La intensa poesía amatoria/social
de José Francisco Quirós Mena
Lic. Miguel
Fajardo Korea
Premio Nacional de Educación Mauro Fernández
(Costa Rica). José Francisco Quirós Mena nació en Ureña de Pérez
Zeledón, Costa Rica, el 9 de febrero de 1953.
Durante toda su vida ha sido un trabajador insigne por
la cultura desde Pérez Zeledón, como se puede constatar al leer su perfil
biobibliográfico. Al alcanzar sus siete décadas, lanza este poemario, como una
celebración de vida en la plenitud de su producción literaria.
El pájaro encendido (2023), se convierte en su libro publicado número 13. Consta de 55
poemas. Contiene epígrafe muy ilustrativo de Bob Dylan: “Nadie es libre, / hasta los pájaros están /encadenados al cielo”. Desde esa marca textual, el hablante
genera un poemario denso e intenso.
El libro incorpora elementos animales “Huye el pájaro / de la sombra que lo acecha” (…) y no sé dónde buscarte, / te llevaste todos los rincones, /dejando rotas las esquinas”, como una manera de representar la ausencia
de la amada. Ante esa acezante angustia, el hablante lírico expresa “Tenemos urgencias /que habitamos / como sí no alcanzara la angustia /de decirnos adiós / (…) Te llamo, mujer, con agonía de
labios fugitivos”.
En ese estado de distanciamiento “No sé por qué, pero
tus ojos me miran / a través de la distancia. / (…) Es que de repente
estás anclada en mi mejilla”. En otro orden, existe una intensa angustia contra
el tiempo de la desesperanza. Por eso, se aferra a un elemento de la
corporalidad “Nos dimos el último abrazo, / porque
no traía esperanza la mañana”.
En ese estado amatorio, los recuerdos
afloran como un devocionario “Tenías la costumbre de chorrear el café en
el jarro, / que inventamos para bebernos los besos. / (…) No es que quiera herirme, / es que extraño tu presencia”. El extrañar
no tiene brazos, pero aprieta el corazón, dice un refrán.
En todo ese proceso amoroso, la espera y la
ausencia se hacen presentes como un binomio de martirio “Debajo de la sombra te esperaba. / Sabía
que traías la alforja / con aromas a manglar / y a guacamaya. // (…) La casa está vacía. / Cada rincón tiene el sonrojo de tus labios / untado en la memoria. / ¿Me dejas caminar en silencio /presintiendo tu caricia?”
Tres de los elementos de la corporalidad
más poéticos y delicados como cabello, ojos y labios configuran la construcción
de un poema muy íntimo “Tenía el cabello largo / como la sombra. / El brillo
de sus ojos era una metáfora / al amanecer
de sus labios. / Tenía el
cabello largo, /como el
delantal /con el que
secaba su llanto”.
El texto que da título al poemario es de
gran intensidad expresiva. En él se conjugan una serie de palabras
determinantes para el abordaje integral: silencios, opresiones, asombro, grito,
urgencia, tiempo, memoria, noche, ataduras, esclavo, canto, heridas, olvidos,
clamores. Y todo ese conjunto de elementos, que pueden parecen aislados,
conforman un sistema recolectivo con mucha vibración energética.
Dicho poema contiene el siguiente epígrafe del poeta
libanés Khalil Gibran (1883-1931): “El ruiseñor se niega a anidar en la
jaula, / para que la esclavitud /no sea el destino de su cría”.
El pájaro encendido
“La noche vino
como un pájaro encendido.
Rompió su jaula de
silencios y opresiones
y voló con la
angustia reflejada
en sus ojos.
Traía el canto
enmudecido por el asombro
y un grito urgido
en su pico.
Sus alas
agrietadas. Sangrantes,
eran una urgencia
repetida
un clamor de
tiempo sin memoria.
No tenía azul la
madrugada.
No tenía ramas la
noche,
solo antiguas ataduras.
Para olvidar que
fue esclavo,
rompió el silencio
con sus heridas,
y con su canto,
los pliegues de la noche”.
La casa-cuerpo cumple una función declarativa,
configurada por elementos de la naturaleza y la corporalidad “La casa es un planeta / donde florecen girasoles /y los crisantemos
murmuran /que somos amantes. (…) Me
asombra el arcoíris / prendido en tu cabello / y la maleta (…) Eras fuego en mis labios, / y tus caricias tenían sabor / a media noche,
/ a madrugada”.
En
otro orden, la ausencia de la amada se intensifica al recordar elementos de la
corporalidad “Tenías el cabello sobre mi pecho, / y mirabas / como si miraras el océano. Entonces la noche ya no
es noche, / sin la sombra era tu
cuerpo. /Todo es noche /en este laberinto de cerrojos”.
En un
momento de la lectura del poemario de Quirós Mena, abre un espacio para
establecer una mirada crítica a diversos dramas sociales “Esos niños tuvieron
un sueño: / Que la leche hirviera… / Un día el madrazo del abandono /les
arrancó la sonrisa /y su esperanza rodó, pateada; /mueca huraña en la calle. /
(…) y los niños empujados por una multitud /que los mira indiferente”.
El siguiente
poema sostiene una airada protesta contra el estado de situaciones, que se han
vuelto cotidianas ante la indiferencia de los demás. Esa mujer/pájaro tiene un nombre que nadie
pronuncia, porque está invisibilizada.
De hecho, es una apuesta por los derechos humanos de las mujeres, los cuales
les han sido arrebatados históricamente por los comportamientos patriarcales de
la sociedad y el lenguaje.
“La mujer pájaro
no tiene casa
vive en un nido de
cartones
y latas podridas.
Tampoco tiene
sueños,
se los robaron las
noches de desvelo,
mientras tramaba
como robarle
un trozo de
ilusión a la vida.
(…) A la mujer
pájaro se le fue la sonrisa
tratando de
sosegar los dolores
del hambre.
(…) La mujer
pájaro tiene permiso para sufrir hambre,
para llorar
mientras sus lágrimas muerden
sus pómulos
resecos.
Tiene un nombre
la mujer pájaro
que nadie pronuncia”.
En Poema 21, se aborda el tema de los migrantes en
pleno siglo XXI. Un drama cada vez más
cruel, que conmueve las fibras del ser humano. Las tres primeras líneas
simbolizan parte de ese dolorido sentir de las personas que emprenden,
enfrentan y confrontan ese triste estado de la condición humana, a pesar de que
ningún ser humano es ilegal.
Poema 21
“Los caminantes
llevan el
cansancio en los ojos
y la fatiga en el
alma.
Sus pies han
recorrido selvas
y arrastran el
hambre
como pesada
cadena.
sobre la espalda
llevan hijos de piadosa mirada
y la bandera de
Bolívar.
De Venezuela viene
y para USA van
en busca del
“sueño americano”
que se volvió
pesadilla e infierno”.
Ese doloroso nudo temático lo he trabajado en dos de
mis libros Comienza la palabra (2018) y Nunca como ahora (2019).
La gran poeta mexicana Chary Gumeta, en su libro Despatriados, escribe: “No
somos nadie, todo se pierde al cruzar la frontera, / nos convertimos en la
estadística ilegal de ese país, / pero seguimos” (2018: 59).
Asimismo, el hablante advierte un grave problema de salud pública “Cada
cigarrillo / es un aviso de cáncer. /Su brasa /anuncia la muerte”.
Igualmente, hay una severa denuncia ideológica cuando el yo lírico expresa
“Contemplo un a b c sobre la bandera yanqui / y cuerpos tirados. ¿Muertos? /
Ensangrentados. / (…) Cada quién toma su manojo / de segundos /y se lo guarda
/como medalla candente”.
El hablante asume una actitud reflexiva ante la mudez de los elementos
naturales. La ausencia de las respuestas a cada elemento es una llamada de
advertencia de lo perdido, pero necesario, a saber:
“¡Qué muda el hacha! Sin voz, ni canto
¡Qué mudo el brazo! Carcomido por zompopas guerrilleras.
¡Qué mudo el congo! Sin árbol.
Sin frutas.
¡Qué mudo el río! Sin agua. Sin peces.
Sin algas”.
Algunos
breves textos abordan elementos de la cotidianeidad animal con un alto sentido
de la ironía:
2
Le mordió una oreja a la avispa
y ella, en venganza,
le restregó el aguijón
por toda su boca
dejándole
mudo de silencios.
4
Llueve, es verdad, dijo la mosca
y se fue de bruces
en la taza de café.
Luego de ese espacio
temático orientado a otros ejes, el hablante retoma los elementos
plurisignificativos referidos al cuerpo:
“La percepción del cuerpo es
múltiple, porque es un espacio para la significación expresiva del
reconocimiento individual. El cuerpo se
muestra, y también se nos muestra, es decir, se compone y reconstituye.
Genera sentidos, en la
medida en que las partes de la anatomía representan un espacio, visible y
tangible, a partir del cual se toma conciencia de él. El cuerpo se redescubre en el lenguaje del
Otro. El placer corporal que manifiesta la voz lírica se transforma en
palabras” (Miguel Fajardo y Aracelly Bianco, 2018:39).
“No olvido de la
sábana que cubrió
la desnudez de tus senos,
mientras tus
muslos danzaban
el último orgasmo.
Vengo hasta tu
cuerpo
para quedarme.
(…) Quiero darme
un chapuzón en tus labios
y acariciar el
asterisco que adorna tu vientre.
Caminar de un
monte a otro de tu pubis
y colocar en la
cima de tus pezones mi lengua”.
El poemario cierra con poemas dentro de la casa, con
la completa y fervorosa mirada familiar, con cadencia y gratitud, a quienes
profesa un emocionado amor filial: su madre Teresa
Mena Quesada, su padre José Joaquín Quirós
Montoya, su hermano-poeta Carlos Eduardo
Quirós Mena (+ 01-11-2017) y sus abuelos.
MADRE
“Mi madre está
regando el jardín
está en la rayuela
que
inventamos.
(…) Mi
madre no se ha ido,
está en
el abrazo
y en
los recuerdos bordados
en el
lienzo
en el
que enjugaba su llanto”.
PADRE
“Mi padre es tierra firme
oración en la mañana y en la noche.
La barca que me lleva
de regreso a la infancia.
Es recuerdo recostado en la memoria”.
SE MARCHÓ
“Nos
quedan tus “Pájaros Tardíos”; de donde surgen
los
fantasmas de la soledad
y
el asombro ante la muerte.
Tus
metáforas para seguir soñando latitudes,
para
ir por tu “Ruta Dos”
y
encontrarnos con los “Silencios de Lluvia”
que
dejaste
en
el regazo de todos.
Hermano: un aroma a orquídea
emerge
de tu abrazo”.
Aquí, se
completa, también, el resto del núcleo familiar:
“Amo lo que tengo.
La madre que corretea gansos de luz.
Al padre que transgrede la nostalgia
y colma de besos al anciano.
(…) Amo lo que tengo que amar,
a mi abuelo que doblaba crucifijos,
a la abuela que
blanqueaba molederos”.
Su verso “Contemplo a Dios haciéndolo
todo” es muy importante dentro del corpus de su poesía, toda vez que signa una
esperanza ante los avatares de la vida que enfrentamos todos los seres humanos. Y, desde esa línea versal, se encierra un
hondo significado de fe y esperanza, desde la poesía, el amor y las necesarias
dificultades, para encontrarle sentido raigal a la vida.
En síntesis, la lectura del poemario EL PÁJARO
ENCENDIDO del escritor José Francisco Quirós Mena, ofrece un canto amatorio y
social, en planos bisémicos que convergen, en algún momento de la vida
cotidiana de todos los seres humanos, en cualquier parte del planeta.
¡Albricias, poeta José Francisco Quirós Mena!
Salud, vida y poesía.
Dios es el guía.
¡Celebrémoslo!
LIC. MIGUEL FAJARDO
minalusa-dra56@hotmail.com
Premio
Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica
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