Miguel Fajardo Korea
ANTONIO LOÁICIGA
PANIAGUA,
UN
HUMANISTA DEL APRENDIZAJE
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Educación Mauro
Fernández
(Guanacaste/Moravia). Siempre he creído que la vida es un
encuentro y un desencuentro. Me interesa hablar de cuando nos encontramos con
personas de excepción, quienes dejan huella y sendero en nosotros.
De ellas, aprendemos y
tratamos de emular sus valores, esfuerzos y capacidades de luchas y
realizaciones. De los desencuentros, no me gusta hablar. Son personas tóxicas,
por lo tanto, el alejamiento y la ausencia es el mejor signo por aplicarles.
La crítica polaca
Magdalena Perkowska escribe en su libro Historias
híbridas: “El tiempo verbal de un relato biográfico suele ser el pasado que
connota la fijación. Se narra la vida
como una línea continua, borrando las fisuras y las líneas en fuga, lo que
subraya la solidez del sujeto” (2008: 247).
En tal sentido, me he
encontrado con una persona paradigmática: don Antonio Loáiciga Paniagua
(Nicaragua, 17 de setiembre de1929) y su estimable familia. Él cuenta con 78 años de radicar en Liberia,
Guanacaste.
Conocer a don Antonio, a
don Toño Loáiciga, como se le conoce, cariñosamente, ha sido una gran alegría.
Su historia de vida es un ejemplo de tenacidad, lucha y perseverancia para
alcanzar los objetivos vitales, en procura de la superación y el logro por una
mejor calidad de vida, tanto para él como para su descendencia.
A los 12 años quedó
huérfano de madre. Asimismo, su padre
murió muy joven, sin haber tenido una importante relación afectiva. Su tío
Jorge se encargó de hacerlo hombre,
cuando lo puso a trabajar en su finca, desde tempranísima edad. Don Antonio
reitera y agradece a su tío, el haberle dado esas enseñanzas, que él llama “prácticas de aprendizaje”.
Ingresó en la hacienda El
Pelón de la Bajura, el 8 de febrero de 1949, a la edad de 19 años y se retiró,
definitivamente, el 16 de febrero del 2017. Don Antonio estuvo trabajando en
dicha hacienda durante 68 años
ininterrumpidos. Toda una vida de aprendizajes y luchas. En mi criterio, él es
un humanista del aprendizaje cotidiano.
Siempre
contó con el respaldo y la confianza de sus jefes, quienes una vez alcanzada su
jubilación de ley, lo recontrataron durante dos periodos más, con incremento en
sus ingresos. Todo ello, debido a su lealtad y gran capacidad administrativa.
Progenitor de una numerosa descendencia, se
comportó como un hombre responsable e integral. Todos sus hijos registran su
apellido. Asimismo, contaron con su apoyo económico y afectivo. La mayoría de ellos son profesionales en
diversas áreas del conocimiento.
Otra de las facetas de don Antonio es su
proyección comunal, con la ayuda generosa a grupos organizados e instituciones
educativas. Igualmente, como miembro directivo del Centro Agrícola Cantonal de
Liberia.
Me interesó, al adentrarme en el conocimiento
de don Antonio, saber su criterio sobre 36 términos y valores. En ese ideario,
es valioso el cuerpo textual expresado, pues refleja una amplia cosmovisión del
mundo. Sé que dichas conceptualizaciones
ayudarán a los lectores para comprender o discrepar de los alcances de su
contenido discursivo.
Recomiendo que se analice
su ideario, pues sus criterios señalan rutas y vías de un pensamiento superior,
de una persona con formación autodidacta, pero de firmes convicciones en la
universidad de la vida y el trabajo honesto sobre amplias zonas temáticas.
Hasta la fecha, don Antonio continúa siendo un gran y ordenado lector.
Su anecdotario es un registro de peripecias y
pruebas de vida. Fueron contadas mediante su privilegiada memoria, que atesora
un intenso recordar selectivo, pleno de luchas, faenas y travesías, desde la
hacienda El Pelón de la Bajura.
En la mirada ajena, incluimos cuatro
criterios. El de un trabajador de campo, el de una académica universitaria, el
de un administrador de empresas y del propietario de El Pelón de la Bajura. En
ellos, se evidencia la admiración, el cariño y la entrega de don Antonio dentro
de espacios geográficos, comunitarios, laborales y humanos, desde donde alentó
diversos proyectos de bienestar humano solidarista y comunitario.
Se incluye, asimismo, un
álbum del círculo familiar. En él, la mayoría de sus hijos e hijas ha vertido
un criterio sobre don Antonio, donde se puede establecer un corpus, en relación
con la mirada desde el espacio de la convivencia más cercana e íntima, como
padre.
La inclusión fotográfica
se hizo conforme fueron llegando las fotografías y los textos. La crítica
polaca Magdalena Perkowska aduce en su obra precitada: “El paralelismo que se
establece (…) entre las fotografías y el texto funciona como un metacomentario
sobre la organización temporal del relato y la dimensión selectiva de la
narración (2008: 214). El libro contiene
82 fotografías en blanco y negro,
tanto personales, familiares y comunales.
Con base en dichos
cuerpos textuales, consigno los elementos que se reiteran, en relación con don
Antonio, a saber: humildad, lucha, trabajo, guía, caritativo, consentidor,
amoroso, guardián, sabio, tutor, intenso, apasionado, coraje, fuerte, pilar de
familia, perseverancia, amoroso, superación, perdón, discernir, puso límites,
honesto, atento, inteligente, luchador, noble, ejemplo.
Don Antonio manifiesta su
regocijo de haberse casado, en segundas nupcias, con doña Rosa Adilia Borge
Borge, el 9 de enero de l978, hace más de 42
años.
Si
tuviese que construir un campo semántico sobre la personalidad de don Antonio
Loáiciga Paniagua, sería el siguiente:
Varonil,
conversador, un ser humano integral, leal, honesto, abnegado, creyente,
altruista, con gran preocupación para que su descendencia recibiera la mejor educación,
con una gran capacidad de trabajo sin horario, y con una lealtad a prueba de
siempre con sus patronos, en la hacienda El Pelón de la Bajura. Por esa razón,
trabajó casi siete décadas en dicha hacienda, en tareas de administración.
Él disfruta hoy de su jubilación
y utiliza el ocio creativo, dado que es un gran lector y gran conversador. Goza
de una notable memoria para fijar los acontecimientos que nos da a conocer.
Mientras lo escuchamos rememorar sus luchas y peripecias, dentro del espacio
dificultoso que le correspondió vivir, pero lo hace sin queja, más bien
agradecido con Dios por la oportunidad de servir, desde diversos frentes de
lucha, en faenas azarosas que cumplió con lealtad y compromiso.
Por otro lado, don
Antonio disfruta de la cercanía de su familia, así como de la visita de sus 17 hijos e hijas, 34 nietos, 12 bisnietos
y un tataranieto, cada vez que
pueden reunirse, con ocasión de alguna fecha especial dentro del entorno
familiar.
Antonio
Loáiciga Paniagua: pasado y presente de luchas (San José: Lara & Segura
Editores, 2020: 118) es
un texto aleccionador, porque testimonia el hacer y quehacer de un ser humano,
quien ha sabido ejercer un humanismo desde el permanente aprendizaje que es la
vida.
En él, creo válido
aplicar el pensamiento del escritor alemán Bertold Brech (1898-1956), cuando
expresó que: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan
un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay
quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.
Antonio
Loáiciga Paniagua
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