En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



domingo, 15 de enero de 2023

ANDRÉ CRUCHAGA O LA AUTENTICIDAD DE LA POESÍA COMO UNIVERSO PROPIO

Lejanías rotas, André Cruchaga, El Salvador



ANDRÉ CRUCHAGA

O LA AUTENTICIDAD DE LA POESÍA COMO UNIVERSO PROPIO

 

 

 

 

Si tuviera que definir la poesía de André Cruchaga con una sola palabra, la llamaría misterio. Cruchaga es uno de esos poetas que, por convicción, construyen mundos y universos propios donde la originalidad, la singularidad y la autenticidad son pilares solidos de su estructura. Estas tres características son a su vez una negación de una forma de entender la poesía como producto de las modas literarias, de las circunstancias que contribuyen al canon y de toda la parafernalia que trae consigo el camino a la inmortalidad. Así, la originalidad tiene relación con la asimilación de la tradición para ofrecer un producto novedoso; la singularidad va más allá e implica la elaboración de códigos (lingüísticos y semánticos) propios; mientras que la autenticidad constituye una visión ética en donde el desgarramiento interno del poeta se encuentra en detrimento de la pulcritud del poema. Como Lezama Lima en el barroco, como Fernando Pessoa y su universo de heterónimos, como Vicente Huidobro y su creacionismo, como César Vallejo y sus cristos del pecho o el mismo André Bretón con sus manifiestos, Cruchaga ha construido a lo largo de los años un universo que se reconoce a sí mismo gracias al lenguaje, piedra angular del espacio-tiempo de su  poesía.

Autodefinido como poeta surrealista, Cruchaga le imprime al lenguaje todas las técnicas de la vanguardia del siglo XX: la escritura automática, lo onírico, lo maravilloso, la imagen visionaria, la locura y el oxímoron, todas esas técnicas perfectamente asimiladas y puestas en función de su universo. Cuando en El Salvador se escriba la historiografía literaria del surrealismo, André tendrá un espacio privilegiado en ese jardín. En efecto, son pocos los poetas que en El Salvador se atrevieron a explorar las aguas profundas del surrealismo, entre ellos podríamos mencionar al Roque Dalton de Los Pequeños Infiernos, a Rolando Costa, a Alfonso Kijadurías y a dos o tres poetas contemporáneos más. La lista es corta en un país cuya poesía se dejó llevar por la gran ola del coloquialismo de la emergencia. En El Salvador, tradicionalmente el ejercicio de este tipo de escritura no ha sido bien recibida, pues se ha considerado como metafísica, retórica y alejada de la realidad social del país. Legendaria es la crítica de José Roberto Cea sobre Roque Dalton, que se encuentra en la Antología general de la poesía en El Salvador, en donde manifiesta que “una zona surrealista ha enriquecido su expresión: aunque ésta, en ciertos poemas, nos parece pura retórica; demasiadas palabras, palabroso, mucha literatura en su poesía”. Quienes han realizado este tipo de afirmaciones ignoran u olvidan que el surrealismo tuvo un fuerte componente político-ideológico en su apogeo: famosos son los escritos de André Bretón de 1925 sobre el acercamiento del movimiento surrealista a la política, su editorial Por qué me hago cargo de la revolución surrealista; y luego su reseña al libro de Trotsky sobre Lenin, unidos a un editorial anterior escrito conjuntamente con Louis Aragon y Victor Crastre llamado ¡Revolución hoy y siempre! son los detonantes de la iniciación del surrealismo en la política internacional. Sin necesidad de profundizar en los postulados políticos de los surrealistas, está claro que el surrealismo tuvo en su momento un fuerte matiz político-ideológico, y por ello hoy en día resulta inverosímil que muchos críticos o comentaristas relacionen al surrealismo con formas evasivas de hacer literatura, esas afirmaciones solo demuestran la ignorancia acerca de la historia del movimiento surrealista. Creo que esta referencia historiográfica del surrealismo era necesaria pues, como repito, André Cruchaga se autodefine como poeta surrealista, y como tal, conoce muy bien la historia no lineal del movimiento, aplicando a su poesía no solo las técnicas o recursos meramente literarios, sino también sus más febriles cosmovisiones. Y es aquí cuando empiezo a referirme Lejanías rotas, el nuevo libro que nos regala el poeta surrealista André Cruchaga.

En Lejanías rotas acudimos a un crisol en donde se funden varias temáticas que nacen de la vida cotidiana para ofrecernos mosaicos de la vida interior del poeta, pero también de la vida exterior. Así, Cruchaga aprovecha cualquier aspecto de la cotidianidad para desnudarse en la palabra y ofrecernos sus pensamientos sobre su vida y la vida que lo rodea. Puede ser la presencia de un tren o la estancia en un lugar específico, no importa la pintura cotidiana que el poeta tenga enfrente, lo cierto es que a partir de allí surgirán las cavilaciones armoniosas que, matizadas con un lenguaje embellecido por las técnicas surrealistas, son transformados en poemas de gran factura literaria. Sin ser un libro de poesía de viaje, Cruchaga utiliza los lugares que habita como una perfecta excusa para soltar el torbellino del lenguaje, allí encontramos Cow Creek, David Community Park, Swerwood Park o Marylhurst, entre otros. Lugares reales que son fuente de cavilaciones donde las temáticas como la soledad, lo erótico, la muerte, el ansia, el hastío, el desencanto, y el país, son parte de sus giros gravitacionales en torno al fuego de la palabra.

Desde el epígrafe de Saint-John Perse, que es toda una declaración de principios en torno al tipo de poesía que elije escribir, pasando por todas las imágenes centelleantes de los poemas, André Cruchaga se mantiene fiel a esa originalidad, a esa singularidad y a esa autenticidad que siempre lo ha caracterizado. Son esas características las que lo han llevado a ser considerado como un poeta, hasta cierto punto, hermético, oscuro. Es en este punto en el que se debe recordar lo que Lezama Lima, uno de los poetas más herméticos por el excelencia, escribió: “No empezar con la tontería de lo que se comprende y lo que no se asimila, con la vieja monserga arrinconada de lo oscuro y lo claro, con el imperativo tema de lo fácil y lo difícil”, mientras que en un ensayo del libro “La expresión americana”, el poeta empieza su libro con la ya famosa frase “Sólo lo difícil es estimulante; solo la resistencia que nos reta, es capaz de enarcar, suscitar y mantener nuestra potencia de conocimiento…”. Nadie mejor que Lezama define la supuesta oscuridad que subyace en un texto determinado, y es que, en realidad, tal oscuridad no existe en el poema, pues este sobrevive y se reconoce a sí mismo pese a las etiquetas que puedan atribuirse a un autor.

En un magistral diálogo entre los poetas David Huerta y Alfonso Alegre Heitzmann, publicado en la revista Letras Libres el 4 de noviembre de 2004, este último, refiriéndose a la etiqueta de “poeta oscuro” que le adjudicaban al José Gorostiza de “Muerte sin fin”, escribió lo siguiente: La pretensión de la razón discursiva de explicar —o explicarse— la poesía lleva en sí una contradicción en los términos, pues, como Maurice Blanchot señaló con lucidez, “lo que el poema significa coincide exactamente con lo que es”. El poema se escribe desde su propia exigencia inmanente, sus palabras no son para el poeta ni intercambiables, ni traducibles, ni tampoco “oscuras” o “claras”; responden a una necesidad interna de la propia creación. El poeta no busca ser difícil o sencillo, sino fiel a esa exigencia del poema en el que está inmerso. Y es ahí donde está la dificultad, o la oscuridad: en el proceso. Con estas referencias quiero demostrar que no existe tal oscuridad cuando el poeta es auténtico, toda vez que dentro de la neblina de la palabra se encuentra el sol de los descubrimientos. Por supuesto, la poesía tiene sus propios códigos inmanentes y sus recursos retóricos que la alejan del balbuceo, sin los cuales un pensamiento puede ser cualquier cosa, menos poesía. Cruchaga conoce estos laberintos, y por eso en su poesía hay numerosas referencias intertextuales sobre el quehacer poético, como en el caso del poema “Goteo del espejo”, donde precisamente hace una referencia a “Muerte sin fin”, de Gorostiza.

André Cruchaga domina, no solo los recursos de la retórica poética, sino también el arte de la autenticidad, pues a pesar del borbotón de imágenes y metáforas, en su poesía se identifican claramente las principales preocupaciones del poeta en la época que le ha tocado vivir. Así pues, nos referíamos a temáticas como la soledad, la muerte y el desencanto, pero también quisiera detenerme en la temática del país, pues se encuentra como si fuera un eje transversal en Lejanías rotas. En efecto, las vicisitudes coyunturales de El Salvador se identifican dentro de esa cascada de imágenes sucesivas, ya sea mediante la breve alusión o la clara referencia:

En el espejo, la memoria y en esa voz que por ventura, nunca culmina,

sino en la fosa del alfabeto del país del más allá.

                                               (Espera tardía)

Es difícil imaginar un pájaro en un país que se derrite

a martillazos y que vive entre hojas y costuras desasidas.

(Ventana rota)

El mal no necesita de muletas para romper nuestros sentidos,

ni un vaso de agua para saciar la aridez del país.

(Alrededor del día)

Aquí nos perturba un país irreconocible, un país por reconstruir

                                               (Delirio del fuego)

El país es un techo que de a poco va cayendo en una fosa

Seguramente mis ojos no bastan para reconstruirlo.

                                               (Intoxicación)

De este eje transversal me quedo con los siguientes versos: “Sí, una y otra vez, los imaginarios de un país fatal, la destrucción / que nunca apela a la cordura, solo el abismo del absoluto”, versos que son una crítica a los absolutismos políticos que creen que con ellos se refunda todo. “La vida es un poco esa Comedia humana de las turbulencias infinitas, una indigestión que huele a escombros, o un perfume de pesadillas que incendian el horizonte. Siempre nos resulta atroz esta fiesta suicidio del idilio”, escribe quien seguramente está firmemente convencido que la total ausencia de memoria histórica produce esas turbulencias infinitas. Sirvan los versos anteriores, también, para demostrar que el surrealismo no solo se trata de un reflejo de lo onírico ni de una edificación verbal pletórica de imágenes vacías. El surrealismo de Cruchaga está, por el contrario, afincado en la realidad y es a partir de ella que el poeta se desangra, independientemente de que se trate del país o de un desgarramiento interior.

Cruchaga sabe perfectamente lo duro que significa ser poeta en un país como El Salvador, y más si se es un poeta alejado de los facilismos literarios. El poeta asume ese riesgo y se tira a bucear en las profundas aguas del lenguaje. Como Baudelaire, utiliza el poema en prosa en muchos de sus textos, y es que el poema en prosa se presta mucho al desbordamiento no solo de imágenes, sino también de requerimientos internos. En su poema Resignación, por ejemplo, encontramos la suma de sus preocupaciones. Aquí, en el murmullo de la palabra, está el país, pero también la palabra es como el sonido del río entre las piedras: tiene una musicalidad propia, inherente. El poeta se resigna frente a la podredumbre que encuentra, pero el poeta también es protagonista de su propia tristeza: “Hoy, sobre el libro de piedra de los cementerios, enterré al muerto que llevo dentro: en mis hombros pesa el tiempo marchito y el sol ahuecado de mi infancia y los retoños que fui encontrando en el camino”. La verdadera patria del hombre es la infancia, decía Rilke, y por eso esa patria siempre se encuentra presente en todo poeta, y en Lejanías rotas esta patria la encontramos a cada momento. Pero también el dolor se encuentra orbitando desde el centro de la poesía de Cruchaga: “Días de ciénaga caen en mis ojos con latigazos de lava; luego descienden como lupanares de niebla y muerden este drama de ser solo paradoja”. La vida es precisamente ese drama de ser solo paradoja, la eterna batalla de estar vivo, la incertidumbre de todo y la certidumbre de que los sueños, sueños son y, por tanto, no hay que despertar porque todo, absolutamente todo, es asfixia. Con precisión aforística, André nos lanza verdaderos relámpagos verbales que son espejo de sí mismo: “Siempre la soledad nos pierde en su rotundidad de herida: muda la tierra en lo remoto. En esta prolongada avidez, muere y vive el relámpago de la noche…”. En Lejanías rotas impera un tono existencial que frecuentemente cae en la desesperación, en esa resignación frente a todo y todos, una visión en donde impera la neblina y la sombra, como en el poema que le da título al libro, donde nada “parece próximo a la luz, salvo el sustento de un páramo”. En poesía todo está dicho, se suele afirmar, y solo la manera novedosa en que decimos algo puede otorgarle un valor estético a la obra. La vida, con todos sus bemoles y como tema universal, es parte del universo de Cruchaga: “No sé si existo, o solo es la cripta de fríos cercanos la que da pie a los oficios irrenunciables de la noche”, ese es el mantra de cualquier poeta, caerse rendido, en mitad de la noche, al oficio irrenunciable de la palabra. 

Afirmaba al inicio que Lejanías rotas tiene un poco de la poesía de viaje, pero los lugares en realidad son un telón de fondo, un detonante de la nostalgia que está en todo lugar. El poeta está lejos, quizá lejos de su casa, lejos de sí mismo, pero al mismo tiempo cerca, es un sinlugar donde lo único omnipresente es la nostalgia, lejos de todo y rodeado de nada, es una lejanía rota porque la distancia provoca todas esas rupturas internas, toda esa saudade sobre sí mismo, sobre la soledad, sobre el pasado, el presente oscuro y el futuro incierto, sobre el país, sobre la poesía. Es el nihilismo del desasosiego el que pulula en Lejanías rotas, es el sobreabundante vacío que nos rodea en un mundo moderno atiborrado de ligerezas.

Más allá del merecido sitial que tiene André Cruchaga en la poesía surrealista salvadoreña y centroamericana, cuando se escriba la historiografía literaria de la poesía del siglo XXI en El Salvador, el nombre de André Cruchaga aparecerá destacado por varios motivos: por sus numerosas publicaciones y traducciones, por su reconocimiento internacional en círculos de conocedores, por su exigencia al lector, pero sobre todo, por su autenticidad en insistir en la escritura de una poesía que es un torbellino de imágenes, una autenticidad que no es otra cosa que arar en el desierto, en el desierto de un país lejano, roto, abandonado de sí mismo.

 

 

Alfonso Fajardo

Ciudad Merliot, El Salvador

2 de diciembre de 2022



 

sábado, 7 de enero de 2023

La intensa poesía amatoria/social de José Francisco Quirós Mena

Miguel Fajardo (Costa Rica)



La intensa poesía amatoria/social

de José Francisco Quirós Mena

 

 

Lic. Miguel Fajardo Korea

Premio Nacional de Educación Mauro Fernández

 

 

(Costa Rica). José Francisco Quirós Mena nació en Ureña de Pérez Zeledón, Costa Rica, el 9 de febrero de 1953.

Durante toda su vida ha sido un trabajador insigne por la cultura desde Pérez Zeledón, como se puede constatar al leer su perfil biobibliográfico. Al alcanzar sus siete décadas, lanza este poemario, como una celebración de vida en la plenitud de su producción literaria.

El pájaro encendido (2023), se convierte en su libro publicado número 13. Consta de 55 poemas. Contiene epígrafe muy ilustrativo de Bob Dylan: “Nadie es libre, / hasta los pájaros están /encadenados al cielo”. Desde esa marca textual, el hablante genera un poemario denso e intenso.

El libro incorpora elementos animalesHuye el pájaro / de la sombra que lo acecha” (…) y no sé dónde buscarte, / te llevaste todos los rincones, /dejando rotas las esquinas”, como una manera de representar la ausencia de la amada. Ante esa acezante angustia, el hablante lírico expresaTenemos urgencias /que habitamos / como sí no alcanzara la angustia /de decirnos adiós / (…) Te llamo, mujer, con agonía de labios fugitivos”.

En ese estado de distanciamientoNo sé por qué, pero tus ojos me miran / a través de la distancia. / (…) Es que de repente estás anclada en mi mejilla”. En otro orden, existe una intensa angustia contra el tiempo de la desesperanza. Por eso, se aferra a un elemento de la corporalidadNos dimos el último abrazo, / porque no traía esperanza la mañana”.

En ese estado amatorio, los recuerdos afloran como un devocionarioTenías la costumbre de chorrear el café en el jarro, / que inventamos para bebernos los besos. / (…) No es que quiera herirme, / es que extraño tu presencia”. El extrañar no tiene brazos, pero aprieta el corazón, dice un refrán.

En todo ese proceso amoroso, la espera y la ausencia se hacen presentes como un binomio de martirioDebajo de la sombra te esperaba. / Sabía que traías la alforja / con aromas a manglar / y a guacamaya. // (…) La casa está vacía. / Cada rincón tiene el sonrojo de tus labios / untado en la memoria. / ¿Me dejas caminar en silencio /presintiendo tu caricia?”

Tres de los elementos de la corporalidad más poéticos y delicados como cabello, ojos y labios configuran la construcción de un poema muy íntimo “Tenía el cabello largo / como la sombra. / El brillo de sus ojos era una metáfora / al amanecer de sus labios. / Tenía el cabello largo, /como el delantal /con el que secaba su llanto”.

El texto que da título al poemario es de gran intensidad expresiva. En él se conjugan una serie de palabras determinantes para el abordaje integral: silencios, opresiones, asombro, grito, urgencia, tiempo, memoria, noche, ataduras, esclavo, canto, heridas, olvidos, clamores. Y todo ese conjunto de elementos, que pueden parecen aislados, conforman un sistema recolectivo con mucha vibración energética. 

 

Dicho poema contiene el siguiente epígrafe del poeta libanés Khalil Gibran (1883-1931): “El ruiseñor se niega a anidar en la jaula, / para que la esclavitud /no sea el destino de su cría”.

 

El pájaro encendido

 

“La noche vino como un pájaro encendido.

Rompió su jaula de silencios y opresiones

y voló con la angustia reflejada

en sus ojos.

Traía el canto enmudecido por el asombro

y un grito urgido en su pico.

Sus alas agrietadas. Sangrantes,

eran una urgencia repetida

un clamor de tiempo sin memoria.

No tenía azul la madrugada.

No tenía ramas la noche,

solo antiguas ataduras.

Para olvidar que fue esclavo,

rompió el silencio con sus heridas,

y con su canto, los pliegues de la noche”.

 

La casa-cuerpo cumple una función declarativa, configurada por elementos de la naturaleza y la corporalidad “La casa es un planeta / donde florecen girasoles /y los crisantemos murmuran /que somos amantes.  (…) Me asombra el arcoíris / prendido en tu cabello / y la maleta (…) Eras fuego en mis labios, / y tus caricias tenían sabor / a media noche, / a madrugada”.

         En otro orden, la ausencia de la amada se intensifica al recordar elementos de la corporalidad “Tenías el cabello sobre mi pecho, / y mirabas / como si miraras el océano. Entonces la noche ya no es noche, / sin la sombra era tu cuerpo. /Todo es noche /en este laberinto de cerrojos”.

En un momento de la lectura del poemario de Quirós Mena, abre un espacio para establecer una mirada crítica a diversos dramas sociales “Esos niños tuvieron un sueño: / Que la leche hirviera… / Un día el madrazo del abandono /les arrancó la sonrisa /y su esperanza rodó, pateada; /mueca huraña en la calle. / (…) y los niños empujados por una multitud /que los mira indiferente”.

El siguiente poema sostiene una airada protesta contra el estado de situaciones, que se han vuelto cotidianas ante la indiferencia de los demás.  Esa mujer/pájaro tiene un nombre que nadie pronuncia, porque está invisibilizada.  De hecho, es una apuesta por los derechos humanos de las mujeres, los cuales les han sido arrebatados históricamente por los comportamientos patriarcales de la sociedad y el lenguaje.

“La mujer pájaro no tiene casa

vive en un nido de cartones

y latas podridas.

Tampoco tiene sueños,

se los robaron las noches de desvelo,

mientras tramaba como robarle

un trozo de ilusión a la vida.

(…) A la mujer pájaro se le fue la sonrisa

tratando de sosegar los dolores

del hambre.

(…) La mujer pájaro tiene permiso para sufrir hambre,

para llorar mientras sus lágrimas muerden

sus pómulos resecos.

Tiene un nombre

la mujer pájaro

que nadie pronuncia”.

 

En Poema 21, se aborda el tema de los migrantes en pleno siglo XXI.  Un drama cada vez más cruel, que conmueve las fibras del ser humano. Las tres primeras líneas simbolizan parte de ese dolorido sentir de las personas que emprenden, enfrentan y confrontan ese triste estado de la condición humana, a pesar de que ningún ser humano es ilegal.

 

 

Poema 21

“Los caminantes

llevan el cansancio en los ojos

y la fatiga en el alma.

Sus pies han recorrido selvas

y arrastran el hambre

como pesada cadena.

sobre la espalda llevan hijos de piadosa mirada

y la bandera de Bolívar.

De Venezuela viene y para USA van

en busca del “sueño americano”

que se volvió pesadilla e infierno”.

 

Ese doloroso nudo temático lo he trabajado en dos de mis libros Comienza la palabra (2018) y Nunca como ahora (2019). La gran poeta mexicana Chary Gumeta, en su libro Despatriados, escribe: “No somos nadie, todo se pierde al cruzar la frontera, / nos convertimos en la estadística ilegal de ese país, / pero seguimos” (2018: 59).

 

Asimismo, el hablante advierte un grave problema de salud pública “Cada cigarrillo / es un aviso de cáncer. /Su brasa /anuncia la muerte”.

Igualmente, hay una severa denuncia ideológica cuando el yo lírico expresa “Contemplo un a b c sobre la bandera yanqui / y cuerpos tirados. ¿Muertos? / Ensangrentados. / (…) Cada quién toma su manojo / de segundos /y se lo guarda /como medalla candente”.

El hablante asume una actitud reflexiva ante la mudez de los elementos naturales. La ausencia de las respuestas a cada elemento es una llamada de advertencia de lo perdido, pero necesario, a saber:

 

“¡Qué muda el hacha!  Sin voz, ni canto

¡Qué mudo el brazo!  Carcomido por zompopas guerrilleras.

¡Qué mudo el congo! Sin árbol. Sin frutas.

¡Qué mudo el río!      Sin agua.   Sin peces.    Sin algas”.

 

            Algunos breves textos abordan elementos de la cotidianeidad animal con un alto sentido de la ironía:

2

Le mordió una oreja a la avispa

y ella, en venganza,

le restregó el aguijón

por toda su boca

dejándole

mudo de silencios.

 

4

Llueve, es verdad, dijo la mosca

y se fue de bruces

en la taza de café.

Luego de ese espacio temático orientado a otros ejes, el hablante retoma los elementos plurisignificativos referidos al cuerpo:

“La percepción del cuerpo es múltiple, porque es un espacio para la significación expresiva del reconocimiento individual.  El cuerpo se muestra, y también se nos muestra, es decir, se compone y reconstituye. 

Genera sentidos, en la medida en que las partes de la anatomía representan un espacio, visible y tangible, a partir del cual se toma conciencia de él.  El cuerpo se redescubre en el lenguaje del Otro. El placer corporal que manifiesta la voz lírica se transforma en palabras” (Miguel Fajardo y Aracelly Bianco, 2018:39).

“No olvido de la sábana que cubrió

 la desnudez de tus senos,

mientras tus muslos danzaban

el último orgasmo.

 

Vengo hasta tu cuerpo                        

para quedarme.

(…) Quiero darme un chapuzón en tus labios

y acariciar el asterisco que adorna tu vientre.

Caminar de un monte a otro de tu pubis

y colocar en la cima de tus pezones mi lengua”.

 

El poemario cierra con poemas dentro de la casa, con la completa y fervorosa mirada familiar, con cadencia y gratitud, a quienes profesa un emocionado amor filial: su madre Teresa Mena Quesada, su padre José Joaquín Quirós Montoya, su hermano-poeta Carlos Eduardo Quirós Mena (+ 01-11-2017) y sus abuelos.

MADRE

 

“Mi madre está regando el jardín

               está en la rayuela

   que inventamos.

 

(…) Mi madre no se ha ido,

está en el abrazo

y en los recuerdos bordados

en el lienzo

en el que enjugaba su llanto”.

 

  PADRE

“Mi padre es tierra firme

oración en la mañana y en la noche.

La barca que me lleva

de regreso a la infancia.

Es recuerdo recostado en la memoria”.

 

 

SE MARCHÓ

“Nos quedan tus “Pájaros Tardíos”; de donde surgen

los fantasmas de la soledad

y el asombro ante la muerte.

Tus metáforas para seguir soñando latitudes,

para ir por tu “Ruta Dos”

y encontrarnos con los “Silencios de Lluvia”

que dejaste

en el regazo de todos.

Hermano:  un aroma a orquídea

emerge de tu abrazo”.

 

 

 

Aquí, se completa, también, el resto del núcleo familiar:

“Amo lo que tengo.

La madre que corretea gansos de luz.

Al padre que transgrede la nostalgia

y colma de besos al anciano.

 

(…) Amo lo que tengo que amar,

a mi abuelo que doblaba crucifijos,

a la abuela que blanqueaba molederos”.

Su verso “Contemplo a Dios haciéndolo todo” es muy importante dentro del corpus de su poesía, toda vez que signa una esperanza ante los avatares de la vida que enfrentamos todos los seres humanos.  Y, desde esa línea versal, se encierra un hondo significado de fe y esperanza, desde la poesía, el amor y las necesarias dificultades, para encontrarle sentido raigal a la vida.

En síntesis, la lectura del poemario EL PÁJARO ENCENDIDO del escritor José Francisco Quirós Mena, ofrece un canto amatorio y social, en planos bisémicos que convergen, en algún momento de la vida cotidiana de todos los seres humanos, en cualquier parte del planeta.

¡Albricias, poeta José Francisco Quirós Mena!

Salud, vida y poesía.

Dios es el guía.

¡Celebrémoslo!

 

LIC. MIGUEL FAJARDO

                              minalusa-dra56@hotmail.com

Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica