Ricardo Llopesa, Nicaragua
CARDUCCI Y RUBÉN DARÍO
Por Ricardo Llopesa
El
poeta italiano Giosue Carducci (1835-1907) fue el primero en su país en romper
con las señas de identidad que caracterizaron a la poesía del romanticismo. Lo
consiguió a través de una lírica de concentración, reducida a planos
antipoéticos, tan esencial en la poesía moderna. Su obra constituye una de las
más importantes de la poesía contemporánea, iniciada con “Rima” (1857), pasando
por “Himno a Satanás” (1863), “Nueva poesía” (1873) y su libro más conocido
“Odas bárbaras” (1887), hasta llegar a “Rima nueva” (1887).
No
obstante, era un poeta desconocido en los países de lengua castellana, hasta
que Manuel del Palacio realizó una versión libre de cinco de sus poemas,
publicados en Letra menuda, libro editado en Madrid, en 1876. Hasta entonces,
Carducci en España era más citado que leído y la dimensión de su importancia se
hablaba de él con familiaridad sin conocerlo. Fue después de la versión de
Manuel del Palacio, cuando se escuchó una voz pública, por primera vez,
haciendo referencia a Carducci. Esta voz fue la de Núñez de Arce en un discurso
sobre la poesía, pronunciado en el Ateneo de Madrid, en 1877, quien dijo:
“Carducci ha llegado a escribir como Horacio escribiera… Vate profundamente
pagano y latino”.
La
poesía civil de Carducci venía a ofrecer una perspectiva distinta a las ya
viejas y caducas fórmulas tradicionales, en decadencia en Europa por manoseadas
y repetidas. Los cinco poemas de Manuel del Palacio, tomados de Rime nuove, son
los primeros en ofrecer esa mirada diferente. En este sentido guarda semejanza
con los poemas de “El año lírico”, de Azul… (1888), principalmente con “Primavera”,
en el estilo, los temas de la primavera y el otoño, el ritmo ligero y volátil,
el uso de la segunda persona a quien se dirige el poeta, el tono juvenil de
júbilo y aquellos recursos similares propios del nuevo discurso poético.
El
poema “Primaveras” de Manuel del Palacio, dividido en tres apartados, lo
integran tres poemas independientes unos de otros, que corresponden a los
títulos “Maggiolata” (“Canciones de mayo“), “Primavera classica” (“Primavera
clásica”) e “Idillio di magio” (“Idilio de mayo“). Los textos restantes, “En
pleno otoño” responde a “Autunno romantico” y “Muertos que viven” al poema
“Anacreontica”, respectivamente.
PRIMAVERAS
(Imitación
de G. Carducci.)
I
Se
sienten los corazones
y
los nidos palpitar,
las
ortigas y las rosas
crecen
con ímpetu igual.
Enredaderas
y sierpes
se
enroscan aquí y allá,
y
con himnos o con voces
turban
la serena paz
los
pájaros en el cielo,
los
chicos en el pinar.
Flores
en la trenza llevan
las
mozas que al prado van
y
en los ojos llevan soles
para
que reluzcan más.
Cuanto
existe y cuanto siente,
ama
y germina a la par
y
es púrpura toda nube
y
todo arroyo cristal.
……………………….
Yo
tengo dentro del pecho
un
bosque de abrojos ya,
tres
víboras en el pecho
y
en el cráneo un gavilán.
II
Ven;
apoya tu brazo sobre el mío;
antes
que el brazo el corazón te di.
Bella
es la noche, transparente el río.
¿Y
el cielo? Mira: se parece a ti.
Todo
es perfume y embriaguez y vida,
se
enredan en las flores nuestros pies.
¿Oyes
cantar? Del ruiseñor que anida
en
tu mismo jardín la canción es.
¿Dices
que son hermosas las estrellas,
clara
la fuente, el prado encantador?
Aún
son más claras tus pupilas bellas,
es
más encanto para mí tu amor.
¿Qué
me importa el concierto de las aves
y
el matiz de las rosas ideal
si
escucho de tu voz los ecos suaves,
si
contemplo tu rostro angelical?
Deja
que entre su verde cabellera
envuelva
el árbol la rugosa sien,
y
entre la tuya rubia y hechicera
pueda
yo un punto reposar también.
No
quiero ver del campo los primores.
Verte
a ti sólo quiero, a ti no más;
ya
sé que han de volver hojas y flores,
y sé que tú,
mi amor, no volverás.
III
¿Ya
vuelves, Primavera? ¿Cuántas veces
tu
hermosa aparición
fue
para mí presagio de esperanza,
felicidad
y amor?
Hoy,
por más que su traje de colores
el
prado se vistió;
por
más que el rostro pálido la aurora
tiñe
de bermellón
¡qué
vieja pareces, primavera,
qué
marchita la flor!
¡qué
cerrada la bóveda del cielo!
¡Qué
moribundo el sol!
¿Rubén
Darío leyó estos poemas de Manuel del Palacio? No podemos descartar la
posibilidad porque Darío siguió de cerca a los poetas españoles de la época.
En
las naciones castellanas de América destaca un nombre pionero en la traducción
de Carducci. El colombiano Miguel Antonio Caro dio a luz el soneto titulado “El
buey”, publicado en la revista España Moderna, IV, 1891, tomado también del
libro Rime nuove.
No
obstante, si confrontamos esta última fecha podemos ubicar el año 1887,
anterior a la antes citada, como el año en que Rubén Darío le envió a Carducci
su libro Abrojos, desde Santiago de Chile.
En
las crónicas literarias de Rubén Darío destaca la ausencia del nombre de
Carducci, quizá porque el autor de Prosas profanas se sintió más fascinado por
la personalidad simbolista de su compatriota D’annunzio y la moderna de Marinetti,
o porque, intencionalmente, como es fácil encontrar en las confesiones del
propio Darío, lo quisiera ocultar para borrar en sus testimonios la huella de
identidad.
Hasta
hoy, la influencia de Carducci en la poesía de Darío ha sido un tema tan sólo
estudiado por Julio Saavedra Molina en su relación con el hexámetro. Pero una
nueva fuente nos aproxima a tomar su importancia en la poesía anterior a Azul…
Resulta sorprendente que en la inmensa biblioteca personal de Carducci se
encontrase una obra de Rubén Darío, entre los poquísimos libros de autores
castellanos, en total ocho. Se trata de Abrojos, en la edición de Santiago de
Chile, publicada por la Imprenta Cervantes, en 1887, que figura con la
siguiente nota: “enviada por el autor: intonso” (Victor B. Veri: Carducci y
España. Madrid, Gredos, 1963, 208). El resto de autores españoles catalogados
se limita a las siguientes obras: Comedias, de Calderón (Madrid, 1726), Novelas
ejemplares, de Cervantes (Pamplona, 1627); Nuevas poesías, de Narciso Campillo
(Cádiz, 1867), también enviada por el autor; Poesías de veintidós autores
españoles del siglo décimo sexto (Roma, 1786); Primavera y flor de romances o
colección de los más viejos y más populares romances castellanos (Berlín, 1856)
y Tesoro de los romances y cancioneros españoles históricos, caballerescos,
moriscos y otros. Edición de Eugenio de Ocho (París, s/f.). Además, un libro
enviado desde el Uruguay, Álbum de poesías, de Alejandro Margarinas Cervantes
(Montevideo, 1878).
Estos
ocho libros conservados en la biblioteca de Carducci demuestran el escaso
interés del autor italiano por la poesía española, a excepción del viejo
romance y obras del Siglo de Oro. Lo que, a su vez, explica su estilo breve,
sencillo y profundo. Por otra parte, este envío es claro exponente de la alta
estima de Rubén Darío por la poesía de Carducci, en una época temprana, que
corresponde a la etapa anterior a Azul…
¿Hasta
qué punto influyó el italiano en el nicaragüense? No lo sabemos. Hasta ahora,
el poema “Primaveral” es el único que permanece sin habérsele atribuido fuente
alguna. Bien porque sigue siendo el menos estudiado y el que menos influencia
recibió de los habituales círculos poéticos franceses. Por el contrario, es el
más español, sin serlo totalmente, debido a las mismas razones antes expuestas
sobre Carducci: “en el estilo, los temas de la primavera…, el ritmo ligero y
volátil, el uso de la segunda persona a quien se dirige el poeta, el tono
juvenil de júbilo y aquellos recursos
similares propios del nuevo discurso poético.”
A
esto podemos agregar que se trata del primer poema que incorpora los motivos
mitológicos. Es idílico y pastoril. El de Carducci también es idílico y
pastoril. Sobre “Primaveral” escribió Darío en Historia de mis libros: “creo
haber dado una nueva nota en la orquestación del romance, con todo y contar con
antecesores tan ilustres como Góngora y el cubano (Juan Domingo) Zenea.” Esa
“nueva nota en la orquestación del romance” que anota Darío, ¿acaso no es
carducciana, más que gongorina? Ni en frescura, ni en júbilo, ni en cadencia
puede ser más gongorina que carducciana.
¿Cómo
llegó Darío a Carducci? Es posible que a través de los poemas de Manuel del
Palacio, publicados en Letra menuda. Éstos, a su vez, lo condujeron a Carducci,
seguramente, a través de su amigo Pedro Balmaceda. Cuando Balmaceda escribió La
novela social contemporánea, tenía un conocimiento rico del plano literario
italiano, en aquella ocasión dijo: “Los hijos de Italia, como Salvador Farina
(1846-1918), Edmundo de Amicis (1846-1908), Giordano, (César) Donati, (Antonio
Julio) Barrile (1836-1908), nacidos bajo un sol magnífico, en contacto íntimo
con el arte romano -que si hace soñar es con el ideal de la forma, de la
estatuaria-, revelan todos la tendencia uniforme, la marcha progresiva que se
opera en Francia”. (A. de Gilbert, IX. “Escuela literaria”). Es imposible que
Balmaceda, artista exquisito, ignorase por entonces la importancia de Carducci
en la poesía italiana y fuera él la persona que lo descubriese a su amigo. Sobre
todo, si tenemos en cuenta que Balmaceda, hijo del Presidente, tenía a su favor
la estrecha amistad que le unía con el hijo mayor del conde Fabio Sanminatelli,
quien ocupaba el cargo de Secretario de la Legación de Italia.
Este
conjunto de circunstancias pusieron las cosas más al alcance de las manos de
Darío, en un momento en que el poeta italiano pertenecía al cuerpo de
funcionarios del estado, nombrado por la Corona con cargo vitalicio para la
custodia de su propia biblioteca.
Sólo
hubieron dos maneras posibles de que Abrojos llegase a manos de Carducci. Por
carta personal del propio Darío a través de la Legación italiana en Santiago de
Chile. Tengamos en cuenta que Abrojos salió de la imprenta a mediados del mes
de marzo de 1887 y el poema “Primaveral” fue escrito en septiembre del mismo
año. Para entonces, los poemas de Azul… habían sido escritos, a excepción de
“Primaveral“. Es decir, el conjunto de poemas de “El año lírico” estaba cerrado
bajo la mirada reformista francesa.
Cuando
Darío escribió “Primaveral” utilizó otro tono, con influencia renacentista. Y,
a pesar de ser el último que escribió, pasó a ocupar el primer lugar, que era
donde mejor se acomodaba, por su estilo mediterráneo, con parentesco latino y,
por tanto, el más próximo a la tradición española.
Pero
el nombre de Giosue Carducci permanece en la sombra, oculto entre aquellas
fuentes que ayudaron a Rubén Darío a enriquecer el lenguaje poético y
desarrollarlo dentro de la corriente clásica moderna. La información que nos
legó Darío sobre Carducci es poca y parca. Se refiere a él cuando escribió en Historia
de mis libros, en la sección dedicada a los poemas de Cantos de vida y
esperanza, acerca de aquellos poetas relevantes que antes de él habían
trabajado en la variante del hexámetro clásico: “Un buen lector hace advertir
en seguida los correspondientes valores, y lo que han hecho Voss y otros en
alemán, Longfellow y tantos en inglés, Carducci, D’Annunzio y otros en Italia,
Villegas, el P. Martín y Eusebio Caro, el colombiano, y todos los que cita
Eugenio Mele en su trabajo sobre la Poesía bárbara en España, bien podríamos
continuarla otros, aristocratizando así nuevos pensares”.
Julio
Saavedra Molina, en su estudio sobre Los hexámetros castellanos y en particular
los de Rubén Darío (Santiago de Chile, 1935), analiza la influencia del hexámetro
bárbaro en tres poemas de Rubén Darío, que se localizan en el primero de los
poemas dedicados a Bartolomé Mitre, que en su primer verso dice: “Árbol,
feliz…”, publicado en La Nación, de Buenos Aires, el 27 de junio de 1898 y que
luego pasó a El canto errante (1907); el segundo, “Salutación al optimista”,
que apareció en El Heraldo de Madrid, el 29 de mayo de 1905, luego incorporado
a Cantos de vida y esperanza (1905) y, finalmente, “Salutación al águila”, que
vio la luz en La Nación, de Buenos Aires, el 25 de agosto de 1906, y luego en El
canto errante.
Esta
lectura tiene una doble interpretación textual en la poesía de Darío en dos
momentos distintos de su vida. La primera, corresponde a la etapa de Azul…, le
dio el ritmo y la música que había encontrado en la poesía parnasiana
franceses, pero con acento renacentista, que corresponde al poema “Primaveral”.
La segunda, más tarde, después de la publicación de Prosas profanas, cuando
Rubén Darío busca el espíritu de la lengua en la tradición homérica, a través
del exámetro, pero apartándose de la enorme dificultad que ofrecen los pies
clásicos, ya consolidados por traductores de la talla de Caro, el colombiano, y
Sinibaldo de Mas, el español. Es cuando busca la adaptación que otros antes de
él habían emprendido, como Longfellow y Carducci, a través del llamado exámetro
bárbaro.