JULIETA
DOBLES,
TRAVESÍA DEL CANTO POÉTICO NATURAL
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural
(GUANACASTE y MORAVIA). JULIETA DOBLES IZAGUIRRE
(San José, Costa Rica, 1943): es una gran
poeta costarricense. Catedrática y
miembro de la Academia Costarricense de la Lengua. Tiene una Maestría en
Filología Hispánica, con especialidad en Literatura Hispanoamericana, de la
Universidad del Estado de Nueva York, Campus de Stony Brook (1986). Realizó
estudios de Filología y Lingüística en la Universidad de Costa Rica
(1969-1971). Profesora en Ciencias Biológicas. Impartió Literatura en la
Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, así como
talleres literarios. Es presidenta honoraria de la Asociación Casa de Poesía.
Fue co-coordinadora del Taller Literario del Círculo de
Poetas Costarricenses entre 1967-1978. Actualmente, pertenece al grupo POIESIS,
y ejerce como directiva de la Asociación Costarricense de Escritoras (ACE).
Ha publicado 20 libros de poesía: Reloj de siempre
(1965); El peso vivo (1968); Los pasos terrestres (1976); Manifiesto
Trascendentalista (coautora), 1977; Hora de lejanías (1982); Los delitos de
Pandora (1987); Una viajera demasiado azul (1990); Amar en Jerusalem (1992); Costa Rica poema a poema (1997); Poemas para
arrepentidos (2003); Las casas de la memoria (2005); Fuera de álbum (2005);
Hojas Furtivas (2005); Cartas a Camila (con Laureano Albán), 2007; Antología
poética (2011); Espejos de la memoria, tomo I, (2013); Trampas al tiempo
(2014); Lunaridades (2014), Envejecer cantando (2015); Poemas del esplendor
(2016); Poemas del reencuentro (2019); Desde la alta ventana de los años (2020).
Ha sido incluida en diversas antologías de la poesía costarricense,
centroamericana e hispanoamericana. Su poesía ha sido traducida a numerosos
idiomas.
Ha recibido diversos premios y reconocimientos por su
obra: Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en poesía, en cinco ocasiones, a
saber: 1968, 1977, 1992, 1997 y 2003. Asimismo, Premio Editorial Costa Rica, en1976
y el primer Accésit del Premio Adonais, Madrid, 1981. Igualmente, fue
galardonada con el Premio MAGÓN, la máxima distinción del Estado costarricense.
Julieta Dobles Izaguirre. COSTA RICA POEMA A POEMA. Un recorrido por el alma secreta de la patria.
San José: Euned, 2017: 200 pp.). Prólogo
de Gabriela Chavarría. Consta de 53 poemas en dos apartados: Costa Rica poema a
poema (41 textos) y Calendario de la patria (12 textos). Asimismo, contiene
portada y 16 ilustraciones, con base en óleos sobre lienzo del artista
guanacasteco Ricardo Chino Morales (1935-2016). Sin duda, es uno de los libros más pulcros y
bellamente editados por la Editorial EUNED.
Este poemario de Julieta Dobles es un acendrado canto a
la naturaleza y a la exquisitez de los elementos naturales de nuestro país.
Haremos una escogida mostración de los versos de la mayoría de los 41 textos de
la primera parte, que da título a este libro, de Nuestra Julieta Dobles
Izaguirre, Premio Magón de Costa Rica, a saber:
Fulgores de la
veranera: “Yo quiero, amor, no una /sino diez / veraneras, /buganvilias de oro,
/ veraneras de sangre, / buganvilias de nieve / o de naranja y alba”.
Aromas del café: “¿Quieres una tacita de café? / Es savia
de la patria, / incienso, más que aroma, de la tierra, / azahar de nuestra
infancia, / arbolillo sagrado en nuestros predios (…) ¿Quieres una tacita de
café? / que se va, con su rastro/ de colores y naranjas y rumores”.
Subiendo a Las Nubes: “Las Nubes: sus olores terrenales y
estoicos/ a establo y a cuajada. / Sus inciensos sagrados/ a fresas que se
mueren en la boca, / a pareja de amantes/ en el filo del éxtasis y musgo, / a
lluvia entre los troncos derribados / por un rayo de soledades. / Este es el
cielo de la tierra mía”.
Pasiones de la palmera: “Agua para aliviar la sed
inmemorial de los caminos, / soledades resecas de los llanos del viento. / Agua
para calmar del trópico la urgencia/ frente a la sed plenaria del océano”.
Retrato con volcanes: “Bajo de nuestros pies, la Tierra
gime, / trozo de estrella pródigamente azul, / trozo de sueño incandescente y
fiero, / sueño de dios en marcha, / sueño que se repite/ en cada uno de los
hombres soñados”.
Descubriendo el marañón: “Y así, en tu presencia/ de
soles desprendidos, /se imponen los aromas/planetarios, frutales, /del alma del
Pacífico, / y la seca razón de claridades/que el sol crea y destruye/ cada día
sobre las tierras bajas/ de la sabana, plena de verdades que mienten”.
Reinventando prados: “Érase un monte verde, como la misma
vida. / Un monte joven, rural, acuclillado / en la falda mayor de la montaña,
/donde el sol irrumpía / por la puerta brillante de los amaneceres,
/bullicioso, tenaz, lleno de trinos”.
Nostalgia del caimito: “un caimito para esta sed del día,
/ un caimito morado de delicia, /nacido, unívoco, frente al mar, / y por eso,
libre depositario/ de mareas y soles y aguaceros. /Dadme un caimito para esta
sed antigua/ de perfumes del mar/ en esta, mi cuna tan terrestre”.
Ventanas de Puerto Limón: “Ama y sigue tus silencios de
selva, / tu música de sol a mediodía, / tu “pan bon”, tu “patí”, tu “fruta e
pan”, / tus infortunios que cantan, lamentándose, / tu “riceandbins” con coco /
y tus colores ciegos, restallantes, / en medio del olvido de la patria”.
Legado del cas: “el cas es cotidiana estrella de
entrecasa. / La fruta que se bebe despacio, con fruición/ y se come despacio,
con el mohín que el ácido/ de su carne imprevista produce en nuestra boca/
hecha agua ante el acoso del aroma/ y del mordisco claro, sin beso”.
Sabores del gallopinto: “Esa mezcla de arroz y sus
blancuras/ subversivas, valientes, /inclinadas a toda fantasía, / con frijoles
de todos los colores, /rojos brillantes, negros lustrosísimos, / insolentes,
terrestres, aromáticos, / es mestiza también, / como mi pueblo, / y altiva en
su humanidad, /como mi pueblo, / y hospitalaria en su alegría, / como la mano
de mi pueblo”.
Portalón de infancias: “Este es mi San Pedro de los
inicios fúlgidos. / Nuestro primer prodigio es lo que permanece, / territorio
interior de nuestros sueños, / infancia para siempre en la arteria sensible de
la vida”.
Voces de Heredia: “Y recorro la Heredia de las voces /
rituales, murmurantes, / las voces de mis tíos en el salón apenumbrado, / donde
solo se entraba de puntillas (…) en la misma penumbra y la misma alba / de
Heredia, la perenne, que hoy nos contagia, rauda, / su luz extrañamente
atardecida”.
Aprendiendo mares: “Después de la Angostura, / donde el
mar ha mordisqueado la tierra / hasta cubrir su cuello con espumas, / y golosea
los rieles agobiados, / la ciudad y sus calles de arena inagotable, / desiertas
bajo el terrible encantamiento / del sol de mediodía / que hierve en su caldero
transparente”.
Peregrinaje del tamal: “Y si es en Navidad, / -que no
existe en mi tierra / Navidad sin aliento de tamal- / se vuelve confortante/ el
abrazo sencillamente humano, / y volvemos a sentarnos a la mesa paterna, / y a
ser niños ante el tamal servido / y el portal lucerino / y el ciprés fragoroso
/ y el villancico panderetero y mágico, / frente al aroma único de su manto de
hojas / más que hervidas, sacramente casi, / en el ritual sin tregua del tiempo
y sus misterios”.
LA PAMPA DE TODFOS LOS DESTELLOS: “Guanacaste y su pampa
son el mar, / playas que van haciendo el horizonte, / brumosas o esplendentes,
/ graderías de conchas, o grito mineral. / Son el mar, en el Golfo que Nicoya
bordea, /estremecida y cálida, en todos los aromas incendiados / que la tierra
ha guardado por centurias, / junto al maizal que vencen los reflejos del verde,
/ las jícaras doradas, leves bolsas del viento, / el metate y su blanca
estrella prisionera, / el sol, el bizcocho, el pozol, el aliento/ de la brisa
en los vientres hundidos de los montes”.
Misiones del aguacate: “Y Dios creó el aguacate… / un
manjar para el hombre desde el viento. / De la rama a la mano, / de la mano a
la boca, / en el punto de sal atormentada / donde el sol se hace pulpa. / Fruta
que no es hermana de la fruta, / ni legumbre que reclame del fuego / que la
salve y ablande y la destine”.
Enigmas de la naranja malagüeña: “Eres, malagüena, un
resquicio del sol, / una inexplicable prima/ del limón y la toronja. Protestas
débilmente / cuando te toman como simple naranja. / No. Tú eres de alcurnia
campesina, / doncella tropical, rara y bienvenida, / cuando tu extraña miel,
suavísima, / casi solo perfume, / inunda los resquicios rituales / del paladar
y el aire”.
Biografía del higuerón: “El pueblo fue ciudad, la ciudad
fue un destino, / que creció, adolescente, madurando despacio, / igual que el
higuerón, /pivote solitario de los vientos (…) Y pasaron los años. Y el higuerón de siempre: / estrella de los
rumbos, referencia puntual, / eje de esmeralda lluviosa, / plantado en la
desolación de los caminos / Y los caminos se volvieron cintas / asfaltadas y
locas, bulliciosas, repletas, / como colmenas lanzadas al futuro”.
Puerta a la niebla: “En las mañanas desbordantes de sol/
Cartago es una fiesta. / Los fantasmas y brumas quedaron atrapados / en la
espiral inaccesiblemente azul / o en el brillo insolente de la luz y sus verdes
/ matizados de púrpuras y lilas (…) Y Cartago se vuelve / de nuevo niebla y
tiempo, / aroma detenido en la copa del valle, / espejismo que extienden / con
sus manos los ángeles / helados de la noche”.
Preludio del yigüirro: “Ay, la voz de los yigüirros
acechantes / que en el aire se buscan y se encuentran, / apareo festivo, cita
tan leve y musical, / agua más agua que la lluvia hermana, / diminuto aleteo,
sinfonía plenaria / que se abre en los abriles / de las lenguas de aire”.
Plenitudes del parque: “Alajuela es un parque, sí /
-todos los parqueas- / camuflado en penumbras / de árboles tan antiguos y
fraternos, / que tienen nombre y domicilio y ala / y travesura y risa, / cuando
en mayo los mangos menudos y dorados / se desprenden allá, en las alturas, / y
caen sobre los transeúntes distraídos / con un golpe de alas y una carcajada /
de follajes en fiesta al fondo de la tarde. / Alajuela es también la luz del
mundo / y el calor de los cielos y el perfecto abandono / entre el sopor azul
del mediodía”.
Trompo del sol: “Sol sobre la lengua, pejibaye, / heredad
de los trópicos, / sorpresivo sol crudo, / fruta que eres y no eres. /Breve
almuerzo que ríe / en la mesa del mediodía. Alborozo de la madre palmera, / tú,
alfiletero de las tercas espinas / que a veces te atraviesan / en tu caída de
vértigos dispares / rodando sobre el tronco el tronco feroz / que te sostiene /
desde el múltiple y alto / racimo de delicias”.
Escalando el itabo: “Flor que, en tantos jardines
extranjeros, / sí, eres solo flor y guardas, / altiva y lejanísima, tus sabores
cerrados/ y te mueres, mayada de pura soledad / en tu torreón de lanzas, /
verdeluz de la tarde veraniega”.
Itinerario de la tortilla: “Desde el maíz que tiene
dientes de luz y sombra. / desde el calor de manos que desgranan / esos dientes
donde la luz se endurece y estalla. / desde la piedra que abre / su antigua
ceremonia de metates / o el metal, que destroza / la lágrima, vegetal y
magnífica / de cada grano, o diente, o resplandor (…) saltas por todo el
abecedario del sabor, / abres insospechadas puertas / al placer y al recuerdo,
/ y te meces en todas las infancias, / en todos los comales de la patria”.
Espejos de San José: “San José me conversa / desde sus
espejismos embozados: / cada esquina de niebla, cada parque girando / en su
verde burbuja sonora de yigüirros, / cada calle, barrida por un viento de hojas
ateridas (…) San José, el del Parque Nacional, / donde la tarde vela cada
rincón furtivo / y las parejas de estudiantes / se besan tras el libro que no
leen (…) de ti recibí el mundo en mis primeros pasos / y en ti dejaré al mundo
-tan ancho que me ha sido- / mirándolo y mirándote, / cuando deba decir algo
solemne / enfrente de mi muerte, / en cualquiera de tus rincones / asombrados y
míos”.
Génesis de la guayaba: “De sus pulpas totales, todo en
ella es manjar, / incluso las semillas, como balines claros / y la delgada
cáscara, pintura de los soles, / que tan solo un verde velo del sabor; / un
pretexto para su desnudez, / que torna en amarilla su invitación / de siempres
en setiembre, cuando sus arbolillos /inundan los caminos y los campos de
aroma”.
Néctar de la papaya: “La papaya es así. / Quien ama su
esplendor de fruta en fuego, / con ese anaranjado de dulzores fragantes, / la
ama para siempre. / Y quien no puede gozar de sus delicias / la rechaza,
tajante, / desde el vestíbulo de su insolente aroma”.
Llamando a la puerta: “Una puerta, / un atisbo tan solo
del fulgor. / No hay verdad, solamente / el vértigo insurrecto de la vida / su
hermosura de ala inacabada, / veloz contra la sombra engendrando la sombra /
belleza fulminante / en la que estamos siendo / eternamente. / Sí, apenas una
puerta, este poema, aquel, fisuras del fulgor entre la oscuridad”.
Asimismo, la segunda parte del libro, “Calendario secreto de la
patria”, incluye 12 poemas, uno por cada mes del año.
Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA
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