Sara Caviedes, España
1.
¿Qué
piensa la noche de los adentros gritos
y
el grumo del sollozo solo en los portales?
Soy
arena y perfil que demolido lame
el
tiempo desvivido de la esfera.
Ya
no caben más peces en mis copas.
Deja
que llame a un cuerpo
si es que la voz asiste a quien perdió la
forma.
2.
Amanece.
Llega
una luz que adiestra las injurias.
Pones
en pie este cadáver
y
lo haces transitar por los espejos
de
espaldas a la noche.
Atrévete a mirar.
4.
Cuántas
camas, amor
y
ninguna es nuestra.
Mi
desnudez se anuncia doble en el espejo
cuando
miente la luz de los andenes,
cuando
miente la boca y un aviso
asalta
con retales de voces fabricadas:
−eternidad−
prometen
las
voces que siempre están partiendo.
No.
Se
anuncian tarde:
mintió
la luz,
mintió
la boca
y
esta piel estaba desarmada.
Ven,
papá inexistente,
ven
a buscarme.
Tápame la cabeza.
6.
Quiero
habitar el silencio extinto de tu frente.
Son
los muros memoria golpeada de nudillos,
párpados
amarillos de galeón ahogado
en
nombre de una infancia,
bolsillos
descosidos hasta el fondo de un mar.
Quiero
habitarlo y ser
gelatinoso
deseo, criatura marina,
latido
en la testuz de los caballos
todavía.
(talud)
16.
No
es una cuestión de espacio;
yo
quiero saber si hay entre los muertos
un
sitio que pueda ocupar el vacío que yo dejo.
Llevo
en los pies el peso de errancias verticales,
nidos
de cuco sin húmedos presagios.
No
bebáis, niñas, de esa fruta negrísima,
que
la lluvia no se anuncia en la memoria.
Nuestro
miedo ha crecido
en
techumbres urdidas por el llanto.
Yo
sé que el pez ordena el agua
que
el silencio no pesa,
y
tengo frío.
Hemos
venido a ver el mar,
a
empujar el horizonte,
y
no acuden a su cita de enero las ballenas.
No
hay mensajes ocultos
en
el restallido franco de sus colas.
Y
yo tengo frío.
¿Qué
teme el latido tan inmenso?,
¿la
atalaya, el fuego, los arpones,
mi
mar
que
se derrama entero por los ojos?
Hemos
venido a ver un cielo ensangrentado.
Y
no es cuestión de espacio.
Desalojé
de mí palabras eruditas,
sillones numerados
y el terciopelo rojo de las reinas.
Puedo vaciar mi piel de la mentira,
si no escucho el aullido del espejo.
No probéis, niñas, el destello fingido de la fruta.
Me he cosido las heridas
con el hilo más negro de la tierra.
Llevadme a casa,
llevadme de la mano;
tenemos la bombilla,
el cartón,
las telas, los colores
y el viento golpeando en las ventanas.
Pintad vosotras la vida en las paredes,
pintadme muy pequeña,
la llave de lo inmenso.
Yo puedo ser finísima ráfaga de luz
entre los muertos,
un poco más tarde,
cuando a mis ojos regresen,
sin miedo,
las ballenas.
19.
Tengo
un cuerpo asustado
donde
viene a posarse
el
pájaro incierto de la muerte.
Soy
la rama desnuda
que
tañe la galerna
y
debo estar muy quieta en el secreto:
hay
un agua que espera la inmovilidad,
también
las hayas ocultan mensajes
desde
el vientre vacío de su arteria negra.
Soy
la cadencia entera de los bosques,
el
capricho tronado de los dioses.
En
mí llevo la guerra,
la
sangre,
la
redención sacrílega del tejo,
su
sombra milenaria.
Por
eso en esta rama
se
descalzan los días para pasar de largo
y
ya sólo se posa
el pájaro incierto de la muerte.
26.
En
la noche de las madres solas
hay
pactos de prórroga a la muerte,
una
cama que es camino de lágrimas templadas
en
el quicio rojo de los lunes.
Hay también vergüenza en los armarios.
29.
a Blanca, en sus 12 años
Quiero
mirarte de perfil.
Verte
crecer,
literalmente
crecer:
ser
testimonio con ojos bien abiertos
de
la batalla que se abre entre tu piel,
tan
suave,
aquella
piel nacida
que
huele a ti y mi, lejanamente,
a
lo que fuimos juntas.
La
batalla entre tu piel de entonces
y
esta otra piel obcecada con medrar
con
ser fruto inseguro, racimo de racimo
no
es una batalla:
eres
tú agitada por el sol
y
por el frío.
Tú,
adentrada
en la sombra menguante de la vida.
Poemas pertenecientes a El pez y la galerna (Torremozas, Madrid, 2017)
Sara
Caviedes (Valladolid, España, 1975), es licenciada en Filología Francesa.
Estudió en la universidad de Valladolid y en la Université de Pau et Pays de
l’Adour. Desde 1998 trabaja como profesora de secundaria. Ha participado en
varias antologías de poesía.
“El
pez y la galerna” es su primer libro publicado.