Miguel Fajardo Korea, Costa Rica
ROY ACEVEDO CARVAJAL:
ENTRE EL AYER Y EL INFINITO
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio
Nacional de Promoción y Difusión
Cultural de Costa
Rica
(Guanacaste
y Moravia).- Dentro de la
nuevas voces de la poesía guanacasteca, surgidas durante las dos primeras
décadas del siglo XXI, destaco el nombre de Roy Antonio Acevedo Carvajal (Liberia, 1978), quien edita su libro
de estreno en la plenitud de su vida.
Durante
el 2012 vive la experiencia religiosa contemplativa en un monasterio de
espiritualidad carmelitana. En el 2014 ingresó en el Instituto Religioso de los
Misioneros Servidores de la Palabra, donde realizó experiencia misionera
durante dos años y medio. En el 2016 inicia encuentros vocacionales en la
Diócesis Tilarán-Liberia. En el 2017 ingresa en el Seminario Introductorio en
La Garita de Alajuela. Actualmente, cursa el cuarto año de formación en el
Seminario Nacional de Nuestra Señora de Los Ángeles, en San José.
Otras
habilidades artísticas de Roy Antonio son las artes plásticas: dibujo, arte y
decoración. Nos complace reseñar su primera obra, que está compuesta de 26
poemas en cuatro apartados, a saber: Anhelos, asombro, dolor y encuentro.
Acevedo
Carvajal, Roy Antonio. “…del ayer al infinito”. San José: Aire Studio S.A.,
2019, 77 pp. (Presentación de Nora María Chacón Soto; revisión de estilo de Ana
Lorena Gómez Salazar). El libro contiene tanto siete acuarelas como 20
ilustraciones del autor.
***
En la literatura de Guanacaste hay antecedente
de sacerdotes que han escrito y publicado libros de poesía: Mons. Edwin
Baltodano Guillén (1926) y el Pbro. Hernán Ruiz Sandoval (1958). Se suma,
ahora, Roy Acevedo Carvajal (1978). Lo que significa tres generaciones de
autores con acentos de poesía con tonos y modos religiosos y los elementos
telúricos e infinitos.
El volumen incorpora un poema de la Licda.
Nora María Chacón Soto, en respuesta al poeta “Conmigo tu ausencia”, de Roy
Acevedo Carvajal.
… DEL
AYER AL INFINITO, de Roy Acevedo Carvajal, recoge la producción de 26
textos escritos durante los últimos 21 años de producción literaria. Aduce el
autor en la contracubierta de su libro “La historia no comienza con la primera
letra que escribe, ni termina con el punto final de ella. Todo empieza en el
ayer, sin letras, cuando los momentos escriben para lanzarnos al infinito”.
El
primer apartado “Anhelos” consta de cinco poemas. Con un epígrafe de Mateo
16,14. Es decir, es bien clara la dicotomía temporal “ayer/infinito”, donde el
ayer responde a un tiempo cronológico, vivido, experiencial, terrestre. Por el
contrario, el infinito, revela lo que no tiene ni puede tener fin ni
término. Un lugar impreciso en su lejanía y vaguedad.
En ese
juego tempo-espacial de lo perpetuo se mueve el corpus poético de este libro de
Acevedo Carvajal De mis manos escapó un
delfín / hacia un destello de eternidad, / junto a las alas y el viento,
lejos, / donde de amar no se cansará… / Solo fue testigo el azul eterno que lo
vio, / donde descansa el oleaje y el mar se acaba, / jugueteando con el viento
y el océano, / todo… por un sueño encontrar” (p. 17).
Es interesante cómo el hablante mezcla
elementos humanos, animales y marinos
(manos, delfín, mar, oleaje, océanos) e infinitos o alusiones de él (destello
de eternidad, azul eterno). En esa
estructura binaria se asienta la fuerza expresiva de este poemario del autor
guanacasteco.
La
poesía de Roy Acevedo está poblada de numerosos elementos de la naturaleza, por
ejemplo: ramas, suelo, nidos, bejucos, cortezas, raíces, pasto, semillas,
bosque, golondrina, riachuelo, frutos.
En Con mis propias ramas, poetiza:
“Pero antes que caiga la última de ellas, / recogerá el viento un recuerdo
rebelde / que nunca quiso morir, / y me hará llorar sin aire, /desde lo más
hondo de mi tallo, / hasta el último susurro /que el riachuelo le cante, / al
atardecer” (p. 19). Aquí, el viento es capaz de recoger un recuerdo rebelde.
En el
poema Cuando, el hablante lírico se
plantea una serie de interrogaciones retóricas para afirmar una sencilla, pero
honda espiritualidad. En ese sentido, el golpe del mazo “Cuando más fuerte
golpea, / mi espíritu encuentra le melodía / y la convierte en un estivo
sonido”. “Ni el lazo del cazador / ha podido sujetar del cuello mi voz. / Cuando las palabras se ahogaban, /
con más fuerza gritaban mis sueños”. Y el hablante repunta en su dolorido
sentir cuando expresa “Ni cuando he sentido tan cerca el fuego, / se ha apagado
el encanto. / Ha sido con mis pies en la hoguera / que ha brillado más mi
sonrisa” (pp. 20-21). Es decir, el yo
lírico se muestra fuerte, dispuesto a enfrentar muchas pruebas cotidianas de la
vida terrenal.
En Las alas del colibrí “¡El bosque ha
perdido / las alas del colibrí!/ Si su colorido vuelo/ se escapa para siempre,
/ se llevará el sueño/ que el pecho siente…/
(…) sobre el bosque seco y con empeño, / sosteniendo en el pecho sus
alas, / lo vieron volar con su sueño” (pp. 22-23).
Aquí puede constatarse el tono recurrente
del hablante por incorporar elementos de
la naturaleza, pero los dinamiza para personificarlos, de modo que develen
aspiraciones humanas, vehiculizadas por medio de los animales, en este caso, el
colibrí, que es capaz de volar con sus sueños, por cuanto se llevará el sueño
/que el pecho siente”.
En el
poema Entre el susurro el yo lírico
aspira a encontrar otros espacios.
“Quiero perderme entre algún susurro / y volar junto con él mientras
discurro, / llegar a la cumbre más alta… Yacer / en los brazos de una dulce voz
que cante; / desaparecerme en aquel instante, / escuchando el coro de un
amanecer” (p. 25).
En ese hablar quedo, meditativo, el
hablante lírico aspira a escuchar el coro de un amanecer, en una especie
de desplazamiento, o bien, un distanciamiento
de lo terrenal, en busca de nuevos espacios “en aquel lugar de
bienaventuranzas, /donde nunca la oscura sombra se vio”.
El
segundo apartado “Asombro”, comprende cinco poemas. Con un epígrafe de Marcos
10,27. “Aquel camino de luz / se alejaba en el ocaso / apagando todo alrededor”
(…) y pude ver envuelta la esperanza / en aquel último destello, /cuando mueren
los momentos / y se quiebran los recuerdos en el espejo del mar, / con la
última mirada del sol”. En el texto se observa la fugacidad de los momentos, la
permanencia de los recuerdos el espejo del mar y la última mirada del sol.
El tema
del tiempo es recurrente “En segundos, la vida…” “¿Adónde vas con tus pasos,
segundero, / apresurando el de los demás? / Parece que se te acaba el tiempo, /
corriendo tan rápido que parece lento / como si de primero has de llegar” (p.
31).
O bien,
“Lanzar el llanto a las corrientes, / no volverlo a escuchar, /pasear por la
orilla de un río, / encontrárselo al final (…) Pero lo verdadero permanecerá, /
aunque el mar se le rindan sus rocas / y con la mirada al cielo / decidan
flotar”. La poesía de Roy Acevedo Carvajal presenta el rasgo de un dinamismo
expresivo positivo, pues los elementos utilizados responden a categorías de
desplazamiento rápido: mar y mirada.
En “Lo
cierto”, se conjugan una serie de elementos: estrellas, alas, cielo, alba,
piedras, árboles, brazos, llanto, río, brisa.
Al final, existe un sistema recolectivo “Pueden las montañas mantenerse
firmes/ y gastarse con la brisa cada día. / Hundirse las islas del mar / y
devolverse las aguas del río. / Pero lo verdadero permanecerá, / aunque al mar
se le rindan las rocas / y con la mirada al cielo/ decidan flotar”. El poemario
de Roy está construido con hermosas imágenes y figuras literarias de alto
mérito literario.
En
“Oscura luz” se enumera voces, sueños,
recuerdos, pensamientos, porque “El descanso acurruca / lo que envejece. / La
nostalgia abraza/ todo aquello que ha sido. / Con los ojos cerrados / se espera
lo incierto. / El milagro no duerme: / Se queda, mira /… amanece”.
En “Alguien se lleva los nombres” el
hablante expresa “No encuentran sus nombres. / No saben a quién ir / ni dónde
quedarse. / Han perdido sus letras. / ¡Las palabras! / ¡No saben quiénes son
ahora!”. La identidad de las palabras es un nudo expresivo de mucho significado
en lo que no se dice. Sin palabras el mundo de la comunicación no es. Por eso
“Alguien se lleva los nombres, / no son los que antes eran”. Un universo sin
palabras sería inexplicable. Así de simple.
El tercer apartado “Dolor” comprende siete
poemas. Tiene un epígrafe de Lucas 22,42.
En “Un sendero”, “El tiempo pensante/se detuvo en el sendero”/ “Entre
los escombros junto a la luna, / nunca supe dónde estaba el tiempo, / ni
conocía el tiempo, / el fin de aquellos días. Por aquel sendero, / mis pasos
pesaban, senderos de trozos, pedazos y escombros, / cada trozo hecho pedazos, /
los pedazos hechos trozos, / escombros hechos trozos y pedazos”. El sendero
como caminos de Dios no conoce espacios, porque
Él está en todas partes. Dios es omnipresente y omnisciente, porque es
una potencia integradora.
En el panorama lírico de Roy Acevedo
Carvajal, se poetiza sobre la soledad,
uno de los temas eternos de la poesía. Lo hace con hendidura “cuando gritas /
desean que te escuchen/ y te ves cayendo al vacío / habrás conocido la
soledad”. “Soledad es llorar la propia / muerte estando vivo, / escuchando las
risas de otros/ celebrando la vida”.
Asimismo, ahonda en el tema de la ausencia
“Te sigo amando, / siempre aquí, / presente en la ausencia, / aquí donde más
duele; / donde no estuviste; / donde hacías falta, / donde no estabas, / donde
no estás, / aquí donde más duele, /conmigo tu ausencia”.
El cuarto apartado, “Encuentro”, consta de
nueve poemas. Con un epígrafe de Marcos 10,21. Es la aparte esencial, en el
tratamiento de temas religiosos, con base
en el eje crístico.
En “Mi libertad” aduce “No he perdido mi
libertad; /estoy preso en la libertad de su amor./ Su abrazo clavado… / atrapa”.
O bien: “Viéndolo morir amándome, / en el madero de Vida; / mis cargas se
rinden, / las besa la muerte”; “Ausente ahora / vivo muriendo, / Muriendo vivo,
/ fundido en lo eterno” (pp. 58-59).
“Lejos del fondo / de mi grisáceo lecho,
lo sigo… / Lo sigo, porque aún su mirada / me sigue llamando” (p. 61).
En el poema “…Y el mío” (Lc. 6, 12-16),
solo sugiere sobre los 12 apóstoles “Labios puros / en el monte Bendito,
/pronunciaron mi nombre, / en aquellos doce. / Doce nombres y el mío, /pasaron
toda la noche /esperando el alba, / que, como aquella, / no hubo otra
parecida”.
“Apiló las piedras/ que a escondidas
lanzaron. / Con ellas hizo arte/ y la historia que aún no termina”; “En este
mismo lugar, / muy adentro donde yo siempre estuve, / sin darme cuenta, Él
estaba, / sujetando mi mano, aquí, / donde parecía que no ocurría nada”.
“Él estuvo preso, /colgando en el abandono
/ y la blasfemia, / en la soledad que presumió/ vencer a Dios”; “Llorarán antes
de caer la tarde, / al ser las tres, / junto al discípulo y la Madre”.
En síntesis, el libro de estreno de Roy
Acevedo Carvajal (1978) le suma a las otras dos voces de sacerdotes guanacastecos
que escriben y han publicado sus libros de poesía, a saber: Mons. Edwin Baltodano
Guillén (1926) y el Pbro. Hernán Ruiz Sandoval (1958).
Asimismo, su obra suma otros tonos y modos
para el abordaje temático relacionado con los nudos expresivos religiosos.
Celebramos la aparición de este libro y la de una nueva voz en el panorama de
las letras del Guanacaste de siempre, dispuesto a mirar, leer y escribir su
historia con sus protagonistas, porque
no queremos un Guanacaste ajeno a
nuestra propia historia.
Lic.
Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y
Difusión Cultural de Costa Rica
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