EL SILENCIO VERTICAL, NUEVO LIBRO de MIGUEL
FAJARDO
“Miguel Fajardo es un poeta de
constancia natural y vigente en el todos los días de su vida, que es la nuestra
y en donde ejerce su oficio con especial dignidad y una inteligencia lúcida
para escoger los temas que han dado forma a su ya extensa obra, un proceso en
donde sus temas constantes son el tiempo, el espacio ante los ojos y esos
burbujeantes relámpagos en donde se nos presentan los sujetos -que no objetos-
de su poesía, en el severo proceso de rescatar los instantes perdidos y darles
forma de piedra sensible e instante de sed, lo que nos permite percibir en su
obra, una constancia de severa perfección, la cual indica una elevación en la
forma, el lenguaje, con la consecuente simpleza al hacer una poesía
cercana de nosotros y lo que él quiere
decir, ajustadas a los poemas, que muestran ese proceso de madurez que todos
hemos esperado de una persona como Miguel Fajardo, poeta, gestor cultural,
profesor, divulgador editorial, honra y esperanza de su patria y de su amada
Gran Nicoya”.
ALFONSO
CHASE, Premio MAGÓN, Costa Rica
MIGUEL FAJARDO. EL SILENCIO
VERTICAL. Guanacaste, Costa Rica: Círculo y Punto, 2024: 92 pp.
Portada y prólogo de Soren Vargas. Criterio de la contracubierta de Alfonso
Chase. Impresión Lara & Segura. Tiraje: 520 ejemplares. El volumen contiene
62 poemas.
El nuevo libro de MIGUEL FAJARDO será
presentado en la Feria Regional del Libro, en el parque Mario Cañas Ruiz de
Liberia, Guanacaste, actividad organizada por la Dirección Regional de
Educación (DIRELI), el martes 23 de abril del 2024: Día Internacional
del Libro, a partir de las 8 a.m.
Prólogo de SOREN VARGAS, Editor de Círculo y Punto
El desafío de prologar un libro del
poeta Miguel Fajardo, en su etapa de madurez creativa, no es lo difícil
que resulta separar al hombre de su obra, sino hacerlo de la misma literatura
de Guanacaste, así como de los símbolos y temas que la impregnan. Debido a que
ya existen varios y bien merecidos análisis sobre su poesía, materia en la que
tengo competencias limitadas, quisiera presentar este libro como lo que
realmente significa: el más reciente testimonio lírico de quien ha sido una de
las piedras fundacionales de la memoria colectiva de nuestra literatura
regional.
Ya sea desde su labor en el Centro
Literario de Guanacaste —que en este 2024 cumple 50 años de fundación—, como
docente de Español, o desde su propio trabajo solitario, a fuerza de cincel y
palabra, Miguel Fajardo es un referente incontestable para todos los que
estamos vinculados al oficio de las letras en la región. Podemos darle el
apelativo que se quiera: poeta, profesor, promotor, mentor, investigador, pero
todos tenemos que ver algo con su legado. Y los que lo conocemos un poquito más
de cerca valoramos, más allá de esa imagen de solemnidad y compromiso, a un ser
humano culto y afable.
Y es que Miguel ha sido el gran
cartógrafo del mapa simbólico por el cual los poetas de Guanacaste transitamos
en nuestro quehacer literario, y muchos de estos elementos aparecen
especialmente reunidos en los poemas de la presente obra, El silencio
vertical.
En el plano semántico, encontramos un
conjunto de símbolos recurrentes en la obra del poeta y constelados por la
inercia de nuestro paisaje, tales como el sol, la piedra, el fuego, la sequía,
la sombra, el mar, la noche o el relámpago. También una serie de preocupaciones
asociadas al tiempo, tales como la soledad, la travesía por la vida, el destino
y el olvido de nuestro origen. Finalmente, otro tipo de inquietudes
relacionadas con nuestro rumbo social, tales como la herencia de nuestras
culturas ancestrales, la catástrofe ambiental, el modelo de desarrollo, los
conflictos en los países vecinos y el destino de los inmigrantes.
Lo interesante del diseño poético de
Miguel Fajardo es la forma de conjugar estos elementos, de manera que sus
contrarios sean intercambiables, y esa es una clave para interpretar sus
significados. Su poesía hay que leerla en clave dialéctica.
Por ejemplo, a veces, la memoria es
un rescate («Amanece en la memoria»), y otras, es un reproche («Las lágrimas no
humedecen el olvido»); el mar se abre como una herida de muerte («Continuación
del mar») o una fuerza de plenitud liberadora («Seguir vivos»); la sombra puede
ser una metáfora del desasosiego («Las horas como sombra») o un punto de
lucidez («La resistencia de la sombra»); el sol puede expandirse como un portal
del amor («Algún tiempo en la memoria») o caer como con todo el peso de un
verdugo («Memoria de la catástrofe»). No es casual la recurrencia de oxímoros,
antítesis, paradojas, imágenes o personificaciones. La lista podría ser
exhaustiva, pero quiero invitar al lector a descubrirla.
Y es que muchas son las
preocupaciones de los escritores de Guanacaste que se aparecen en la poesía de
Miguel Fajardo, las cuales están íntimamente ligadas con nuestra singularidad
geográfica e histórica. Compartimos un sentimiento de reproche ante el olvido
institucional, de ancha soledad existencial, de quedar a merced de codiciosas
fuerzas de ultraje a la naturaleza, de mantener un legado indígena, del cual
hemos perdido los códigos. Pero también, que tenemos un amplio patrimonio
cultural para levantarnos y determinar nuestro ser, para regresar a nosotros
mismos desde la memoria compartida. Y, finalmente, de gratitud ante una belleza
territorial que enriquece los grandes sentimientos de la poesía: la nostalgia
telúrica, la trascendencia cósmica, el dolor que nos reinstaura, la celebración
de la vida o la pureza de un amor inefable.
Todo esto y más lo encontrarán en
esta obra que, desde nuestra pequeña editorial guanacasteca, Círculo y Punto
Ediciones, proyecto que Miguel Fajardo apoyó desde sus inicios, hacemos
pública, con mucho orgullo y gratitud. (pp. 11-13, 22 de febrero del 2024).
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