Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA
Premio Nacional de
Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica
(Guanacaste/Moravia). Ronal d Díaz Cabrera (1975), conocido
artísticamente como RODICAB, nació en Liberia, Costa Rica. De formación
autodidacta, su afición por el arte empieza a brotar a muy temprana edad “desde
que tiene memoria”. Dibujante por excelencia, se especializa en lo que ha sido
su mayor pasión: el noveno arte -cómic, historieta o “novela gráfica”- como se
le llama en los últimos tiempos.
RODICAB
ha desarrollado, además, diversas propuestas en el campo de la pintura y
el dibujo artístico. Ha hecho múltiples exposiciones, tanto colectivas como
individuales, dentro de Guanacaste, nuestro país y el extranjero.
Fue
miembro de la Pluma Cómic, división de La Pluma Sonriente (2000-2017). Con
dicha Organización llevó a cabo, desde su propia iniciativa, La Semana de la
Historieta, en Liberia, 2001. En el año 2003 participa con La Pluma Cómic en la
primera muestra internacional de su obra, en la exposición colectiva
“Historieta Costarricense Contemporánea”, en Italia y en México, en el 2003.
Publica el volumen de su autoría Desafíos (2004), una novela gráfica que
narra las aventuras de unos jóvenes que buscan la superación personal mediante
la filosofía de las artes marciales. Con dicha obra, de 80 páginas, RODICAB se
convierte en el autor del primer cómic book (obra gráfica de un solo autor de
gran envergadura) que se publica en Costa Rica.
Ronald Díaz Cabrera empieza con la recuperación de nuestra herencia
cultural guanacasteca con el libro de historietas Leyendas de un Sabanero
(2005), un tomo compuesto de cinco relatos basados en el testimonio de
antiguos sabaneros, quienes cuentan sus espeluznantes experiencias en sus
noches de parranda. En el año 2009, gracias a la gestión de La Pluma Cómic, se
publica su historieta “El Dueño del Monte”, incluido en el libro Perspectivas
8. EE.UU.: Editorial Thompsom Heinle.
Además de sus publicaciones independientes, la pluma de RODICAB ha tenido
una participación determinante, por medio de la ilustración de valiosos
proyectos culturales, entre los que destacan: Al Reencuentro de los
Ancestros, de Anayensi Herrera; Cuentos guanacastecos, de Juan
Santiago Quirós. Asimismo, Me lo dijo el Río y Guanacaste Nuestra
Casa, un rescate de la música del cantautor Carlos Rodríguez Santana,
recopiladas por Hernán Gutiérrez. Asimismo, Ronald Díaz ha colaborado con los
periódicos regionales: El Sabanero, El Independiente, La Provincia y The
Beach Times.
En coautoría con el artista colombiano Óscar Sierra Quintero, logra la
publicación del libro Leyendas costarricenses en novela gráfica (2011),
gracias al apoyo económico de un premio de la Fundación Ford Motors Company
en la Educación de la Herencia Cultural. Este volumen contó con historias
alternadas, tanto de Óscar como de Ronald.
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En la actualidad, Rodicab continúa su incansable labor, y trabaja en diferentes
proyectos culturales, a favor de fortalecer la identidad de la literatura oral
dentro de la tradición popular guanacasteca.
Hace
dos décadas, escribí mi primer artículo sobre su trabajo “Rodicab y sus
historietas de vida” (Perfiles, octubre 1999, p.20). En ese entonces, afirmé
que: “Cada historieta va paralela con la ilustración. Prefiere textos que
cuenten historias. Cuando el proceso de creación del personaje se formula,
siente que él es lo que nunca fue, lo que es y lo que no podrá ser. Para
revivirlo, establece un paralelismo y su historia narrativa”.
En su nuevo libro de historietas Leyendas sabaneras (2019), que consta
de 274 encuadres textuales, Rodicab incluye siete leyendas, a saber: “El diablo
chingo”, “El sabanero y el diablo”, “El cadejos”, “La Llorona”, “La carreta sin
bueyes”, “La mona” y “La segua”.
Como
puede desprenderse, dichas leyendas tienen raíces inscritas en la tradición
oral de la narrativa popular guanacasteca. En ese sentido, su trabajo creativo
significa una aportación importante para redescubrir las señas de la
oralidad de las leyendas, contadas mediante la adaptación geotextual de
sus historietas, con el contexto de la pampa bravía.
La académica Ana Cecilia Sánchez Molina (2015) aduce que: “La
historieta es arte del dibujo y el relato, concebido para su difusión masiva.
Como narración, la historieta se mueve en el tiempo, traza acciones y
personajes, y construye ambientes (…) La historieta sigue planteamientos
y estilos propios de la época. A menudo, muestra diseños creativos que evidencian
que es imagen, narración y montaje (…). Como lenguaje con una identidad propia,
la historieta reúne –y refunde– los lenguajes de la imagen y la narrativa”.
Rodicab respeta los textos de la oralidad, inscritos en la tradición popular de
las leyendas, muchas de ellas, compiladas por Luis Fernando Guevara Cose y
Javier Martínez Merino. En esa línea, María Eugenia Bozzoli expresa: “Por
su valor estético, los géneros de la tradición oral son patrimonio cultural de
los pueblos, se debe procurar su conservación del mismo modo que cuidamos otros
productos de nuestra historia” (Bozzoli, 2011: 4).
El diablo es un personaje en las leyendas que entroniza la oposición entre el
bien y el mal. Él simboliza, entonces, la oscuridad. El diablo es el adversario
de Dios. Óscar Sierra aduce que: “Etimológicamente,’Lucifer’ significa era
“portador de la luz”, como lo era este ángel antes de ser expulsado del cielo
por su rebeldía y arrogancia” (Sierra, 2011: 7).
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En El diablo chingo (33 encuadres), el diablo se representa
en un toro negro, sin rabo, al cual no lo podían amarrar. Ese toro
desafiaba a los sabaneros, pues su tétrico mugido espantaba a las bestias, por
ello, era considerado el puritico, el mismito demonio. Julián Marchena, el
mandador de campo, se va solo a lazar al toro, pero nunca regresa. Teresita
cuestiona ¡Cómo es lo que dejaron ir? El cierre de la leyenda deja leer: “Se
oye el mugido de un toro, el ladrido de un perro -el Canelo, su perro fiel- y
el grito de un sabanero”.
En El sabanero y el diablo, (29 encuadres), se ubica en la bajura
guanacasteca en 1960. Chu García tiene a Carmelita, quien es su morena. Su
caballo es el Chele Él es alegre, mujeriego, trovador, parrandero. Se
encuentra con el diablo, quien le dice “Vengo por tu cuerpo y por tu alma”,
a lo que él responde “Yo le voy a enseñar a respetar”, con los
cinchonazos de su cruceta, pero su oponente no era de este mundo: “Yo soy el
diablo y he venido a llevarte conmigo en cuerpo y alma al infierno”.
En el instante del enfrentamiento, Chu García recordó los consejos de su madre,
quien le había dado la oración de la Santísima Trinidad, asimismo, reza el
Padre Nuestro y logra salvarse. A partir de ese momento, García cambió: fue
otro hombre.
En El cadejos, (37 encuadres), se habla de Toñito (joven diferente,
quien vagaba solo por lugares apartados). Se alejaba de su terrible
tormento: su propio padre, un empedernido machista, quien denigra a su esposa
María. La acusa de inútil. Su compadre le dice que su hijo es maricón, pues no
ha bebido, para que se haga hombre. A su esposa le reclama que ha criado
a un inútil “que se esconde en las naguas de su mama”. Su actuación deja
amargura y desconsuelo.
Toñito, cansado de los insultos y las agresiones verbales, prepara un
susto a su padre: con un cuero peludo y unas cadenas, Toñito sale a medianoche,
para darle un escarmiento a su padre: “Un buen susto para que aprenda a
respetar”. Su disfraz lo convierte en una criatura espeluznante. El
padre lo maldice. El cierre de la leyenda dice que: “Desde ese entonces,
cuentan sobre la aparición de un enorme perro noctámbulo que tiene un extraño
vínculo con los “esclavos de la bebida”.
En La Llorona, (65 encuadres), Magdalena es una joven muy agraciada. La
piropean los hombres; la envidian las mujeres. Jacinto es su novio. Pide su
mano y lo aceptan por ser honrado y trabajador. Cuando se conoce la noticia del
compromiso de Magdalena y Jacinto, Roque enfurece, porque ella no le hizo
caso.
Magdalena se baña en el río. Roque la vigila, abusa de ella y la maltrata
en forma brutal “Vos tenés que ser mía”. Jacinto le pregunta “¿Quién
fue?” y ella le responde que fue Roque.
Jacinto va en busca de Roque, tienen un duelo con machete y ambos mueren. Ella
queda embarazada de Roque. Procrea un hijo que lanza al río. Luego
arrepiente, pero ya es tarde, por cuanto el río estaba muy crecido con sus
implacables corrientes.
El cierre de esta leyenda hace ver: “Cometiste un crimen imperdonable.
Estarás en pecado mortal por toda la eternidad. Yo te condeno a vagar por
las orillas de los ríos, buscarás a tu hijo por todos los siglos. Lo verás pero
no lo podrás rescatar y tu llanto será tal que espantará eternamente a quien se
topé con ella”.
En La carreta sin bueyes, (29 encuadres), Marcial regresa de
comprar los víveres semanales a doña Nacha. En eso, escucha una carreta que sonaba,
pero no se acercaba. Cuando logra divisarla, Marcial ve que la carreta venía
sola, sin bueyes, por lo que es una carreta maldita. Con gran miedo, Marcial se
echa al hombro la pesada carga y corre velozmente.
Dice que la leyenda que un boyero jalaba cargas extremas en su carreta. Era
cruel con los bueyes; les exigía demasiado. No les daba descanso. Cierto día,
los animales no pudieron más y murieron en un barrial. Por lo tanto, el boyero
pactó con el diablo para no necesitar de los bueyes y solo salía de noche con
la carreta. Por eso, cuando el boyero muere, la carreta continúa asustando a
quienes andan a deshoras de la noche por caminos solitarios.
En La mona, (38 encuadres), Gumersindo Peña es un mujeriego, domaba
potros chúcaros, es un buen montador; hacía la pega a los toros más bravíos.
Consigue que la hija de la bruja Facunda se le entregue. La bruja le advierte
sobre las aviesas intenciones que tiene con su hija.
Ella promete vengarse, cuando él va de regreso a la hacienda “Hasta aquí
llegaste mujeriego”. Gumersindo busca la cruceta con la mano derecha y con
la izquierda un puñado de sal y enfrenta al espanto con un conjuro: “En
nombre de esta cruz, símbolo del Cristianismo”.
Él pide saber quién es la mona. Facunda promete no volver a convertirse y él la
perdona. “Te libero desgraciada y no volvás más”. Por otra parte, la
madre de Gumersindo suplica a su hijo que rectifique el camino.
En La segua, (43 encuadres), consta de diferentes versiones, esta
leyenda narra la presencia de Soledad Romero, “una misteriosa mujer de
gran hermosura, cuyos exquisitos encantos resultaban irresistibles para los
viajeros nocturnos que eran presa fácil de la tentación”. La joven le
reclama a su madre Engracia, quien le dice que no confíe en los hombres que la
adulan. En una ocasión, cuando su madre la reprendía, Soledad le levanta
la mano a su madre, razón por la cual, su “belleza se convertirá en
maldición por el resto de los siglos”, pues con su hermoso cuerpo “encantará a
los hombres, pero cuando vean tu rostro, conocerán el horror”.
Soledad Romero censura a su madre cuando le expresa “Usted me condenó a esta
pobreza”, y de seguido, asevera: “usaré mis encantos en mi beneficio”.
Al final, la leyenda deja leer “Y cuentan los que vivieron aquellos tiempos
pasados que aquella noche de luna llena terminó la historia de Soledad Romero y
comenzó la leyenda de La Segua”. Sin duda, estamos ante un evidente
proceso de animalización.
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En síntesis, la selección de siete leyendas que Rodicab presenta en este nuevo
volumen de historietas, significan un gran aporte a la tradición oral de la
literatura popular guanacasteca. Sus leyendas incorporan un léxico
regional (vaquiada, caites, cinchazos, boyero…), cronotopos y espacios de la
llanura “La luna llena de marzo iluminaba aquella madrugada en la bajura
guanacasteca”.
Sus trazos en blanco y negro confieren naturalidad a las viñetas ilustrativas
de sus encuadres textuales, junto con las imágenes interpretadas.
Caracteriza a los personajes, tal y como él los visualiza, a partir del texto
escrito.
Ronald
Díaz Cabrera hace acopio de muchísimos de los elementos estructurales del relato
gráfico, tales como planos, viñetas, encuadres, bocadillos, globos, figuras
cinéticas, encadenadas, panorámicas o secuencias, entre otros.
El cuadro discursivo se puebla de hombres y mujeres, caballos, toros, bueyes,
perros, brujas, monas, demonios, diablos, monstruos, conjuros y elementos
religiosos. Las oposiciones reivindican el bando de lo humano. Los
deícticos crean suspenso y advierten sobre el género. Las formas impersonales
acrecientan la tradición: “cuentan” o “dicen” que todas las leyendas surgen a
partir de relatos.
Como
apunta la crítica polaca Magdalena Perkowska (2008): “El tiempo verbal de un
relato biográfico suele ser el pasado que connota la fijación. Se narra la vida
como una línea continua, borrando las fisuras y las líneas en fuga, lo que
subraya la solidez del sujeto” (p.246).
En
ese sentido, siguiendo a Perkowska: “el paralelismo que se establece (…)
entre las fotografías y el texto funciona como un metacomentario sobre la
organización temporal del relato y la dimensión selectiva de la narración”
(p.247).
En
síntesis, este nuevo libro de historietas, del artista Ronald Díaz Cabrera:
Rodicab, a partir de siete leyendas de la tradición oral de la cultura popular,
realiza una gran aportación al revisionismo cultural. Se advierte
gran madurez de pensamiento y una decidida línea de compromiso artístico,
coherente con su perspectiva de la cultura popular.
Sus
ilustraciones, en claroscuro son, sin duda de que sea así, una historieta de
vida para encontrar la luminosidad de la tradición, desde el Guanacaste de
siempre, el cual no queremos que se convierta, nunca, en un Guanacaste
ajeno a nuestras raíces identitarias.
Lic. Miguel Fajardo Korea