Miguel Fajardo Korea, Costa Rica
LA ECO-CULTURALIDAD DEL LITORAL
EN LA NARRATIVA DE ÁLVARO VEGA SÁNCHEZ
LIC. MIGUEL FAJARDO KOREA
PREMIO
NACIONAL DE EDUCACIÓN MAURO FERNÁNDEZ
I
(Guanacaste/Moravia).-La literatura
costarricense se ha centrado, históricamente, en el Valle Central. Sin
embargo, durante los últimos años,
diversos autores se han ido alejando, temáticamente hablando, de la meseta,
como una manera de ofrecer mayor apertura a su propia obra y, además, con el
claro compromiso de incorporar dichos contextos, los cuales forman parte de la
identidad nacional.
En ese sentido, la narradora
guanacasteca, María Leal de Noguera (1892-1989), ícono de las letras
guanacastecas, publica dos libros decisivos con esa temática “De la vida en la costa” (1959) y “Estampas del camino” (1974). Con ellos, desde su propio marco contextual,
inserta la litoralidad en el escenario de la producción literaria
costarricense.
El escritor Isaac Felipe Azofeifa
(1909-1997) aduce en su ensayo “La isla
que somos” (~1971):
“El nombre del país es paradojal, pues su
vida no está en las costas, que las tiene en ambos océanos. Y estas costas son
las más pobres y abandonadas” (1996, p. 21).
Cabe acotar que los escenarios
costeros fueron decisivos para la conformación socio-productiva de Guanacaste
en las primeras décadas del siglo XX, ante la ausencia de obras de
infraestructura, tanto terrestres como aéreas. Por ello, los medios marítimos
dieron origen al cabotaje, tan importante para la intercomunicación de
Guanacaste con el resto del país, antes de la construcción de la Carretera
Interamericana (1955-1956).
Durante mi lectura a “Entre
delfines y gaviotas”, de Álvaro Vega Sánchez, cuyo título es una
cernida inclusión del espacio de la litoralidad, observo una insistente inquietud
del narrador por incorporar las
realidades socio-humanas y geo-productivas de esta otra dimensión espacial, como
parte de los procesos identitarios del país, aunque muchos los hayan invisibilizado,
sin plena conciencia de su función en la sencilla, pero paradójica geografía costarricense.
El académico Álvaro Vega Sánchez tiene una variada
producción literaria, a saber: “Lo urgente y lo importante. De Calderón
Fournier a Figueres Olsen (Coautor, 1995); ¿Un nuevo marco para la cooperación? Políticas económicas de la Unión
Europea en Costa Rica” (Coautor, 2001); "Cuando Roma vino a Centroamérica. Religión y política" (2003); "El despertar de la ciudadanía. Ideología del miedo y cultura de la
no-violencia en Costa Rica" (Premio UNA- Palabra, 2010); "Las memorias de mi tata" (2010);
"Emma" (2012); "Cuando azota el frío. Globalización y
afectividad" (Mención Honorífica
UNA-Palabra, 2016); “Entre
delfines y gaviotas” (2016).
En su cuentario, el autor costarricense
incluye humildes y trabajadoras figuras femeninas como Clara, Lula, o Lucila;
personajes masculinos, como Darío, Toñito, el nicoyano, John, Charío,
Francisco, Omar, Chalo, Dámaso, Luciano, Luis o Mochis. Los presenta con
apelativos familiares, o bien, solo con sus nombres, sin apellido, porque el
caso de cada uno, podría ser el de
cualquiera de los lectores en la sociedad civil del alma.
Asimismo, los desdobla
genéricamente, en relación con sus oficios: pescadores, lancheros, fonderas,
arrieros, cevicheros o saloneros.
Igualmente, como el muchacho, las mujeres luchadoras, la mujer del
machete, las mujeres defensoras del agua. Tales conceptualizaciones brindan mayor amplitud a la correspondencia dinámica
personaje-lector, en una especie de complicidad y cercanía; de contrato o pacto narrativo.
En cada incipit, en cada título de sus cuentos, relatos, narraciones o
estampas, “el comienzo de un texto es un
lugar estratégico de condensación de sentido” (Claude Duchet). En sus
temáticas, se aborda la soledad humana, la especie maderera del pochote, lugares geográficos como Sardinal, Abangares,
Puerto Soley… Cada mención en sí, resignifica
una historia de contextos importantes, tanto en el ser, como en el
quehacer histórico de la Guanacastequidad.
La incursión narrativa del
costarricense Álvaro Vega Sánchez es importante para las letras de Guanacaste,
como polo interior de cultura, porque se suma a distinguidos nombres que han
incorporado a Guanacaste como tema cultural: Aníbal Reni, Hernán Elizondo Arce, Joaquín Vargas Coto, José León
Sánchez, Joaquín Gutiérrez, Edelmira González, Rodolfo Dada, Mario Gätjens,
Elías Zeledón Cartín, Miguel Salguero, Víctor Quirós Zúñiga, Juan Santiago
Quirós, José Gamboa Alvarado, Florentino Cruz González, Carlos Luis Altamirano,
Miguel Ángel Quesada Pacheco, Carlos Cruz Porras, Juan Diego Castro, Juan Ortiz
Guier o Marco Tulio Gardela, entre una extensa lista de honor.
II
El
Dr. Constantino Láscaris Comneno (1923-1979), en su libro (“El costarricense” (6ª.ed.). San José:
Educa, 1985: 477) aduce: “Costa Rica es
un trozo de la gran cordillera de los Andes… y ese trozo, no está cortado al
norte y al sur por razones geográficas, sino por vacíos de población (que, en
gran parte, corresponden a “llanuras” (p. 18).
Láscaris
Comneno, en su documentada obra, publicada por primera vez, en 1975, dedica
varios apartados a Guanacaste. Él fue un
estudioso de la provincia, y ya vislumbraba la importancia de la litoralidad de
la región: “El Guanacaste está más allá;
en cierto modo, es una nueva dimensión,
no simple continuación de apertura
hacia el mar, y por ello representa una experiencia más rica” (p. 78).
(Las negritas son suplidas).
En
el abordaje de su veintena de relatos, cuentos,
narraciones o estampas, Vega Sánchez incursiona para destacar la generosidad de un rescatista en
el mar picado. En el comportamiento avizor del pescador, con mirada larga,
previsora de las calamidades. En la responsabilidad ambiental de John, y de
quienes se opusieron a los contratos de concesión de Alcoa (24 de abril de 1970).
Relata
sobre los poderes rejuvenecedores del mar y la generosidad de la pesca de los
adultos mayores, así como las relaciones de pareja después de los cuarenta.
Acerca de ser un trotamundos en Guanacaste, con el calor de la pampa, caliente,
alegre y diferente. En ellos, el espacio abierto es una redimensión de la
alegría natural y de los comportamientos vivenciales de la gente humilde, en pobreza, pero con arraigados
valores, que tanta falta evidenciamos como sociedad.
Relata
sobre el quehacer cotidiano del arriero, y la modernidad de uno de ellos, quien
trabaja en una motocicleta, influencia de los procesos globalizadores, sin
embargo, existe la nostalgia por el auténtico arriero de antaño. Destaca el poder ecológico de los extranjeros
que crearon un parque nacional, y evitaron la corta de un pochote, mediante una
denuncia.
En
este texto, se presenta una correlación entre los árboles viejos y el cuido de
los ancianos. Incursiona, igualmente, sobre el concepto que la vida es un
acomodarse, por eso, el narrador censura que haya leyes que restrinjan el
disfrute de las playas para todos. Está
claro que las playas nacionales no deben tener dueños codiciosos, independiente
de la nacionalidad que ostenten.
El
narrador es recurrente en extasiarse al degustar el arte culinario
guanacasteco; Alaba la buena comida por el olor de sus productos, con una clara
simbología mística del trópico. Se
declara admirador del esfuerzo y la capacidad de trabajo de la mujer de esta
región, en el difícil acertijo de las exquisitas y creativas
preparaciones culinarias.
Admira
una vieja casona nicoyana de más de un siglo, y la relaciona con la longevidad
que alcanzan los habitantes de la Península de Nicoya. Una de las cinco zonas
azules del mundo, donde los habitantes consiguen mayor longevidad. El narrador
es crítico, cuando no se apoya a los pequeños empresarios, quienes ven
disminuidos sus caudales, debido a las grandes cantidades de agua que consumen
las corporaciones hoteleras, algunas de ellas, con desmedido riego a lujosos
campos de golf, para el disfrute minoritario de los acaudalados.
No
escapa la crítica a las promesas incumplidas de los políticos. En ese contexto, destaca la firmeza de las
mujeres al defender su tierra, con denuedo, ante los atropellos de las
autoridades. Es férrea la oposición
contra quienes solo vienen a llevarse nuestra riqueza marina, a vista y
paciencia de todos.
Por
otro lado, el tema de la soledad es reiterativo en diversos personajes
costeros. Presenta el caso de un viudo,
quien es traicionado al casarse con una mujer muy joven, la cual solo espera la
muerte de su “esposo”, para tomar posesión de todos sus bienes. La litoralidad
es un espacio abierto que invita a los solitarios, a permanecer y luchar en ellos, para tratar de rehacer sus
vidas. Muchas veces, también es su estadio sepulcral.
La
defensa del agua de Sardinal es un tema estelar en este cuentario. Las mujeres se destacan y toman la iniciativa
de esa acendrada lucha y defensa por el agua-vida del futuro para sus hijos. Ironiza en torno a un joven que canjea su
camisa hawaiana por pescados. Destaca los valores humanos de un trabajador
despedido, quien fue recontratado, porque las ventas en el restaurante mermaron
drásticamente, a raíz de su partida. Ejemplifica a un microempresario
turístico, quien es agredido por su padre, y lo simboliza dualmente con el mar
embravecido: hombre/soledad; mar/ soledad.
Sobresalen
los valores humanos de los habitantes de la costa, donde la gente vale más allá
de la ropa, pues existe pasión por lo que se realiza cada día de la tierra. De ahí que el libro se cierre de forma
mandálica, cuando se esparce en el mar las cenizas de un hombre filantrópico. El mar sigue siendo el
eje de vinculación vital de la sencilla gente de estas zonas geográficas poco
estudiadas.
III
El
filósofo Constantino Láscaris, en la línea geográfica que hemos venido
comentando, asevera:
Costa Rica es una sucesión de valles de
montaña, valles metidos unos dentro de otros, escalonados hacia los dos mares
(…) Y esto es lo que me interesa destacar como descripción geográfica de Costa
Rica. Que es puro monte. Pues esto pueda acaso explicarnos cómo ha
sido la vida del pueblo que aquí ha venido viviendo (…) “Costa Rica no fue
desde la periferia, sino desde el centro. Primero se pobló los valles de mayor
altura, y desde ellos la población ha
ido extendiéndose hacia los mares. Y
sin acabar nunca de llegarse a éstos, quedándose siempre en las estribaciones
de la cordillera, lo más alto posible. El costarricense no ama el mar (pp.
20, 21 y 22). (Las negritas son suplidas).
Con
base en los criterios de Láscaris, se
infiere la perspectiva del enmontañamiento central del costarricense.
En
ese orden, la producción narrativa de Álvaro Vega Sánchez es meritoria, porque
incorpora el espacio costero del norte
costarricense, con personajes humildes, pero como sujetos de su propia
historia, que muchas veces les es difícil relatar, con sus aflicciones
cotidianas, con sus sueños y luchas, con sus patrones de convivencia
vernáculos, los cuales les otorgan gran naturalidad en su comportamiento
comunitario. Sin embargo, muchas veces,
la historia oficial les ha negado el
protagonismo de formar parte de la
identidad “nacional”.
“Entre
delfines y gaviotas”,
del sociólogo costarricense Álvaro Sánchez Vega, muestra una interesantísima incisión
narrativa para recuperar ejes temáticos acendrados en el espíritu raigal
de Guanacaste, la provincia que amarra
los pies. Me agrada la brevedad de sus textos. Es un valor agregado, tanto de intensidad como de precisión en su discurso
cuentístico.
Luego de la lectura de este libro, nos queda
el acento de la nostalgia, los tiempos idos, la bondad de la gente campesina de
las costas y las llanuras. Es una reflexión ideológica del pasado en los
litorales frente a la modernidad
avasalladora.
Otro
de los aciertos del libro de Vega Sánchez es su perspectiva de la eco-culturalidad, en una relación
bisémica complementaria, es decir, una relectura dicotómica entre el ser humano
y la naturaleza, donde priva la actuación que la territorialidad ecológica sea
parte de la identidad humana más comprometida y, en ese sentido, los espacios y
contextos costeros, deben ser lugares donde se pueda dar la bioalfabetización,
como sitios áulicos/laboratorio, sin malgastar, irresponsablemente, los
recursos que provee la madre naturaleza para nuestra sobrevivencia.
Las
historias de “Entre delfines y gaviotas” inspiran valores auténticos,
encarnados en sus personajes sin pose. Las luchas de la humilde sociedad civil de
los litorales, alcanzan una voz esencial en defensa del Guanacaste eterno, que no queremos se convierta en un Guanacaste ajeno, con megaproyectos
deshumanizadores, donde solo prive la preocupación por el atesoramiento materialista,
y la inevitable destrucción de los hábitats, a cambio de dólares o euros, que
serán depositados en paraísos fiscales, fuera de nuestras fronteras, más allá
de los litorales...
LIC.
MIGUEL FAJARDO KOREA
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural
Centro Literario de Guanacaste, Costa Rica (1974-2016)
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