Yván Silén entre el nihilismo y la poesía
(o entre la demokracia y la libertá)
Rey Andújar---Yván Silén es un elemento definitivo en la literatura puertorriqueña. Como ensayista es tierno e incisivo. El narrador es apabullante. “Para ser poeta uno tiene que entregarse al demonio…”, entonces se piensa en Silén; se piensa. Por comparar: en República Dominicana cierto sector postula que allí los escritores pueden expresarse con “libertad”; esta posición es criticable, ya que es arriesgado hablar de libertades en un país con una estructura editorial deficiente (dejadez; analfabetismo…) ¿Cómo se manifiesta la censura en Puerto Rico?
Yván Silén--Bueno, depende del “demonio” que se busque o del “demonio” en que se piense. Si pensamos en el demonio de Sócrates, en el consejero, en el murmurador (en el inconsciente--en el onírico o en el lúdico--), entonces la cosa se aclara o se confunde. Ser Heráclito, ser el oscuro contra la postmodernidad del “fariseísmo-demokrático”, es un elogio. Ser atacado por la “chusma del espíritu” (burócratas, profesores, críticos, “poetas”, “filósofos”); ser silenciado por ellos, censurado por ellos, odiado, es un elogio. Pero si pensamos en el “demonio” de Jesús, en el mal de Cristo contra los fariseos, en el “seductor”, en el “poeta-maldito-de-Dios”, entonces es diferente, porque lo que hacen es moralizar de la peor forma posible. Lo que sucede es que lo mediocre ha y está intentando apropiarse de lo bello ¡La mediocridad moraliza! El problema no es el escrúpulo (del lector), sino la falta de esperanza del proyecto estético de los nihilistas trasnochados. Cuando me opongo al kitsch, a la basura del kitsch, a la postmodernidad, a lo inútil de la postmodernidad, al nihilismo, al cero del nihilismo, a su ofuscación, a su poquísima cosa, es porque creo en el Hades de la Esperanza que soy. El que Dios me esperance es tan aterrador como la nada de los negadores absolutos. El que Dios me muera es tan aterrador como morirme ateo. La censura en Puerto Rico acontece desde todo los sitios imaginables (desde la Universidad de Puerto Rico--desde el profesorado, contra la pasión de la pedagogía--, desde los periódicos, desde las revistas, desde la editoriales extranjerizantes, etc.). Porque la censura es la forma de ser de lo demoniaco, es la esencia misma de la nazidemokracia, de la colonia donde los puertorriqueños, los cubanos, los anexionistas-yanquis, los dominicanos y los españoles, en su gran mayoría, la viven y la expresan a favor del país intervenido e invadido que somos. Esta nazidemokracia se oculta a sí misma, porque se ha apoderado legislativamente de la realidad: roba, miente, falsifica y genera la “corrupción política del ser”. No hay que olvidar que Puerto Rico es un país ocupado, sodomizado (espiritualmente) e intervenido militarmente que se expresa y vive en una demokracia fraudulenta. Esta, la demokracia, como hubiera dicho José Ortega y Gasset, es la “idea” que no se piensa. Nos jactamos de ser “demókratas” y no pensamos en el sentido mismo de la demokracia que nos pervierte. En Puerto Rico la corrupción es la ley en la que pernoctan y conviven los “ciudadanos-falsos-de-la-morgue”, los ciudadanos de lo “todo está permitido” y los “ciudadanos extranjeros de la enajenación”. Lo que nos libra de la colonia cultural es el quehacer, la complicidad de los amigos (Córdova Iturregui, Marta Aponte, Elidio La Torre, José Luis Figueroa, Juan Huyke, Eugenio García, Ángel Rosa Vélez, tú, etc.) para que no se me censure y para que no se me arroje nuevamente al exilio: los treinta años de Nueva York. Son estos amigos (André Cruchaga, Carlos Muñoz, Juan Diego Incardona, Fidel Chávez, Jorge Gómez, Antonio Castilla, Octavio Patiño García, etc.) los que me trafican latinoamericanamente como la “marihuana del amor” (como la hostia alucinante--la mescalina--de Dios) y me “gángsterizan” poéticamente para que la censura no me antropofagie, no me engulla y no me devore. Esquizar es, pues, la forma poética y acertada de escapar a la moralina.
La censura-neocolonial no sólo funciona porque hay o existe una actitud de “dejadez”, sino porque hay un intento político-cultural por controlar, por domesticar y por idiotizar al poeta-paradigmático, al poeta-exótico, al poeta-alucinante y al discurso de éste. Este decir lírico del poeta, este decir antifilosófico (antiplatónico), siempre es un problema para todos los Estados institucionalizados yanquista-demokráticos, “socialista”-totalizantes y para los Estados neofascistas. La poesía del poeta radical, del poeta-esquizo (sus cuentos, sus novelas, sus ensayos, sus poemas), del poeta que insiste en ser (la postura existenciaria[1] que revuelca todos los valores caducos del status quo y de la muerte), tiene que ser un escándalo. El ser se es. Y la poesía se poesía. Ésta expande el cerebro y el cerebro expande la poesía, la experiencia. Cada palabra nueva, cada posibilidad de lo bello aumenta el cerebro, lo cambia. Este se ve obligado entonces a cambiar la poesía. En desafiarla con el mismo desafío que la poesía le propone. Al decir esto no estoy haciendo una defensa de la locura ni del anarquismo, como supondrán los ingenuos, sino una defensa del devenir de la poesía (del metacristianismo, del metasocialismo, de la metapoesía, del antinihilista, de la antifilosofía y del metalenguaje). El poeta es el ente de esa imprudencia necesaria del ser que no deja de expandirse. Él es el que acude a la cita con el peligro, a la cita con lo prohibido (por Nerón-Bush o por Nerón-Fortuño), o a la cita con lo indebido de ser. El poeta es el Urgente de las políticas acertadas. Y es el que influye existenciaria y poéticamente sobre todo lo que lo rodea. ¡Entonces el poeta hipocampa!... O de forma parecida: ¡el hipocampo POESÍA!…
Rey Andújar--Podría decirse que un “drama místico” flota sobre su trabajo: lo contemplativo; el conocimiento y dirección de los espíritus; la expresión escrita de esta experiencia. ¿Qué tanto tiene que ver esto con su “pasión” por Francisco Matos Paoli?
Yván Silén--Lo primero que puedo decir sobre esta pregunta es que la contemplación es una praxis que lleva al observador directamente a la “iluminación intermitente”. Por otro lado, no poseo una “pasión” por Matos Paoli, sino un acercamiento a un debate no resuelto sobre lo religioso. Un acercamiento al cual yo he llamado lo “metacristiano”. Una meta que está llena de adioses. Hay sí un “drama místico” que está relacionado con La novela de Jesús, con mi propia vida, y políticamente con su aventura esquiza de Matos Paoli. Un acercamiento a Jesús que no ha dejado de ser cristianamente ingrato. Que no deja de ser una angustia, ni ha dejado tampoco de ser “una”-libertá radical con las cosas (con lo universo y con lo posible). Digo “ingrato”, porque hace más de cinco años le propuse a los teólogos que conozco la posibilidad de hacer una antología sobre la figura de Jesús. Una antología sobre Jesús que se llamara El orgasmo de Dios y que no se ha podido realizar, porque nunca he recibido un solo ensayo teológico de ninguno de ellos. Hay, pues, una tendencia, una resistencia, un “escándalo”, un “egoísmo” cristiano para que un poeta como yo no realice una antología de esa naturaleza. Por eso es que tampoco se ha podido presentar mi novela (La novela de Jesús) en el Seminario Evangélico de Puerto Rico. ¿Qué ha sucedido entonces? ¿Los cristianos están resintiendo mi ironía metacristiana sobre la figura de Jesús? ¿Los teólogos resienten mi trabajo sobre el Subversivo de lo real? ¿Jesús se ha convertido en el terrorista de la eternidad? ¿O es que la Iglesia farisea? Si a esto llamas mi “drama místico”, entonces te diría que sí. Pero es precisamente en este “drama místico” que me noserologiza en donde cabe la figura esquiza de Matos Paoli, de Martín Adán, de George Bataille, del Maestro Eckhart, de Rumi, de Cioran, de Lao Tze, de Chuang Tzu, etc. Tengo más pasión por Nietzsche, por Sartre, por Pessoa, por Artaud, por Kafka, por Dostoievski, por Duras, por Heidegger o por Don Quijote. Siento la misma pasión por estos escritores que por Matos Paoli. Las pasiones son lo que nosotros somos. Son el rostro verdadero del ser. Es la verdad poética del ente. Si esto es así, vivimos, entonces, bajo el asalto. ¡“Dios” nos asalta! La experiencia con lo real es espantosa. Lo insospechado se nos plantea como posible. Y a veces…nos encontramos con la risa.
Rey Andújar--Es trilladísimo pero, ¿cómo se plantea usted un proyecto literario? Alguna vez le escuché decir en clase que, a raíz de un viaje, decidió no imponer fronteras palpables sobre su trabajo. Me gustaría saber cómo opera el laboratorio del escritor.
Yván Silén--Yo no me planteo ningunos “proyectos literarios”. Estos, de ser algo, se me plantean a mí desde la urgencia misma de las cosas. Estos “proyectos” me llaman y me reclaman con una violencia “est/ética” ineludible. Ellos son lo imposible de no-serlos. La sed de estos, el ente de ellos, es alucinante. Me ungen y me alucinan. Esto es lo apremiante de lo bello. De “haberme sido” (en los textos) se tornan presentes como si fueran fantasmas. Pero para hablar de ellos tengo que romper el orden mismo de la gramática, porque ésta, la gramática del orden establecido, los obstaculiza poéticamente y no los deja ser. La gramática paranoia de la poesía. Aquélla bloquea el asalto mismo de lo exótico. Mi “trabajo” es, pues, la parte indómita de mí mismo. La parte inédita que desconozco del mundo (que soy). Lo que tú llamas mi “trabajo” es la forma mía de respirarme, de serme. “Trabajar” es respirar (pensarme poéticamente y poesiarme conceptualmente). Las puertas se han abierto para que podamos pensarnos y para que podamos cantarnos. La poesía es más rápida que la teoría. La poesía no coincide.
Esto que acabo de decir no sólo es el escándalo de la filosofía, sino también el escándalo de Pessoa. Por lo tanto, no hay “laboratorio”. El que adelanta no puede tener “laboratorios”. El “laboratorio” es un residuo científico que la poesía resiste contra toda razón y por otra razón insospechada. Si no hubiera sido poeta, de “no-ser” poeta, sería físico; sería “metafísico” (sería metafílósofo). Estaría, como estoy ahora, seducido por la “materia negra” (por los números y los sueños irracionales, por la muerte misma y por todas las probabilidades del mundo). Estaría seducido por los sueños como por los poemas del ahora (prohibidos, inmorales) y por el instante de la eternidad prolongada en lo radical del inconsciente.
¡El inconsciente es “pequeño, peludo, suave”![2]
Rey Andújar--Sus preocupaciones tienen un marcado tono religioso-mítico; al mismo tiempo mantienen una dialéctica con lo filosófico-teórico; ¿podría elaborar una jerarquía de sus pasiones? ¿Es eso posible para un artista?
Yván Silén--¿Qué es lo posible para un poeta? Para el aëda todo es posible. Todo puede acontecer poéticamente. Todo está ocurriendo serológicamente: el deseo, el miedo, las rosas, los árboles, la muerte, las palabras, “Dios” mismo. Hay que tachar inmediatamente la palabra artistas, porque éstos son y se han convertido en los conserjes de los políticos del status quo. Los artistas son, entonces, los canallas asalariados de lo bello. El asco de lo bello. El poeta es lo antiartístico. El poeta, entendámonos, no tiene “preocupaciones” poéticas; tiene preocupaciones inmanentes, humanas, económicas. Lo otro, lo que tú llamas sus “preocupaciones”, es el rapto. El que una rosa se convierta en un gesto o en un acto religioso de las cosas; el que el orgasmo se convierta en un acto místico. Por otro lado, lo que se convierte en mítico es la realidad misma. Del mito de ésta se desprende la experiencia de las cosas. El que nunca antes hubiera sido 25 de marzo del 2010. El hecho mismo de que la eternidad esté abierta, porque la experiencia del tiempo es el suceso o el ensayo de lo que se escinde. El ser serestá abierto. La lluvia abierta, la noche abierta, el viento abierto. Es imposible que las “preocupaciones” no estén heraclitizadas. Hay dialéctica porque ésta no sólo es un discurso, sino el movimiento mismo de las cosas. Las cosas realidan. Las cosas se develan, enigman, se extrañan. Realido, pues, para que las cosas dialecticen. Lo “teórico” ha entrado y desembocado a una dimensión insospechada. El ser se torna irónico. La risa (de “Dios”) ríe. Como ves, no puede haber jerarquía de las “pasiones” que no sea el poeta mismo. El poeta es el Maestro de las personalidades esquizas. El poeta esquiza para que las otras “personalidades” (el antifilósofo, el cuentista, el novelista, el ensayista--¿el pintor?--) irrumpan con lo inédito de lo real. El poeta plantea radicalmente lo real de la realidad, lo verdadero de la verdad y la nada (el espanto--lo pánico--) del ser. El poeta es una de las formas del vértigo. ¡El poeta es Exótico! Es la mismidad del ajenjo (del “polvo de estrella”--de la marihuana--). El poeta es la instancia misma del orgasmo; la crítica misma a la razón pura. “¿Es eso posible?” Para un artista no, porque los artistas no tienen jerarquía. Pero para un poeta extraño la relación entre lo teórico y lo mítico, entre lo religioso-poético y lo filosófico-poesía no sólo es posible, sino que es su forma de ser. Es su forma de acontecer en el ser.
Rey Andújar--La muerte de mamá es un texto vertiginoso, en donde usted aborda el sujeto como fetiche, despojándolo del aspecto mitológico, lo que permite una trama sustentada en una poesía dura, urgente; entonces, regresamos al laboratorio: ¿cómo se determina el aliento final de un texto? ¿qué tiempo vive usted en sus novelas; qué tanto le toma salir de ahí?
Yván Silén--¡El poeta no puede salir de la visión esquizante de ser! Esto hará que el texto sea vertiginoso, porque la vida es vertiginosa. Soy, pues, el poeta que la vida ha alcanzado. Esto me ha impedido decirle a mi poeta lo que tiene que ser. ¡No hay aprioris! No hay forma de determinarlo. Él es el que me dice a mí lo que hay que escribir. Si estoy haciendo esta “entrevista” es porque este texto, esta “pausa”, se ha hecho parte de la urgencia de Dios. Dios se me adelanta poetamente; Dios me precede y Dios me devolverá a donde tengo que serestar. Dios me vomitará bellamente cuando cruce el valle de la muerte eckhartmente. Tú argumentas que La muerte de mamá es vertiginosa, pero ¿qué es? ¿Una caída o el suceso de la muerte misma? La novela se ha convertido en un síncope. No; el sujeto es un accidente: algo lo ha roto; algo o alguien lo ha desquiciado. El cuerpo de la madre (de la novela) es posible. El delito contra la “costumbre del lector” es practicable. Porque el dolor es espantoso. La realidad, lo que somos, nos espanta. La madre se convierte en lo inevitable, en lo que muere. La poesía permite la locura, la dureza de la locura: Ivanoskar agoniza entre la escritura y la locura, entre el amor y el abandono. El tiempo se ha roto.
Pero tú me preguntas: “¿cómo se determina el aliento final de un texto?” Este aliento es un desconocido. Es lo desconocido que guía. Pero no hay forma de verlo. Seguimos al aliento tiresiasmente. El final está velado. O podríamos decir que la intuición se está probando a sí misma; o lo que es más importante todavía: éste no es el trabajo de la intuición. La intuición no descubre los enigmas, sino que los vive como propios, los presenta ajenamente, los oniriza y los paradojiza. El lenguaje se enfrenta a sí mismo; se curva: dice lo insospechado. Dice lo que nadie ha dicho antes, porque nadie se atreve a decirlo. La poesía dice metapoéticamente lo que es peligroso para la razón y para la moral catecista de ésta. La poesía dice el riesgo de ser ella, de ser su belleza. Y todo este proceso la serhace, la haberhace y la antimercancía. La poesía es la antimercancía por excelencia. Lo osado serestá ahí para que el poeta lo tome y lo plantee osadamente. Su “obra maestra” de ser, su esencia, se torna conflicto (de lo bello); se “exhibe”. No sabemos lo que la obra es hasta que la obra termina de mostrarse en el ser que es. Lo extraño nos ha cautivado. Dios nos ha hablado escandalosamente en el lenguaje de lo desconocido. La costumbre del lector se ha roto.[3]
Pero tú preguntas: “¿qué tiempo vive usted en sus novelas; qué tanto le toma salir de ahí?” Bueno, el tiempo de la creación es relativo a su propia dificultad o a su propia novedad. Escribí La muerte de mamá en una semana y, sin embargo, tuve que reescribir La novela de Jesús cinco veces. Hay, pues, un tiempo largo y un tiempo corto. Un tiempo que se basta a sí mismo y un tiempo que necesita repetirse como las réplicas constantes de los terremotos. ¿Cuál es, pues, la vivencia intermitente de la visión? Esto depende de las instancias, de lo onírico, de la ensoñación misma. Vivo en las novelas (en los ensayos, en los cuentos, en los poemas) lo necesario para la belleza.
Ahora estoy trabajando en una novela sobre un escritor, pero aunque he escrito doscientas páginas no está claro lo que está sucediendo, porque sus “vivencias” son, o me son, totalmente oníricas. No hallo la realidad que los personajes están viviendo. Sus vivencias son muy subjetivas y poco realistas. Pero están ahí totalmente oscuras y me siguen perturbando. Obviamente, la obsesión a buscado una nueva forma de serse y de asaltarme, y yo tengo que resolver cómo estoy siendo asaltado y cómo también he de asaltar o he de devolver este asalto a “mis” lectores. A esos lectores que me aman y me odian, esos lectores que me envidian y que se sienten resentidamente influenciados por mí. A lo mejor ellos son mejores escritores que yo, pero no son, o no han podido ser, mejores poetas yo. Esta envidia, este “odio” que los estimula, también es el silencio de la crítica que me rodea. Esta forma de hablar es también la pasión a la cual someto a mis estudiantes. Ellos, como los críticos que me evitan, que evitan mi actitud contestataria, piensan que estoy loco. Pero no estoy loco, sino que esquizo políticamente contra un lenguaje que no puede estar domesticado (como casa del ser), porque la vida nos ha arrojado a lo insospechado. El lenguaje se insospecha poéticamente en una dimensión totalmente desconocida.
Rey Andújar--¿Qué tan acertada sería una lectura genésica si se quisiera describir la recurrencia suya por lo materno? Usted escribe poquísimo a su padre.
Yván Silén--Sí, mi padre no fue importante para mí. O no lo fue conscientemente. Porque nunca nos entendimos, nunca me entendió. Eso de tener un hijo poeta, “desquiciado”, “jipioso”, cristológico o cristianego, marihuanero, obsesivo, fascinado y seducido por Dios, a pesar de la lujuria desbocada de su imaginación salvaje, lo inquietaba y lo desorientaba. Yo era el hijo del padre desorientado. Esto lo mortificaba profundamente. Esto impedía que hubiera diálogo. Mi madre, aunque brevemente (muere en 1955), me enseñó el lenguaje de las cosas, del gusto, de sí mismo, y no me reprimía cuando la interrogaba sobre el sentido de las palabras que me salían al paso neónmente. Mi madre, a pesar de su rigurosidad, me enseñaba el amor a la docencia. El ser maestro y el ser poeta crecían subversivamente uno al lado del otro; crecían sin saberlo paralelamente. Uno me enseñaría la delicia de la ensoñación y el otro me enseñaría el delirio del saber y el delirio de transmitirlo subversivamente. El maestro es también una sedición. Lo espléndido de ser, de clase, a pesar de mi traición a la pequeña-burguesía con aspiraciones aristocráticas, lo aprendería de mi tía (1915-1998). Me preparo para enseñar como si todas mis clases fueran clases graduadas. Mis estudiantes, los que resisten la explosión de las metáforas y de los conceptos, viven ante lo inimaginado, ante lo insospechado, ante lo intelectual mismo. Mis estudiantes, los que abandonan lo fraudulento de una universidad en crisis, aprenden a conceptualizar. Aprenden a descomponer, a desmontar los textos, a serlos. Lo materno, lo femenino mío, me dio el ser de la subversión de todas las cosas. El ser es la casa de la madre. Y la madre, subversivamente, y pese a sus “equivocaciones” conmigo, es también la casa del ser. Mi padre se alejó demasiado pronto de mí. Me impidió ser el excelente jugador de baloncesto que yo era. Me impidió ser el presidente de la clase graduada de 1963 en la Gabriela Mistral; y me impidió la posibilidad de perder en la postulación hacia dicha presidencia. La figura masculina la determinó la presencia de mi abuelo, el Rev. Ángel Acevedo Ruíz. Sus treinta y pico de años de pastor evangélico fueron impresionantes para mí. Me enseñó, sin decir una sola palabra, la experiencia de la verticalidad. Me enseño que la poesía es una experiencia radical. Es una apuesta de todo el ser que se es, el ente mismo. Me exigía, sin pedírmelo, escribir el todo. Este todo era la nada misma del lenguaje. La poesía es el discurso de la orfandad, del desamparo, de un suicidio suspendido (ante la “ausencia” de Dios). Podemos decir vallejistamente que la mente se le ha cruzado al corazón.
Rey Andújar--Sin embargo usted se escribe bastante a sí mismo. ¿Qué puede decirme de la autoficción? Al parecer la postmodernidad abraza firmemente esta propuesta.
Yván Silén--Para contestar esta pregunta tendrías que leer La poesía piensa o la alegoría del nihilismo en donde establezco una crítica radical a la postmodernidad, al nihilismo, a la despolitización. Una de las cosas que he sospechado es que la generación del “80” me ha leído más de lo que yo sospechaba. De que viven un poco bajo mi pobre influencia. Pero si me “autoficciono”, cosa que no creo, no lo hago con la memez de Rafa Acevedo. No “teorizo” sobre la autoficción como lo hacen otros, sino que la soy. Precedo a Pessoa; lo “influí”. Mi ineditez me fascina. Pero sé que cuando me sueño no me ficciono, sino que me enjuicio. El inconsciente me muestra sus poemas, su teatro, sus fragmentos de películas. Mi inconsciente no es una “fábrica”, ni un “laboratorio”, ni un “taller”, ni esa escatología de la filosofía europea. Quiero saber todo el peligro de ser que soy; quiero saber quién es el poeta Maestro, el aëdeísta que me guía budista y espiritistamente, el poeta que me orienta políticamente contra la política y esquizamente contra la vulgaridad de la colonia y de esa postmodernidad que no deja de ser un fracaso. Pero no te voy a adelantar nada de lo que es ese ensayo. Sólo te voy a decir que la crítica de dicho texto es dura. Porque con excepción de Félix Córdova, Joserramón Meléndez, Luis Felipe Medina, Angel Rosa Vélez, Juan Gelpí, la mayoría de la crítica no hace otra cosa que regodearse o masturbarse en lo “mismo” que no existe. Por otro lado, tendría que preguntarte: ¿Son Gregorio Samsa, José K, o K., Franz Kafka? Obviamente, no. Entonces, ¿por qué tengo que ser yo Ivánoskar? ¿Por qué tengo que autoficcionarme y no autoserme? ¿Cuándo me robé yo el cuerpo de mi madre? ¿Cuándo le aserruché las piernas? Esas conclusiones “antisociales” son la ebriedad de una crítica que yace a la deriva; una crítica que no sabe cómo se llama. Una crítica que está despolitizada y que está espiritualmente sodomizada. Esto no quiere decir que el autor no-sea sus personajes, que no los ame. Hay, pues, una ternura irónica entre mis personajes y yo (entre Filí-Melé y yo, entre Jesús y yo, entre Julio y yo, y entre Autores y yo). ¡Estoy tentado a ser! ¡Estoy tentado por el ser!...
Rey Andújar--A usted le tienta el riesgo: Filí Melé, luego Jesús, La novela de Jesús,… antes de eso, El pájaro loco, los ensayos de El llanto de las ninfómanas, Los ciudadanos de la Morgue, La rebelión, La biografía, La casa de Ulimar, Los narcisos negros (cuentos), Las muñecas de la Calle del Cristo y Cátulo o la infamia de Roma (que está por publicar la editorial Terranova).
Yván Silén--Sí, yo soy el riesgo de ser. Esto te lo digo con la “humildad” más espantosa. Cuando escribo o desescribo no soy el que toma café con los poetas, con los filósofos, con los vagabundos o con los estudiantes. Cuando escribo soy el delictivo de los desvalores imperantes. Cuando escribo soy antinihilista. Cuando escribo entra en función una lógica rigurosa. (Los políticos no toman café conmigo, porque los políticos me temen.) En todos mis textos apuesto un poco de mi salud mental. Apuesto mi estabilidad emocional, me pongo en juego y vierto mi alma en una comunión desesperada. En cada uno de mis escritos me cristo y me alucino lingüísticamente.
Rey Andújar--En una entrevista con Félix Córdova Iturregui usted critica al sujeto que no admite su condición de colonizado. ¿Desde dónde propone usted la lucha? Es imposible negar que el tiempo ha pasado y las pasiones son otras. En la República Dominicana esto se dio drásticamente en la generación de los ochenta [Balaguer], que ahora se encuentra en el poder. ¿Cómo se manifiesta esta negación en el quehacer literario puertorriqueño?
Yván Silén--Lo que hay que entender es que Puerto Rico es un país intervenido, invadido militar y económicamente y que hoy por hoy está padeciendo yanquistamente el hechizo de una demokracia fraudulenta. De una demokracia impuesta que nos corroe, nos corrompe y nos idiotiza en la ilusión de que somos nosotros los que deseamos el báratro. Es esta demokracia avérnica en donde el puertorriqueño ha perdido su razón política de ser. Porque su política se le ha convertido en el simulacro de una entidad impuesta a través de las escuelas católicas y protestantes, a través de las iglesias y a través de un seudo-Estado que conspira cultural, lingüística y constantemente contra la nación que somos. Esta realidad, esta tragedia psicológica de ser, no permite que Puerto Rico pueda ser comparado ni con Cuba ni con Dominicana. Porque Puerto Rico posee su propia historia de no-serse, su propio no-ser de “su” historia, su propia agonía, su propia gravedad, su propio “entierro” y su propio horror a los cuales la mayoría de los escritores “puertorriqueños” le han dado la espalda. La mayoría de estos escritores creen patética, cobarde y demokráticamente que pueden salvarse, aunque Puerto Rico se pierda. Estos escritores de lo ingenuo (de lo “imbécil”), de la “felicidad”, del entretenimiento, del “performance” y de la “fama”, creen que pueden ser “felices” en el orco. Pero, ¿qué ha sucedido entonces? ¿Los postmodernos sosian? ¿Repiten el pensamiento europeo casi hasta desaparecer en ello? ¿No son éstos los personajes de Plauto? ¿No son éstos los polichinelas de la demokracia? ¿No son éstos los que celebran el maestricidio? El asesinato del maestro paradigmático es el intento de realizar también el poeticidio. Los marca, entonces, el intento de escapar no sólo a la poesía (¿qué es?), sino el intento de escapar al encuentro con el poeta (¿qué soy--¿cómo soy?--¿qué te parezco?). ¡El poeta (se) inmoraliza! Esta inmoralidad de la poesía es la gran equivocación de Eugenio María de Hostos contra Goethe, contra Hugo y contra Byron. La sociología no salva a la poesía, ni salva a la belleza. “El sátiro sordo” no salva a Orfeo. “El rey burgués” termina por cosificar al poeta.[4]
Rey Andújar--En la casa de Vanesa Droz hay un afiche de un festival internacional de poesía, me parece, celebrado en Puerto Rico hace ya tiempo, ahí está su foto con los poetas más representativos de su generación. ¿Cuál es su relación con sus homólogos?
Yván Silén--¿Quiénes son mis homólogos? Ustedes son mis homólogos. Los que están escribiendo ahora conmigo lo son. Los escritores latinoamericanos y españoles que no me conocen, que no me han leído todavía también lo son. Estamos a la espera de los encuentros. Estamos a la espera del haber mismo. El proceso no es infinito. El silencio no es absoluto. Los que me resisten, los que me exilian, caerán jericosamente. Pero si te refieres exclusiva y equivocadamente a los puertorriqueños, ignorando mi influencia sobre los poetas latinoamericanos que me conocen, entonces te diré que mi relación con ellos es políticamente conflictiva. Creo radicalmente, creo sermente, en la guerra cultural. Creo en las banderillas culturales del lenguaje español-puertorriqueño contra la cultura yanqui del inglés, ante la cultura española del castellano y ante el resto de la cultura latinoamericana que somos. Desde el año de 1872 en que se publica Póstumo, el transmigrado, y ante la crítica antipuertorriqueña de Menéndez Pelayo a dicha novela, Puerto Rico irrumpía y hallaba originalmente su forma de ser, pero la cultura oficial de aquel entonces no podía soportar la literatura de una de sus colonias que olía a subversión y a sangre. La peregrinación de Bayoán; Póstumo, el transmigrado y Póstumo, envigineado eran demasiado para el status quo de la metrópolis que tenía también que enfrentarse a Cuba. Los españoles criticaban a Póstumo y los puertorriqueños abandonaban a Tapia y Rivera.
¿Homólogos, dijiste? La homonimia no existe. El nombre, el poeta, no nos iguala. La semejanza es un espejismo. No hay tocayidad. No existe el “mismo” orden. No hay sinonimia en el poeta. No hay semejanzas. El espanto, la diferencia, el ser es y tiene que ser total. El “seres” es un absoluto. Nadie podrá ser el yo (del Legión que soy). La semejanza es un crimen, es un robo, un asalto para despolitizar al poeta. “Mi” generación me abortó, porque yo la había abortado primero. No hablábamos el mismo lenguaje; no éramos el mismo lenguaje, porque yo traía una visión de mundo, terrorífica, antiyanquista, que me había otorgado Nueva York. Me hastié de Nueva York y me lancé a la nada. La Nostalgia me devoraba el corazón. Regresé a Puerto Rico. ¡El país no existía; se anexionaba (2008)! “Rompí” con Puerto Rico y continuaba rompiendo con la experiencia de la nada. ¡Metapuertorriqueñizaba! ¡El canallismo era imposible! El nihilismo de los escritores del patio era y prosigue siendo europeamente reaccionario. La demokracia se develaba como reaccionaria. Yo los perturbaba y no he dejado de perturbarlos. Dios era irónico. Dios irrumpía sardónicamente extraño. El ser que somos (el ser que soy) no puede ser de otra manera. No se rinde. Dios se burlará de los invasores. ¿Homólogos, dijiste? ¡Creo que no! No seré dócil. No seré colaboracionista. No asumiré la domesticación. A este pueblo le quedan dos opciones esquizas: la guerra (la huelga de hambre, la desobediencia civil) o el suicidio. Pero la guerra siempre será digna! (¡El suicidio será preferible a la “esclavitud” demokrática!) La república es y tiene que ser la hipótesis radical de ser. Algún día llegarán las huestes de la libertá y del terror. Algún día seremos esencialmente libres. ¡Mi poeta es celote!...
Rey Andújar--Y con los más jóvenes, cómo le va.
Yván Silén--Dialogamos; creo que el diálogo es posible. Ellos me leen y yo los leo. Ellos murmuran entre ellos y me critican; yo los enseño en clase y los critico. Los textos (Lalo, Font Acevedo, Vázquez, Pérez, Pagán, Santos-Febres, Capiello, Franco-Steeves, López Azur, Villanueva, Braschi, Andújar, La Torre, etc.) acontecen. Pero con algunos de ellos no hay diálogo, el diálogo no es posible por la razón que sea. ¿Celos, envidia, seudo poder, “mala arrogancia”? (Sonrío.) Algunos dejan de hablarme, otros dejan de saludarme, dejan de escribirme (o sólo lo hacen cuando yo me comunico con ellos). Se comunican cínicamente por cortesía. Otros me amenazan. ¿Cómo no reírme de Teseo? ¿Cómo no burlarme y cómo no “atacar” si mi laberinto es minotáurico?
Rey Andújar--Sé que lo nuevo es la publicación de los textos poéticos de Cátulo. ¿En qué más está trabajando el laboratorio de Silén?
Yván Silén--El “laboratorio” de Yván Silén no está trabajando en nada, porque el “laboratorio”, como te dije, no existe. No sé por dónde va el poeta. No sé cuándo me va a visitar radicalmente y cuándo lo voy a recibir en la misma radicalidad. Hay varios textos incompletos que tenemos que terminar: El escritor (novela), La poesía piensa (ensayos), Meshugga (cuentos) y El alacrán de la muchacha (poesía) entre otros. El desafío ensayístico, antifilosófico, novelístico está sobre la mesa. Hay, además del mencionado, dieciocho poemarios inéditos aguardando la imposibilidad de ser ellos, de escapar al odio. La censura no me dejará pasar. Porque es escandaloso que los cristianos me inquisicionen, que me “silen/cien” (cien veces menos o cien veces más), que me “excomulguen” porque mi lira de Orfeo los perturbe. Porque mi Jesús del escarnio resulta ser tan oscuro como el Jesús de los celotes. Las nuevas generaciones me paranoian, porque sospechan que soy un león suelto, un león herido, un Heráclito. Sigo afirmando como decía en 1985 que ¡el poeta no tiene precio! Sigo afirmando, aunque algunos poetas latinoamericanos quieran robarme el “slogan”: ¡Orgasmo, luego, existo! ¡Poeta, luego, existo!
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1 de abril del 2010
Puerto Rico
[1] Véase Martin Heidegger.
[2] Véase Platero y yo de Juan Ramón Jiménez.
[3] Pensemos entonces en Así habló Zaratustra, en La metamorfosis, en Ficciones, en Los hermanos Karamasov, en Trilce, en Prosas profanas, en Una temporada en el infierno, en Cristo de nuevo crucificado, en Los poemas de Filí Melé, en Muerte sin fin, en Werther, en Pedro Páramo, en Cien años de soledad, en Rayuela, en Ana Karenina, etc.
[4] Véase Azul.