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viernes, 2 de febrero de 2018

José León Sánchez, Premio Magón: ¡Campa ueee!

Miguel Fajardo Korea





José León Sánchez,
Premio Magón: ¡Campa ueee!


Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural



  
            El Premio Magón otorgado al escritor José León Sánchez (1928) es un meritísimo reconocimiento a un ser humano luchador; a un escritor e investigador incansable. Desde el Centro Literario de Guanacaste, Costa Rica,  felicitamos su designación.
         Su obra literaria y cultural es densa e intensa.  No necesita de presentaciones. Me referiré a su novela Tenochtitlan (México, 1986: 412).
         “Tenochtitlan” presenta una técnica cineística. El dinamismo expresivo positivo convierte su lectura en un signo de testimonio histórico. Es una obra de hondo contenido ético y estético. El texto plantea una visión angustiosa del orbe indígena, con honestidad y fuerza.
         La novela se encuentra dividida en 29 capítulos. La obra exalta la figura de personajes relevantes, y aborda acontecimientos de armas. Su contexto histórico, social, político, religioso, étnico y demás, se ubica entre 1519-1529, es decir, hace 500 años, por tal razón, indaga, arqueológicamente, para acercar el destino de los tenochas hasta nosotros, con gran propiedad artística, en sus presupuestos y códigos narrativos.
         La conquista, en cualquier lugar, genera expectativas, dudas, tropelías.  Nuestro continente no ha estado exento de arrasamientos, venganzas, luchas intestinas, dominación, explotación, genocidio étnico, vergüenza. Solo si nos despojamos de miedos podremos ver más allá de la oscuridad; en la luz de los puñales ardiendo, de las lanzas encendidas.
         Los estamentos sociales se entrecruzan: el azteca y el conquistador. Se muestra toda la gama de recursos guerreros. La astucia o la ignorancia.  El cuerpo de elementos-dioses: agua, aire, fuego, tierra.  Los dioses e hijos de los dioses defendieron, muchísimo, a Tenochtitlan, pero también, se asiste al último día de su libertad, su caída en 1521.
         La simbología azteca es altamente variada y rica en historias.  Los dioses blancos, cambiaron mucho el comportamiento étnico-social, pues el invasor dispuso y, además,  impuso.
         La crítica del narrador es sin temor, directa, “era casi un enano, un pedazo de hombre” (p.31). La vestimenta castellana mostraba poder “Hombres de guerra, porque miraban a todos lados como en espera de un ataque” (p.30).
         En la novela se habla del Tonalamatl, el Libro de la Sabiduría: “El libro contenía las trece divinidades, los animales, los veinte signos del año y la historia de los Nueve Señores de la Noche, que son los mundos que giran alrededor del sol, uno de los cuales es el de nosotros” (p. 46).
         En otro orden, se retrata tal cual es, al conquistador Hernán Cortés, dueño de la Medellín, su nave. La obra hiere, porque denuncia la condición de esclavitud a la que fueron sometidos los aztecas. El pronunciado desprecio de Cortés hacia los pobladores de estas tierras, basta con leer los conceptos que le merecían los indios conquistados.
         Los valores exógenos se convirtieron en un duro aprendizaje para nuestros antepasados. La intensa crueldad del expansionismo, se refleja en la actitud posesoria de Cortés (p. 53).
         La novela de José León Sánchez muestra la degradación étnica azteca, a manos del castellano: trueque unilateral a cambio de oro.  Las razas enfrentadas sentencian el hilo argumental de esta extraordinaria novela del narrador costarricense.
         La degeneración sentimental es otra fase oculta de la luna: prostitución, la ignominia de la horca.  Asimismo, enanos son quienes ordenan la quema de libros, como puede leerse esa degradación, alrededor del lago de Texcoco (p. 82).
         Los símiles ocupan un lugar clave.  La obra increpa, reflexiona sobre la derrota de la guerra, la trata de personas. Las descripciones son precisas, sostenidas.  Crean el suspenso, acrecentándolo con la firmeza de las enumeraciones, árboles genealógicos, replanteamientos, pasajes dantescos como la cortadura de manos, en fin, las situaciones límite se localizan llenas de expresividad y espanto.
         Las caracterizaciones de Hernán Cortés, Matla, Cuauhtémoc son precisas.  Reflejan al personaje. Los doscientos mil hogares de México son sorprendidos con el ingreso del ejército invasor. El vasallaje destruyó los valores autóctonos.
         La narración, la descripción del hecho de armas reviste un enorme sacudimiento a lo largo de las intensas páginas de Tenochtitlan.  El narrador hace alarde de un dominio integral de las técnicas novelísticas.  Todas las ideas de guerra, en aquellos años, están expuestas con desafío.  El lenguaje no es eufemístico.
         “Ante el señor Cuauhtémoc, miles de guerreros pusieron una rodilla en tierra, con su mano tocaron la misma tierra, la  elevaron,  la  besaron  suavemente y lanzaron un grito. -  ¿CAMPA UEEEEEEEE!!!! ¡CAMPA UE UE, CAMPA UEEEEEEEEEEE!!!
         La participación de las mujeres es hermosa en las tropas indias. Matla, la sacerdotisa guerrera se presenta con gran calidad humana, con enorme valentía, pero con un  final de tragedia griega (p. 398): con la cabeza rapada, sin un ojo y sin los dedos de la mano derecha, vendida en una subasta degradante.  El holocausto azteca fue tétrico.
         En la novela aparecen referencias a las venéreas, piojos, esclavos, venta humana, la explotación comunera, los rituales, el vencimiento, pero siempre con esperanza: “Cada vez que un guerrero muera, en ese instante resucitará la libertad y la eternidad de nuestros dioses” (p. 325).
          La actitud final de Cuauhtémoc es una lección.  No dijo dónde estaba el oro.   La destrucción de Tenochtitlan fue increíble: rompimiento de diques, fuga de agua, sequía, falta de alimentos, muertes, violaciones, vejaciones, costumbres raras: oler caca con un pañuelo blanco. La naturaleza juega su propia distancia. 
         Al final, la esperanza es superior al materialismo: “Mientras un grano de maíz pueda germinar sobre la tierra extensa del Anáhuac, México Tenochtitlan nunca, nunca, nunca… ha de morir” (p. 379).
         En  síntesis, Tenochtitlan es una novela archivo, gama de experiencia investigativa intensa, manejos de las técnicas narrativas y gran capacidad creadora. Genera opinión, porque sus páginas trasudan vitalidad, honradez y perspectiva para apostar por los vencidos con gran valentía narrativa.
         Salud, José León Sánchez, Premio Magón: ¡Campa ueee!
           
Lic. Miguel Fajardo Korea
Centro Literario de Guanacaste
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica

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