CANTOS DE MUERTE Y DESESPERANZA,
RETABLO DE ORFANDAD Y MUERTE CONFESIONAL
EN LA MODERNIDAD DE LA POESÍA
DE ALFONSO FAJARDO
No hay límites para la melancolía humana
Se cuenta siempre con una piedra para colocar sobre la
pirámide
de las lágrimas
Estáis seguros de padecer tanto como una mujer
estrangulada
en el momento en que ella sabe que todo ha terminado y
desea
acabar
Estáis seguros de que no valdría más ser
ser estrangulado si uno piensa en los cuchillos de las
horas que
se acercan
Desde hace tiempo vivo mi último minuto
LOUIS ARAGON
En mi haber tengo el poemario «Negro» del poeta Alfonso fajardo, mismo que adquirí en una de esas visitas inusuales que hago al ya desaparecido restaurante y Centro Cultural «Los Tacos de Paco.» El libro en pequeño formato ha reposado en mi biblioteca desde hace varios años. No me sorprende, al menos a mi persona, la extraña riqueza y hondura de la obra de Alfonso Fajardo, así el misterio que envuelven muchos de sus poemas; su drama poético, una antípoda dariana: «Cantos de vida y esperanza»; pero no solo eso, su poesía está signada por los desasosiegos propios de vivir en un país convulsionado consuetudinariamente. La realidad factual está presente en su obra, más allá de otros ángulos que se puedan abordar en dicha obra. Por supuesto que no es una apología a la muerte, sino una genuina experiencia del poeta. El caso es que el autor de «Negro»[i], desde su palabra ciega, nombra noches en páginas agrietadas.
Hay en mi opinión una atmósfera
vallejiana, («Trilce»; «España, aparta de mi este cáliz») y, a decir verdad, más
que una aproximación a la poética de Octavio Paz; lo que me queda claro es que
Alfonso Fajardo construye su poética desde una perspectiva surrealista
hispanoamericana y ello le permite ensanchar sus perspectivas poéticas en ese «estado
de vacío atiborrado por el dolor», proceso que implica la introspección y el
desdoblamiento del yo frente a una realidad descompuesta. Claro que, en esta
dicotomía de blanco y negro, hay una huella, los escombros de la muerte de la
temporalidad asimilada. En el contexto del surrealismo significa una ruptura «en
el nivel de la percepción un descubrimiento de la realidad que se esconde
detrás de las apariencias...»[ii]
Ya Apollinaire y lo retomo, decía
que «Los poetas no son solamente los hombres de lo bello. Son también y sobre
todo los hombres de lo verdadero, en la medida en que les permite penetrar en
lo desconocido.»[iii]
Coincido con tal apreciación; y agregaría porque ello conlleva la necesaria
renovación de la expresión poética, aun con temas como el de la muerte que ha
sido abordado por poetas de todos los tiempos y tendencias. El poeta Fajardo
reivindica con fuerza el fulgor misericordioso del fuego poético de lo oscuro
sin desperdicios ni palabras atropelladas. «Detrás del espejo de la nada danzan
los seres entre vahos de aires furtivos», tal sus palabras.
Al respecto del concepto «negro»,
Diccionario de la lengua española (2001), nos señala varias acepciones
adjetivales. Para mi discernimiento, hago acopio de algunas: «Oscuro u oscurecido
y deslucido, o que ha perdido o mudado el color que le corresponde, Clandestino,
ilegal, Muy sucio, Dicho de ciertos ritos y actividades: Que invocan la ayuda o
la presencia del demonio o del poder maligno, Dicho de la novela o del cine:
Que se desarrolla en un ambiente criminal y violento, sumamente triste y
melancólico, infeliz, infausto y desventurado, etc.»[iv] En
mi opinión, tal como lo señala Mariluci Guberman[v], Universidade
Federal Do Río de Janeiro, en «La
poética del cuerpo negro en hispanoamérica», A medida que se formaba una
ideología y también una ontología, en el entender de Depestre[vi],
el concepto de negritud adoptaría distintos significados hasta la siguiente
paradoja: formulado para aguzar y alimentar la autoestima de tipos sociales que
la esclavitud había reducido a un estado deplorable, esa negritud los evapora
en una metafísica somática.
En el caso de la obra «Negro» del
poeta Alfonso Fajardo, no encuentro esa noción de negritud antes referida, que
caracterice a la obra como tal, pero sí, una forma de envilecimiento y
desnaturalización de una realidad del ser humano: «agrietados y macilentos
espejos / que vomitan las muecas / de nuestras obligadas sonrisas / y somos
payasos y somos insectos…» (Pág.35) Me atrevo a decir que «Negro», bien puede
marcar el rumbo de una vanguardia literaria responsable debates sobre la
identidad nacional, anclados en la crítica antisistema y marginalidad política,
debate que le compete al surrealismo. Esta producción surrealista revela una
afectación a la cuestión identitaria, constituyen ejes centrales de reflexión[vii] Al
respecto, el poeta nos dice: «porque la ciudad es una ciénaga / bello pantano
con olor a caoba / potrero que nos atrae cada vez más / ciudad imán ciudad
corrosiones/ donde a cada paso cada vistazo / reyes de la nada en harapos…»)
Pág. 36)
De lo antes expuesto se desprende
que negro es, «símbolo» e «imagen» y se contraponen: como símbolo el poeta nos
quiere expresar un sentido complejo y profundo, mientras que, con la imagen, una
realidad somera y abarcable. No cabe duda de que negro es símbolo, aquí, de
muerte y con ello intenta definir diversas concepciones a la usanza metafísica,
si se quiere: negro-muerte: «henchido con el fuego negro / que me da vida / la
muerte» En el proceso de elevación de lo negro-muerte, hay una etapa en la que
la comparación es directa y hay una visión paralela de lo negro y de la muerte,
además de una sacralización de ambos conceptos.
Pero
volviendo al paralelo muerte-negro, vemos cómo se produce el acercamiento y
fusión a través de algunos poemas. En un principio se produce una imagen
secundaria de lo negro, por medio de la cual tiene lugar el acercamiento a la
muerte sobre el que flota la rama o barca de la vida: «hacia el agua / del
mismo árbol / de donde brotan / de sus terribles raíces / vida y muerte /
muerte y vida / espejos continuos en el sendero del ruido…» (Pág. 58)
Según
la Psicología del color[viii], el color negro no es
primario, secundario o terciario porque, de hecho, el negro no es técnicamente
un color y, al igual que ocurre con el blanco, ni siquiera está en la rueda de
colores. En realidad, es la absorción de todos los colores, absorbe toda la luz
en el espectro de color. Es un símbolo de misterio y también de poder y
autoridad. Evidentemente en esta situación referencial, trascendemos el concepto
al punto de lo inefable, cuyo significado solo lo alcanzamos a través de la
metáfora. Ante esta metáfora el surrealismo rastrea otras maneras de entender
la realidad que a través del poema se visualiza. Entorno e individuo
protagonizan o pierden su protagonismo hasta invisibilizar su propia
conciencia.
Uno
de los postulados principales del movimiento surrealista y declarado en el Primer
Manifiesto Surrealista (1944) de André Breton, el autor, era la existencia de
una segunda realidad, la que no se origina en la realidad ordinaria y empírica.
Para Bretón esta «otra realidad» podía ser expresada a través de la liberación
de la imaginación y la capacidad de asombro y reconocimiento de lo maravilloso.
Para esto, era necesario un retroceso a los años de infancia del hombre[ix] En este punto, «Negro» se
enmarca en esa segunda realidad, la intuida; aquella que se percibe a través de
la videncia.
Con
el surrealismo asistimos a una experiencia literaria ilimitada y éste tiene la
forma de abrirla. Apoyándose en los métodos del sicoanálisis freudiano, como la
libre asociación de las ideas, su labor crítica sobre los sueños y la
experiencia de la incoherencia de los artistas dadaístas (Behar[x]), crea un lenguaje rico en
imágenes que son manifestaciones del subconsciente, revelando la presencia de
una realidad alterna que necesita ser explorada a través del arte y,
especialmente, de la poesía. «Es la lengua del sueño» diría el poeta, o «aquel
pasado de barcos de papel / de guerras como sombras lejanas / de bicicletas en
vuelo por oscuros follajes / ¿dónde están todos? / amigos del tiempo perdido /
las horas viendo el cielo aplastante / y sus figuras como marionetas de dios / fantasmales
y arrulladoras / ah aquel pasado en remanso / ah la patria de la infancia /
perdida en la bruma de las cosas sin sentido/ ahora la veo entre tinieblas/ entre
la niebla de las neuronas oxidadas / en este epicentro del eco / en esta negra
habitación de puertas en coma / en mi túnel de fulgores negros / de caminos
defecados pasos para nada…» (Pág. 33)
Lo
que vemos en la escritura de «Negro» es cierta automatización de la escritura, asociación
libre carente de puntuación como nos lo sugiere Freud, una especie de
autoexploración del yo; en un texto automático no es el documento en sí, ni su
posibilidad de ser interpretado, sino el hecho de constituir un paisaje total,
con el clima, los accidentes, las tormentas, las explosiones, de esa zona del
espíritu que ningún mecanismo especulativo puede dar a conocer en toda su belleza
y violencia primitiva, en su grandeza y esplendor original. [xi] El juego del reflejo del
yo espejo facilita la comprensión de la escisión del yo en su doble asignación:
el yo contemplador, el yo contemplado. Así, el «Muriendo diariamente», poema
Pág. 66, nos puede clarificar o poner en perspectiva lo dicho en líneas
anteriores: «Van mis pasos azules / en ciudades de sombras / tropezando con
lunas / que amargan el granito / y sus jolgorios de puñales / que danzan en la
sangre / como fríos fuegos / de arquitecturas y manos / del sueño más imposible
/ del hombre más desnudo / que a tientas camina / entre museos de máscaras /
por sobre negras aguas / y espinas sonrientes / Es la pintura del sonido / es
el vidrio ardiente / que golpea mi ventana / que estalla en mis sienes / con
sus podridos lienzos…»
Con
la aproximación de realidades distantes que hacían brotar la luz de la imagen,
aquello a lo que André Breton se mostraba infinitamente sensible, según
reconocía en el Primer Manifiesto, encontraba en la teoría simbólica una
justificación plenamente objetiva, resultado del orden cósmico. Con la idea y
la creencia en los «puentes verticales» basada en la teoría de las
correspondencias místicas de Schneider, Cirlot formula del siguiente modo el
principio de la «identificación suficiente»: «Si metáfora o alegoría es la
aproximación de dos realidades distantes o la explicación de una realidad
sensible por otro objeto sensible, símbolo es la expresión de una realidad
inteligible, es decir, profunda, por medio de un objeto sensible; en este
sentido, la forma de tal objeto es una explicación.»[xii]
A
lo largo de los párrafos anteriores he venido poniendo en relieve el entramado
poético de «Negro» de Alfonso Fajardo en el contexto del surrealismo
salvadoreño de posguerra. En el libro ya mencionado, podemos encontrar ese
componente germinal de lo que será ulteriormente su poética, sino las técnicas
empleadas al encarar o imbuirse en el proceso metafórico. Al margen de la
ausencia de puntuación en todo el poemario que provoca cierta ruptura y caos
sintáctico, característica de la metáfora surrealista según Balakian[xiii] en contraposición al
orden sintáctico tradicional, aunque el reemplazo no sea absoluto. Si partimos
de que la metáfora se construye a través de nexos comparativos, lo cierto es
que en el surrealismo esta situación se elimina o disfraza por el uso de otras
formas sintácticas. Veamos: «perdida en la bruma de las cosas sin sentido», «agrietados
y macilentos espejos / que vomitan las muecas» aquí hay una espiral con
afectación total a la sintaxis.
Asimismo,
podemos encontrar en el nivel estructural del poemario, un nivel de progresión
formidable y que lo vuelve en una metáfora completa. También el poeta ha optado
por el empleo de recurso de la letanía con enumeraciones recurrentes y
anafóricas como anhelo de totalidad surrealista. De suyo es conocido que la
metáfora surrealista, aun cuando se aborden cotidianidades, no suele resultar
familiar, como sugiere Riffaterre[xiv] todo depende si lo
expresado es perceptible con la realidad y «si hay una estrecha relación entre
las palabras y las cosas.» Este modo de escritura no ha sido lo suficientemente
abordado ni comprendido. Tampoco parece incidir en la literatura nacional
interrumpida por muchos factores, y ello quizás, solo quizás, explique las
dicotomías y la sordera que existe frente a la vanguardia surrealista en El
Salvador.
André Cruchaga,
Barataria, El Salvador, febrero 19 de 2023.
(A diez años de haberse publicado la obra «Negro»)
[i] Fajardo, Alfonso. Negro. Laberinto
Editorial, El Salvador, 2013. 76p.
[ii] Medina,
Raquel. El Surrealismo en la poesía española de posguerra 1939-1950. Visor
libros, Madrid, University of Massachusetts, 1997. 199p.
[iii] Larrea, Juan. César Vallejo y el
surrealismo. Visor libros, Madrid, 2001. 280p.
[iv] https://www.rae.es/drae2001/negro.
[v] https://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/13/aih_13_3_020.pdf
[vi] Rene
Depestre, «Saludo y despedida a la negritud», África en América Latina, España:
UNESCO;
Siglo XXI, 1987,
[vii] https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-71812018000200119
[viii]
https://www.lavanguardia.com/vivo/psicologia/20220419/8206018/que-significa-color-negro-psicologia-cromatica-nbs.html
[ix]https://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/111489/Pizarro%20Francisca.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[x] Behar,
Henry (1971). Sobre el teatro dada y surrealista. Barcelona: Barral.
[xi] Pellegrini,
Aldo. Antología de la poesía surrealista de lengua francesa. Fabril Editora.
Buenos Aires, Argentina.
[xiii]
Balakian, Anna. Surrealism. The road to the absolute. Chicago: University of
Chicago Press, 1986.
[xiv] Rifaterre,
Michael. Semiotic of Poetry. Bloomington-London, Indiana, 1978.
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