Cada año, la designación del Nobel de Literatura provoca expectativas y quinielas. Este año, la escogencia de la rumana, Herta Müller (1953) ha generado incertidumbre en algunos sectores. Sin embargo, al leer dos de sus obras destaca, tanto su calidad literaria como la valentía de su voz narrativa, sin ataduras.
Ella ha centrado sus relatos a favor de los débiles, los desheredados, las minorías étnicas y, sobre todo, su vehemente y vigorosa voz está a favor de la libertad integral del ser humano, en cualquier parte de la aldea global, así como su lucha personal contra las dictaduras. Ella ha sido víctima de éstas, tanto es así que debió abandonar su país.
"Cuando una vida humana ha sido más corta que la de una dictadura, esa vida ha sido robada por el Estado" ha dicho la narradora rumana. Con esa rotundidad y con un pensamiento a favor de la libertad del individuo planetario, Herta Müller no ha sido una voz complaciente para algunos círculos.
Una vez enterado de su designación, escribí un correo electrónico al poeta español Francisco Cenamor, quien gentilmente rastreó los libros y encontró dos de ellos en la librería Punto y Coma, en Leganés-Madrid. De esa manera, dichos ejemplares han de ser de los primeros en Costa Rica.
Además, me di a la tarea de dar seguimiento informativo a través de Internet, lo que me llevó a contactar con el escritor Javier García-Galiano, especialista en literatura alemana, quien manifestó: “me resulta muy grato que una nota periodística mía le sirva a un lector para descubrir una obra como la de Herta Müller, que a mí me sorprendió hace diez años, cuando el Goethe-Institut me invitó a presentarla en una lectura que sostuvo aquí, en la Ciudad de México”.
La lectura que he realizado a dos de sus obras, a saber: “En tierras bajas” (1990) y “El hombre es un gran faisán en el mundo” (1992), Ediciones Siruela, Madrid, 2007, traducción de Juan José del Solar, deja ver a una narradora con una propuesta de discurso, donde interesa lo inclusivo, la justicia. Sus 65 textos significan una toma de conciencia con los sufrimientos del ser humano.
Sus ejes temáticos reflejan la desolación, la dureza del desarraigo y los desplazamientos y la denuncia “Un soldado ve a la lechuza joven entre la maleza. Apoya el fusil en la hierba. Se levanta. La bala parte. Y da en el blanco. El muerto es el hijo del sastre. El muerto es Dietmar” (p. 102).
En la obra de Herta Müller, Windisch es el personaje que activa su discurso, porque “Desde que se propuso emigrar ve el final en todos los rincones del pueblo” (p.14). Sus textos muestran oraciones breves, predominio de narraciones omniscientes y estilo indirecto. Igualmente, gusta del cuadro descriptivo como eslabones puntuales para conformar relatos, donde se incluye, con gran propiedad, los planos de lo cotidiano necesario.
La narrativa de Herta Müller incorpora a los segmentos sociales menos favorecidos: campesinos, peleteros, molineros, pastores, sastres, tractoristas, carniceros, ancianos, sepultureros, carpinteros. Todos ellos luchan contra las instancias de dominación política y económica. Esos planos disímiles se ven reflejados en su obra como un fresco de gran crudeza, donde se critica un estado en descomposición: sobornos, abusos, vejaciones, corrupción…
A pesar de ello, la familia lucha por mantenerse unida, pero las condiciones sociales imperantes las van acorralando. En el mundo discursivo de la escritora rumana, hay recurrencia a una estética del vacío, de hecho, esa palabra se menciona muchísimas veces, con un sentido de tristeza, pérdida y desolación “Pronto estaréis libres de nosotros” (p.71). Además, narra el calvario kafkiano para obtener un pasaporte que les permita emigrar y todas las implicaciones de corrupción y agresiones como norma institucionalizada “Es como si nunca hubiéramos vivido aquí” (p. 117).
Se denuncia con frontalidad nostálgica una temática angustiosa para el ser humano “Ya sé que las despedidas son dolorosas…Es como estar otra vez en la guerra… Uno parte y no sabe cómo ni cuándo ni si regresará” (p.112).
El juego discursivo de la autora rumana no da margen a ambivalencias. Es frontal. Su crítica es fuerte, irónica, como puede leerse “En tierras bajas”: “La cruz más grande es la cruz de los héroes. Es más alta que la capilla. En ella figuran los nombres de todos los héroes de todos los frentes y de todas las guerras, incluso los de todos los desaparecidos, que en el pueblo se llaman deportados” ( p.162).
En este cosmos narrativo se observa la involución de los personajes, consecuencia directa de un orden represivo, violento e irónico. En “El gallo ciego” se ejemplifica las garras de los abusos contra la gente humilde y “La gran casa” denuncia los tentáculos del estado impersonal, que interviene a su antojo en la vida de los seres humanos.
Sus relatos significan una apuesta fervorosa con la libertar integral del ser humano, se aborda la condición del extraño en su propio mundo, tal es el caso de los excluidos “Nadie me mira. Todos no son más que espaldas y talones y lazos de delantal y puntas de pañuelos. Todos callan. Y aún hoy siguen callando, pero me excluyen” (p.145).
La narradora galardonada denuncia la pérdida de los bienes materiales de la población “Algunos campesinos dicen que después de la estatización, que en el pueblo se llama expropiación, no ha vuelto a haber una cosecha de verdad” (ETB, p.158). Sus abordajes no incluyen temas recurrentes en otros autores.
La voz rumana de Müller es una apuesta contra la opresión. El ser humano debe ser más importante que cualquier ideología.
miguelfajardokorea@hotmail.com