En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



viernes, 17 de noviembre de 2023

LA POESÍA MUSICAL DE FABIO CASTILLO

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA


LA POESÍA MUSICAL DE FABIO CASTILLO

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA

 

Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica

 

 

 

Poeta, promotor y gestor cultural. Es miembro cofundador del Movimiento Literario «Lienzo breve» de la ciudad de Comayagua, Honduras; un movimiento que este año 2023 ha cumplido una década de promocionar y desarrollar espacios para la literatura, entre ellos, el Encuentro Centroamericano de Escritores «Edilberto Cardona Bulnes»; evento que cada año reúne a poetas de toda la región centroamericana y el caribe en la ciudad de Comayagua.

 

            Formó parte del Festival Internacional de poesía de Islas Caimán 2015 y 2016, formando parte del comité organizador.

            Presentó su obra en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) capítulo de Nueva Gerona, Isla de la Juventud, Cuba.

            Miembro del jurado calificador del Certamen de Poesía «Paco Mir», Isla de la Juventud, Cuba.

            Sus trabajos han sido publicados en revistas de México, EE. UU., España e Italia, siendo traducidos al inglés e italiano.

            Finalista en el Certamen Hispanoamericano de Poesía «Cardoza y Aragón», en Guatemala.

 

            Ha publicado los siguientes libros:

 

 

«Sociedad anónima».

«La monarquía de los perros».

«Chamote» voces poéticas de América Latina.

«Tratado de poesía Mesoamericana Honduras/México».

«Legión barahúnda», Movimiento «Lienzo     breve».

«El mar y los días de invierno».

Los piélagos de la tarde Antología.

Hondblues Antología.

Algunas historias sobre el jazz y otros males menores Poemario

***

El jazz es un género musical que se originó en las comunidades afroamericanas de Nueva Orleans , Luisiana , a finales del siglo XIX y principios del XX, con raíces en el blues y el ragtime. Desde la era del jazz de la década de 1920, ha sido reconocido como una forma importante de expresión musical en la música tradicional y popular. (https://en.wikipedia.org/wiki/Jazz).

 

Al leer el poemario “Algunas historias sobre el jazz y otros males menores”, del escritor hondureño Fabio Castillo, nos adentramos en un denso e intenso poema musical, con sus implicaciones en el redescubrimiento de la historia y evolución de sus diversas expresiones a lo largo de su afianzamiento artístico.

Su propuesta es sugestiva, a partir de una canción:

 

“Baker es una luciérnaga que desnuda la luz en la obscenidad de la noche.

(…) Es una fotografía de espaldas al miedo, que quedó inmóvil

después que el poema se hizo mujer en sus manos”.

Asimismo, se torna una voz recolectiva cuando escribe sobre Joan Baez:

 

Prefiero verte de cualquier forma,

porque me han contado que te vas

y que nos dejarás solos, para que seamos nosotros

los que sigamos gritándole a Lorca, a Whittman  y  a Joyce cuánto les amamos”.

 

Una de las funciones del arte es la abrir las conciencias de sus lectores, por ello acentúa una cita geográfica intertextual:

 

Nos dijiste que el fuego no es más que la suma del calor de todos los hermanos

y que una guitarra puede ser más peligrosa que un día de compras en Tiananmen”.

 

El poema a Toni Morrison se advierte un juego musical:

 

Creí en tu risa

porque me enseñó que un blues es un jazz ebrio a medianoche con

Ella Fitzgerald al otro extremo de la vida.

 

En el poema El blues y sus consecuencias existe una condensación de elementos integrales:

 

La noche se vino enredada en una lágrima huérfana.

 

(…) un búho se asoma por la ventana y me pide fuego.

Todo me parece tan sublime que comencé a creer en las estrofas del himno, en el karma,

en la vida después de la muerte.

 

            Como lector quedé sumamente complacido con un extraordinario poema denso e intenso, un texto de antología:


Cómo entiende un niño la guerra

 

Para un niño la guerra puede ser otra escena de «La vida es bella»

donde los tanques son escarabajos amaestrados

que sonrientes, parten la plaza en dos y se dirigen al sur siguiendo la ruta de la sangre.

 

O tal vez puede ser un desfile inconcluso de pijamas a rayas en un día gris,

que se convirtió en una conversación a través de un alambre de púas.

Un niño entiende la guerra a través de sus manos,

Como mensajeras del miedo

que nos dice en clave morse que el amor sigue siendo pequeño

y, por lo tanto, fácil de ocultar.

Un niño entiende la guerra

a través de su risa vencida por el miedo a crecer. Entiende que los hombres se disfrazan de pólvora cuando sus lágrimas se convierten en proyectiles. Que sus banderas son retazos de un viento olvidado en el día de todos los muertos y todas las culpas.

Sabe que los amigos del barrio son fusiles en serie

 

con la frente tatuada

y una postal de Etiopía prendida en el pecho. Sabe que sus historias breves se esconden bajo los años y el polvo de sus uñas

donde los más grandes pueden descifrar su edad

como a un viejo Baobab en algún rincón de Madagascar.

 

Sabe que la guerra puede ser un simple recuento de daños,

O Inti Illimani cantándole una canción de cuna, una foto en blanco y negro de lo que nunca entendieron,

un documental de NatGeo, a media noche y que nadie sintoniza

un día de escuela en la mitad del desierto

un viaje al zoológico para ver a los generales una historia moribunda frente a una fogata o un poema como un fallido tratado de paz.

Un niño entiende la guerra como la tarea del día donde le obligaron a danzar en invierno

pero nadie le habló del frío.

 

En este poemario de Fabio Castillo hay un espacio integrador para mujeres, hombres, niños, ancianos, músicos y escritores. Asimismo, se escuchan múltiples voces de denuncia sobre problemas sociales, guerras, injusticias.  En sus ejes temáticos se habla de la vida, la muerte, la música,

 

          En este libro se testimonia a diversos artistas de la música, como Camarón de la Isla, de quien el hablante aduce:

 

“Me advertiste sobre la muerte,

me describiste los días de lluvia en Andalucía,

me contaste que el peor pecado es mentirle a un niño y que la poesía es más bella al final de la vida”.

 

El poema dedicado a Ruth Bader es un hermoso texto testimonial, con gran plasticidad. En uno de los rasgos de este poemario de Fabio Castillo, el homenaje a diversas mujeres del orbe artístico y humano:

 

“Sería a partir de ese aliento

que sabríamos lo que podías hacer desde una toga, una sala de juicios, y, sobre todo

desde el pecho de una mujer que parió al mundo el día que Temis se quitó la venda”.

 

 En “Canto suicida” se poetiza sobre una pieza musical. La primera estrofa entrelaza sustantivos y verbos de una manera dinámica. El verbo de cierre es una construcción de ruptura del sistema expresivo:

 

“Escucho "Black" de Pearl Jam y el corazón se detiene

en el preciso momento que la sangre se decapita”.

 

El poema homenaje al cantautor inglés David Bowie es un reconocimiento a su memoria interior y a su legado exterior:

 

“Descansá porque el viaje no es a una luna cercana, o al borde de la estratósfera.

Quitate el casco y dejá de contar para atrás porque tu viaje es interior, David.

Tu viaje es hacia un paraje

donde mora esa estrella negra que dejaste brillando con la misma necedad de tu aliento”.

El poema dedicado a Fito se conforma de interrogaciones retóricas de alto significado en el sistema de la expresión poética. Asimismo, apunta a un deplorable hecho castrense en la historia argentina:

 

¿Qué significaba, Fito?

¿Sería Piazzolla queriendo decirme algo?

¿Tal vez Moura o Gus recordándote que aún falta la canción más importante y la más imperfecta?

¿El recuerdo de un beso en los días de la dictadura tal vez?

 

(…) Hoy por la mañana murió un Síbemol en mi mano y me di cuenta que cuando te dio por cantar, Fito las aves, la música y el amor

  ya habían partido a tu encuentro”.

 

El poema “Qué es un hipocampo” incorpora los elementos marinos, donde el agua y la salinidad se comportan como elementos de una realidad plurisignificativa entre lo monstruoso y lo humano. Los versos finales son de un alto mérito en su construcción poética, toda vez que la atención del hablante se focaliza en la figura humana.

 

“Un hipocampo es una ola que golpea en alguna playa griega

pensando que la sal es lo que corona su simiente. Es una danza peligrosa,

obscura e inquieta.

Pienso en el mar

y se aparece ese monstruo marino prendido de tu pelo, dispuesto a llevar la camada en su vientre

y dejar que la arena te preñe los hombros.

 

Pienso en vos,

y se aparece ese mar que descansa en tus comisuras

como una palabra a punto del suicidio”.

 

En “El nacimiento del agua” lo que sucede realmente es la manifestación erótica y amorosa del deseo y el goce, expresado mediante los signos de la liquidez:

 

 

“Esta habitación nos conoce de memoria y vos, tan recurrente en mis miedos,

te posás en la ventana

con la mirada de todos los siglos

en ese, tu rostro dibujado sobre el agua. Tu voz se filtra como una caricia muda, como el aliento de un niño ciego

como un gemido tardío”.

 

El texto “El día que conocí el mar” es un intenso canto al mar.  Decía Gregorio Marañón que “El hombre que no conoce el mar tiene algo de huérfano”. 

 

Con una gama de elementos expresivos, este poema es intenso en su dimensión abarcadora de espacios y temas que convergen en su contenido.

 

“Pensaba que podía ser el color de la guerra

o un planeta enano olvidado en la orilla de la noche; pero el día que conocí el mar

supe que todas las aguas y todos los azules

no eran más que una mujer recostada sobre la arena que cargaba las culpas del mundo en sus manos de sal. Supe que esa mujer era una gaviota enferma que enhebraba el viento marino

y que despedazaba la brisa

con la misma rabia que Saturno lo hizo con su hijo porque sabía que el tiempo era una lágrima dejada al borde de una ola”.

 

El poema dedicado al abuelo José Carmen Carrasco es plena de ternura y reconocimiento a una figura estelar de las familias nucleares. Es un texto limpio, humano, pletórico de recuerdos y plenitud:

 

“Ahí le conocí.

Con la lluvia en sus ojos

y un mar que reposaba en su pecho, permitiendo a las gaviotas

posarse al lado izquierdo,

 donde cualquier barco llega a puerto seguro

 

(…) Sé que ha de volver Don José,

porque hay dos cosas que usted dejó a medias:

la primera es este pecho abierto que solo se cierra

 

con su sonrisa, y la segunda,

  este poema que no se cansa de repetir su nombre”.

 

Lejos” es el poema antológico que cierra el libro. Solo hay que leerlo para disfrutarlo.

 

“Madre.

Ayudame a vencer la distancia

y enseñame a detenerla en mis manos,

pues siempre supiste la longitud de mis caricias.

 

Madre.

Ayudame a vencer el miedo a la noche.

Vos siempre cargás la luz en tus hombros,

 y es hoy cuando más la necesito.

 

Madre.

Asomate a la ventana

y dibujá mi nombre en la humedad de la tarde.

Mis labios mudos se niegan a pronunciarlo

y solo vos podés entender mi silencio muerto.

 

Madre.

Llevate el aliento de mis hijos a un lugar seguro.

Tu regazo siempre fue mi lugar preferido

y que mis pequeños encontrarán en tus ojos

 todas las historias de amor jamás contadas.

 

Madre.

 

No te movás.

 

He de tardar, pero llego en un momento.

Estos días sin vos son pálidos.

Son historias vacías que mueren cada mañana

No te movás, madre.

Será difícil llegar a vos

pero guardé algunos pasos en mi bolso

 para que me guíen a tu risa

aunque el miedo me espere en cada esquina”.

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