventanas que, el sueño alucinante, destella como un chorro de luz desde profundidades habitadas, por la magia y el azogue del misterio. Después de la palabra, queda un camino inefable. Después de la palabra, hay una tempestad de sueños.

Yo siempre voy tras lo que queda. Mi oficio siempre es un anónimo afán de salir como pájaro —e intacto e intrépido— agarrar los gajos de claridad de la luz primeriza del día, de la sangre derretida del ocote, que florece en pulso con un manantial de pétalos. Sin embargo, la claridad se desvanece. Y tengo claridad sin día. Y tengo sangre sin cuerpo. Y tengo flores sin pulso. Y tengo todo. Menos, a veces, la vida que suene su vestido de corazón húmedo y verde. En vano las mínimas pertenencias. En vano el alelí que emerge de mis ojos. En vano la alegría, en la franela de la luna. ¡Ah, nostalgia naciente y diaria que en la palabra desmaya sus linternas! ¡Ah, esta evidencia que hojeo, superior al ilusionismo del tiempo! ¡Ah, este después que arde en la memoria! El hombre, va dejando en su tránsito, el abandono del futuro...


La boca de la aurora de Tillamook anima
El incendio verde de Oregon.
¿Qué pájaro o herencia del oficio
me trajo a la feligresía de la nieve?
¿Qué sed me condujo a Wilsonville,
a la vieja libertad de Cannon Beach
y a Multnomah Fall?
En cada lugar se abrían, con ebriedad,
Las alas habituales de la mañana;
La gente coronada de cierzo,
Parecía un misterio entre el soplo
Y el esplendor fosforescente
De la naturaleza y el tiempo.
¡Qué vieja fantasía me acompaña
En Japanese Gardens
O en The Rose Festival!
Todo parece un nudo torrencial
De vida sobre el destello del césped y la nieve.
Sobre los andamios
Y graderías hechas de nieve y viento,
Yo siento una deuda con el mañana;
Por eso, el temblor humano,
El adusto anhelo de la luz,
El extraño palpitar de la sangre
Que me viene, sin desentrañarlo,
De los más auscultos espíritus.
Quizá, de la vigilia de los espejos.

La boca de la aurora me llama:

Y es para emprender el oficio
De conversar con los pájaros,
Y encontrar el gran río
Donde pulsa, verde, la vida humana.
Invierno, Oregon, 1993/4.
Editado parcialmente en Oregon, por Interface Network, 199

ANTIGUA SOLEDAD

Fotografía: André Cruchaga

(Poema-libro publicado en la Revista Cultura No.75, del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, CONCULTURA, abril-junio de 1994, El Salvador)

Primera parte
Soledad inicial, abierta herida.


“…Y hay una
Sombra de hojas que caen y crujen lentamente”…
Luis Rosales.


I

Existo y luego pienso
En el denso océano del insomnio.
El alma y la materia son dos ejércitos
―cada cual con su consigna―
En los laberintos del viento.
Yo me conformo conjurar,
Los claveles fantásticos del agnosticismo.


II

No hay respuestas para todo:
El sueño es un río de sombras
Dulcificado por el horizonte
Con almíbar de alborozada aurora.
¡Qué cobarde! La excusa, el disfraz,
De no ver cómo el alma
Se transparenta en cristales…

Me río de la piedra y la ciénaga
Y suspiro ante lo inefable.



III

La calma es una mariposa en la conciencia
Emergiendo entre claveles
Y henchida en el enigma de la sangre.
El ansia fue primero y la hosquedad.
Lo abismal parecía una enredadera
Con múltiples crepúsculos hirientes.
La noche, sin embargo, entre el almidón
De los vestidos, me trajo intacto,
El camino del fuego y la luz.



IV

Retengo la imagen del más ausculto fuego.
Esa es mi labor de labriego.
La tierra es un milagro. También el agua.
La noche cae en mi alma, entera,
Sangra de lluvias y fantasmas.
El fuego es un ahogo de ojos móviles
Donde arde el gozo y las huellas se disipan.
En él crepitan las semillas de mis sienes…



V

Aunque el grito sea viejo.
El sueño me lleva a múltiples abismos.
Soy sobreviviente en la transparencia de la oscuridad.
Soy páramo que se ahoga en el follaje.
Soy pecho donde se deslizan las raíces de la aurora
Y el viento se convierte en velero de ardidos cristales.


VI

El espíritu es un surco donde nacen
Campanarios maduros. Donde la esencia
Se trasiega en las gargantas del infinito.
El espíritu es un odre donde el semen
Se convierte en espigas y el incienso,
En zumo de sueños abiertos.
Yo lo llevo como una campánula
Nacida en las entrañas del tiempo.



VII

Siempre me he bañado en la misma angustia
Existencial que dan las sombras de la noche.
La voz está hecha de ríos íntimos,
De caprichos, de siglos agónicos.
Ahora, en un diálogo inaudible,
El río corre y me baño en las mismas aguas
Trepidantes de los cerros.



VIII

He dado alma a las sombras.
Sacude, a través de las ventanas,
Su sangre de musgo. Los cristales, intactos,
Transparentan lo etéreo del anhelo.
Las sombras, sedientas han ascendido,
Al trono de mis sienes. Las veo con tempestad,
Que es decir, con vehemencia.
Mi voz creció buscando el enigma:
La razón del vuelo solitario.


IX

Los árboles y los pájaros me nutren.
Es bien antigua esta devoción
De absorber la lluvia y perpetuarme
En su líquido vital. En el vuelo.
Así me nació la luz y crecieron las pupilas.
Así el cuerpo tembló bajo el rumor
De la sed nupcial y el destino.
Así las manos, aprendieron a moldear el oficio
De desentrañar la conciencia de la sangre.



X

Nada conozco que no sea a través
Del enigma, el augurio y el misterio.
Son estas cosas las que forman la audacia
De acercarme al timón del pensamiento.
Nada es que no sea en el imperio de la luz.
Nada es que no se fugue y agonice.
Nada es que no desgarre y conforte.
Nada es que no responda a la vida…



XI

Maternal es la tierra. Primorosa.
En ella satisfago mi antigua soledad:
La soledad de Ícaro en el laberinto
De agonizantes Némesis y sueños.
La celebro porque es espejo de mi carne.
En su humus crezco como helecho
Y amanezco reconfortado con la estación del cierzo.



XII

He caminado con una aljaba de esperanza.
Y entre la arboleda, soy álamo y conacaste,
Ceniza con osadía de alas,
Materia que Selene ilumina, bruma
Que se forma en torno al alma. Lámpara.
He caminado entre embudos flotantes.
Aquí el equilibrio sólo es posible,
Cuando el subconsciente atisba las zarzas.



XIII

Me afirmo como Heidegger en la armonía interior,
En el alma invisible, en el discurso
Que da ésta desde su campanario.
Algo duele y se quiebra en la voz:
La misma que libra batallas,
En el eco del mundo, en el fuego abierto.
¡Ah, esta angustia y este temor!
Unidades que sin duda, como astillas,
Se desprenden del tiempo y de la vida.


XIV

Toda la verdad que me rodea es íntima.
Sangra. Y es la sangre del sollozo personal,
La que, emerge del cuerpo y supura.
La que suscita igniciones en el pecho,
La que habla doliente desde la fogata del desafío.

Así existo haciendo este inventario…



XV

Esta antigua soledad de ser,
Se formó con la desintegración de los sueños,
De la realidad punzante, de mi extraño hermetismo.
La materia sólo ha sido un fantasma;
Prefiero, entonces, la bruma aunque me atormente:
La duda, la visión de las distancias.
De esta forma, mi única síntesis es la obsesión
Por el polen de la noche, por el secreto de la lluvia.



XVI

Entre el agua construí mi soledad.
Entre los árboles fui un vigía.
Entre las piedras fui el único ser viviente.
Entre los animales, me debilitaba
El fantasma atroz del pensamiento.
Entre ir y venir reventando campánulas,
Aprendí a vivir muriendo o viviendo
Con el alma temblorosa de la vegetación.


XVII

Mi compañía siempre fue el sigilante búho,
La luna endurecida filtrada por el techo,
El gorgorito de agua del talpetate
Y la cuajatinta tumultuosa, llena de misterio.
Los presentimientos siempre enhebraron miedo.
El sueño fue reposo aparente:
Ahí siempre elucubraban los ojos de la zozobra.


XVIII

Las paredes son una forma
De retener al cuerpo en su viaje.
Las ventanas y las puertas de liberarlo.
Yo soy, sin embargo, en mi vigilia,
Una sombra comprimida y, a su vez una campana.
Yo me desvisto rompiendo bridas para arribar
Al milenio de todas las ausencias,
A ese tiempo desandado en la conciencia.


XIX

Busco la única puerta de mi ataúd:
La vida malignamente deliciosa.
El ser de mis ojos en la clarividencia
De la aurora, de los párpados que anclan…
Vivir es ir afirmando los contrarios:
Me niego como la luz y la quietud sin respirar.

Así vivo necesariamente deshaciéndome.


XX

La realidad no puede ser sin fantasía.
Yo me proclamo admirador de las gaviotas,
De la esperma flotando en las playas,
De los barcos esperando sueños
Con la ilusión de lo insólito e imprevisto.
Me nutro en la eucaristía del idealismo.
La realidad y la materia, ¡vaya qué tormento!
Basta con agarrar el fuego del horizonte
Y murmurar junto al viento con ventanas.

¡Vaya qué tormento! Perder el gozo eterno
De las transfiguraciones del firmamento…




Segunda parte.
La soledad acaba siendo espejo.


“Ebrios itinerarios que extraviaron mis brújulas”
Jorge Rojas



I

Me opongo a toda violencia potencial o en acto.
Es una forma de prostituir el espíritu y la conciencia.
Soy en este rincón donde vivo,
―sin la ramazón virulenta de la ideología―
El ser más agónico y jubiloso.
Las masas siempre me debilitaron el sueño:
Prefiero, entonces, el deslumbrar de los sentidos
Y el tibio fuego de los árboles…



II

Uno sale de pronto de muchas humedades,
De muchas lámparas y agonías.
Soy Lázaro en la fuga del alma:
Mi afán es encontrarme con los bosques,
Sonar en la gruta de una campana,
Despertar con la certeza de saberme vivo.
Detesto aquel materialismo que no trasluce
―la luz o la tiniebla― en húmedos sentimientos.


III

Son efluvios convulsos los que emanan,
Ahora, de esa sucesión de la hoguera.
Mi antigua soledad es una actitud
Más de comunión que de individualismo.
He crecido en el cuenco de muchos deseos,
En el anhelo de sueños anteriores me he formado:
La vigilia ha germinado a través del tacto:
La arcilla hace renacer pupilas…


IV

Nada es eterno. Es cierto. Todo cambia.
Sin embargo, la luz ha sido igual,
Desde el ocote de las catacumbas:
El pedernal del semen. La agonía de la masturbación,
El fuego y el ruido de la intemperie.
Niego la palabra y la miseria de Zenón.
El monismo tiene sonoridad hueca.
Somos, en esta heredad del fuego,
La más completa amalgama de soplos.


V

La Nada es el espacio de donde venimos.
Era un grito sombrío de hojarascas.
De ahí emergió la luciérnaga alucinante,
La desnudez de la carne y la fugacidad atroz
De los tiempos. Los hechos solitarios.
El magma que puso mariposas en el pecho,
El llanto de los primeros ríos.
Entonces, la Nada sigue siendo,
Como el ovario y la esperma:
Se juntan para formar misteriosos espejos.


VI

Soy incapaz de conocer las notas del destino:
Ser y poblarme de tanta realidad.
En mi psique, las verdades son vacías.
Nada es ardiente si no viene del alma:
El agua madre que fecunda la memoria,
El principio y fin suspendiendo todo juicio.
Por eso me declaro iniciador del soplo,
Y vivo, ciertamente, en el símbolo de los presagios.


VII

Son pájaros del más sombrío fuego
Los que conozco. Los que arden.
Los que arrebatan. Los que calcinan.
El vuelo es relativo en los moldes del tiempo.
Con la lengua saboreo el primitivo fuego.
En la cuenca de mis ojos es posible
El cristal iluminado. La materia agreste.
El sueño deviene a través de los sentidos:
Los senos peregrinos de las sombras
Buscan una boca que los convierta en acequias…


VIII

Conozco los pájaros del más sombrío fuego.
Arden. Me arrebatan. Me calcinan.
El vuelo es relativo en los moldes del tiempo.
Saboreo llagas primitivas.
En las cuencas de mis ojos es posible
El cristal iluminado. La materia agreste.
El sueño deviene a través de los sentidos:
Los senos peregrinos de las sombras
Van tras una boca que los convierta en acequias.


IX

Busco todo esplendor entre las lianas de la vigilia,
El sueño, la tiniebla, los espejos, los fantasmas encarnados.
Me opongo a la sinrazón de los pies descalzos;
Y a la razón del cuerpo convertido en ceniza.
El mundo es un mal físico que llevo
Como una grieta, como un incendio…

Yo no renuncio a la pluralidad de los sosiegos,
Y a la locura dolorosa de mis pupilas…


X

Prefiero las creencias que definan
La conciencia y los ojos de la bruma;
Prefiero la posibilidad de la ternura,
Al alborozo marinero de los escollos;
Niego toda intimidad con las espinas,
Con el vacío, el gemido y los gritos.
Aprendí a nutrirme con el alma del misterio:

Soy labriego de la incógnita y la eucaristía;

Presuroso ando. Quiero conjugar oasis para mi sed.


XI

El mundo está en la intimidad de mi saliva.
Lo está en el rincón de mi corazón.
Me lo dice la conciencia. El asiduo abismo.
Fuera nada existe. Nada es.
El hálito sale desde dentro, de la ruda interior:
Ese hálito de vida plantado en el cuerpo.


XII

Me gustan los efluvios de las mañanas,
Cuando el alma los convierte en suspiros;
Me gusta descubrir con mis sentidos,
La conciencia de ser de mi existencia.
Aquí estoy desnudo desde la madera del sigilo.

La abstracción es el más prolongado llanto:
Las señales del asombro son como pájaros
Creciendo en el pecho de lo inefable.

Soy pájaro retornando al rocío. Al pinar.

Soy en mi vigilia total, un desgarramiento.


XIII

Mi ser es la pupila resurrecta.
La caricia fugitiva. La que no tengo.
El enjambre musical de las arboledas,
La inaudita espera de la miel de los labios.
El secreto que arde en el pecho, ahogándose.

Mi ser verdadero son las sombras
hechas cementerios.


XIV

Nada es del mismo modo en la conciencia:
El alfabeto es una oruga de enigmas,
Por donde el misterio de la vida me embriaga,
Con señales húmedas de brisa
Y ríos aleteantes y relojes de invierno.


XV

La angustia también es una dimensión
Con campanas. De prodigios.

Yo la siento como un cristal de fuegos:

Espejos que refractan la llama de lo inasible.

Espejos del más calcinante suspiro…


XVI

El mundo me agobia. Y así existo.
El alborozo es un duelo de amotinadas
Mariposas. De pálidas espumas.
Duele el tiempo. Supuran sus heridas.

Así me nutro de las más tétricas gargantas.
Y soplo, al albedrío, cuando la luz es centinela.


XVII

He ido muriendo en mis versos. Y, también,
Perdiendo sueños. Desnudo estoy. Aterido.
Y a pesar de los sonidos, sigo siendo uno:
El horizonte oscuro que deviene en claridad,

El anhelo extendido de las gaviotas.

La osadía de soñar con hogueras…


XVIII

El gris es asiduo en mis pestañas:
Los ojos lo han ido bebiendo con asombro;
Esta senda, parte de los itinerarios;
Tiene, sin embargo, distintos abrigos
Y humedades que el tacto niega.

¡Ah, el tiempo es dardo en mi alma!

En él todos los jardines sangran…


XIX

Todo lo perciben mis sentidos. La noche.
El día diluido. La ternura de la angustia.
El pájaro que bebe savia en los corpiños
De la huerta. La muerte que me asombra.
Yo valoro las interioridades humanas,
Del mismo modo que los labios absorben
El agua y los ojos remiran las espigas.


XX

Tiemblo ante la sustancia espiritual:
La mente es navegante insondable
De inquietos asombros y augurios.


XXI

Una boca me lleva a los fuegos de la esfinge:
La esfinge del alma que crepita
En la densa neblina de la noche.


XXII

Estoy hecho de una extraña oscuridad:
Los ramajes de la infancia siguen cantando.
Las piedras de las sombras asaltan mi conciencia.

Desde el amanecer lucho con estoicismo.

Desde el canto de los gallos empiezan mis faenas.

La realidad es un ataúd. Un cementerio…


XXIII

He llevado en mis hombros la herrumbre;
La danza en este sudoroso devenir,
Ha sido cada vez un apremio de náufragos.
He aprendido, claro, a sobrellevar
Mi propia soledad como esa herencia
Que dan los desgarramientos de la sangre.

XXIV

Siempre me he adscrito a las lámparas.
Aunque las catacumbas del tiempo me asfixien.
Mi oráculo emerge del tiempo inclemente:
El sudor multiplicado viene desde Delos.
Sólo la Esperanza ha sido una casaca de fuegos ilesos:
En ella afinqué risa y el ensueño de saltar muros.


XXV

Las sombras de las cosas, han convertido
En lámpara, su lánguida silueta.
Después de traspasar su efímera figura,
El alma sale del abismo y, la memoria,
De su llaga crepitante…


XXVI

Si vivo, ya no es tanto por la vida;
Sino por la tempestad de la muerte
Que me rehace ungiéndome de tierra,
De lluvia, de ceniza…
En este follaje vacío he crecido.
El rumor de la soledad es intrépido:
Su enigma es gigante. Sus ojos, de un sonido
Interminable como atravesar agónicos un túnel.


XXVII

Las ventanas me dan un aire nuevo.
El sonido de las carreteras se confunde,
Con el de la lluvia, con la voz ausente.
Yo estoy de pie con los párpados abiertos.
Yo veo correr cinturones de agua
Sobre las baldosas y las hojas mordidas de las aceras.
Las ventanas son esa filtración de luz,
Donde pasan porciones de nuestros pensamientos.


XXVIII

“Con un rito en la lengua detrás de mi palabra”,
He muerto tantas veces y ardido como hoguera.
Temo que sea un designio. El abrigo de la vida.
Temo que, de tanto morir, ya no muera;
Y mis ojos queden fijos viendo vitrales inasibles.


XXIX

Mi alma habita entre semillas.
Después de tanta noche entre eriales,
Mi itinerario está en los invernaderos.


XXX

Transpiro ilusión, esperanzas y anhelos.
Quizá “nadie entienda las fuerzas de mi ansia”.
Yo aspiro a una soledad de presagios y alas,
A la avidez deslumbrante de la espuma,
Al sueño lacustre e inusitado de mi infancia,
Para entender los árboles que cunden
El caballo de los vientos sobre las sienes.


XXXI

El universo está abierto para el conocimiento.
También la oscuridad transida de bosques:
Sus ramas germinan en las sienes;
De ahí surge una música en las venas.
Cofre inundado de enigmas y balastos
Donde se guardan los códigos del día.

El universo siempre ha sido una vieja consigna,
Para construir cándidas luciérnagas.


XXXII

Herido por el vértigo del enigma,
Alucinado, ardido, subo a los pájaros.
El horizonte suspira en su humedad;
La saliva se anuda a todos los augurios
Del lenguaje, de la encendida desnudez.

En los ojos del horizonte, se refractan las heridas del tiempo.

La sangre en la intemperie golpea fuerte…


XXXIII

En la noche se extiende el alma de los grillos;
Insistente es el azogue del silencio.
El agua visceral del tiempo,
Avanza combativa por mis sienes.


XXXIV

Un desierto se ensancha en las sienes:
Las heridas de vivir entre el gozo
Y los ensimismamientos;
Entre la voluntad y el magma de la carne.
Creo que la angustia me salva. También los labios
Desiertos de la entraña sobre las lágrimas.
Las sombras ausentes en el silbido de los eucaliptos,
El tren de los espejos en su contrapunto…

Ruedan por doquier los silencios deshojados;
No puedo ser indiferente frente a la geometría
De los pétalos. Alguien me llama
Hundiendo su barca de lienzos…


XXXV

Siéntate conmigo, luz, vigilia, anhelo.
Quiero evitar ya este arduo desasosiego.
A ratos me aburre esta realidad agónica.
Prefiero la brizna del deseo, el temblor ardiente.
Siéntate conmigo, cuerpo, entre los árboles.
La hojarasca tiene lámparas acogedoras.
El humus, la humedad que necesitan sueños
Para hacer crecer la voz y salga del abismo…


Partir al exilio es partir a la muerte. Quien abandona el claustro materno inicia, en ese momento, su propia muerte: el viaje de tumba en tumba, de país a país, de ciudad a ciudad, de pueblo a pueblo. Nuevos caminos, otros derroteros, miedos, desasosiegos, sigilos… Inicia la ficción de la vida. Semejante ficción sólo puede darse en la expresión literaria. En la descripción bíblica el paraíso contiene todos los elementos de la palabra poética. Es, por eso, la clave de la poética del exilio. La capacidad nominativa del lenguaje divino y la simbolización en la naturaleza (piedra, planta, animal, hombre) inauguran el género de la manifestación artística: inauguran el abismo o, mejor aún, el vínculo entre la realidad y la imaginación. “El Árbol de la Vida y de la Muerte, el Árbol del Bien y del Mal son la columna perpetua del hombre.”


“El tiempo es otro de los factores que deja su marca. El escritor exiliado no puede evitar el deseo de atrapar el tiempo trascurrido y de preservarlo en su vitalidad. De convertirse en un agudo observador del nuevo entorno como contraste con su lugar de origen. De nuevo, se centra en imagen, memoria y ficción como un todo inseparable.”


“Nostalgia y exilio van de la mano. La sensación de pérdida y de dificultad de ajuste propician un amplio margen de rasgos estilísticos. Lo primero que sufre una revaloración es la realidad. La realidad deja de ser terreno firme, puesto que la original se ha perdido. Ante la necesidad de crear un mundo de la nada, el acto se equipara con el pronunciamiento de la lengua paralelo al Génesis y a la creación nominativa de Adán.”

La definición más simple de exiliado es la de aquel que vive en un lugar y añora o recuerda la realidad de otro lugar. Yo he vivido exiliado durante veinticinco años. Cambió mi vida sin poder recobrar el paraíso perdido. Por eso la muerte, la nostalgia, la incesante lucha por nombrar lo que dejé en mis tierras chalatecas.


Pero en mi caso el exilio interior es voluntario, como resultado de un profundo deseo de aislamiento para mejor reconcentrar las fuerzas creadoras. Misterioso escritor oculto que, a la manera del sabio místico judío que alumbra las generaciones, no quiere

miércoles, 13 de diciembre de 2006

MAREA DE LUZ EN ALTA MAR


LUNA DE MI MEMORIA
1
Luna de mi memoria. Luna de mi noche y de mis huesos.
Te veo caer sobre el césped con tu blanca fragancia.
Tu palidez fría abre todos los follajes.
Cielo y tierra: ámbitos íntimos del alma.
Precisos espacios donde busco un corazón,
Que abra de par en par todas las puertas.
Luna de largos caminos y hondos nidos.
Luna de guitarras oscuras y viejos violines.
Luna de horizonte con toboganes y corceles.
Luna en el lomo del mar y atravesando
Las pupilas de los niños y el refugio de los perros.
Luna con abrigo trashumante. Luna de tinta blanca,
Escribiendo sobre el cuero ocre de los techos,
Sobre la ternura, sobre los ojos que muerden sombras,
Sobre las sábanas goteantes de ventanas,
Sobre la gracia del viento cuando ríe
Y aprende la lección de las naranjas.
Luna de al lado. La de mi ávida almohada.
La de mi primera página azul. La de alas
Con archipiélagos transparentes. La de barcos.
Luna sonriendo sobre talpetates de un largo sueño,
Luna como un trocito de arco iris en mis pupilas,
En mi convulsa marimba de poros.
Adónde va siempre repleta de su cara.
Adónde con su media cara. Media cara envuelta
Y un ojo colgando de su alma.
Adónde va que apenas la veo en los trenes del horizonte,
Solitaria y tenue como esas estaciones diminutas,
Donde duermen las sombras del crepúsculo.
Luna de mis poros, de mis venas abiertas, de mis pupilas.
Luna sobre mis sienes, despierta en la noche,
Luna sobre mi pecho y lamiendo cipreses,
Luna sobre mis labios descifrando presagios,
Luna agitada sobre las piernas llegando al fuego,
Luna sobre el parpadeo íntimo del grito,
Luna todos los días sin perturbar la noche:
Quiero vivir siempre en tu agitada ceniza,
Con tu juego de verdes alhelíes desechar todas las rutinas:
Alma de bengalas y risueñas escaleras:
Acera circular de los pétalos detenida en mis manos.
Luna para nombrarte con mis dientes de boca vacía
Y memoria con cuerpo desnudo y lengua violenta.
Luna para dormir e inventar inviernos:
Así has sido cuando has buscado mi sangre,
Y bebemos en platos de arcilla el alfabeto.
Así has sido. Jamás hemos necesitado chimeneas,
Sólo la mesa del cuerpo con el incisivo bosque
De los pensamientos y el ritmo de la sangre,
Que busca estrepitosamente su propio cauce.
Luna para alumbrar las sombras. Luna
Donde se rompen las imágenes de la niebla.
Luna de los verbos en mi cuerpo. Luna del hálito.
Luna rasgando las paredes de las ramas como un pájaro.
Luna presentida como río en tanta noche.
Luna donde el mar avienta la espuma a las sienes
Para trastocar los balcones en fantasmas
Y tornar los párpados en una anónima locura.
Isla Santa María, 5 de abril de 2004



LUNA DE MI NOCHE
2

Me parece tenerte entre las sábanas, húmeda,
Con el vino tinto del celo sobre la mesa,
Robándote el tiempo profundo de la sangre.
Luna para subir al ombligo de los trompos.
Luna para suspender el aliento en el viento,
Y vaciar los caminos en las fraguas de Circe.
Luna para temblar de estrellas y deseos:
Tu luz abre el misterio y se transparenta el sueño;
Yo sé que la luz de tu cuerpo es una sola
Y que gotea como una guitarra afanosa.
Luna de mi noche repleta de seda:
Murmullo de luciérnagas hacen manantiales,
Durante la noche cuando los telares
Desnudos de las sienes forjan los deseos.
Luna en el quicio de la puerta y el regazo:
Pedazo de camino. Surco que besa las campanas del jadeo.
Lengua gris sobre jazmines cortados por la lluvia.
Pluma de algas sobre un collar de venas.
Luna de carne sobre la copa de los árboles.
Luna de papel sobre surcos de espigas.
Luna loca con piel de hoguera y salamandras de ansia.
Tenaz y diosa. Ámbar el puerto de tus muslos y senos,
Ascensor ardiendo. Follaje de lámparas
Sin zapatos, descalzo, entregado
Al abrigo que estalla en tu ombligo anochecido.
Luna de los marineros sorteando puertos
En cada horizonte que les es asible.
Luna grande donde se cortan los cabellos
Y se cuelgan las manos sobre las ventanas.
Luna acostada peinando la sal de los halagos
Y rozando el peroné con su sombra desnuda.
Luna creciendo en las manos del barro,
Sentada en el sueño y templando la espalda del viento;
Sus jinetes rompen los pensamientos,
Y el blanco vestido, perfecto del agua.
En su quietud juega con los ecos el alba,
En sus brazos crece la escarcha de las barcas
Para transformarse en pergaminos de arena.
Luna desposada en la playa y despojada de niebla.
Luna a mi lado empapada de alas y comiéndose el pecho.
Luna de verdad en la hondura de mis sienes.
Ancha. Farol donde miro el resplandor de los campos
Y la piel en fuga de las palabras.
Boca donde las aves beben nidos con aureolas.
Boca donde se eternizan las pupilas,
Donde el eterno deseo sirve de lecho
Para cruzar las espadas del tiempo de Helena.
Luna de sangre y ecos geométricos. Puntada de azogue.
Escudo transpirado del silencio. Luna de espuma.
Viejo tranvía iluminando rascacielos, taxis,
Y sueños de Venus latentes en el nidal del estío.
Luna reptando en los espejos y raptando el lenguaje.
Luna en los guantes del atardecer
Y en las duras estatuas que juegan a ser inmortales.
Luna sin embargo, luna de frutas...
En las aguas fugaces del anhelo,
En el farol mojado del deseo…
Isla Santa María, 5 de abril de 2004



LUNA DE AYER

Nuesta vida está perfumada por la distancia.
Vicente Huidobro

3
Luna de ayer y sin embargo todavía en mis manos,
Traspasando las aguas azules de la noche.
Luna cuya corteza anda en mi rostro y alumbra
Las zanjas de las ciénagas que hay en los pliegues del alma.
Luna despierta y recostada sobre la yerba.
Luna de invierno buscando cielos de agua,
Cuando mis pies cruzan descalzos los sueños
Y el tiempo rota hasta hacer cuesta arriba el camino.
Luna de ayer y hoy con nido y alas.
Luna turbando mi memoria desde la ventana del secreto,
Desde ese aleteo que quiebra el sosiego,
Desde las goteras movidas de las tejas,
Desde la llama del pozo de la herida,
Desde los límites del pájaro que me habita,
Desde los rieles donde viajaron los vagones del anhelo,
Desde el atril del eco donde caía la lluvia,
Desde la herida lamida por la llama del viento,
Desde aquel centelleo bebido en un vaso con whisky,
Desde aquel reloj olvidado en los párpados,
Desde aquella estación oscura donde los trenes
Hacen acrobacias con el hollín de las nubes,
Desde ese griterío apagado de las gaviotas,
Desde esas horas largas como esqueletos de agua,
Desde esos cerros perdidos en la mirada,
Desde la sangre respirando insomnios,
Desde el principio al final de las calles,
Desde el presentimiento oloroso a muerte,
Desde la confusión de estar vivo aunque no se respire,
Desde la costumbre de hablar solo con las hojas
Y morderse los labios frente a una cripta.
Luna de ayer y hoy de regreso en los trenes del sueño:
Luna nueva con luces en los dientes,
Y sábanas de cierzo en el cuerpo. Luna de madera.
Luna entrando por las verdes campanas de la yedra,
Volviendo fogón lo que eran cirios gastados.
Luna con baúles de olores silvestres y tierra mojada.
Luna como los relojes del día. Luna como una casa con ventanas.
Luna trasegada en mariposas y humeantes eclipses.
Luna de vidrio en mi ciega figura de acantilado.
Luna clavada en las cortinas de mi piel,
Luna, en fin, sosteniendo mi noche y mi lengua quemada:
Ahora todo delira. Quiero ascender al bosque
Con el plumaje erguido de la primera vez.
Ahora todo delira: Las venas saltan de su árbol
Y frente al dintel del pecho,
El fuego ardiendo en evidencias…

Luna de mi afán por la vida. Luna de ayer…
Isla Santa María, 6 de abril de 2004


LUNA DE LA CONSUMACIÓN


Al fin y al cabo son los recuerdos los que urgen sus deseos.
Roque Dalton García

4
Despiertan mis sentidos en el musgo del alfabeto.
Después uno observa la tierra del éxtasis,
Los hilos que unieron el estruendo, las caídas
De la noche. El ojo profundo e inefable de la luz.
Uno descubre virtudes y defectos y olvida;
Uno sabe que hay acantilados y ahogos:
La alegría se evapora y se va haciendo granito.
La risa se hiela y se enreda en las cuestas de la noche.
Todo es culpa de los años. Su filo se oye y siente.
Todo el verdor se pierde en los ojos del arcano:
Manantiales como tardes desérticas,
Ritmos consumidos junto a la pared de la noche,
Voces sin mesas en las migajas del piso,
Hojas sin ramas en el hueco del vacío,
Peces sin escamas sangrando desnudos,
Vitrales enmohecidos por pinzas de cangrejos,
Entrañas como platos rotos por la indiferencia,
Venas domésticas con asas de Apocalipsis,
Tenedores oxidados en la pared como calendarios,
Velas insomnes cortando la respiración,
Leche agria sobre pedazos de jabón,
Espejos muertos. Exuberantes de hormigas,
Maleza en la jaula del pecho, flotando,
Cartas como juguetes desvencijados, llorando,
Entre convulsos pechos noctámbulos.
Luna consumada en vasos de hipotermia.
Luna de yeso. De mármol, a veces.
Luna en el frío caudal de las plazas.
Desnuda y con cavidades de hielo.
Cuando nos miramos duele lo que se ha vivido:
Los límites vistos. El barco de relámpagos
Ido, el beso a ciegas, casi funeral, el reloj desvencijado,
La juventud fundada en la luz,
La suma de vahos al borde de la piel,
El sueño impuro del aliento con ojos rojos,
El brillo de los sueños cuerpo con cuerpo,
Latiendo en la abertura viva del pecho.
Luna perpetua, sin embargo. Luna del ajetreo.
Luna que ayer palpitando “en la yema
De un íntimo vilano,
Encarnación graciosa del aliento
Transfigurándose hasta el borde mismo
Del dolor delicioso.
En el aire del candor, en el sigilo de la lechuza
En las rigurosas suertes del alma,
Más allá de la piel que se solaza”…
Luna de mis cenizas. Luna consumada.
Luna reclinada sobre los neumáticos de mi memoria,
Sobre los líquidos salados de la grasa.
Luna donde los duendes dibujaron círculos rojos
Y bebieron sudor en canastos de ansia.
Luna en mi alma. Sotana de mi existencia.
Luna hundida en un sudario de alfileres
Y sin poder oírte mejor...
Isla Santa María, 7 de abril de 2004



LUNA DEL AMOR VISCERAL

5

“Y quizá el amor no es más que eso”
Vivido como correntada de agua
Galopando sobre espejos escarlata.
Quizá el amor no sea más que eso:
Grito irascible de ala, herradura de fuego,
Asfalto de mediodía mordiendo los labios,
Conquista de don Quijote pensando caminos
Inciertos. Agua atravesando claveles hambrientos.
Luna del amor visceral sin admitir resquicios
Luna grande tendida en los pianos del aire,
Y respirando hasta beber todo el césped del tiempo.
Quizá el amor no sea más que la perversión
De estar solos y crear ficciones imperturbables,
Subir al cielo en bicicleta, tener buenas relaciones
Familiares y descubrir que el uno es para el otro.
Quizá el amor sea morir. Sí. Morir en la retórica
De horizontes irreales, deshaciendo vestidos
O gozando las razones de peinar el hechizo
Hasta hacerlo eyacular sobre iracundas pupilas.
Luna del delirio en los hilos del orgasmo.
Luna donde la locura se convierte es ascua
Y el deseo invalida toda palabra. Todo cerrojo.
No me interesa el fuego doméstico. No me sirve.
Prefiero entonces morir condenado a la indiferencia.
Te quiero con los muslos del corazón abierto
Y bebiendo esa espesa sed de las llamas.
Te prefiero con temblores espectrales de acordeón,
Suspendida en la hipotenusa de los pensamientos.
Te prefiero con la loca desnudez del cristal,
Con olor a sahumerio, cuerpo a cuerpo,
Haciendo del horizonte una lluvia permanente.
Te prefiero así, con olor a caracoles de río,
Y jugar con los pequeños anzuelos de la música
Te prefiero así, desnuda sobre el tintero de mi guitarra,
Abierta la puerta y vagando en el alba.
Te prefiero ardiendo en los silbidos de los eucaliptos
Y los labios nombrando la honda trementina
De las entrañas.
Te prefiero cuerpo a cuerpo entre mariposas azules…
Isla Santa María, 7 de abril de 2004




LUNA DE MIS LIBROS

6
Me duermo en tus solapas,
Un poco como la almohada que me hace falta;
En tus páginas sonrío aunque me aparte
Del mundo; adivino tantas cosas que pasan
Y río bajo el candil de tu luz.
Sé que nadie sabe por qué los quiero tanto.
Fieles a mis ojos, me ayudan a derribar sombras
Y a caminar bajo la lluvia de sus cristales.
Luna de mis libros en transpiración del tiempo.
Luna de mis ojos donde cuelgan balcones
Y saltan canciones de Bach o Vivaldi.
Luna donde aprendí a soñar con Cervantes,
Luna de mis alas infantiles con el gato con botas,
Luna durmiente del bosque con hojas encantadas,
Luna caminando sobre la sombra de barba azul,
Luna de Heminway doblando las campanas:
Mi primera aventura en el campo. Mi primera hazaña.
Luna de palacios encantados que me decían ven,
Y yo iba y entraba a respirar hadas, princesas y reinas.
De vez en cuando ángeles transmigrando;
Y otras, con viejecitas, bebiendo agua
De los pozos de la reina de Hungría.
Luna de mis libros frente a mis párpados,
Luna en mis estanterías como pájaro,
Luna del mar en mis cuentos de marinos,
Luna de Jaraguá con guaro y champaña,
Luna de los cuentos tristes como el patito feo:
Todo está hecho con tus espejos.
Luna goteando sauces llorones en las letras;
Carne del silabario que arrancaron los ríos,
Cuando cantaban todos los santos en el catecismo.
Luna donde bebe mi corazón sus propios latidos,
Luna heredada. Lámpara de mis libros.
Lluvia que no capta la kodak o la sony,
Faro donde el mundo se desparrama en las manos
Y los duendes se extienden inexorablemente,
Por toda la yedra armoniosa de las palabras.
Isla Santa María, 8 de abril de 2004



LUNA CON CAMPANAS. LUNA DEL TIEMPO.

7
Lo que ella dice al viento lo tragan los mares:
Desde los campanarios vacía su primavera,
Y descifra los ojos al convocar con ecos
A la tierra que va perdiendo sus raíces de jade.
Luna entre los cipreses de las sombras:
Dios, desde el fondo del enigma, pinta
Con las plumas del tiempo los menguantes,
Con sus brazos viste a la tierra de geometrías,
Con sus golondrinas el mar avienta espumas,
Hacia la suave voz que se abre en las pupilas.
Luna volcada al ritmo de la sangre:
En ti duerme la herida profunda del día:
Ancla de bronce sosteniendo las pestañas,
Esencia de la ceniza en los anillos de los ecos.
Cúpula del alma donde se consuelan
Los vagidos tristes de la sangre.
Luna con campanas entre muros, panales
Y horizontes. Luna entre caminos acechantes:
Luna con redes sobre las ruinas del crepúsculo.
Luna llorando barcos en los brazos,
Y caminando como los muertos sin itinerario.
Luna entre las ascuas de un verano insólito;
Luna en la voz endeble de la hojarasca.
Luna del solsticio. Luna mojada de barrio:
Sábana donde los amantes envuelven sus jadeos,
Y golpean al miedo hasta hacerlo inaudible
Como la lluvia cuando resbala
Su húmeda melancolía sobre el tejado.
Luna del tiempo devorando raíces,
Descendiendo hasta los infiernos celestiales,
Con un haz de vísceras vacías y luces cansadas.
Ha sido costumbre caer sobre la oscuridad;
Develar los ensimismamientos y asirse
Al largo silencio de las piedras. Cielo de ceniza.
Cielo de humo. Cielo donde se beben sueños
Y el odio se cruza con hábitos sacerdotales.
Luna con campanas y luz nocturna;
Para verte, los ramajes se hacen sombras
Y el mundo un lento polvo presentido...
Luna del morir abatido por la vida. Luz estricta.
Te invoco: toda la luz quema mi plumaje.
Todo el eco sedoso del badajo, lame tibios senos.
Existo. Aunque sólo el tacto sean mis ojos,
Y el desvarío lo más parecido a la realidad.
Luna del tiempo. Luna de mi tiempo:
Luna reventando en mis pupilas,
Y supurando en mi viejo campanario.
Luna sin más. Campana en los ojos del misterio,
Puerta del sueño y mis arrebatos…
Isla Santa María, 17 de abril de 2004


LUNA, CUERPO DESNUDO.

8
La palabra fue el río más luminoso de los ríos
Y el cuerpo más desnudo en el grito de los brazos;
Frente al mar despierto, las mareas,
La ráfaga creciendo, el agua desbordando su aliento,
La carne tocando fondo al compás del sustento.
La intimidad quedó desbordada en la saliva:
Fogón de pájaros en la hospitalidad de los poros,
Rebelión del pulso en la ráfaga blanca
De los pañuelos. Conjuro de lo eterno
La madeja de espuma en las sienes,
La desembocadura del ahogo y salir ileso.
Luna. Cuerpo desnudo sin diques. Ligera
Como los fuegos que velan y desgarran.
Yo también tengo la voz desnuda. Plaza
Donde el viento derrama sus escalofríos,
Y Eurídice se pierde en la música de Orfeo.
Las bridas rompen lo oscuro y laten;
Rompe los peñascos de la noche cerrada
Y de súbito está ahí, imagen del mar:
Cuerpo desnudo. Sombra absuelta y olorosa:
Muslos claros con lirios respirando
Sobre la vegetación de los gemidos.
Insaciable se vuelve la verdad del designio:
El sueño frente al ansia. La imagen oscura
De los muros frente a la claridad húmeda
Del corazón que la sustenta en sus odres.
A través de ella empecé a caminar hasta encontrarme;
Seduje primero los estadios de la vida;
Luego vino hacia mí cruzando la arena
De los meteoros y los cirios atroces del silencio.
Pero fue mejor así su pálpito;
Porque ahora puedo avanzar sin detenerme:
Puedo subir a sus contornos
Y jugar plenamente con los anillos de Saturno,
Mientras Cloto avanza en la esperma del alba.
La otra cara del espejo me habla de tu presencia:
La luz, el espejo nuevamente de lo transparente.
La palabra proclamada por los ojos,
La expresión corpórea que la anida sin envejecer,
El pensamiento que la augura y la celebra:
Bendita desnudez ardiendo en las ventanas
Y hundiéndose en caminos sin rastrojos.
Bendita desnudez entrando cada mañana al galope
Sin que la puedan impedir la indiferencia o el cansancio.
Isla Santa María, 17 de abril de 2004



LUNA, EN TU SONRISA...


“No sé la tierra de mi ser. No sé dónde
Empieza este sonido del alma y de la brisa,”...
Leopoldo Panero

9
Luna, en tu sonrisa la melancolía.
El polvo gris quebrado en el aire,
El búho junto a la lechuza,
Carcomidos por el monólogo del silencio.
El reloj tirita en las muñecas de las manos
Como un acordeón desvencijado.
En tu sonrisa sólo veo frágiles parpadeos
Y tiempos olvidados y horas muertas.
Qué fácil es deambular con lejía en los ojos
Y asomarse a la oscuridad siendo la oscuridad
Misma: El eco, la noche, el rumor.
A ratos la alegría se viste de fugaces meteoros,
De ventanas que refractan los anhelos;
A ratos sólo es un juguete con polilla
Y nada más. Un juguete del tamaño
De la mostaza, un eco alrededor de un cirio.
En todo caso ahora es abril y anochece.
Anochecer es para mí el eterno ir
Hacia la isla inequívoca de la entraña soñada.
Supongo que en algún rincón está la alegría,
Aunque nada esté en mis ojos. Nada en absoluto.
Supongo que la alegría partió
Para perderse en las algas de la noche,
Para viajar junto a los barcos de los vientos
Y a los trenes con efímeras luciérnagas.
De todas formas, no se si en tu sonrisa
Estaré siempre como un viejo muelle
Resguardado por la lengua salada de las olas.
Si sé que durante la noche te haces esencia:
Presencia plena de los recuerdos
Y pizarra del instante en el horizonte,
Donde la edad animada de ceniza,
Pareciera encauzarse a lo eterno del latido.
Y aunque la paradoja paraliza,
En ese pincel efímero está la evidencia
De cuanto la angustia nos revela.
Isla Santa María, 17 de abril de 2004


LUNA INVOCADA

10

Ven. Ilumina de noche el silencio
Con el brío de la espuma o las ráfagas del cierzo.
Arriba, cuesta seguirte en pijama;
El aire sopla y succiona como un túnel.
Baja conmigo al sótano de los bares
Y vendamos el alma al diablo;
Podemos comer en el mismo plato:
Ver en el espejo los hilos del pasado;
Envejecer de extenuantes soñolencias
Y de excesivos y patéticos infiernos.
Duele tropezar con la impotencia;
Abrazar torpemente las olas en su vaivén;
Y amarse uno mismo en las habitaciones del frío,
Sin que la noche lo deje de convertir a uno
En un rumor de faroles en fuga.
Las cumbres me parecen luces grises
Como para subirlas descalzo;
Transitar sobre las olas requiere de zapatos,
Con un paracaídas de álamos alados
Y una escalera de susurros hecha con gaviotas.
Las sábanas de la espuma inquietan mis sentidos;
Y aunque el frío del cemento me sea familiar,
Sigo sobrenadando. Sigo gastándome
La poca fe que me queda y la alegría imaginada.
Tengo siglos de vivir bajo los árboles:
Entre tierra, arena, aire, sigo con mi historia
Transcurriendo igual que el tiempo en un cuarto.
Por supuesto la realidad soñada es nostalgia,
Deseo vergonzoso de dormir a solas
Y apuñar los recuerdos en un caracol nocturno.
A veces la luna no sirve en las alturas,
Ni en el rostro huracanado de las olas:
Si bien todo nos parece próximo, sabido,
La vida nos obliga a diversos tapices y tejidos.
Entonces surge el acto verdadero:
La modulación de la espuma en los labios,
La herida que nos mira y nos expresa,
El trasmundo de la altura que adelgaza la inteligencia,
El espejo de las cantinas que nos increpa
Con sus ojos de truculenta orfandad.
¡Luna en las olas y en las cumbres,
Torpemente prendida en las redes de los desvaríos!
La veo encima de mi noche plena.
Es un vago pasar de morir siempre,
De morir siempre tocado por la vida,
Por la nada, por la ceniza del eco. Por la nada.
Por más vastos que sean los rieles del mar
Y los anillos de la luna; por más infinito el andar,
Sé que el ojo tiene, la mirada del ojo tenue
Del río diluido y negado de los páramos.
Luna tan cerca de mis sueños
Y goteando trementina en el pinar.
Luna tan cerca de mis sueños:
Sombra mía en la niebla del mar.
Sombra blanca sobre mi cabeza desatando bestias,
Sombra sobre el eco y el desierto de las piedras.
Sombra honda como el misterio de la sed
Y la herida abierta en el costado de las estaciones,
Sombra con sus cauces y afluentes:
Penumbra tibia del mundo a mitad del camino...
Isla Santa María, 18 de abril de 2004

ESTACIÓN DE CATACUMBAS(ESPAÑOL-VASCO)

Joan Miró




Poesía traducida al euskera
Por María Eugenia Lizeaga


Estación de catacumbas


“…quema su obstinación…
Como papeles de estupor histórico”…
David Escobar Galindo

Como los dioses de los antiguos imperios,
Asoman implacables en las ventanas,
Fantasmas de hoy, cómplices de sombras,
Desdibujando el rocío de las sienes
Para que reine el iris árido de este cosmos,
Vida de museo donde la noche arrima
Desollados cuerpos, sótanos de próspero crepúsculo,
Calles con inalcanzables muros,
Fronteras donde el mar sube a las pupilas,
Y los navegantes se ahogan en el espejismo,
Desorden impuesto por el mimetismo de los disfraces.

Cuando el tiempo se vuelve huraño y oscuro,
Y el arroyo del vitral, mutismo,
Y la palabra se adhiere a la zarza del escombro
Y la oscuridad se torna sahumerio
Y el agua no sofoca el pozo del erial
Y el camino arde en los ecos de la conciencia
Y no hay arrullo visible, ni un candil
Para habitar los espejos,
Y la respiración deambula como luciérnaga
En la huella de mil papeles,
El hálito ha caído en el vacío y la hoja del aliento
A los vagones de un tren desvencijado.

Cuando las manos deshojan los vitrales
Y el íntimo alero de los astros roto,
Vivir es un prodigio. Una posibilidad
Frente al imán de la almohada.
Cuando las claves del sosiego desaparecen,
Y la ilusión animada del instante no cuenta,
Y el chubasco de la saliva es fuerte,
La eternidad se convierte en tímido guerrero,
Crepúsculo de transfigurados ausoles,
Rendija del miedo, bóveda de lacrada hojarasca,
Reloj de monásticos presagios,
Rumor desviviendo los pabilos de las lámparas.

Cuando esta suma de la muerte en su trayecto
No cesa,
Y los vientos de la pólvora tampoco callan,
Y la filosofía del miedo suspira en la savia,
Y el vuelo termina en velas y candelabros,
La vida ya no es posible, porque nadie vive
Sin la beatífica túnica de la armonía,
O en el claustro desnudo de la diáspora.
Cuando el dolor es urgida amenaza,
Y progresiva la tribulación en las sienes,
Un refugio es la hospitalidad más diáfana...
©André Cruchaga,
Barataria, 27. 09 de 2006,
Del libro: Caminos cerrados.



Katakonben urtaroa

“...Erretzen du bere hisiak...
harridura historikozko paperak bezala ” ...
David Escobar Galindo


Antzinaroko jainkoek bezala,
Leihoetan errukirik gabe azaltzen dira,
Gaurko mamuak, itzalen lagunak,
Lokien ihintza itxuragabetzen
Kosmos honen iris idorrak erreinatu dezan,
Erakustoki bizitza, han larrantzi gorputzak
Hurbiltzen ditu gauak, ilunabarreko soto oparoak,
Kaleak horma atxiki ezinezkoekin,
Mugak non itsasoa begi-ninietara igotzen den,
Eta nabigatzaileak ispilatzetan itotzen diren,
Mozorroen mimetismoak inposatutako nahas-mahasa.

Denbora zapuzti eta iluna bihurtzen denean,
Eta beiratearen erreka, mututasuna,
Eta hitza zaborraren sasira eransten denean,
Eta iluntasuna urrin zabaltzailea bihurtzen denean,
Eta urak eremuaren putzua itotzen ez duenean,
Eta bidea kontzientziaren oihartzunetan sutan dagoenean,
Eta urruma ikusgaia ez dagoenean, ezta ere
Kriseilu bat ispiluak bizi izateko,
Eta arnasa ipurtargiaren antzera noraezean dabil,
Nire paperen arrastoan,
Hatsa hutsean erori da eta arnasaren hostoa
Tren korrokoildu baten bagoietan

Eskuak beirateak hostokatzen dituztenean,
Eta izar apurtuen teilatu-hegal barnekoak,
Bizitzea miresgarria da.
Aukera bat burko imanaren aurrean.
Lasaitasunaren giltzak desagertzen direnean,
Eta unearen ilusio animatuak garrantzirik ez duenean,
Eta txistuaren zaparrada indartsua denean,
Eternitatea gudari lotsatian aldatzen da,
*Ausol antzaldatuen ilunabarra,
Beldurraren zirrikitua, orbel lakratuzko ganga,
Ordularia monastegizko iragarpenezkoa
Zurrumurrua lanparen babilak ez –bizitzen
Batuketa hau, heriotzarena bere bidean, gelditzen ez denean
Eta bolboraren haizeak ere ez dira isiltzen,
Eta beldurraren filosofiak bizigarrian hasperen egiten du,
Eta hegaldiak argizari eta zutargietan bukaera dutenean,
Bizitza jada ez da posible, inor ez delako bizitzen
Harmoniaren tunika dohatsuaren gabe,
Edo diasporako klaustro biluzian.
Mina mehatxu behartua denean,
Eta aurrera doana estutasuna lokietan,
Aterpe bat abegion garbiena da.
*Ausoles/fumarolas- Ertamerikan, sumenditzaren fenomeno interesgarrienetakoa
André Krutxaga
Barataria, 2006/09/27
“Bide itxiak ” liburutik (Del libro “Caminos cerrados”)
Traducción: María Eugenia Lizeaga.




Fuerza del escombro

No es fiable la ciudad, la casa, la ventana;
Nadie duerme ni se acuesta tranquilo
En su cama sabiendo que el vilo
Es el propio salvavidas ante el huracán
De la estafa, el asalto y el secuestro.
En el tranvía del sueño hay borrosas fantasías;
Las lianas del crimen supuran dolor.
Amanece y ya en los espejos de la bruma
Está esa ansiedad de desvivirse. En cada calle,
Uno descubre el duelo como nutritivo alimento,
El reloj del anhelo inválido, la respiración
Cruzando oscuros tapiales de adobe,
La fuerza del escombro asumiendo su propia hazaña
De hacer migrar la vida hacia el vacío.
Hoy es una aventura peligrosa vivir aquí:
La urgencia diaria de los párpados abiertos,
El laberinto de los portales arreciando los latidos,
La calle con su larga fatiga de hormigas carnívoras,
La brasa de la aflicción quemando el rocío,
La libertad olvidada en un cuaderno de balastos,
La vena transformada en espesa maleza.

En cada esquina cae la vida como gota de agua
Del tejado;
Nadie se atreve a construir la verdad,
Ni recobrar la serena brújula del alba,
Ni ser memorable rendija por donde la luz
Transforme esta sed en oasis de cábalas.

La noche arrecia y la vida resiste cuanto puede.
Crece la confusión al observar el mundo:
La nada aflige con sus rincones de polilla,
La hoguera brota como áureo incienso,
La ley es una feliz ausencia; en torno a ella
Se pasean los vitrales de la impunidad
Y las amnésicas paradojas de la ciudadanía.

En este tiempo sitiado por ventanas afónicas,
El aroma del buen augurio deja de ser alacena
Para convertirse en victoria de espinas.
Uno aprende, sin embargo, a abrir los ojos,
A respirar internamente en lo oscuro,
A sortear la babel de los espectros,
A salir a la calle y caminar con el miedo,
A alternar entre el nicho y el cadáver,
A ser otro helecho supurando ansiedades,
A ser otro ojo tendido sobre la ceniza
De este tránsito histórico.
©André Cruchaga,
Barataria, 28. 09 de 2006,
Del libro: Caminos cerrados.



Zaborraren indarra

Ez da fidagarria ohia, etxea, leihoa;
Inork ez du lo egiten ezta ere lasai oheratzen
Bere ohean jakinaz ardura dela
Dagokion salbabide bakarra urakanaren aurrean
Iruzurrarena, erasoa eta bahiketarena.
Loaren tranbian ameskeri lausoak daude;
Hilketen sasiek izerdia zornatzen dute.
Eguna hasten da eta jada lanbroaren ispiluetan
Ez bizitzeko antsietate hori dago. Kale bakoitzean,
Norberak dolua janari elikatzaile eran aurkitzen du,
Irrika babesgabearen ordularia, arnasa
Adreuluzko horma ilunak gurutzatzen,
Zaborraren indarra dagokion balentria onartzen
Bizitza hutsaruntz migratu araztearena
Gaur egun hemen bizitzea abentura arriskutsua da:
Betazal irekien eguneroko larritasuna,
Atarien nahas-mahasa taupadak areagotzen,
Kalea bere txindurri haragijaleen neke luzearekin,
Atsekabearen txingarra ihintza erretzen,
Libertatea ahaztuta hartxintxarrezko blokean,
Zaina sasitza trinkoan aldatuta.

Iskina bakoitzean bizitza jarioan
Teilatuaren ur tanta bezala;
Inor ez da auzatzen egia eraikitzea,
Ezta egunsentiaren iparrorratz narea berreskuratzea,
Ezta ere zirrikitu gogaingarria izatea hortik argiak
Egarria hau, kabalen oasia bihurtu dezan.

Gauak areagotzen du eta bizitzakAhal duena eusten du.
Anabasa handitzen da mundua begiratzekoan:
Ezerezak samintzen du bere sitsezko txokoekin,
Zutzarra urrezko intsentsua bezala ernetzen da,
Legea zorionezko ez egotea da; Bere inguruan
Zigorgabetasunaren beirateak paseatzen dira
Eta hiritarren paradoxa amnesikoak.

Garai honetan leiho erlatsez hesitua
Zantzu onaren lurrinak arasa izateari uzten dio
Arantzadun lorpenean bihurtzeko.
Norberak ikasten du, alderantziz, begiak irekitzen,
Barrutik ilunean arnasa hartzen,
Mamuen Babela saihesten,
Kalea atera eta beldurrarekin ibiltzen,
Hilobia eta hilotzaren artean aldizkatzen,
Larritasunak zornatzen dituen
Beste garo bat gehiago izaten,
Beste begi bat, iragaite históriko honenErrautsaren gainean etzanda.
André Krutxaga
Barataria, 2006/9/28
“Bide itxiak” liburutik
Traducción: María Eugenia Lizeaga.




Con los ojos abiertos

A María Eugenia Caseiro,
Que conoce el calendario oscuro de este mundo.


Pero a pesar de tantos largos años oscuros,
(…)
espera que la luz se filtre en la sangre…
Rafael Alberti


Asfixia este sórdido burdel de las pasiones;
La violencia que exhibe su festejo de chicha.
Mujeres y hombres han oscurecido sus brazos de sudor,
Y transpirado orégano de llanto,
Y macerados delantales de cebollas,
Y comido ensaladas de negras chaquetas
Con trajes de rancia saliva.

El calendario es un río de mariscos nauseabundos,
Con bigotes de cansada palabra:
Los muertos bailan de hambre,
Pese a la carne que no disuelven los ojos,
Pese a la oferta de asados salpicando las sienes,
Pese a la carcajada ausculta
Chorreando ecos de espuma.

En los ojos festeja la losa de los bultos,
El galope de bostezos, el vértigo en la boca,
El polvo del aire rompiendo las retinas,
La zancadilla a los muslos flacos de la alegría,
La noche como roca las veinticuatro horas.
Sobre este universo se vive. La zozobra
Es sangre y oxígeno.
Hay hombres, mujeres y niños muriendo;
Las lianas de la violencia se extienden sobre el césped:
Oscuro es el viento para los que no han nacido;
La herrumbre del metal oscurece la luz,
La inocencia ha perdido sus dientes sanos;
En cambio, tenemos, alas mordidas por peces
De huidiza amargura,
Voces ahogándose en trinos oscuros,
Labios agrietándose entre las zarzas,
Escapularios de moradas túnicas,
Rosarios ahogándose en el vestido de la cobardía,
Anatomías como las líneas de la orina,
Arqueándose en efectiva geometría de lianas.

Más allá de toda esta piel de secas ojeras,
Y un poder disputado a señas de ciegos;
Más allá de la habitación oscura de una pareja,
Corriendo sobre los poros con los ojos cerrados,
Está hoy la urgencia de las ventanas,
Está el miedo cebado por el chantaje,
Está la mosca espiando las encías,
Como negros garbanzos de la noche.
Más allá de la risa en los despachos ministeriales,
Está el alarido del vestido
Y ese dolor del cuerpo, lento, sostenido
En las canaletas del camino.

No hay mano que seque este río de sal,
Ni memoria para suturar la calle rota,
Ni tierra fértil para plantar esperanzas gigantes,
Sólo puertas de trenzado silencio,
Donde la luz no usa su sombrero transparente,
Sino un alero de ciegos goterones…
©André Cruchaga,
Barataria, 08.10 de 2006,
Del libro: Caminos cerrados.



Begi irekiekin

A María Eugenia Caseiro,
Que conoce el calendario oscuro de este mundo.


Aldiz, hainbeste urte ilun luzeen ordean, (...)
argia odolean sartzea espero du...
Rafael Alberti


Pasioen burdel likits honek itotzen du;
Bere *txitxaren jaiak agertzen duen bortizkeria.
Emakume eta gizonek izerdiaz ilundu dituzte besoak,
Eta negarraren oreganoa izerditu,
Eta mantalak tipuletaz bigundu,
Eta txaketa beltzezko entsaladak jan
Txistu garratzeko trajeekin.
*Edaria

Egutegia itsaski higuingarrizko ibaia da,
Hitz nekatuaren biboteekin:
Hilek goseak dantzan daude,
Begiak urtzen ez dituzten haragiaren arren,
Lokiak zipriztintzen dituzten errekinen eskaintzen arren,
Aparreko oihartzunak darion barre-algara auskultatuaren arren.

Begietan konkorren lauzak ospakizunetan,
Aharrausien laugainak, zorabioa ahoan,
Haizearen hautsa betsareak hausten,
Pozaren izter argalei zangotraba,
Gaua harkaitza antzera egunaren hogei eta lau orduak.
Unibertso honen gainean bizitzen da. Larritasuna
Odola eta oxigenoa da.
Gizonak, emakumeak eta umeak hiltzen daude;
Indarkeriaren lokarri-adarrek zelaiaren gainean zabaltzen dira:
Iluna da haizea jaio ez direnentzat;
Metalaren herdoilak argia goibeltzen du,
Inozentziak bere hortz onak galdu ditu;
Ordean, hegal koskatuak ditugu, samin iheskorrezko arraiengatik,
Txio ilunetan ahotsak itotzen,
Sasi tartean ezpainek pitzatzen,
Tunika morezko eskapularioak,
Arrosarioak itotzen koldarkeriaren soinekoan,
Pixaren ilara bezalako anatomiak,
Okertzen lianazko eraginkor geometrian.

Betzulo lehorrezko azal guzti honen baina hareago;
Eta itsuen keinuei liskartutako boterea;
Bikote baten gela ilunaren baina hareago,
Begi irekiekin xularmeen gainetik korrika,
Gaur dago, leihoen premia,
Beldurra dago, xantaiak gizendua,
Eulia dago, hortzoiak zelatatzen,
Gaueko txitxirioak bezala.
Ministerio- bulegoetan barrearen baina hareago;
Soinekoaren garrasia dago
Eta gorputzaren min hori, geldoa, bidearen ubideetan mantendua.

Gatzezko ibaia hau lehortzen duen eskurik ez dago,
Ezta burua kale urratua josteko,
Ezta lur emankorra, itxaropen erraldoiak landatzeko,
Txirikordatutako isiltasun ateak soilik,
Non argiak ez darama bere kapela gardena,
Itogin itsuzko teilatu-hegala baizik.
©André Cruchaga,
Barataria, 08.10 de 2006,
Del libro: Caminos cerrados.
Traducción: María Eugenia Lizeaga.

MEMORIA ÍNTIMA Y PRESENTE

Pablo Picasso, "Retrato de una niña")



Sueño eterno

Duerme mi madre aquí, en su castillo,
Sin pena, sin prisa, ni monumento;
Profunda es la modulación del viento,
Indescriptible su desvelo y brillo.

Aquí bajo este féretro sencillo
De un ser solo se apagó el portento;
Quedó la casa sin voz y tormento,
Su imagen pura marchitó su hilillo

De vida. Aquí quedó la armonía;
Yo vengo a velar su sepultura
Cuando este camposanto queda solo.

De aquí sale el cierzo cada día:
En las mañanas el sol inaugura
Los vientos del celaje de Apolo.
Mayo de 2006.



Íntimo asombro

En portentoso haz de cielo abierto
Mi frente en tránsito de la mañana;
Adentro hay una soledad temprana
Deshaciéndome hasta dejarme yerto.

Vengo desde la lluvia y voy al desierto
Donde esta augusta soledad se hermana
Con el ángelus frío de la campana
Que me suelta el tiempo cuando despierto.

En mí está ese misterio y no lo nombro,
Lo ando en la espalda, luna de mi canto,
Como fardo de ocote sobre el hombro;

Y aunque lloro, del día te levanto:
A diario bebo el recóndito asombro
De encontrarme vivo, pese al quebranto.
Mayo de 2006.



Memoria íntima y presente

Tu presencia calcina mi memoria,
Tu rostro, amor, en fuego permanece,
Hoguera que en celaje resplandece,
Día que se abre, cadencia ilusoria.

Sé que tu nombre es magnánima historia;
De pronto el olvido vive y crece
Esa figura tuya que embellece
Mi vida en emoción contradictoria.

En hazaña homérica me diste
La trementina de ti, luz había,
Juventud, consuelo y un afán sereno.

Y sin embargo me hiciste triste.
Tan triste y hosco como la agonía
De la hojarasca sumida en el cieno.
Octubre de 2006.



Cripta sin luz

Sé que la vida es batalla desnuda,
A ratos triste y sin aliento el alma,
Atada la ilusión, rota la calma,
No queda sino el trance de la duda.

El futuro es congoja incierta y muda;
Fuera de su rastro, brumosa palma,
Se yergue una iluminación sin calma:
Ansia de urgencias la verdad desnuda.

Al pie de estos senderos y rastrojos
“—criptas sin luz, intrépidos aleros—“
A uno le conviene fijar los ojos…

Pues el sueño es sueño, farol lejano
Mojado con sutiles cicatrices
De un mundo de repente poco humano.
Octubre de 2006.



Magia de tus ojos

Ojos que me respiran el anhelo,
Ojos que intrépidos roban mi vida,
Ojos de cielo, sin afán suicida,
Ojos ciertos para alzar el vuelo.

Ojos-emblema para mi consuelo,
Ojos quietos que la vida no olvida:
Emblemas de esperanza no vencida,
Sobre el resplandor tranquilo del cielo.

Ojos que me guían en la espesura
Y me hacen avanzar sabiamente
Por los rastrojos de la lejanía.

Ojos ciertos, sin obsesión oscura,
Extendiendo su magia, de repente,
Sobre el desatino del alma mía…
Noviembre de 2006.



Eco maternal

Siempre estuve frente al dolor despierto;
Nada fue sentir que el ocaso vuela.
Se te iba todo lo que uno anhela:
La vida perfecta en silencio abierto.

Vi cómo morías y tras el huerto,
La antesala del sueño que cancela
Todo aquello que en la vida desvela,
Quedó sin rumbo, sin aroma, yerto.

Ahora mi quietud se sobresalta.
Una madre es una madre y redime
Cuando la soledad en uno gime.

Escucho su voz. La memoria asalta
Todos aquellos pensamientos, bruma
Perpleja sobre caminos de espuma.
Noviembre de 2006.



Claridad oscura

Toda la vida, la de cielo y tierra
Emerge de manera repentina
Y va hacia una claridad que no atina:
Toda oscuridad aquí se encierra.

A menudo es estar en bartolina,
Cubierto de quejas, juncos, dunas;
La vida es ir transfigurando lunas,
Lunas de brea a llama matutina.

¡Ah, mortecino río! Coronado…
Diademas pétreas de este vaivén
Tiempo acaso, redondo, reclinado.

Ah, la lengua de la queja conmigo:
Estar en cielo abierto y sin abrigo,
Sin claridad y sin aire, atrapado…
Noviembre de 2006



Río de niebla por las calles

Crispado frente a la vida, al destello;
Abatido por todo el alborozo
De este tiempo suicida, sin esbozo,
Agarrando la vida del cabello.

Uno espera en cada calle el resuello
Del pánico y el ciprés del acoso;
Caminar ya no resulta gozoso
Cuando sin más, de pronto hay en el cuello

Un arma desatada que te embiste.
Sólo basta ver las almas tan solas
Marcadas por el golpe del suicida.

Sólo basta mirar lo que ayer fuiste:
La violencia se sacude como olas:
Mana la sangre de la herida abierta…
Noviembre de 2006



Eco de la desarmonía

¡Qué horror! Sangre en el viento extendida.
Espacios ciegos, sin luz a la espera
De un cielo mejor, aferrada hoguera,
En la redonda armonía concebida.

Este tiempo de forma desteñida,
Es roca infinita o compacta cera;
Obediente al caos, sin otra manera
De ver la cruel desgracia desmedida.

Severa parece pese al empeño
De vivir en armonía y hacer que hable
En su catacumba feroz y oscura.

Nada hace pensar venturoso sueño.
Nadie hace posible el eco palpable:
Vivir en luz y no en tierra oscura.
Noviembre de 2006.



Vida entre la neblina

Veo en este tiempo mucha indisciplina,
La razón perdió toda hermosura;
Hoy prevalece el mercado y la usura:
Hay falta de rocío en la retina.

La casa dejó de ser luz divina:
Hay zozobra, caos y quebradura;
La fuente del ser tornóse amargura.
Desesperanza es ahora y nadie atina,

Sus desgastados sueños seculares.
Mano oscura la pena en los altares;
Halcones en la calle, silenciosos,

Tratando de llenar su pico ardiente.
Así es este estival, pues de repente,
Nadie se salva de mares neblinosos.
Noviembre de 2006.



Invierno de la historia

Oscura deshora, invierno en oleaje.
Desterrada la dicha en su estatura,
Velas se yerguen sobre sepultura
Y no sendero y alba que nos desclave.

Ese horrendo, abominable andamiaje,
Donde la historia habita e inaugura
Su fiel ceguera y cabeza oscura
No es otra cosa más que un vil ultraje.

La historia a menudo es carne bullente,
Es también respiro y silente aprendizaje
Donde la mano del hombre envenena.

Así ha sido este heroísmo viviente;
No por ello hay que rendirle homenaje,
Ni asirla como alma en perpetua pena.
Noviembre 2006



Ilusión presente

He viajado salvando la frontera
De mi propio reflejo, sin la astilla
Del ocote, acaso sombra amarilla
Redefiniendo la ilusión presente.

Lento va el surco, tardo, ciertamente;
Pero es que para colocar semilla
Fecunda, hay que abolir toda gravilla
De marejada embriaguez penitente.

Por más que su mutismo sea fuerte,
Aquí está el sueño cuya fe abraza
Y alumbra dintel y aire imaginado.

Claro que no es fácil correr la suerte
Del pájaro que en su vuelo enlaza
Un mundo ciego, oscuro, sin fe atado…
Diciembre de 2006.



Desnudo vuelo

Contigo el ala y el desnudo vuelo,
Contigo esta paz de no estar errante,
Contigo esta luz y sueño anhelante:
Fronda inmensa, miel eterna, cielo.

De pronto la razón tiene consuelo;
La armonía es un cetro importante;
Y la virtud, pasión, sólido diamante,
Al que yo, ser mortal en pensamiento velo.

No es fácil sostener el alma pura
Ni siquiera en leve sombra amansada,
Ni el gozo ni el dolor es maravilla

En un mundo donde falta hermosura.
Igual, la vida tiene algo de espada;
Por eso, digo, hay que andar por la orilla.
Diciembre 2006.



Esperanza entre muros

Me asiste la llama de la esperanza.
Aunque me asalte la sombra del camino,
Voy con garra buscando mi destino
En una oquedad de ruidosa hartanza.

Espero un día la bienaventuranza,
Esa que tras sueño, sin ser divino,
Pueda contra el feroso desatino
De encontrar lo que busca la mudanza.

De pronto el hilo de luz es oscuro.
Por buscar en las ramas de la niebla,
Se cae en la noche que la sal escombra.

De pronto la llama es malestar duro:
Al final, eleva su ala de tiniebla
Y uno vuelve sin quererlo a la sombra.
Diciembre de 2006.



Fragilidad de la espera

¿Por qué la luz, por qué la luz ligera
De este tiempo de letargo indeciso?
¿Es la norma de este tiempo impreciso
La que el nuevo milenio nos trajera?

Es frágil todo, voluble la espera;
Hay en él un viento con ojos de Narciso,
Un aire de muerte y cuerpo liso
Que va en ese cadáver que entrevera

La lumbre derramada de la nada.
Como sosiego no hay que fluya, dejo
Mi forma, ser, mi fluir en el espejo

De ese buscar a ciegas forma alada,
Cuando por desgracia arde de seguro
Sutil la vida en abrazado muro…
Diciembre 2006



La historia no redime

Este tiempo de hoy sólo trae tristeza,
Clava el cuchillo dejando su herida;
El sufrimiento no es gozo de vida
Por más que hablen de paz y de pureza…

Se ha perdido el amor a la belleza.
El andar es de fatídica herida,
Peligrosos caminos del suicida,
Que uno transparenta y ve en la cabeza.

Sòrdida en el desvalido torrente,
Incierta y vana es la luz del futuro:
Nada bueno se ve y nada viste…

La historia no redime al indigente,
Ni al que enarbola con aliento duro
Ese fuego de tornadizo alpiste.
Diciembre de 2006.



Ciega llama en la herida

Vivo en desasosiego y quemadura,
Esta lámpara de ardor, ciega llama
Del corazón y entraña se derrama
Como diáfana y cósmica ternura.

A veces cunde el pánico y oscura
La voz, el afán interno reclama
La palabra contenida en su drama.
Fácil no es subir el vaho de la altura,

Ni mirar con ojos ciegos la aurora;
A menudo, musgo y dolor estrellan…
Por eso turba el pesar de la herida

Y el aceite misterioso en la entraña.
Vivo, no obstante, cantando estremecido,
Esperando del viento su voz alada.
Diciembre de 2006.