PRÓLOGO A «UMBRAL DE LA SOSPECHA»
«UMBRAL DE LA SOSPECHA»
REALIDAD Y SUEÑO: San Salvador
en su pecho. Desolación y sentido de la sospecha.
Gladiator in arena consilium capit ─El gladiador toma su decisión en la arena─, máxima con
que André Cruchaga Chalatenango, El Salvador, 1957, desguarnecido ante la
acción de quienes tienen el control en el pulgar, pareciera acometer el desafío
de la aridez que para él constituye esterilidad en la quimérica trama del
devenir de un territorio que no le es ajeno: «San Salvador en mi pecho», declara
como título en uno de los poemas. Su palabra más que armadura, es lanza
arrebatada al tiempo adversario y a las visiones antagónicas y advenedizas que
se burlan del duelista apiñadas en las gradas del coliseo de la vida, mientras el
sueño de un país, San Salvador en su pecho, se proyecta de principio a fin en
Umbral de la sospecha y así lo vuelca en una de las proverbiales endechas
de la obra, “Días infames”: Vivimos días de cruces y espejos infames:
siempre tuve claras/ mis premoniciones sobre el país que tenemos.
Asidua espectadora, incluso pertinaz hermeneuta, asisto en cierta largura al tiempo de este gladiador apostado en la arena de las páginas que lo embisten; desnudas, pero temibles como miríada de adversos imponderables en las que se hace menester plantar batalla al menos con el fervor de las palabras, con la exaltación, la vehemencia que exhibe nuestro émulo. Y en este UMBRAL el sentimiento de impotencia encarna la arena regada con sangre, sangre que previene su compatriota Dalton: “Mis venas no terminan en mí, sino en la sangre unánime de los que luchan por la vida, el amor, las cosas, el paisaje y el pan, la poesía de todos.” Yacen también allí las venas de Cruchaga, su poesía de vuelcos que no son otra cosa más que un revelarse al mundo: la sospecha ante el auditorio, la misma a la que podría referirnos Ramón Ferrera: “el fantasma que debía ser yo vuelto de espaldas a la luna”[1]. Pero un poeta es siempre un fantasma que se desdobla entre el ser y la palabra. Tal vez el primer poema del libro “Eternidad de la sospecha” en que el autor desgrana versos como Nunca sé si es el agua o la piedra en el tobillo/ la que muerde la última eternidad de las equidistancias, conduce por veredas de esa misma dualidad; senderos que se ampliaban en un tremor de hojas mecidas por la borrasca del tiempo que ha servido de cobijo a la observación, y esta mascarada que pareciera acecharle cuando intenta descubrir al contendiente milenario que expone el cuerpo teñido con sangre de rémoras ante el coliseo; cuerpo poético, cuerpo fantasma, coliseo país; país que le estremece y le conmina a la contienda, esa en que Nadie puede resistirse a los cuchillos de fuego de este mundo, ni al sollozo que nos aprieta en su extenso vientre, como señala en “Experiencia mortuoria”.
Múltiples las ocasiones en que, en el intento de descifrar a Cruchaga y otras en las que decidida al deslizamiento por los canales de su metáfora incisiva, profunda y avezada (a mi modo de ver, comando para toda su misión escritural), presiento que en gran suma su obra viene a dar fe de una profusa saga (defiendo mi tesis: toda ella) hospedada bajo el título de uno de sus libros: Oscuridad sin fecha. Porque un creador lleva en los hombros el peso del enigma, de todos los enigmas, y el autor que aquí procuramos en franca batalla, les carga como armazón invisible que, en Umbral de la sospecha, palpable despliegue de madurez, no sólo como escritor, sino como avezado observador de las quimeras que en la diligencia de su discernimiento para auscultar el duelo entre la sangre y el alma, adquieren fuerza de una renovada representación:
La desnudez es incurable frente a un país de alambradas
constantes y a una tierra febril, incurable, petrificada. (Tierra febril)
Podría citar versos y versos como estamentos; casi concatenaciones que, dispersos por el cuerpo del libro, van dando cuenta del trágico entorno: En la ciudad ciega, mis ojos que orean las aceras del despojo. (Solo mi palabra); El miedo rechina en la boca igual que el olvido. (Imaginario oscuro); Esta tierra que ennegrece mis ojos (Parpadeo prolongado); En los zapatos, aquel oleaje de muertos, la sal derretida en la ropa (Esencia de la carcoma); Nunca he olvidado aquella antigüedad de la luz y el ocote/ cerca de las rodillas y los ojos mitificados de lo sombrío. (Sedición de la locura); Hoy meto el mundo en mis ojos, el mundo crudo del barniz/ de los almacenes de la hojarasca y sus ventrílocuos / y sus esquinas de aserrín. Y su miserable desvelo. (Exaltación externa); Este tiempo de sombras del país,/ muerde el poniente y disgrega la respiración sin reparo (País vivido); Uno pretende evitar las conjeturas,/ también la pérdida de la brújula y su bitácora desgreñada. (A veces la fatiga). De esta manera desgranándose en todo el poemario la inquietud que con la espada filosa de su pluma, más que el umbral de una sospecha, ha pasado a ser perforación en el vientre de “su país” en un coliseo de luto y de brumas:
Hoy es tan
triste el país como lo fue antes: al borde del
precipicio se
rompe la respiración, nuestra fugaz vida, —pulsa el
luto con su
sonido apocado, en la garganta nos arañan las piedras
o las
espinas. (Vivir el día)
Después todo será holocausto, o pañuelos.
(Después, la deshora)
Hay un país
triste que gime marchito de alas.
(Alegría fenecida)
En un rapto de dolor dice: “desde la carne que me
sostiene”, y se desliza por los avernos “en forma de bulto”; más adelante declara
que lo humano del dolor habita ininterrumpidamente. Entre su descubierta
desazón, se amplían las visiones y le acomete el umbral del asombro, porque ha
llegado a visualizar la detención de la palabra como un cadáver y la desolación
que provoca tal cese cuando “no se es peregrino”. La sospecha ya no es tal, una
vez se adentra en los argumentos a un mejor destino, según declara, nunca fueron
extraños a sus ojos. Desvivido en el espejismo, continúa en el tiempo en que se
confunden la juventud y el otoño en una realidad en que parece ya nada importa
y su país, “país de saliva pétrea” y vasto ejército, se va convirtiendo en algo
“invisible y huraño”:
San Salvador con sus bestiales juegos de palabras
y ritos feroces. «El país contra el que pide pan.»
San Salvador enclenque en las cunetas del sueño,
desteñido en los ojos de la infancia,
en los callejones donde está la muerte.
(San Salvador en mi pecho)
Dice Novalis que el camino misterioso va por dentro (Nach
innen geht der geheimnisvolle Weg), y es en verdad un camino misterioso el
que nuestro gladiador antes escalda y luego baña de matices; camino que, aún
ante quienes nos preciamos de conocerle, se presenta prácticamente delirante,
caprichoso, inasequible. No bien André Cruchaga es hombre de despliegues
insondables, señala también la disposición de ir revelando los escombros entre
la bruma bien tramada de sus fabulosas metáforas, porque si algo le caracteriza
es el vislumbre de lo universal en el dolor, y el dolor en este UMBRAL, permite
interiorizar esa partida que a veces pareciera perder ante lo nomotético: El
país nos duele con su profético cuaderno de cadáver: (Precipicio) y Nos
muerde la ruindad de las viejas consignas. (Abatimiento).
Entre picoteos de aves de carroña que parecieran ávidas del fin de la batalla, palabras tiradas como dardos, contraste entre realidades concebidas tanto como “blanco y negro en los ojos de los funcionarios”, todo parece derivar en frustración ante un augurado fracaso. Hombre de sueños genuinos, pero más que nada del auscultamiento de lo grave y lo profundo, el riesgo de perder no se hace extraño y “parece un suicidio a perpetuidad en las ojeras”.
El gladiador no se detiene y sabe, como hemos dicho en principio, que la decisión ha de tomarse en la arena; así con tal determinación, supone “que no es necesario firmar autógrafos ante matrona de lavabos” porque el país, su país, ahora “es un país poco resplandeciente”.
Queda, así se presenta, invitar al lector a traspasar el Umbral de la sospecha que, no sólo se gana el pan de la exegética de quienes se animen a internarse en cárcavas y meandros, en ramales y ramblas, en las galerías y recodos de un país cuya ciudad, San Salvador, se halla pirograbada en el pecho del desafiador del coliseo país, sino que además expone el arduo quehacer de este maestro del desafío dirigido a su propia capacidad para equilibrar el discurso, a su insistente batalla con la palabra, a su madurez en vuelo desplegada.
María Eugenia Caseiro
En Miami, a los 21 días del mes de abril,
aún en guerra el mundo, aún en catastróficas vueltas
climáticas,
en turbadora resaca de pandemia, Año 2023 del Señor
quien desde su ostracismo, mira con piedad ignorada
por sus hijos.
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María
Eugenia, narradora, poeta, ensayista, prologuista, incursiona en la reseña
crítica. Ha sido distinguida con premios literarios en ambos géneros: poesía y
narrativa, y obteniendo reconocimientos especiales, y diplomas por talento
artístico y labor en beneficio de la difusión de la cultura. Ha participado
como jurado en certámenes literarios de poesía y narrativa. Es miembro
colaborador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y de la
[[Academia de la Historia de Cuba en USA]], en que ostenta el cargo de
Presidenta del Círculo de Amigos de la AHC.
Integra
la Muestra Permanente de Poesía Siglo XXI de la Asociación Prometeo de Poesía;
The Famous Poets Society; FLAC (Foro Internacional para una Cultura y una
Literatura por la Paz). Integra el colectivo de trabajo de La Peregrina Magazín
(Miami, USA). Colabora activamente con diversidad de publicaciones digitales, y
en papel, actividades y programas de su comunidad. Asimismo, participa en la
divulgación de eventos culturales y difusión de la obra de sus contemporáneos
como el Programa Dos Orillas de la antropóloga cubana Dra. Mercedes Cros
Sandoval. De próxima publicación, Nueve cuentos para recrear el café (edición
bilingüe castellano-francés), salió a la luz en marzo 2010.
Sus
poemas han sido traducidos a diferentes idiomas, incluyendo lenguas como el
euskera, el japonés y el árabe. Participa en Agonía.net y Radio Agonía.
Delegada en USA, del grupo LCeeE. Sus textos están difundidos en la Web, donde
colabora con revistas y diarios digitales.
Premios:
Ha sido premiada
en certámenes literarios nacional e internacionalmente.
Antologías Famous
Poets Society, 1997, 2000.
Hollywood Diamond
Hommer Trophy 1998.
Obtuvo 3 años
consecutivos el premio "Famous Poem" por su poesía La Calleja.
Antología Nueva Poesía Hispanoamericana 2004, 2005 y 2006.
Antología “Paseo
en Verso” México 2005.
Finalista del
Concurso Internacional de Poesía Pasos en La Azotea, del Certamen Puente Azul y
otros.
Mención de Honor
en el Concurso Internacional de Poesía Mis Escritos Lanuz, Argentina y otros.
Premio Publicación
La Porte des Poetes 2005, París, Francia.
Primer premio
Artesanías Literarias 2007 de relato, Israel.
Mención de Honor
en el Certamen de poesía César Vallejo, Londres, Inglaterra. Y otros.
Fuente: https://www.ecured.cu/Mar%C3%ADa_Eugenia_Caseiro