VIAJE
HACIA UN PAÍS DE MÁSCARAS Y ESPEJOS.
El que comprende se acerca a la obra con una visión del
mundo propia y ya formada,
con su punto de vista, desde sus posiciones… El que
comprende no debe exceptuar la posibilidad de un cambio o incluso un rechazo a
sus propios puntos de vista preformados y de las posturas anteriores. En el
acto de la comprensión se lleva a cabo una lucha, cuyo resultado es un cambio y
un enriquecimiento mutuo.
MIJAÍL
BATJÍN
Y todo eso es un exterior
que forma parte de tu interior.
Sólo la muerte puede poner allí un cristal
-Piedra sin brillo, pero transparente en el corazón
y ese diamante de aire sangra en ti, y toma tu peso.
JEAN-PIERRE
DUPREY
Claudia Hérodier
(1950), nos trae a través de la Editorial Delgado de la Universidad Dr. José
Matías Delgado, su libro «Este es mi grito».
Libro en el que condensa toda su visión sobre un país desgarrante y, a su vez, de
grandes desafíos en institucionalidad y democracia. Su libro es luz de nuestro
trópico, tiempo y memoria vividos y evocados, sin tachaduras ni erratas, un
almanaque donde se proyecta un país, invernal, geométrico y críptico. Sin duda
el panorama crítico edificante en El Salvador no es nada halagüeño; nunca ha
tratado de dilucidar la cuestión poética salvadoreña y los pocos estudios que
hay se han fraguado sobre cimentos vagos y superficiales. Es recurrente la
clasificación de «poesía comprometida» y referirla a un mínimo de poetas, y no
ha dejado espacio para clarificar otras tendencias que no sean o se
correspondan estrictamente con la vanguardia política, aun cuando dentro de
ella, se perciben claras visiones de diversos ismos como el existencialismo,
dadaísmo, surrealismo.
La vanguardia en nuestro país
desde los influjos de la vanguardia europea y, más adelante la de América, no
es por cierto un fenómeno aislado, ni carente de realidad dado el contexto en
que se da, se trata de darle voz a nuestros países desde la literatura y en
particular de la poesía. Hay aspectos que por descuido más que por
desconocimiento han sido soslayados o desenfocados por la superficialidad con
que se abordan: los críticos, los académicos, no han estado a la altura. Es un
terreno árido. A Claudia Hérodier habría que abordarla en relación con otros
poetas de su generación, relaciones definidas por la convivencia de ideales
políticos, ideológicos, estéticos y sobre todo los afanes de renovación
literaria poética en relación con su tiempo. En nuestro país a cada minuto
surge un poeta y que luego confluyen en «generaciones poéticas» Supongo que
esto tiene que ver con el bautizo que hizo Don Ángel Balbuena Prat, al designar
a un grupo de poetas «Generación del 27.» Por supuesto hay otros grupos
nominados en «Generaciones» Con los versos de Claudia Hérodier, estamos en otra
época, pero con una visión de futuro; en cambio, la mayoría de los poetas son
solo de transición. Muchos se han decantado por hacer únicamente historiografía
literaria. A la poesía hay que devolverle su función de creadora de imágenes. El
poeta, el artista, debe crear una obra ni ajena ni antagónica a su tiempo, a la
historia y sus concomitancias, el tiempo debe ser percibido y habitado por el
poeta, tal como lo plantea Cortázar en
la voz de Morelli.
En un ensayo de Alfonso Velis
Tobar,
intitulado: «Sobre los orígenes y formación de las “vanguardias literarias” en
El salvador, Centroamérica», del cual André Cruchaga fue el mediador para un
libro (2013) que estaba preparando Floriano Martin, «Vanguardias literarias” en
El salvador, Centroamérica», se repite la historia, hace una interesante
sinopsis del surgimiento del vanguardismo. Digamos, dice Velis Tobar, «que los
vanguardismos literarios aquí en El Salvador han tenido según las generaciones
hasta hoy, rasgos de esos “ismos” como, el surrealismo, el existencialismo, el
exteriorismo, más que todo en la poética, la narrativa, también ha prevalecido
esa vanguardia del realismo crítico, del realismo social, o realismo socialista
y del “Absurdo”, y en el fondo cierta tradición lirica en el lenguaje. Como en
los poetas de la llamada “Generación Comprometida” (1950), rompen, protestan
enérgicamente.» También es significativo en la poesía el «Grupo Piedra y
Siglo.» Y otros que a la postre han tenido vida efímera.
Ya sabemos que su nacimiento se
asocia con la ferviente oposición de la sociedad de artistas europeos hacia el
sistema burgués imperante en la Europa del siglo XIX. En realidad, no estamos seguros de que en
nuestros países se haya dado una verdadera Revolution Surréaliste. La poesía de
vanguardia está ligada en El Salvador a la dictadura de Martínez; de la década
del 40 en adelante a la época actual existe cierta pervivencia del surrealismo
más como accidente que como algo pensado, en particular; y, la vanguardia en
general. No ha existido un movimiento como tal, y tampoco podemos constatar que
los poetas desde esa época al presente dirijan su poética alrededor de la
teoría de lo inconsciente y de lo irracional como medio para cambiar la vida,
la sociedad, el arte y el hombre por medio de la revolución. Esto es importante
en tanto referente de una poesía contestataria derivada de las circunstancias
sociopolíticas y económicas (realismo social), pero no necesariamente encaja
con el surrealismo, sin que ello signifique evasión de la realidad.
El vanguardismo en Latinoamérica buscaba
generar una identidad nueva en la forma de expresar el arte, producto de la
incertidumbre y crisis económica que dejaba la posguerra. Pretendía manifestar
los procesos psicológicos y las inquietudes que experimentaban los artistas de
la época en cuanto a su lugar dentro de la sociedad. En este punto, Panorama de
la Literatura Salvadoreña de don Luis Gallegos Valdés, Estudios sobre poesía,
de Matilde Elena López, Antología General de la poesía en El Salvador,
(antología poética) de José Roberto Cea y otras micro antologías que se han
publicado, constituyen importantes aportes, pero dejan de lado el surrealismo;
no parecen producto de una exploración completa y nueva. Lo que tenemos en
muchos casos es un romanticismo metafísico fuertemente imbuido, hay que
señalarlo, de elementos tomados del coloquialismo.
Tampoco lo hace el Dr. Ricardo Roque
Baldovinos
en sus diversos trabajos, en especial «La rebelión de los sentidos. Arte y
revolución durante la modernización autoritaria en El Salvador.» Aborda,
aristas del arte nuestro como «Poesía revolucionaria y vanguardia», pero no hay
un apartado donde se aborde con especificidad el surrealismo en El Salvador.
¿Ha habido algún tipo de experimentación en el campo de la poesía? Sin duda que
sí, pero no en la especificidad que nos ocupa: reivindicación de la renovación
de la expresión poética, de los temas como la superación de la poesía
contestataria y el panfleto. Sin embargo, Giuseppe Bellini,
respecto de El Salvador expresa: en El Salvador, la poesía continúa en la
huella del Modernismo y luego pasa a la interpretación localista e intimista, hasta llegar al
nerudismo del «Grupo Octubre», que capitanea, hacia 1940, el nicaragüense Juan
Felipe Toruno. La rebelión contra el academicismo y el conformismo la realizan
en la poesía salvadoreña, hacia final de los años 60, poetas como Roque Dalton
(1935), Manlio Argueta (1936) y Roberto Armijo (1937). Sin dejar fuera A
Alfonso Quijadurías con «Los estados sobrenaturales y otros poemas», (San
Salvador, 1971) y José María Cuéllar (1942).
Ya para adentrarnos a nuestro cometido, es
importante señalar que la poesía de Claudia Hérodier, sobresaliente, el sentimiento
entrevisto es todo un mundo poético creado; la realización de su poesía es
perfecta y a veces intimada esa eclosión de imágenes y metáforas vívidas que
canaliza a través del verso libre desde sus orígenes y utilizado por la autora
en este libro, está vinculado a autores que han participado más abiertamente en
las tentativas vanguardistas del ultraísmo, del creacionismo o del surrealismo.
La estética surrealista parte de una peculiar concepción de la realidad
artística que, tratada de una manera estéticamente adecuada, dará nacimiento a
la obra de arte, sea en el campo de la plástica sea en el de la literatura. Ese
sentimiento de lo sublime del verso bíblico se traslada a «Este es mi grito.» Esta
concepción de la materia estética se basa en la identificación entre lo bello y
lo maravilloso. Para Breton lo maravilloso es siempre bello y no hay nada fuera
de lo maravilloso que sea bello. Y aunque no hay nada que exprese manifestación
contraria en tal sentido, de muchas observaciones hechas por Breton en los
Manifiestos y en el resto de su obra podemos deducir que para él lo maravilloso
era, a su vez, identificable con lo insólito, lo extraño, lo inesperado, lo
fuera de lo común. Encontramos un efecto de conmoción frente a lo sublime de su
poesía. Los surrealistas emprenden en busca de lo maravilloso una exploración
fascinante, que los lleva fuera de la realidad circundante, objetiva y
concreta. Tal viaje desemboca en el descubrimiento de una superrealidad más
allá de la realidad que nos rodea diariamente; se trata, en realidad, de un
procedimiento psíquico, porque más allá de lo circundante, de lo cotidiano,
existe una superrealidad, maravillosa, bella, y cuya naturaleza es puramente
mental, una realidad absoluta, fuente primaria de todo arte.
Entre los procedimientos estilísticos
surrealistas ocupa la posición central la «escritura automática», (que no
necesariamente debe primar en la obra) proclamada como definición esencial en
el Manifiesto de 1924 que para Breton es realizable. En cuanto a la recepción
del texto, el famoso «automatismo psíquico» puro no importa, y sobre todo no
importa la pureza: lo que importa son los efectismos que produce el estilo
automático, que resulte éste de un estado inconsciente o de una expresión hecha
adrede. Cualquier automatismo, como por ejemplo las yuxtaposiciones lexicales
incompatibles, la sintaxis liberada de normas lógicas, la libre asociación de
palabras, etc., será igual y tendrá el mismo efecto, sea o no producto de
mecanismos inconscientes. La conciencia poética de Claudia Hérodier enlaza
perfectamente con la de Walt Whitman y hasta me atrevería a decir con Ezra
Pound y T.S.Eliot con su
«Tierra Baldía» por su
carácter anticipatorio en un país babélico y kafkiano, y a la construcción del
verso y a la pasión por el lenguaje sin desequilibrio y su talante intensamente
realista, de modernidad paradójica. Claudia Hérodier inicia con «Este es mi
grito» una tentativa poética que trata de romper con lo tópicamente poético. Esta
tentativa es afín al surrealismo, si se lo entiendo como ausencia del control
ejercido por la razón. Pero esta tesis que propongo en cuanto a la poesía de
Hérodier contenida en «Este es mi grito» va signada por el mundo personal y la
íntima expresión de la poeta. Su voz se rebela frente a las condiciones de
pobreza, marginalidad y en ello revela su total desnudez moral y política. No
cabe duda de que la realidad imperante desde que el país es República en una
realidad en permanente actualización. El «Yo poético», se convierte
dialécticamente en «Yo histórico», tal como explica Héctor Samour.
Los seres humanos han sido arrancados de su tierra para pulir la nostalgia con
hachazos, «Hermanos de este Cristo tan hecho a la medida de tus clavos»,
proclama la poeta en su poema América. La realidad poética salvadoreña en
realidad no dista de otras poéticas latinoamericanas. Para el caso la llamada
poesía social de la heterodoxia surrealista entendía el quehacer poético como
un trabajo de percepción y de representación de la realidad desde la
objetividad, aunque en la misma hubiese elementos subjetivos concomitantes. La
única misión del lenguaje era representar la realidad tal cual. La poesía
entonces era considerada como mimesis de la realidad con lo que la palabra era
compromiso social y un compromiso político.
Veamos un fragmento de la poeta «la
deuda»: «Mi lluvia arrastró mi plato por el arroz. / Y el arroz cobró la deuda /
de los frijoles y del queso. / El pequeño extendió su mano. / Penetró mi
costado. / ¡Cesaron las pulsaciones!»
Algo parecido ocurre con la supremacía de
la imagen o metáfora (las vanguardias prefieren el término "imagen" a
"metáfora"), característica tomada de la estética surrealista y
elaborada de un modo particular por Federico García Lorca. La imagen se
convierte en el instrumento que aproxima la antinomia realidad-sueño: «La
imagen es una creación pura del espíritu. La imagen no puede nacer de una
comparación, sino del acercamiento de dos realidades más o menos lejanas.
Cuanto más lejanas y justas sean las concomitancias de las dos realidades
objeto de aproximación, más fuerte será la imagen, más fuerza emotiva y más
realidad poética tendrá…» (Bretón). «Este es mi grito» no es el grito al que
estamos acostumbrados a escuchar en la calle o el barrio, sino la voz alzada,
la palabra encumbrada de atalaya como realidad detonante y paradójica: es un viaje
hacia un país de máscaras y espejos. Sus poemas parten de la realidad de su
experiencia personal, no de una visión poética de la experiencia personal
porque son dos situaciones diferentes. Lo primero implica la validez de una
experiencia real que el lector percibe y valora como auténtica. La segunda
parte de «de este es mi grito» es vital, diría la médula. La poeta la ha
intitulado: «En medio de los campos de cadáveres»; dentro de dicho apartado, el
poema, «¡Ah, la vida de mi país!»: «No. No es nacer. / Ni siquiera dormir. / Es
soñar. Inquirir. Preguntar. / No llegar hacia la puerta. / Ni siquiera abrir
una ventana. / No. No es nacer. / Es gemir. Llorar. Apenas sonreír. / Y seguir
y seguir y seguir… / Llorar. Gemir. Tragar. Callar. / Esputar la sangre. /
Morir.»
En la nueva realidad que propone el
surrealismo y revelada por la imaginación e inspiración poéticas, rigen otras
normas, otros postulados, allí gobiernan las emociones más puras: «Se trata de
una realidad distinta, dar un salto a mundos de emociones vírgenes, teñir los
poemas de un sentimiento planetario. Evasión de la realidad (que en modo alguno
significa ignorarse, ni dejar de comprometerse) por el camino del sueño, por el
camino del subconsciente, por el camino que dicte un hecho insólito que regale
la inspiración.» En la poesía surrealista destaca el problema de la doble
visión de la realidad poética: «primeramente nos topamos con una visión
plástica de carácter onírico y, en un plano más profundo, se halla el mundo de
los símbolos, que ordena el caos aparente de la primera visión.» «En el
remolino de las sombras disparos / se escuchan por doquier y sin nombre; / Y
sin una voz detrás que nos diga: yo he sido.» La poeta se transforma en
profética y a la vez denunciante, esencia de sí misma. Su línea argumental es
la protesta ante quienes ejercen la violencia con descaro, frente a gente
compungida por el horror. El tono del poema avanza en esa lógica poética que se
impone a la existencia. Es a partir de «Este es mi grito» que Claudia Hérodier
alcanza su madurez en el discurso poético, no distante del mismo tono de Pedro
Geoffroy Rivas. Si la
protesta, la denuncia, la inconformidad social, la falta de libertades son la
constante imagen de su poesía y es la causa del amor al país, este se mantiene
inquebrantable y, por cierto, genuino, verdadero. Pese a todo el desarraigo
social observado por la poeta es incapaz de sucumbir al odio, sin dramatismos
dantescos. Quizás el poema de «Pie» nos confirme lo expresado: «Yo no me vendo,
historia de mi mundo. / No soy mercader de mi especie. / Sé de antemano lo que
va a suceder / y aquí estoy, de pie, esperando…» «¡Ah, País!» Es otro poema que nos deja ese
sabor agridulce de su cosmovisión del terruño: … «¡Ah, País! De estafa en
estafa / van creciendo/ los pergaminos. ¡Y qué polilla se atreviera / a
devorarlos!» Aquí hay elementos perdurables de la realidad político social en
la obra de la poeta, elementos que trascienden al presente. Al acentuar la
conciencia del paso del tiempo, la relación poeta y sociedad, poeta-país se
hace más evidente y, entonces, adquiere inevitablemente un sesgo personal. «La
meta de la poesía es el descubrimiento de la universalidad que está debajo o
detrás de los elementos circunstanciales de la experiencia individual…Debajo de
la apariencia estética yace una verdad ética».
El país adquiere en la obra de Hérodier un
valor simbólico contrario al Paraíso. San Salvador es por consiguiente el lugar
del «malestar y el vómito», que se identifica con la tierra, con la sociedad y
todo cuanto ésta implica. «Serena justicia», «Techos del tiempo», «Chacales
escondidos», muestran distintas vistas del país, aunque siga siendo el mismo
escenario del libro y ese País que vemos morir cada día. Según nos explica
Manuel Antonio Arango,
el uso de los sueños y la visión onírica y lo que reflejaba en el mundo poético
y a nivel de ideas: «La transformación de ideas latentes del sueño en el
contenido manifiesto es muy importante, porque el sueño no parte jamás como
nada que no sea digno de ocupar el pensamiento sereno. La analogía, o la
coincidencia, son aceptadas por su mecanismo de elaboración del sueño, el cual
sirve de punto de apoyo para la condensación, reuniendo todo esto que señale la
coincidencia. Lo bien fundado del contenido onírico proviene de la percepción
del sueño y su función es por consiguiente la de ordenar los componentes para
formar un todo, una composición onírica.». Por su parte Martha Canfield,
«Poesía onírica y sueños contados en la obra de Álvaro Mutis.» Expresa que en
el espacio del sueño se produce la obra alquímica de transformación de los
materiales de desecho de la existencia en el oro puro de la poesía. En
síntesis, el sueño y la vigilia son dos mundos separados, aunque estrechamente
conectados, tanto que uno remite al otro; y el acto poético nace de la
transformación de los materiales existenciales residuales, operación posible en
el ámbito del sueño.
La poesía de Claudia Hérodier constituye
en mi opinión una infusión de adormideras que no de lirios, caso del poema
famoso de William Blake,
cuyo símbolo de pureza, lealtad y poder, no me parece que aplique a un país
como El Salvador. Sí destaca profusamente el tema de la muerte. Para E. S.
Speratti, el
tema de la muerte (si bien ha sido abordado por la poesía de todos los tiempos)
abordarla desde el surrealismo implica: descodificar la frustración que
destruye proyectos y deseos, ya sea por causas externas o basadas en la raíz
más íntima del personaje. El poeta se mueve al margen de un mundo hostil, marcados
por la frustración y la muerte (no sólo física). El concepto de la evasión
según nos lo explica Paul Ilie,
consiste en un entramado básico de asociaciones, muy específicas casi
naturalistas, que parece dislocada de la realidad a causa de las imágenes
ilógicas que evocan. La imagen se convierte en un centro de desequilibrio entre
la realidad y la fantasía.
Es importante destacar la dislocación
asociativa como técnica surrealista, porque ella permite la subversión de las
secuencias realistas de las imágenes, los conceptos. En el surrealismo se
expresa lo inexpresable. Para «los surrealistas el poeta es poeta- revelador,
el poeta profeta, y su función es presenciar y recrear en palabras una nueva
ordenación de la realidad.» El poema, a fin de cuentas, es la disgregación
voluntaria del ser. Por eso la devoción de la imagen surrealista porque borra
todas las fronteras de la lógica. Según Carlos Marcial de Onís,
«en la imagen surrealista el pasado se confunde con el presente y el porvenir,
alguien puede ser diversas personas u objetos a la vez. Los objetos pueden
reducirse de tamaño y parecer diminutos o bien adquirir proporciones
desmesuradas. Se puede vivir bajo el agua, o encima de una nube, o flotando en
el aire. Se producen en la fantasía onírica las transformaciones o metamorfosis
más imposibles y los objetos, personas o animales pueden tener propiedades de
las que carecen en realidad.» La poesía de Hérodier es no solo una vocación
probada sino una condición consustancial de su existencia. Esta poeta me
recuerda a Baudelaire
al entender la misión del poeta como satánica; el tú al cual escribe es su
propio demonio como lo expresa Aurora Suárez Rodríguez de la Universidad de
León, España. Tiempo y memoria se conjugan perfectamente en su poesía. La época
de Claudia Hérodier «ha sido el de la consagración del absurdo, de eso que
llamarían alienación: el ser humano despojado de lo humano.» «En el día de las
revelaciones», nos dice: «Será el tiempo el que hable, / dije un día, como si /
como si alguien moviera mis labios / para decir lo suyo.»
Veamos lo que nos dice Aldo Pellegrini,
en el estudio preliminar de la poesía surrealista de la lengua francesa: «El
surrealismo no acepta, pues, el arte como un fin en sí, tampoco el arte comprometido
en el sentir habitual (en función de la defensa de intereses particulares de
cualquier género). El arte sólo se comprende en función del hombre en su
acepción más lata, de la unidad hombre que necesita realizarse como hombre.
Todo lo que el surrealismo piensa del arte se resume en su concepción de la
omnipotencia de la poesía. La poesía constituye el núcleo vivo de toda
manifestación de arte y ella le da su verdadero sentido. Pero la poesía no es
para los surrealistas un elemento decorativo, o la búsqueda de una abstracta
belleza pura: es el lenguaje del hombre como esencia, es el lenguaje de lo
inexpresable en el hombre, es conocimiento al mismo tiempo que manifestación
vital, es el verbo en su calidad de sonda lanzada hacia lo profundo del hombre»
… Por lo general la estructura enunciativa lírica de sus poemas la realiza una
persona centrada en el yo pero que se disloca cuando entabla un diálogo
imaginario con el lector. Y en ocasiones la poeta parece transmutarse en una
entidad simbólica para procurar una sintonía emocional: «y esto por
consecuencia, / nos pone en primera línea / para educar a los millones / de
muertos que lleva el siglo desde 1939, / para ver si así, / ¡al fin se enteran
¡» Podemos apreciar, además, un ademán de rebeldía poblado de gritos, forma de
hacerse sentir simbolizando una ideología. Y ello le permite apartarse de
posturas maniqueas en las que el yo sufre la marginalidad. Y lo reafirma cuando
dice: «viajo con la libertad de ser yo misma…»
En el Salvador históricamente se ha
primado cierto discurso poético frente al poder demoníaco de las dictaduras: el
blanco y el negro y si no se estaba en el bando preeminente, no solo se
cuestionaba el quehacer, sino que al poeta se le marginaba. Es de suponer, como
dice Pellegrini: «La importancia acordada a la imaginación, al mundo fantástico
y al de los sueños, pudo hacer creer que el surrealismo significaba un modo de
evadirse de la vida. Todo lo contrario; acabamos de ver cómo el surrealismo
constituye una voluntad de penetración en la vida, de confundirse con ella, de
explorar todas sus posibilidades y liberar todas sus potencias» … Solo después
de los Acuerdos de Paz; aunque hay matices, desde luego, el surrealismo está
presente en sus poéticas más allá de la realidad de la vida y del lenguaje. La
construcción del surrealismo con sus diversos matices se da, también en medio
de otra crisis sociopolítica en El Salvador, la instauración de un régimen
autoritario que también implica una ruptura de la vida. El orden constitucional,
y ello, también impone límites en la expresión. La esencia es «destruir la
realidad para reconstruirla a través del lenguaje, el sueño y el deseo.» Para
el surrealismo tal como lo advierte Blanchot,
«el lenguaje no es discurso, sino la realidad misma, sin dejar no obstante de
ser la realidad propia del lenguaje, en el que en definitiva el hombre roza lo
absoluto». La sociedad actual salvadoreña y las que la precedieron han sido timoneadas
por oscuras fuerzas a través del poder demoníaco del que nos hablaba Goethe en
sus pláticas con Eckermann. Las palabras, la poesía son un puente necesario
para adentrarse en lo arcano que tiene la humanidad, pero al parecer son
insuficientes para defender la vida y la democracia.
Un elemento sustancialmente visible en
estas poéticas es el absurdo. Al respecto René Alejandro Espinosa Casanova,
acota lo siguiente: El absurdo, entendido como aquello que escapa al orden de
la razón, actúa como una sugerencia procedente del sueño o del deseo que teme
expresarse, que en un momento de distracción o extravío toma la realidad. La
importancia del absurdo reside en que reconcilia elementos que aparentemente no
tienen conexión, es decir produce imágenes que por su naturaleza irracional son
todo proceso, es decir, continuarán generando sentido a falta de una
reconciliación con lo explicable. Claudia Hérodier materializa ese sueño feliz (el
absurdo como recurso para sobrevivir en una sociedad precaria) del que todo ser
humano debería gozar; pero que con su reflexión dolorosa sabemos que apenas
somos rescoldo de suplantaciones. Es el demonio, la muerte, las formas sin
forma de cara a la verdad, articulan la vida ciudadana y la poesía. Y como en
el espejo uno mira la destrucción galopante, extática, los embates del poder,
inclusive, a cualquier escritura hasta pretender reducirla a nada. «¡Del
Presente!» tal lo expresa en el poema del mismo título: «¿Con qué cara
enfrentaré el futuro? / ¿Qué vamos a decirle a nuestros hijos / y a los hijos
de sus hijos?... ¿Qué aquí se defendió la libertad / de los basureros comelones
/ de carne humana? La libertad... (…) Yo, dirá el niño, no soy tu sangre. / Yo,
soy el cadáver de ayer, / los pedazos de ayer, / la cobardía de ayer, / los
perros de ayer, / tu poco valor de ayer. Tu rostro. / Yo soy tu rostro / y me
llamo / PRESENTE.» Con «Este es mi
grito», Claudia Hérodier poetiza un país-memoria, un país pecaminoso perdido en
un porvenir incierto. «Uno tiene —como bien lo expresa Roque Dalton―
en las manos un pequeño país, / horribles flechas, / muertos como cuchillos
exigentes…»
André Cruchaga,
Barataria, a treinta días de abril
de 2023.