Gerardo
Bogarín Hernández
y
la escritura poética-amatoria
Lic.
Miguel Fajardo Korea
Premio
Nacional de Promoción y Difusión Cultural
(Centro Literario de Guanacaste).-
Una nueva voz asoma en la poesía del educador, M.Ed. Gerardo Alberto Bogarín
Hernández (Guanacaste, Costa Rica,1980).
Bachillerato y licenciatura en
Informática Educativa.
Máster en Gestión Educativa con énfasis
en Liderazgo, Universidad Nacional.
Docente del Programa INA después de las
cuatro (2007-2009).
Docente en la Universidad Cristiana
Internacional (2015).
Docente de la Universidad Nacional, Sede
Chorotega, Campus Liberia (2019).
Docente en los Liceos de Brasilia, Las
Delicias y Dos Ríos, en Upala, Alajuela.
Dirección Regional Zona Norte- Norte (2006-2023).
Ponente en el IV Congreso Internacional
de Experiencias en la Formación y Evaluación de Competencias CIFCOM (2014).
Así como en el I Congreso internacional
Innovación en la Docencia. (UCR, 2014).
Asimismo, en el II Encuentro
Internacional de Maestros (2021).
***
Su
poemario de estreno “El Viejo” (Lara & Segura, 2023) está compuesto por 63
textos escritos desde el 2011 hasta el 2022.
La
temática abordada por el hablante lírico es la del amor/desamor. El amor es uno
de los temas eternos de la literatura y de la vida. Asimismo, su contrapartida
es la del desamor, el amor no correspondido, el amor utópico. Ofreceré un
corpus lírico que oriente al lector sobre la temática expuesta.
El
hablante expresa: “busco a alguien parecido a mí, /para acompañarme en este
andar por la vida, /aunque ese acompañamiento sea platónico y casi virtual”.
Asimismo, en esa urgente búsqueda se da cuenta de que “(…) El tiempo es un
verdugo /y uno es una hoja seca que, en aras de sí mismo, /se balancea por las
calles de la existencia, /esperando solo poder desaparecer”.
En el nudo
temático en busca de su amor idealizado “El miedo fue protagonista / en cada
aproximación de su existencia / a su espacio personal, / tan presente, tan
real, /para provocar el enmudecimiento de la voz”. La negación de su voz es un
signo de involución, de un desmejoramiento sentimental.
El silencio
también es un mensaje dolorosamente cierto y evidente por parte de ella, de
quien no se menciona su nombre. Solo se la referencializa mediante el pronombre
personal. “Se desvanecen sus esperanzas en cada noche, / cuando a pesar de
dormirse cansado /de hacerle preguntas, ella solo sigue su camino, y lo ignora.
/ ¿Cómo es que tienes el poder de elevar las aguas del mar, / y esta sencilla
petición es tan absurda para ti?”
A pesar de tan
acentuado deseo de aproximación y diálogo, el hablante “sigue solo, /sigue
enamorado, /sigue ignorado”, es decir, solo para encontrarse con la realidad
real de un universo vacío de sentimientos no correspondidos, donde “solo pueda
añorar los tiempos que nunca han sido reales, / en espera de una realidad que
hasta ahora/ solo es una esperanza, / que como faro mantiene el rumbo”.
La
voz masculina portadora del desamor se refugia en la naturaleza para tratar de
ser entendido desde esa instancia espacial “Tan seguro como cuando en la
montaña, /el sórdido rumor de la naturaleza, /es lo único que necesita el viejo
/para iniciar un viaje /por un marañal de remembranzas”.
La naturaleza se
comporta como un factor protector, aunque al final de la jornada llegan las
evocaciones, los recuerdos que lo martirizan: “le toca encontrarse frente al
desafío de vivir sin ella, / de hallar una nueva razón, / para volver a
despertar”. “(…) Embriagada la mirada de recuerdos / la fija en el cabello
rizado de aquella desconocida / que llama a las remembranzas”, porque “cuántas
veces soñó con acariciar esos labios /y poder olvidar la grandeza del
universo”. “La amó, al punto que para todos: /se convirtió en lo peor, /y con
todo eso, la perdió”.
La voz
introspectiva del hablante lírico reflexiona “No es natural, /amar a quien no
da más /que una inconfundible sonrisa /que opaca el universo /y la convierte en
su sol. /Aun, cuando sabe que la vida /no tomó el mismo camino /para ella /y
para él”.
El tema del tiempo
corre paralelo a las circunstancias ingratas del desamor. Es un marcador que hiere las fibras del alma
y del corazón enamorado, pero nunca correspondido. “Hoy, el día inició igual
que siempre. /Hoy, debió reinventar sus deseos de vivir. /Hoy, superó el
tiempo, asalto a asalto”. (…) “solo quiere acariciar /su aura en la lejanía,
/escondida en los recuerdos /descobijados en el presente”.
Cuatro décadas de
luchas espirituales y del corazón en busca de ser correspondido, sin
alcanzarlo, es un fardo muy difícil de asimilar “Han sido más de cuarenta
veranos /y aún el mismo episodio le tortura en cada amanecer, /segundos antes
de abrir los ojos, /la misma escena /-como si no fuera difícil ya-, /
inventarse una excusa /cada mañana /para dar sentido /a esta agotada vida”.
Otra dicotomía es
la ausencia/presencia, que ahonda y lacera los sentimientos por la amada
ausente “¡Quién diría que ese sentimiento /es un filo que hoy hiere con cada
recuerdo!” “La ausencia se vuelve presencia /en el instante en que el espacio
/que tu cuerpo debe ocupar /se encuentra vacío. / (…) La ausencia se
solidifica, presume de poder /cuando la imaginación crea el hipotético momento,
/de tenerla cerca, y no poder siquiera besar sus mejillas, /aprisionar su
cuerpo en un abrazo”. (…) “¡Quién diría que ese sentimiento /es un filo que hoy
hiere con cada recuerdo!”
En ese recordar
selectivo del amante no correspondido, los recuerdos toman la bandera temporal
y transcurre e irremediablemente se envejece, y con él, los anhelos de juventud
hacia la amada física, pero sin sentimientos reales para él. “Hoy, solo viaja
entre añoranzas, /proyectando los recuerdos sobre el paisaje /de la calle que
envejece con él, /viendo cómo el tiempo muere, /cómo se adelgaza el calendario,
/mientras, /aumentan las arrugas /y las canas”.
Sin embargo, el
Viejo no se da por vencido, a pesar de “la tristeza de recordarla, /las ansias
por ganar un asalto a la vez. /Cada nuevo día /y la razón para embarcarse en
este viaje /seguro le devolverá el café de la mañana”. Aquí se advierte las
etapas etarias juventud/vejez, que atraviesa la línea de tiempo del poemario y
la historia de vicisitudes sentimentales. “Cuando de ella se trata, /ese viejo
desnuda su alma /desde que era un joven”.
En ese
enamoramiento utópico de El Viejo, es capaz de transformar la persona por
objetos de ella, para figurársela “tal como observó con nostalgia /su espalda
por última vez /así de previsible y doloroso, /al punto que aún, /escucha cómo
sus tacones dejan de cantar, /mientras se alejan de su vida”.
En el pórtico de
la senectud afloran los recuerdos fraudulentos entre oscuridad y frío; entre
noches y mañanas “Hoy la oscuridad y el frío traen un aliciente /al cascarón de
un anciano, /quien vive sumido en un recuerdo fraudulento /que lo hace flaquear
por las noches /y levantar por las mañanas”.
Por ello, “Hoy
este viaje al pretérito /ha costado caro al viejo /que, terminando su taza,
/decide ir a descansar, /mientras enjuga /lágrimas de decepción, /por no haber
logrado, /que ella lo amara”.
La devolución del
sentimiento amoroso es una falacia: es un desamor “Para ver los recuerdos, solo
necesita /postrarse cada atardecer en la misma silla /y dejar que el rechinar
del piso /lo lleve a ese mismo lugar, /el sitio /donde un te quiero /se convirtió
en falacia”;
“Las costumbres
son difíciles de dejar atrás. /El viejo, después de un día en el campo, /va
directo a su vieja silla, /la que empieza a quejarse de las torturas /a las que
los recuerdos someten al viejo”: “más de cuarenta inviernos /no han sido
capaces de dejarla ir”.
El poemario
establece un sistema recolectivo en los versos finales. No hay más por decir: “este amor fue la
agonía /que el anciano nunca superó. /La agonía que le robara la vida”. Es decir, una vida entera para morir por el
desamor y la indiferencia. Un poemario muy fuerte, ante uno de los sentimientos
plurisignificativos más solemnes de la estación llamada vida: el amor, que esta
vez, a pesar de todas las luchas de El Viejo, se convirtió en desamor.