Una Manzana en la nevera, Sandra Sánchez
reseña
UNA MANZANA EN LA NEVERA
UNA MANZANA EN LA NEVERA, de Sandra
Sánchez, Piediciones, España, 2017, reúne setenta poemas. Debo confesar dos
asombros: el primero, el título. Cito para contextualizar mi lectura: “La
manzana se utiliza simbólicamente en varios sentidos, extraídos de diferentes
mitos: la manzana de la discordia, atribuida a París; las manzanas de oro del
jardín de las Hespérides, frutas que otorgaban la inmortalidad; la manzana de
Adán y Eva; la manzana del Cantar de los Cantares, que según Orígenes
representa la fecundidad del Verbo Divino. Se trata pues, de un medio de conocimiento,
fruto tan pronto del árbol de la vida como del árbol de la ciencia del bien y
del mal. Es decir, la manzana otorga un conocimiento unitivo que confiere la
inmortalidad o un conocimiento que provoca la caída.” Pero también, me he
propuesto explicar el concepto de “nevera”, que a su vez, requiere de algún
nivel de explicitación: el Diccionario ABC nos da una pista: “La
contextualización es el acto mediante el cual se toman en análisis las
circunstancias de una situación, un evento o un hecho, ya sea este público o
privado. Entiende un conjunto de aspectos relacionadas entre sí. En este
sentido, para entender un fenómeno aislado es necesario explicarlo dentro de
una esfera más global.”
Tenemos entonces, que la manzana se
convierte en el territorio u objeto del conocimiento y la nevera, como metáfora
del mundo en el cual, —con todas sus circunstancias—, uno vive y muere inexorablemente. Quizás la
residencia de la mujer (en este caso particular) y sus miedos, ante la compleja
indeterminación como casa del ser humano. Así, su poesía es una aventura para
desvelar y desvelarse frente al mundo. Su territorio poético es un rincón de
ternura, pese a las sujeciones de la vida cotidiana.
El conjunto de los poemas aquí
contenidos, reafirma ese desplazamiento, aun siendo en esencia poesía lírica,
esencial, es también terrestre, incesantemente trashumante en los sueños y la
cotidianeidad. Ese desplazamiento de los dos conceptos puestos sobre la mesa,
le confiere una acertada visión de lo que nos desea expresar la autora. Su alma
tiene la tesitura de una campana, o la ganada pasión del alba.
“La niña de uniforme huye de la vida
que
aún no ha comenzado.
Ha
aprendido en los libros:
las
guerras, las invasiones, una Historia
sin
final feliz.
Cuando
llegue a casa cambiará
la
ropa del colegio
por
la de la calle y colocará
sobre
sus hombros una máscara
de
piel y huesos, un rostro
que
no muestre jamás
a
la persona que la habita.
UNIFORMES,
PÁG. 79
“Poesía desnuda”, afirma el
prologuista, el también poeta Pablo A. García Malmierca. Y yo lo secundo. La
poeta se desnuda al habitarse, al ser siempre ella y diferente. Al enfrentarse
y huirse, al cuajar sus recuerdos y no encerrase, sino, sino abrirse a ese
fruto que dan los ojos y lo refleja la pluma y la tinta.
“Qué pena da la muerte
que no podrá tener jamás descanso
ni nadie —al fin— que conozca la
eficacia
de su obstinado trabajo,…”
QUÉ
PENA DA LA MUERTE, pag. 69
Y más adelante, perpleja, casi como
un corazón roto e insomne, nos deslumbra con su eficiente percepción. El tiempo
como un pedazo de tiempo cambia con el uso, se destiñe como los límites
confusos del horizonte. Es doloroso, sin duda contemplar la geografía humana,
los mundos que nos toca vivir, los pájaros que se extrañan al término del día.
Suerte que la palabra es instrumento de la sagrada locura en la que nos mete la
poesía. Veamos, para evitar más digresiones:
“A
través de la ventana cerrada al mundo
unas
grietas de cristal abren rendija
por
donde se cuela un aire helado
—vestigios de un presente anterior a
éste
que
me van dejando inerme—“…
“MICROCOSMOS”,
pág. 70
Todos los poemas valen lo que dicen.
Sandra, más allá de las tendencias literarias, vive y trabaja a plenitud la
creación poética y nos revela con audacia esos gérmenes peculiares de la
manzana en una nevera, decir, ese trazado del tiempo sobre sus hombros.
Muchas gracias
André Cruchaga
Barataria, 07.02.2018
1 comentario:
Agradecida y feliz por tu reseña querido André. Gracias de corazón.
Un abrazo enorme,
Sandra Sánchez.
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