“NINGÚN LUGAR ES LEJOS” de MIGUEL FAJARDO:
la tierra, el tiempo y la distancia
Por: Ligia Zúñiga Clachar
(Costa Rica). El
libro “Ningún lugar es lejos”, del poeta costarricense Miguel Fajardo Korea,
testimonia una vez más el alma del poeta, que inmerso en su misión de concienciar
al mundo mediante el arte literario, se enfrenta ante la injusticia, la infamia
y la opresión que han estrujado y aniquilado a la humanidad durante milenios en
la historia de la Tierra. Es un verdadero reto establecido en su conciencia en
toda su prolífera obra poética.
Miguel Fajardo promete y testifica en “Ningún lugar es
lejos” (San José, Costas Rica: Editorial Poiesis, 2022:86m pp.). Prólogo de
Ronald Bonilla, Premio Magón de Costa Rica. Portada del Ing. Guillermo Navarro
Mairena: la cercanía intrínseca del tiempo y los espacios que vivimos en el
planeta. Donde “espacio-lugar” está dentro de nosotros mismos. Donde no existe
el tiempo para sufrir o sentir la angustia y la tristeza o la alegría y la
solidaridad para los demás, en cualquier lugar que estemos o que estén los
seres humanos o cualesquiera de los otros seres de los diferentes reinos que
habitamos nuestra Madre Tierra.
En esta obra, el poeta Fajardo nos conmueve de nuevo,
reencontrándonos con los auténticos y ancestrales valores de la ética, la
libertad y la paz, concentrados en el linaje del amor. Evoca con pasión y clama
con ansia el rescate de nuestras esencias como seres, para integrar el poder de
un mundo de Luz.
“Ningún lugar es lejos”, título que nos acerca
sobremanera y nos adentra en nuestras propias almas, nos une y nos envuelve en
forma magistral con la naturaleza: el mar, la roca, el risco, la arena, los
árboles, el paisaje, los volcanes, la montaña, esa tierra de la que somos
parte. Esa misma Tierra de la que fuimos conformados, las mismas células
cercanas y ausentes en el mismo tiempo; nos muestra con solvencia la capacidad
de fundir en sus metáforas esos vínculos, así como el oro se funde con el
fuego, el agua con la justicia, la luz con los suicidas, la arena con los
exilios, las sombras y las raíces con los migrantes, el oleaje y los sueños.
El
poeta nos sumerge en un conglomerado éxtasis de sentimientos entre rupturas y
encuentros. La vida misma, en sus diversas facetas, fundiendo las vías de las
múltiples opciones que al mismo tiempo absorben los límites y fecundan la
esperanza infinita de la sobrevivencia.
Miguel Fajardo no aparta en su obra su “Guanacaste
eterno”, cita lugares, costumbres, geografía, testimonios históricos, su “Árbol
que escucha”, sus noches, sus días, esa vida que lleva en su alma de sol y
lluvia. Donde los encuentros son renacimientos y las separaciones atraen la
muerte, porque “Ningún lugar es lejos”.
Transporta su sentimiento solidario a nuestra América, pregonando
y compartiendo el clamor de sus ilustres poetas, en un gesto de admiración,
solidaridad y amor:
“La mirada prosigue en los fantasmas/ del silencio
rodeado, inacabable, /como recelosa tierra que habita /en el tronco de la sed, /más
allá de los recorridos marinos. / Llega el atrevimiento de los mitos/que
devoran la playa Pan de Azúcar. /Estamos enfrentados en la piedra, /obligados a
reconocer que llegamos/ a lugares donde siempre debimos ir:/el desove en
Ostional, /además de Garza y San Juanillo” (p.69).
El yo lírico clama en este poemario, con reiterativa
urgencia, como eje primordial de su extensa obra literaria: por la justicia y
la equidad de nuestra América y el mundo. Donde los bastiones de sus orígenes
deben fortalecer los lazos de la hermandad para lograr restablecer el cauce de
la certera misión del hombre y la mujer en este mundo.
“El litio es de América, /el oro arrebatado/se llenó de
muertes/en los altiplanos de América/ en las pampas de la aurora” (p.24). “Las
batallas ancestrales/no derrotaron al corazón de América”. (p.25).
“La lucha es el camino de la patria extensa, /sin
banderas divisorias, sin criterios esclavistas, /para subsistir con el trabajo
de las tierras/generosas de nuestro continente abierto. /Dejar de hacerlo sería
una excusa/ para que los dominadores/arriben, indeseados, a nuestros límites, /sentados
en el mar/de nuestra vigilia permanente” (p.28).
Fajardo conlleva en sus textos un permanente y solidario
amor por la poesía y sus encuentros, donde manifiesta con gran conocimiento el
apoyo y admiración a la obra poética de escritores de distintas latitudes, en
sus poemas y dedicatorias:
“Recorrimos las calles de Santiago/con la poesía de
Andrés Morales/y Jaime Quezada, /para confirmar, una vez más, /que la
literatura es un encuentro/donde ningún lugar es lejos, /para llegar hasta el
territorio austral. / Chile es poesía intensa/con Pablo Neruda, Gabriela
Mistral, /Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, /Raúl Zurita, Juan Cameron…/Chile es
grande en la voz de Víctor Jara, /Violeta Parra…/Chile mágico:/Todo Chile/ Franja
Chile:/Territorio austral” (p.33).
“Ningún lugar es lejos”, marca el naufragio de la
indiferencia del ser humano ante el dolor y la agonía, de manera tajante,
abrumadoramente seguro de que la esperanza no muere, que esa insensibilidad
quedará sepultada:
“Volvés a reamar:/ caricias en la medianoche, / me
arrullo en tu cabello/ en el territorio del gozo, /antes que regrese el día, /
para seguir amando, / contra la espera, / sin la distancia del sol, / en el
deseo por la vida” (p.64).
Miguel Fajardo nos entrega una obra capital, muestra
fidedigna de la madurez poética y humana del poeta. Un testimonio veraz de la
certeza de sus creencias convertidas en poemas en encumbrado ascenso.
El diálogo consigo
mismo que transmite al lector, aniquila los demonios de la oscuridad, hace
gritar el silencio de los abandonados, sepulta los vicios de los poderosos,
convirtiendo esos anhelos, esos sueños en ráfagas de esperanzas clandestinas
hoy, para revertir el mañana.
La vinculación
magistral que realiza con los ambientes naturales que conforman nuestros
entornos, nos involucra en forma óptima en el discurso de sus temas
inconfundibles, certeros y de profunda convicción, con nuestros más esenciales
sentimientos que brotan de nuestras raíces.
“Las montañas recogen la mirada/con las pestañas de la
ausencia. /Otean el resplandor, más allá /de los bosques y las mareas, / para
evitar los naufragios. /En la cercanía del olvido/tiemblan las culpas encendidas,
/después de todas las cenizas/que rechaza el mar/contra los veleros de la
impunidad, /en el dolor de las travesías, /mar adentro, /en las islas
acorraladas/por piedras y musgos” (p.61).
Este poemario inscribe el “ahora” eterno de Miguel
Fajardo, que ha vivido y citado en todo el recorrido de su obra poética con la
pasión y la vehemencia de una elevada conciencia humanista y solidaria que lo
ha caracterizado. Una valiosa entrega a las hojas del Guanacaste eterno, este
libro engrandece el caudal que el autor abrió hace ya varias décadas para la
literatura costarricense.
Fuerte, profundo, hermoso y congruente testimonio nos
ofrece “Ningún lugar es lejos”, donde el poeta Miguel Fajardo nos embriaga con
la sustancia lírica de la poesía, al identificarnos con los espejos de la
sabiduría, la solidez de la Luz en la esperanza y la fe, y la solidaridad plena
por los desposeídos; fundiendo las cadenas para la libertad y la paz en el
magno refugio natural de nuestra Tierra.
*Presentación
interpretativa en la Feria del libro, Cañas, Guanacaste, Costa Rica, 29 -4
2022.
Lic. Miguel Fajardo Korea (Costa Rica)