Ricardo Llopesa
LOS PREMIOS VALENCIA DE LITERATURA
Ricardo Llopesa
Increíble. Más que un cuento de ficción parece una historia de novela
negra. Los prestigiosos Premio Valencia de Literatura, convocados por la
Institución Alfons el Magnánim, fueron entregados en un ambiente desolador
donde llamaba la atención la falta de escritores y la ausencia de los miembros
de los distintos jurados.
El acto, solemne y
arcaico, amenizado con música barroca del Siglo de Oro, respiraba aire de
nostalgia de épocas más brillantes y destacaba la presencia de políticos y
funcionarios.
Es lamentable que una
ciudad como Valencia, donde la literatura prevalece entre las mejores de
España, haya convertido un acto totalmente literario en la poca representación
del mundo de las letras.
Parece que el partido
en el poder, azotado por la corrupción, pasa por uno de sus momentos más
críticos. O se ha quedado solo o se refugia en sus propias filas. Lo cierto es
que la cultura es lo que menos importa o está mal dirigida.
Un premio de tanto
prestigio, como los Premios Valencia de Literatura, que se convocan a nivel
internacional, pasarán a la historia del recuerdo como los peor organizados.
Con más buena
intención que esperanza, a mal tiempo buena cara, la diputada de la Diputación
convocante, María Jesús Puchalt, dio la bienvenida al funcionarado y familiares
de los ganadores. Los premios, económicamente jugosos se concedieron a Ana
Moner (Narrativa en valenciano), Salvador Ortells (Poesía en valenciano), Raúl
González (Narrativa en castellano) y Juan Ramón Biedma (Nivela Negra). Vale
destacar los premiados en novela en castellano y novela negra por el lenguaje
crudo, a veces rudo, pero certero, que apunta hacia una dirección distinta de
la estética carcomida.
Y como en tiempo de
crisis no pueden haber despilfarro se sirvió una copa de vino tintorro, a palo
seco, personalmente pienso que el vino estaba de más, hubiese servido igual una
copa de agua como excusa para alternar un poco con los asistentes que
terminaron por llenar la sala. Cuando hay crisis todo se perdona. Llama la
atención que al terminar el acto, consejales, diputados, directores y
funcionarios pasaron a ocupar el restaurante del Museo MUVIM, donde deseo que
disfrutaran de una cena opípara bien regada, para paladares acostumbrados a la excelencia.
Al salir a la calle,
le comenté a mi amigo Vicente Torres: “Reflexionemos sobre lo justo e injusto
en la sociedad al día de hoy”.
La política, como
decía un amigo, es como tocarte la lotería.
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