Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA
LA POESÍA MUSICAL DE
FABIO CASTILLO
Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica
Poeta, promotor
y gestor cultural. Es miembro
cofundador del Movimiento
Literario «Lienzo breve» de la ciudad de Comayagua, Honduras; un
movimiento que este año 2023 ha
cumplido una década de promocionar y desarrollar espacios para la literatura, entre ellos, el Encuentro Centroamericano de Escritores «Edilberto Cardona Bulnes»; evento que cada año reúne a poetas de toda la región centroamericana y el caribe en
la ciudad de Comayagua.
Formó parte del Festival Internacional de poesía de Islas Caimán
2015 y 2016, formando parte del
comité organizador.
Presentó su obra en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)
capítulo de Nueva Gerona, Isla de la Juventud, Cuba.
Miembro del jurado calificador del Certamen de Poesía «Paco Mir», Isla de
la Juventud, Cuba.
Sus trabajos han sido publicados en revistas de México, EE. UU., España e Italia,
siendo traducidos al inglés
e italiano.
Finalista en el Certamen
Hispanoamericano de Poesía «Cardoza y Aragón», en
Guatemala.
Ha publicado los siguientes libros:
«Sociedad anónima».
«La monarquía de los perros».
«Chamote» voces poéticas de América Latina.
«Tratado de poesía Mesoamericana Honduras/México».
«Legión barahúnda», Movimiento «Lienzo
breve».
«El mar y los días de invierno».
Los piélagos de la tarde – Antología.
Hondblues – Antología.
Algunas historias
sobre el jazz y otros
males menores – Poemario
***
El
jazz es un género musical que se
originó en las comunidades afroamericanas de Nueva Orleans , Luisiana , a finales
del siglo XIX y principios del XX, con raíces en el blues y el ragtime. Desde
la era del jazz de la década de 1920, ha sido reconocido como una forma
importante de expresión musical en la música tradicional y popular. (https://en.wikipedia.org/wiki/Jazz).
Al leer el
poemario “Algunas historias sobre
el jazz y otros males
menores”, del escritor hondureño Fabio Castillo, nos adentramos en un
denso e intenso poema musical, con sus implicaciones en el redescubrimiento de
la historia y evolución de sus diversas expresiones a lo largo de su
afianzamiento artístico.
Su propuesta es sugestiva, a partir
de una canción:
“Baker es una luciérnaga que desnuda la luz
en la obscenidad de la noche.
(…) Es una fotografía de espaldas al miedo,
que quedó inmóvil
después
que el poema se hizo mujer en sus manos”.
Asimismo, se torna una voz
recolectiva cuando escribe sobre Joan Baez:
Prefiero verte de cualquier forma,
porque me han contado que te vas
y que nos
dejarás solos, para que seamos nosotros
los que sigamos gritándole a Lorca, a Whittman y a
Joyce cuánto les amamos”.
Una de las funciones del arte es la abrir las conciencias
de sus lectores, por ello acentúa una cita geográfica intertextual:
“Nos dijiste que el fuego
no es más que la suma
del calor de todos los hermanos
y que una guitarra puede ser más peligrosa
que un día de compras
en Tiananmen”.
El poema
a Toni Morrison se advierte un juego musical:
“Creí en tu risa
porque me enseñó
que un blues es un jazz
ebrio a medianoche con
Ella
Fitzgerald al otro extremo de la vida”.
En el poema El blues y
sus consecuencias existe una condensación de elementos integrales:
“La noche se vino enredada
en una lágrima
huérfana.
(…) un búho se asoma
por la ventana y me pide fuego.
Todo me parece tan sublime que
comencé a creer en las estrofas del himno, en el karma,
en la vida después de la muerte”.
Como
lector quedé sumamente complacido con un extraordinario poema denso e intenso,
un texto de antología:
Cómo entiende un niño la guerra
Para un niño la guerra puede
ser otra escena
de «La vida es bella»
donde los tanques son escarabajos amaestrados
que sonrientes, parten la plaza
en dos y se dirigen
al sur siguiendo la ruta de la sangre.
O tal vez puede
ser un desfile inconcluso de pijamas a rayas
en un día gris,
que se convirtió en una conversación a través de un
alambre de púas.
Un niño entiende la guerra a través de sus manos,
Como mensajeras del miedo
que nos dice en clave morse
que el amor
sigue siendo pequeño
y, por lo tanto, fácil de ocultar.
Un niño entiende la guerra
a través de su
risa vencida por el miedo a crecer. Entiende
que los hombres
se disfrazan de pólvora
cuando sus lágrimas se convierten en proyectiles. Que sus banderas son
retazos de un viento olvidado en el día de todos los muertos y todas las culpas.
Sabe que los amigos del barrio son fusiles en serie
con la frente tatuada
y una postal de Etiopía prendida en el pecho. Sabe que sus historias breves se
esconden bajo los años y el polvo de sus uñas
donde los más grandes pueden descifrar su edad
como a un viejo Baobab
en algún rincón
de Madagascar.
Sabe que la guerra
puede ser un simple recuento
de daños,
O Inti Illimani cantándole una canción de cuna,
una foto en blanco y negro de lo que nunca entendieron,
un documental de NatGeo, a media noche
y que nadie sintoniza
un día de escuela en la mitad del desierto
un viaje
al zoológico para
ver a los generales una historia
moribunda frente a una fogata o
un poema como
un fallido tratado
de paz.
Un niño
entiende la guerra
como la tarea
del día donde le obligaron a danzar en invierno
pero nadie le habló del frío.
En este poemario de Fabio Castillo hay un
espacio integrador para mujeres, hombres, niños, ancianos, músicos y
escritores. Asimismo, se escuchan múltiples voces de denuncia sobre problemas
sociales, guerras, injusticias. En sus
ejes temáticos se habla de la vida, la muerte, la música,
En este libro se testimonia a diversos
artistas de la música, como Camarón de la Isla, de quien el hablante aduce:
“Me advertiste sobre la
muerte,
me describiste los días de
lluvia en Andalucía,
me contaste que el peor
pecado es mentirle
a un niño y que la poesía es más bella
al final de la vida”.
El poema dedicado a Ruth Bader es un hermoso texto
testimonial, con gran plasticidad. En uno de los rasgos de este poemario de
Fabio Castillo, el homenaje a diversas mujeres del orbe artístico y humano:
“Sería a partir de ese aliento
que sabríamos lo que podías
hacer desde una toga,
una sala de juicios,
y, sobre todo
desde el pecho
de una mujer que parió
al mundo el día que Temis
se quitó la venda”.
En “Canto
suicida” se poetiza sobre una pieza musical. La primera estrofa
entrelaza sustantivos y verbos de una manera dinámica. El verbo de cierre es
una construcción de ruptura del sistema expresivo:
“Escucho "Black" de Pearl Jam y el corazón se
detiene
en el
preciso momento que la sangre se decapita”.
El poema homenaje al cantautor inglés David Bowie es un reconocimiento
a su memoria interior y a su legado exterior:
“Descansá porque
el viaje no es a una luna
cercana, o al borde de la estratósfera.
Quitate el casco y dejá de contar para
atrás porque tu viaje
es interior, David.
Tu
viaje es hacia un paraje
donde mora esa
estrella negra que dejaste brillando con la misma necedad
de tu aliento”.
El poema dedicado a Fito se conforma de
interrogaciones retóricas de alto significado en el sistema de la expresión
poética. Asimismo, apunta a un deplorable hecho castrense en la historia
argentina:
¿Qué
significaba, Fito?
¿Sería Piazzolla queriendo decirme
algo?
¿Tal vez Moura o Gus recordándote que aún falta
la canción más importante y la más
imperfecta?
¿El recuerdo de un beso en los días de la dictadura tal vez?
(…) Hoy por
la mañana murió
un Síbemol en mi mano y
me di cuenta que cuando
te dio por cantar, Fito las aves, la música
y el amor
ya
habían partido a tu encuentro”.
El poema “Qué es un hipocampo” incorpora los elementos
marinos, donde el agua y la salinidad se comportan como elementos de una
realidad plurisignificativa entre lo monstruoso y lo humano. Los versos finales
son de un alto mérito en su construcción poética, toda vez que la atención del
hablante se focaliza en la figura humana.
“Un hipocampo es una ola que golpea
en alguna playa griega
pensando que la sal es lo que corona
su simiente. Es una danza peligrosa,
obscura e inquieta.
Pienso en el mar
y se aparece ese monstruo marino
prendido de tu pelo,
dispuesto a llevar la camada
en su vientre
y dejar
que la arena te preñe
los hombros.
Pienso
en vos,
y se aparece ese mar que descansa
en tus comisuras
como una palabra a punto del
suicidio”.
En “El nacimiento del agua” lo que sucede
realmente es la manifestación erótica y amorosa del deseo y el goce, expresado
mediante los signos de la liquidez:
“Esta habitación nos conoce de memoria
y vos, tan recurrente en mis miedos,
te posás en la ventana
con la mirada de todos los
siglos
en ese, tu rostro dibujado
sobre el agua. Tu voz se filtra
como una caricia
muda, como el aliento
de un niño ciego
como un gemido tardío”.
El texto “El día que conocí el mar” es un intenso
canto al mar. Decía Gregorio Marañón que
“El hombre que no conoce el mar tiene algo de huérfano”.
Con una gama de elementos expresivos, este poema es
intenso en su dimensión abarcadora de espacios y temas que convergen en su
contenido.
“Pensaba que podía ser el color de
la guerra
o un planeta enano
olvidado en la orilla de la noche; pero el día que conocí el mar
supe
que todas las aguas y todos los azules
no eran más que
una mujer recostada sobre la arena que cargaba las culpas
del mundo en sus manos
de sal. Supe que esa mujer
era una gaviota enferma que enhebraba el viento marino
y que despedazaba la brisa
con la misma rabia
que Saturno lo hizo con su hijo porque sabía que el tiempo era una lágrima
dejada al borde de una ola”.
El poema dedicado al abuelo José Carmen Carrasco es
plena de ternura y reconocimiento a una figura estelar de las familias
nucleares. Es un texto limpio, humano, pletórico de recuerdos y plenitud:
“Ahí le conocí.
Con la lluvia en sus ojos
y un mar que reposaba en su pecho, permitiendo a las gaviotas
posarse
al lado izquierdo,
donde cualquier barco llega a puerto seguro
(…) Sé que ha de volver Don José,
porque hay dos cosas que usted dejó
a medias:
la primera es este pecho abierto
que solo se cierra
con su
sonrisa, y la segunda,
este poema que no se cansa de repetir su nombre”.
“Lejos” es
el poema antológico que cierra el libro. Solo hay que leerlo para disfrutarlo.
“Madre.
Ayudame a vencer la distancia
y enseñame a detenerla en mis
manos,
pues siempre supiste la longitud de
mis caricias.
Madre.
Ayudame a vencer
el miedo a la noche.
Vos siempre
cargás la luz en tus hombros,
y es hoy cuando más la necesito.
Madre.
Asomate a la ventana
y dibujá mi nombre en la humedad de
la tarde.
Mis labios mudos se niegan a
pronunciarlo
y solo vos podés entender mi
silencio muerto.
Madre.
Llevate el aliento de mis hijos a
un lugar seguro.
Tu regazo siempre fue mi lugar
preferido
y sé que mis pequeños encontrarán en tus ojos
todas las historias de amor jamás
contadas.
Madre.
No te movás.
He de tardar, pero llego en un momento.
Estos días sin vos son pálidos.
Son historias vacías que mueren
cada mañana
No te
movás, madre.
Será difícil llegar a vos
pero guardé
algunos pasos en mi bolso
para que me guíen a tu risa
aunque el miedo me espere en cada
esquina”.
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