En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



jueves, 16 de enero de 2025

Maria Șarpe, un puente entre culturas y siglos

 

Maria Șarpe


Maria Șarpe, un puente entre culturas y siglos

 

 

El pasado 11 de enero de 2025, la localidad de Dobrosloveni fue testigo de un destacado evento cultural que combinó la literatura y la promoción del patrimonio local. La poeta Maria Șarpe presentó sus tres volúmenes de poesía: "Miraj", "Carisma Iubirii" y "Deja-vu în alb și negru", en una triple presentación de libros que atrajo apasionados de la cultura y residentes locales.

La ceremonia tuvo lugar en el Centro de Información y Promoción Turística de Dobrosloveni y contó con la presencia de figuras destacadas, como Gabriel Vlăduț, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Dolj y miembro de la Unión de Periodistas Profesionales de Rumanía, y el escritor Corneliu Colpacci. Además, el Cluster Bio Oltenia, que apoya el desarrollo del segundo brand local en la región, desempeñó un papel esencial en este esfuerzo.

Tras varios años residiendo en los Países Bajos y París, Maria Șarpe decidió regresar a su tierra natal para compartir sus obras poéticas con la comunidad local. Sus poemas, que han sido apreciados tanto a nivel nacional como internacional, reflejan una profunda sensibilidad y conexión con sus raíces. La autora expresó su gratitud hacia todos los participantes y destacó la importancia de preservar y promover la historia y cultura locales.

El evento también incluyó la conferencia "Creación de una marca local", centrada en la promoción de la ciudadela Romula Malva como un símbolo del patrimonio histórico de la región. Esta antigua ciudad, situada en la orilla del río Olt, fue una colonia romana establecida bajo el emperador Adriano en el antiguo asentamiento geto-dacio. Romula Malva no solo servía como fortaleza, sino que también representaba una fusión armoniosa entre las tradiciones dacias y la elegancia romana, actuando como un puente entre culturas.

La conferencia subrayó la necesidad de desarrollar una identidad local sólida que pueda atraer turismo y fomentar el orgullo comunitario. La iniciativa de Maria Șarpe de vincular su obra poética con la promoción de Romula Malva ejemplifica cómo la literatura y la cultura pueden desempeñar un papel crucial en la valorización del patrimonio local.

Este evento en Dobrosloveni no solo celebró la riqueza literaria de Maria Șarpe, sino que también puso de relieve la importancia de iniciativas culturales que buscan revitalizar y promover la historia local, asegurando que tesoros como Romula Malva sean reconocidos y apreciados por las generaciones presentes y futuras. Maria Șarpe cuenta con el apoyo en todos sus esfuerzos, del alcalde de la comuna de Dobrosloveni, Gheorghe Tudorașcu, un hombre que comparte sus ideales e ideas y junto a quien puede reconstruir, ladrillo a ladrillo, una ciudadela dejada en ruinas.

Es posible que Maria Șarpe, con su elegancia, talento de reinventarse y refinamiento, sea la Romula Malva en carné y huesos, de nuestros días.







miércoles, 8 de enero de 2025

La sustancia poética de Ahora es de noche y tú no tienes nombre. De nuevo la trascendencia sin concesiones de André Cruchaga



La sustancia poética de Ahora es de noche y tú no tienes nombre. De nuevo la trascendencia sin concesiones de André Cruchaga

José Siles

Catedrático Universidad de Alicante. Facultad Ciencias de la Salud (España)

 

            André Cruchaga (Nueva Concepción-Chalatenango, 1957), es una persona que rebosa humanismo por los cuatro costados. Su vida, tan compleja y llena de matices como su poesía, es, en cierta medida, el resultado de un amplio compendio de actividades y dedicaciones, la mayor parte dedicadas a su faceta pedagógica en enseñanza media y universitaria: docente, gestor educativo y, sobre todo, un esteta que ama el lenguaje y lo emplea sin complejos para transformarlo en arte…arte de la palabra como un artesano de la sublimación expresiva. Cruchaga, salvadoreño y ciudadano del mundo, inició su andadura literaria en la década de los noventa. Lo hizo a conciencia, pues se dedicó a escribir de tal forma que, casi sin percatarse, acabó siendo abducido por la poesía hasta un punto de dedicación colindante con la exclusividad. Su memoria, experiencias, sensibilidad, intuición e inteligencia, a partir de dicha década (tal vez mucho antes, pues estas cosas connaturales no se improvisan), se pusieron a disposición de una creatividad insólita mediante la que este singular poeta comenzó a drenar sus pulsiones otorgando a la poesía la potestad de erigirse en su válvula de escape estética, su salida al mar para verter tamaño acopio de impresiones, emociones y sentimientos acumulados a lo largo de una vida vivida sin carencia de intensidades y tensiones.

Poeta ubicado entre la hipermnesia y el olvido: La obra del poeta salvadoreño es tan dilatada que parece como si hubiera sido “bendecido” con una buena dosis de hipermnesia, una afección que le permite recordarlo todo a costa de mantenerse en un estado de vigilia perenne manteniendo activa y sin descanso alguno su atención. Borges, en su “Funes el memorioso” describe como Ireneo Funes recuerda hasta la extenuación todo lo acontecido…hasta el último detalle, lo que puede resultar extremadamente agobiante. Esta incapacidad para el olvido o la desmemoria, se debe al insomnio que padece debido a un accidente que le impide tanto conciliar el sueño como crear parcelas de olvido para purificar su memoria (Borges, 1988). Tal vez Cruchaga sea un poeta insomne o sonámbulo, que es capaz de mantener activas de forma continua todas sus capacidades perceptivas al servicio de la memoria con el firme propósito de que no se le escape nada de lo que ocurre y se almacene convenientemente en su depósito de retentivas. Así, nos encontramos que el sonambulismo está presente en diferentes poemas: “Rebelión de sombras”, “Muelle de pañuelos” , “Tierra difusa e irreal” o  “Ábaco de sombras”. Cruchaga, se sirve de la poesía para drenar los sentimientos que se acumulan en su hospitalaria memoria, siempre dispuesta a dar asilo a los ecos de sus experiencias vividas, soñadas o imaginadas. Sí, es posible que la asociación entre experiencia vivida, recuerdo de la misma e intuición hayan sido los pilares sobre los que se ha cimentado la talentosa y prolífica poesía de Cruchaga, una poesía que se involucra, a pesar de esta aparente hipermnesia,  en el olvido con el propósito de purificar el paisaje donde —como en los relojes blandos de Dalí—[1] el sustrato lírico vence al tiempo cronológico manteniendo vigente una insultante juventud que le permite desarrollar una lírica tan profunda como extensa. Estas alegorías del olvido, esencial para enriquecer la memoria tal como sostenía Nietzsche (1999), aparecen en diversos poemas de este nuevo poemario: “Escarcha en la bahía”, “Ché la diritta via era smarrita”, “Turbiedad del tiempo nuestro”, “Sumario de la materia”, “Estertor de la sangre”, “Ábaco de sombras”, “Corazón de epifanías”, “Ahora, esto es la vida”, “Arqueología del tiempo indefinido”, etcétera.

Para avalar el carácter prolífico de André Cruchaga basta con echar una mirada a su amplia obra de alcance internacional (ha sido traducido a nueve idiomas hasta la fecha con varias ediciones bilingües) más de una veintena de poemarios, entre los que destacamos: “Alegoría de la palabra” (1992), “Memoria de Marylhurst” (1993), “Visión de la muerte” (1994), “Enigma del tiempo” (1996), “Roja Vigilia” (1997), “Rumor de pájaros” (2002),” Oscuridad sin fecha” (2006), “Pie en tierra” (2007), “Caminos cerrados” (2009), “Viajar de la Ceniza” (2010);  “Poeta en Barataria” (2010), “Cielorraso” (2017), “Balcón del vértigo” (2014), “Lejanía” (2015), “Viaje póstumo” (2015), “Via lliure” (2016), “Ars moriendi” (2018), “Motel” (2018), “La experiencia de vivir” (2018), “Cuervo imposible” (2019), “Vacío habitado” (2019), “Huidobro redivivo” (2019), “Lejanías rotas” (2020), , “Antípodas del espejo” (2021),  “Umbral de la sospecha” (2023), “Precariedades” (2023), “Metáfora del desconcierto” (2023), “Camino disperso” (2023), “Travesía de la muerte” (2023),  “Invención de la espera” (2024), “Cadáver Baudelaire” (2024),  “El hijo de la estación de trenes” (2024), etcétera.

El reincidente Cruchaga nos vuelve a sorprender con un nuevo poemario: “Ahora es de noche y tú no tienes nombre[2], una obra integrada por 125 poemas en los que el poeta salvadoreño vuelve a tratar esa vasta y variada temática cuyo arco cromático oscila entre el oficio de vivir, el tiempo, la nostalgia por un pasado que se obstina en mantener su huella en el presente, atisbos  de incertidumbre, piadosa barbarie que nos devuelve al atávico primitivismo, ausencias, vacíos y presagios, injusticia, incomprensión  y, obviamente,  el heideggeriano misterio insondable de la muerte. Sin embargo, el tono de intuitiva contención que mantiene el poeta nos acerca a la idea —si no de aceptación— sí de constatación, a pesar de todo, de la conciencia de vivir plenamente.

Una de las constantes que se mantienen vigentes en este nuevo poemario es su originalidad, una capacidad para innovar: “(…)  tan natural que deslumbra casi sin querer, confiere a sus versos (y a su prosa poética) la trascendencia desnuda en sí misma, sin los abanderamientos tendenciosos ni artificios baldíos; tal como hacen los grandes escritores que no necesitan mutilar la realidad para hacer más fácil la comprensión de las contradicciones de la vida (…)”. (Siles, 2024, 331). Otra de las características que constituyen las señas de identidad de André Cruchaga consiste en su acercamiento a las raíces de la realidad poética, allá donde anida la trascendencia, con una clarividente perspicacia omnipresente en este poemario.

Entre la cadena de inmutables condiciones de la poesía cruchaguista, hay que destacar su indiferencia y autonomía respecto a las tendencias poéticas vigentes, poco dadas al radicalismo trascendente y más inclinadas a borborigmos pirotécnicos ventoseados desde planteamientos tan tradicionales como intelectualmente insustanciales (Ortiz, 2019). La radicalidad cruchaguiana se revela, por ejemplo, en la enorme preocupación por la ausencia de identidad, en esa oscuridad sin nombre (en alusión al título de este poemario), que esta poesía delata conservando las inconfundibles señas de identidad, manteniendo con firmeza y resolución una serie de líneas maestras que cimentan su obra.

Sin ánimo de etiquetar[3],  tal vez la denominación más apropiada para describir la poesía cruchaguiana con el menor artificio posible sea el concepto: “poesía humanista y sensorial” (Siles, 2019).  El humanismo poético de Cruchaga se revela, además de centrar el arte de la palabra en la persona, en las diversas fuentes de las que bebe su poesía: creacionismo, ultraísmo, absurdismo, etc. Las influencias de Cruchaga son inabarcables para el que suscribe (y para cualquiera que no sea el propio poeta), pero, por ejemplo, resulta nítida la influencia de Vicente Huidobro quien equiparaba el arte poético al ejercicio divino, dotando así a su poesía todo el potencial creativo inherente a la libertad de los dioses.

Otra de las constantes de Cruchaga la constituye su recurso a la sinestesia (polisensualismo)[4], la metáfora y el simbolismo; siempre empleados como cargas de profundidad para desenterrar las raíces más ignotas de la experiencia. Además del mencionado Huidobro, tanto la sinestesia como el creacionismo se pueden percibir en la obra de otros poetas que también han influido en la vida del salvadoreño:  Juan Ramón, Quevedo, Vallejo, Alexandre, etc. (Ynduraín, 1969; López Martínez, 1991; Córdoba et al, 2012).

Tanto el carácter sinestésico de esta poesía como su progresiva decantación hacia una creatividad ilimitada o divina, denota también una vinculación con el enfoque cuántico (al final todos somos fotones, luz, energía en un eterno baile o trasiego) y con la dimensión fractal de la palabra como mecanismo de superación de las limitaciones impuestas por la realidad (Durán, 2017; Martínez Simón, 2018). En “Rebelión de sombras”, Cruchaga explora la capacidad del lenguaje para crear nuevas realidades describiendo su entrada a "vestiduras que no tienen nombre" y su chapoteo "sin salir de los oscuros follajes de la hipnosis" (Cruchaga, 2025, 19). Estas imágenes sugieren la posibilidad de usar el lenguaje para crear espacios de libertad y resistencia dentro de un mundo opresivo. De forma que en "Ahora es de noche y tú no tienes nombre", el poeta insiste en la sinestesia como un adicto a la recurrencia de tal recurso para evocar una atmósfera de desolación, pérdida y desarraigo que, empero, no implica desapego a la existencia, sino más bien, una superación desde el más íntimo plano del poeta.

La obra está colmada de ejemplos de sinestesia, donde los colores se escuchan, los sonidos se palpan y los olores se visualizan. En el poema “Ruido y furia” de resonancias faulknerianas, Cruchaga emplea la expresión "aroma quemado” que se mezcla con la sensación visual y táctil de "arder". “(…) sino en el aroma quemado que arde después de leer los gritos duplicados del regazo (…)” (Cruchaga, 2025, 11). Asimismo, en  “La tierra de los adioses”, el color "amarillo" se asocia al sonido de los "gritos", creando una imagen disonante y perturbadora: “(…) esa catarata de sangre en la boca y sus límites amarillos/ de locura suspendida en la ferocidad de un nombre (…)” (Cruchaga, 2025, 76). En “Es de noche y tú no tienes nombrereaparece la sensación visual de las "sombras" fusionándola con la sensación táctil de "recorrer" el rostro: “(…) Sientes que solo hay sombras que recorren tu rostro y no alcanzas a ver qué es lo que refleja el espejo quemado (…)” (Cruchaga, 8).

En el poema “El ruido del poniente”, el sonido se describe como algo "amargo", mezclando los sentidos del oído y el gusto: “(…) El ruido amargo del poniente es eso: una perversa ventana de rodillas que hace de la angustia su propio talismán (…)” (Cruchaga, 2025, 45). En “Criptas erigidas por la memoria”, la lengua se describe como "sórdida", mezclando el sentido del gusto con un juicio moral: “(…) He aquí en las postrimerías del tiempo unas llaves oxidadas/ pateando el frío de la lengua sórdida de Lázaro.” (Cruchaga, 2025, 93). Así, se observa como mediante la sinestesia, Cruchaga logra transmitir de manera poderosa las emociones y sensaciones que impregnan la obra, dado que el lector no solo lee sobre la tristeza, el dolor y la desorientación, sino que las experimenta sensorialmente a través de las imágenes sinestésicas del poeta. En definitiva, el recurrente recurso a la sinestesia se convierte así en una herramienta fundamental para la construcción del significado y la atmósfera del poemario.

En “Ahora es de noche y tú no tienes nombre”, Cruchaga, explora la condición humana a través de imágenes de oscuridad, soledad, abandono y pérdida de identidad. Los poemas, escritos en un lenguaje poético y denso, se centran en la búsqueda de un nombre propio en medio de la áspera experiencia de no pertenencia donde se perciben sentimientos motivados por la incertidumbre y la fugacidad del tiempo. Asimismo, en este poemario, a poco que se lea entre líneas, se aprecian diferentes tipos de angustia y vacío descritos mediante un acertado y muy original uso de la metáfora y la alegoría, como instrumentos para mostrar simbólicamente esa lucha eterna que desde Virgilio constituye el incesante combate en aras a encontrar un lugar en el mundo y la búsqueda de sentido en medio de la fragilidad y la desilusión (Broch, 2019).

De manera que, desde estos sentimientos de inexistencia, tales como: silencio, oscuridad, pérdida de identidad y muerte; Cruchaga ya alude a la muerte, a la pérdida de identidad y a la inmersión en la oscuridad.  Nos encontramos de bruces con la "materia en penumbra del silencio" y "rostros mortuorios" que no tienen nombre. La noche, además de la oscuridad, simboliza la muerte y la incertidumbre. En “La Memoria Siempre y Sus Descreencias", la muerte se presenta a través de imágenes como "sombras", "polvo y sollozos", "candil en desuso", "lecho convertido en monólogo", "escombro del éxtasis" y "manos sangrientas del despojo". La muerte, pues, se relaciona con el paso del tiempo, la pérdida de la inocencia y el deterioro de la memoria. En “Más Acá del Deseo y Más Allá de la Muerte", Cruchaga explora la búsqueda de sentido en un mundo donde la condición de mortalidad está omnipresente: "comensales de Leteo", "mugido de los mataderos", "espectáculo más avieso del deseo confinado a las estatuas", "bitácora de fosas y cadáveres", "piadosos esqueletos", etc.

Sin embargo, para verificar la parte positiva o no pesimista de este poemario, es conveniente recurrir a la clásica obra "El Ser y el Tiempo", de Heidegger, quien sostiene que la idea consciente de la muerte resulta sustancial para comprender el significado de la vida, pues tan solo cuando se asume tanto su precariedad y finitud como la inevitable certidumbre de su arribada, es posible su comprensión y hasta su aceptación. Todo ser humano es un ser arrojado a la vida para la muerte, por eso mismo somos para la muerte, pero esta conciencia de finitud, lejos de hacer caer al poeta en una desesperanza incapacitante, constituye una llamada a la vida de una forma significativa, intensa y profunda (Siles & Solano, 2007). La muerte, pues, es aceptada de forma serena y sin aspavientos  por el poeta salvadoreño, quien, asimismo, la concibe como la raíz oculta de alguna forma de eternidad, una variante de infinitud que solo se puede aprehender, al menos simbólicamente,  mediante los significantes que nos aportan las palabras (la fractalidad de las palabras en un entorno cuántico) dado que “el fuego el fuego está ahí remoto en la ceniza”: “Ya hemos remontado el árbol de sueños de la sombra del día./Y no hay nada más que hacer, aunque insista la risa/ en la memoria de este viajero tardío que camina contra el olvido./ (No se trata de adelantar o postergar las horas corrompidas,/ las significancias ulteriores de la batalla, ni resucitar una oblea/ de estatuas), sino de deshacer las estrías de nuestras manos,/ sino de recobrar la tibieza prometida./ Aunque caminemos hacia la muerte con nuestros nombres/ descarnados, el fuego está ahí remoto en la ceniza” (Cruchaga, 2025, 109).

Esta conciencia de finitud emerge en poemas como:  “Asimetría del azogue” donde Cruchaga reflexiona sobre una incertidumbre que cabalga a lomos de un oleaje de confusas oscuridades:  “Al ojo le vienen bien las sombras del horizonte, las páginas negras/ con su pelaje de tinta, los espejos enredados en las oscuridades./ Todo este trasiego de confusas oscuridades nos sitúa en el límite/ de las paredes, en la asimetría del azogue de las distancias./ Somos insignificantes en el agujero del féretro por más que muertos/ evoquemos la cuna tejida con azúcar respirada de las ingles (Cruchaga, 2025, 58).

En “Nadie somos”, además de mostrar los estragos que el tiempo causa en la identidad, nos previene para que no ensalcemos nuestro ego y controlemos con serena aceptación nuestra nimiedad, dado que nadie somos, y menos aún seremos cuando el tiempo haga su trabajo y pasen varios siglos y nadie tenga ya un hueco en su memoria para almacenar, siquiera, un resquicio de lo que fuimos. En esta misma idea centra el significado del poema “Invocación al tiempo” del poeta argentino Antonio Requeni: “Brizna de voluntad e incertidumbres, / temblor entre dos pausas infinitas. / Solo eso soy, un desamparo, un grito, / una segura muerte que te invoca/ en tanto tú me roes o acaricias”. (Requeni, 2017, 30). Cruchaga invoca al tiempo reconociéndole su capacidad para subordinar cualquier atisbo de propósito existencial al inevitable mugido del dios Cronos. Así, en Más acá del deseo y más allá de la muerte, el poeta salvadoreño nos previene sobre la despiadada insensibilidad del transcurrir de las agujas del reloj: “(…) Entre los comensales de Leteo, nosotros, el mugido de los mataderos/ abriéndose a los estragos del tiempo sin la necesaria compasión, /si acaso, la herejía de cuestionar el espectáculo más avieso del deseo/ confinado a las estatuas y la abstinencia de pezuñas y arrugas (…)” (Cruchaga, 2025, 17).

Otra constante presente en este poemario es la oscuridad, una negrura que aumenta la sensación de complejidad en los sentimientos que inspiran la poesía del poeta salvadoreño. El tiempo se hace oscuridad cuando cae la noche y Cruchaga En " Ahora es de noche y tú no tienes nombre", indaga sin descanso acerca de la complejidad del sentimiento partiendo de un enfoque poliédrico y sinestésico como única alternativa para abarcar la laberíntica magnitud de la existencia: “En lugar de simplificar las emociones, busca preservar su naturaleza compleja, explorando las múltiples facetas y profundizando en las raíces del ser poético. Cruchaga, como poeta sinestésico, va más allá de la percepción sensorial tradicional. Su poesía busca la trascendencia en cada acto perceptivo, utilizando una variedad de sentidos para despertar la conciencia del lector ante la realidad, incluso frente a la muerte” (Siles, 2017). Esto queda patente en el poema “Nadie somos”: “Nada es cuando la noche enronquece y nos deja solo la escarcha/ pululando entre las sombras pálidas de la luna. Junto a la amenaza, / también el paisaje se torna esquivo, imagen lejana, ahora, /de los jardines; monótonas arcadas nos rodean haciendo/del firmamento un abismo. Muy cerca del silencio, el corazón/ ennegrece de rojos trenes, signados por el cine mudo de los sueños” (Cruchaga, 2025, 65).

Quizás los aspectos de la vida que más cuesta entender son aquellos donde se alcanza la álgida intensidad de lo sublime. En lo sublime, sentimiento ecléctico donde los haya, se mezclan el dolor, el amor y el absurdo; por ejemplo, el padecimiento o el insondable misterio de la muerte, como alegorías que encierran el significado más sublime y trascendente de la existencia, como universo donde reside la especulación entre el ser, que es capaz de sentir dolor, amor y miedo; y la desamparada orfandad de todo esto cuando se deja de ser. Tal vez por eso mismo, la enigmática, cruda y fría belleza de la muerte, aunque sea prematura, atrae casi tanto como el terror que provoca lo desconocido en tanto que en lo ignoto puede caber cualquier destino…incluso el devenir de la nada (Siles & Solano, 2016).

En definitiva, Cruchaga se encuentra a gusto en el universo especulativo que le brinda la poesía. Así se puede comprobar en “Estación de especulaciones”: “Y había un ruego de cipreses y sedantes en aquella alegoría/ de parpadeos al azar: mientras sentía los mordiscos en la piel/ de una otredad de extraviados zapatos y guijarros,/ la boca devoraba todos los temores gestados en el escombro,/el crematorio de los pensamientos en el fuego encallado,/el pez pulcro en la última sonrisa enrarecida.(…) Hay muchas preguntas detrás de cada vida, mucha trama/ sin destejerse; ahora sabemos que lo nuestro fue muerte prematura,/que vivimos desheredados y con las manos vacías (Cruchaga, 2025,14).

Esta forma de enfrentarse sin remedos a la realidad, siendo plenamente consciente de la impotencia que provoca su limitada comprensión, constituye una de las características invariablemente presentes en la obra de un poeta que no se amedranta ni ante las restricciones sensoriales, ni mucho menos ante las estéticas.  Cruchaga despliega su subjetividad con una valiente serenidad: “(…) una subjetividad consciente de la incapacidad del ser humano para percibir el mundo en su enredada integridad, dado que estamos limitados a un reducido catálogo de posibilidades sensitivas: colores, sabores, olores, tactos y sonidos” (Siles, 2024). En definitiva, el poeta salvadoreño, creativo, intuitivo y especulativo, se vale de la poesía como herramienta que tritura las limitaciones sensoriales e intelectuales para desenterrar y hacer visibles las raíces más insondables de la experiencia.

En definitiva, Cruchaga, en "Ahora es de noche y tú no tienes nombre", describe la experiencia de la identidad y el anonimato como una lucha constante, un estado de pérdida y desorientación en un mundo hostil e indiferente.  A través de una serie de poemas, el autor explora las diferentes facetas de esta experiencia, desde la sensación de vacío y falta de arraigo hasta la angustia de vivir en un país marcado por la violencia, el odio y que tiene por bandera la mentira. Así pues, insiste en la pérdida del nombre como tema recurrente, simbolizando la ausencia de identidad y la disolución del individuo en la masa anónima.  Frases como "Ahora es de noche y tú no tienes nombre", "Nadie tiene nombre en este vocerío de ojos, ni un mapa de pretexto", y "Somos nadie en este país asolado por la peste del odio y la mentira";  reflejan de forma recurrente esta idea de anonimato que se percibe nítidamente en el poema que da título a esta obra: “Nadie tiene nombre en este vocerío de ojos,/ ni un mapa de pretexto./ Algún peñasco, entre bocanadas nos muerde. Nos derrama. / Nadie ha vuelto a casa porque somos apátridas de este vestigio/ de dolor que se llama país: en la claridad el páramo sumergido/ en el pecho como un uñazo de matorral tuerto (Cruchaga, 2025, 8).

Por otro lado, el poeta salvadoreño describe la experiencia de la falta de identidad como algo doloroso y deshumanizante vinculado a un anonimato que implica soledad, desesperanza y ausencia de sentido. Así se comprueba en un poema que parece un aviso a navegantes, “No entres aquí”: "En nuestros dientes cercenados se encienden cuchillos y peñascos de aullidos que golpean la tierra nuestra de cada día" (Cruchaga, 2025,7).  La falta de un nombre propio implica la negación de la individualidad y la reducción del ser humano a una mera cifra perdida en la inmensidad de un océano de letras donde la incertidumbre es tan inabarcable porque ni siquiera nos quedan ojos para observar. En “No tienes nombre, tampoco ojos” Cruchaga nos advierte:  “Ya no tienes nombre, tampoco ojos, ni país, ni certezas, ni aire,/entonces no puedes ver el infierno por la inanición/y el camino que se agita en las sombras/de la indiferencia prolongada del desencanto;/no posees cara para inclinarla sobre las mamposterías del atisbo,/solo esa dimensión de la noche conversando con tu cuerpo/ entre esfinges frías y confusas lavanderías” (Cruchaga, 2024, 35).

Sin embargo, el poeta no claudica y sigue insistiendo, buscando alguna salida que lo salve del absurdo. La búsqueda de la identidad se presenta como una tarea ardua y, en ocasiones, infructuosa.  El autor explora la memoria, los recuerdos y la historia personal en busca de un sentido de pertenencia y arraigo, pero a menudo se encuentra con la frustración y el desencanto. Así se observa en “Estación de especulaciones”:Siempre excavamos en la inercia de los onomásticos de los abuelos,/ en el cadáver de las epifanías y en la miseria de los techos:/nosotros siempre hemos sido nadie para respirar en el día/ y quizás por ello no tengamos derecho a un epitafio, si acaso,/solo a las flores marchitas de la tristeza, ahora profunda/en esta noche donde ha cesado el sueño./Hay muchas preguntas detrás de cada vida, mucha trama/sin destejerse; ahora sabemos que lo nuestro fue muerte prematura,/ que vivimos desheredados y con las manos vacías” (Cruchaga, 2025, 14)

La palabra como espejo del alma es otro símbolo recurrente que se corresponde con la identidad. La idea del espejo como imagen que se repite a lo largo del poema constituye un emblema de la identidad, y el reflejo del yo (o del nosotros como sociedad), en este caso, refleja una imagen vacía, fragmentada y desconocida. El mar como espejo aparece en el poema “Muelle de pañuelos”: “Este muelle en el que estamos es la danza cincelada de un infinito/ que supongo no sabe de mar ni de gaviotas, ni despojos./Aquí, anónimos en un derrotero de golpes y sonambulismo,/no diferente a mástiles ahorcados por las aguas del Pacífico./Nada podemos reclamar porque el espejo se ha convertido en bulto/de opacos tragaluces y peñascos./ Nos muerde la sal de la orilla y callamos en su juego de regazo (Cruchaga, 2025, 25). La misma metáfora del espejo surge como alteración o desordenada locura del reflejo especular en “Astillas del aliento”: “Danzamos siendo pasto de la noche, esbeltos como un grito/ en los dominios del fuego, tallados como el desquicio de un espejo:/la brasa borró las huellas del sueño a la velocidad/ en que se pierden las entrañas y cordura y la dignidad de ser alguien (Cruchaga, 2025, 26). En “Campanada a destiempo” Cruchaga emplea el símbolo del espejo como testigo mudo de una ceremonia transcendental donde, en un escenario desordenado y deprimente,  se constata la mortalidad como única certidumbre existencial: “Erguido el sudario de la locura en el espejo de nuestra consagración,/mortal y los demonios oscuros ahogados en el pecho,/no nos queda sino un laberinto de gritos en el fregadero/ de una ciudad envejecida y hollada de anemia,/de una ciudad colmada de fríos y pesadillas (Cruchaga, 2025, 30).

El autor nos invita en este poemario a cuestionar nuestra propia experiencia de la identidad y el anonimato en un contexto social y político complejo. Por ejemplo, en “No entres aquí”: “No. No entres a este país porque pueda que también te alcance/ el odio y embote tus sueños, igual que unos guantes del grito/ de los que no pueden vencer la tormenta./En nuestros dientes cercenados se encienden cuchillos/y peñascos de aullidos que golpean la tierra nuestra de cada día./ Una y otra vez queremos escapar de este abandono arqueado./Una y otra vez la boca en el barro,/la vida arrancada de sus cimientos” (Cruchaga, 2025, 7); o en “Es de noche y tú no tienes nombre”: “Ahora es de noche y tú no tienes nombre como tampoco lo tienen/  las estrías del aliento y la múltiple levadura de la noche” (Cruchaga, 2025, 8). Esta misma temática fue abordada por el poeta mexicano Jaime Sabines quien dedicó buena parte de su obra a la reflexión sobre la muerte, la ausencia de identidad y la soledad: “Los que tenemos frío de verdad, /los que estamos solos por todas partes, /los sin nadie” (Sabines, 2016).

Asimismo, nos encontramos con cierta resignación ante la falta de protagonismo de nuestras vidas que incluso se prolonga tras la arribada de la Parca “Estación de especulaciones”: “Uno se acostumbraba a esos pellizcos desalmados espaciándose/ con el laconismo de un lenguaje que no nos pertenece;/ a veces los maniquíes y los ataúdes tienen nombres exactos/ y rimbombantes, para nosotros sería un artificio de hipérbole./ Siempre excavamos en la inercia de los onomásticos de los abuelos,/ en el cadáver de las epifanías y en la miseria de los techos:/ nosotros siempre hemos sido nadie para respirar en el día/ y quizás por ello no tengamos derecho a un epitafio, si acaso,/ solo a las flores marchitas de la tristeza, ahora profunda/en esta noche donde ha cesado el sueño”.

De nuevo, la ausencia de nombre propio simboliza una profunda crisis de identidad, una desconexión con el mundo y consigo mismos. Así, en “Estación de especulaciones”, el poeta confiesa su vaguedad identitaria respecto  a un lenguaje que lo ignora: “Uno se acostumbraba a esos pellizcos desalmados espaciándose/con el laconismo de un lenguaje que no nos pertenece;/a veces los maniquíes y los ataúdes tienen nombres exactos y rimbombantes, para nosotros sería un artificio de hipérbole./ Siempre excavamos en la inercia de los onomásticos de los abuelos,/en el cadáver de las epifanías y en la miseria de los techos:/nosotros siempre hemos sido nadie para respirar en el día(…)” (Cruchaga, 2025, 14). Se sugiere que esta pérdida de identidad es un producto de la violencia, la opresión y la desilusión que caracterizan al "país" donde los personajes escenifican, bastante perdidos, sus existencias. De esta forma se manifiesta en Sobre la esperanza perdida: “Entre la muchedumbre despreciada, abandonamos de golpe el país;/al cabo sobre nuestros hombros llevamos toda la orfandad que sabe/a cuchillo, a una cárcel que se disputa nuestra boca e identidad” (Cruchaga, 2025, 55).

El contexto cultural y sociopolítico desempeña un papel importante en la configuración de la identidad y el anonimato.  El autor describe un país asolado por la violencia, donde el miedo y la represión  silencian las voces individuales y obligan a las personas a vivir en el anonimato; así se observa en el poema “Es antiquísima la lluvia”: En esta tierra de aullidos no tenemos nombre, solo el dedo que señala/y esconde su mano; antes en la almohada sentía tu aliento del retozo,/ahora es el miedo reluciente hasta en los bolsillos,/la noche como un tatuaje perverso de identidad./Sabemos que aquí no es sitio para nosotros sino para el desastre” (Cruchaga, 2025, 50).

Recapitulando, tras la lectura de “Ahora es de noche y tú no tienes nombre”,  nos damos de bruces con un Cruchaga que nos ofrece una reflexión profunda sobre la importancia de la identidad individual en un mundo que a menudo busca homogeneizar y silenciar las voces disidentes.  A pesar de la crudeza de la experiencia del anonimato, el autor deja entrever una pequeña esperanza: la posibilidad de encontrar la identidad en la conexión con otros seres humanos y en la resistencia contra la opresión. Así se evidencia en el poema Hemos ido dejando calles conocidas”: "En el clima afantasmado de las seducciones, los nombres de personajes del destiempo, el encanto tenebroso en palabras embalsamadas. Todo resulta huraño cuando se carece de un nombre." (Cruchaga, 2025,42).

En esta profusa reflexión se pueden destacar aspectos como:

 

- El peso del pasado y la memoria con sus recuerdos dolorosos, fracasos y pérdidas; se presenta como una carga pesada que dificulta la construcción de una identidad sólida en el presente.

- La fragilidad de la existencia humana: Los poemas transmiten una profunda sensación de fragilidad e incertidumbre ante la vida. La muerte, la violencia y el sufrimiento se repiten poniendo de manifiesto la precariedad de la existencia humana.

-La incesante búsqueda de sentido como raíz de inconformismo o rebeldía: A pesar del dolor y la desilusión, los poemas también sugieren una búsqueda constante de sentido en un mundo aparentemente absurdo e indiferente. El amor, la poesía y la conexión humana se presentan, a pesar de su fragilidad, como posibles fuentes de esperanza y redención..

-La soledad como experiencia consigo mismo (mismidad) como desdén social y, a la vez, refugio interior ante el abandono.  

-La pérdida de identidad y el anonimato constituyen los temas centrales en la representación de la soledad. El título mismo del poema, que hace referencia a la falta de un nombre, establece este motivo desde el inicio.  Esta falta de nombre se extiende a otros aspectos de la existencia, como el origen, la patria y el sentido de pertenencia.

- El autor utiliza la imagen del espejo repetidamente a lo largo del poemario. El espejo, tradicionalmente un símbolo de la identidad y el reflejo del yo, en este caso irradia una imagen vacía, fragmentada y desconocida.

-La noche se convierte en un espacio simbólico de la soledad, el abandono y la inoperancia. La oscuridad, la falta de luz y la presencia de sombras representan la incertidumbre, el miedo y la sensación de estar perdido.

-Las alusiones al deterioro y la decadencia, como la "tierra carcomida", "rostros mortuorios" y "ciudades despobladas" refuerzan la sensación de abandono y desolación.

-La ausencia de un hogar y la pérdida de la patria aumentan el sentimiento de aislamiento y desarraigo. El hablante se describe como un "apátrida" que vaga sin rumbo, sin un lugar al que pertenecer.

-La naturaleza a veces ofrece un escape momentáneo, pero a menudo también refleja el desierto que habita el poeta. Los cipreses, la lluvia, el viento y el mar, pueden constituir elementos reconfortantes, pero también se vinculan con la tristeza, la desolación y el miedo.

-De forma natural en una situación de aislamiento donde la comunicación carece de sentido, el silencio se convierte en un símbolo omnipresente de enclaustramiento y de ausencia de conexión humana.

En resumen, este poemario de Cruchaga se caracteriza por una exploración profunda y desgarradora marcada por la búsqueda de identidad, la experiencia del abandono, la soledad y el poder evocador de la memoria. La obra recurre a una estética sombría evocando un ambiente donde la decadencia no es incompatible con ciertos atisbos de serena esperanza. En su lenguaje poliédrico y metafórico, cuya densidad es obstinadamente clarificadora, se aborda la fragilidad humana, la búsqueda de significado en la oscuridad, y la confrontación con la muerte y el vacío. Sus poemas reflejan imágenes vívidas en un clima poético único que nos invita a confrontar las complejidades de la existencia. Asimismo, la poesía de Cruchaga mantiene una veta combativa que denota una voluntad firme y activa mediante la que se busca sin descanso la razón del ser con el propósito de hallar un significado que contribuya a superar la crisis existencial de la sociedad contemporánea. Por último, señalar que se trata de un poemario sin freno, ortopedia ni tratamiento cosmético alguno, pues la poesía que transita entre sus páginas es fruto de la libertad derramada a conciencia por su autor. Si están preparados para lanzarse al vacío sin paracaídas en la lectura de “Ahora es de noche y tú no tienes nombre” donde encontrarán una poesía rigurosamente original e independiente de “ismos” mostrándoles una realidad sin andamiajes, ortopedias ni tratamientos cosméticos; si todavía mantienen viva la llama de la curiosidad y son lo suficientemente temerarios para enfrentarse a “las verdades del barquero”, les invito a aceptar el reto de su lectura… no se arrepentirán.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Broch, H. (2019). La muerte de Virgilio. Madrid: Alianza Tres.

Cruchaga, A. (2025). Ahora es de noche y tú no tienes nombre. Miami: Dos Islas.

Córdoba, M.J. (et. al.) (2012). Sinestesia. Los fundamentos teóricos, artísticos y científicos. Granada: Ediciones Fundación Internacional Artecittà.

Cruchaga, A. (2020) Vacío habitado. El Salvador: Teseo.

Durán, A.J. (2017) Poesía del mundo cuántico (Emily Dickinson). Píldoras. Recuperado de https://institucional.us.es/blogimus/2017/04/poesia-del-mundo-cuantico/

Heidegger, M. (2008) Meditación. Madrid: Biblos.

López Martínez, M. I. (1991). Sinestesias en la poesía de Vicente Aleixandre. Anuario de Estudios Filológicos, 14, 283-299

Martínez Simón, J.R. (2018). El realismo fractal de la palabra. Recuperado de http://www.latintadelpoema.com/…/realismo-fractal-la…/

Matas Moreno, J.Mª. (2007). César Vallejo entre la angustia y el absurdo. Salina: revista de lletres, 21, 127-136.

Nietzsche, F. (1999). Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. Madrid: Biblioteca Nueva.

Ortiz, E. (2019). Andre Cruchaga. Cuervo imposible. Letra 15. 9, 7-15.

Requeni, A. (2017). La palabra en el tiempo. Carmona: Palimpsesto.

Sabines, J. (2016). Uno es el poeta. Madrid: Visor.

Siles, J. (2015). Viaje Póstumo (Reseña). Cultura de los Cuidados, 19, 41. Disponible en:http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2015.41.21>

Siles, J. (2017). Cielorraso, la poesía sinestésica de André Cruchaga. Cultura de los Cuidados, 21(48), 245-246. https://dx.doi.org/10.14198/cuid.2017.48.27

Siles, J. (2019). Reseña de “Vacío habitado de André Cruchaga o la poesía como búsqueda de un lenguaje aprehensor del sentido/ sin sentido de la existencia”. Cultura de los Cuidados, 23(55). http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2018.54.27

Siles, J. (2024). Invención de la Espera o Tejiendo expectativas y ausencias mientras pasa el tiempo. Cultura de los Cuidados, (68), 329–340. https://doi.org/10.14198/cuid.27227

Siles, J., & Solano, C. (2007). El origen fenomenológico del “cuidado” y la importancia del concepto de tiempo (…). Cultura de los cuidados. 11(21),19-27.

Siles, J.,& Solano, C. (2016). Sublimity and beauty: A view from nursing aesthetics. Nursing Ethics, 23(2),154-166. doi:10.1177/0969733014558966

Ynduraín, F. (1969). Sinestesia en la poesía de Juan Ramón. Madrid: Gredos.



[1] La persistencia de la memoria, también conocido como Los relojes blandos, o Los relojes derretidos es un cuadro del pintor Salvador Dalí realizado en 1931 como fruto de su método crítico-onírico..

[2]El título del presente poema corresponde a un verso del libro «Las adivinaciones» de José Manuel Caballero Bonald.

[3] Etiquetar a los poetas para integrarlos en una taxonomía lírica puede llegar a ser una tarea mutiladora y artificiosa que siegue parte de la pluralidad y matices que tienen las obras en sí mismas. Para manumitir la labor hermenéutica de este riesgo potencial, es conveniente asumir que todo exégeta parte de las experiencias vividas y leídas que se han incrustado en alguna zona recóndita o límbica donde se desvanece la frontera entre el consciente y el inconsciente.

[4] Se ha identificado de forma recurrente la utilización a la sinestesia en poemarios anteriores de André Cruchaga (Siles, 205, 2017, 2019, 2024).


 

lunes, 6 de enero de 2025

La condición humana en la narrativa de Sophie Baltodano Guillén

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA


La condición humana en la narrativa

de Sophie Baltodano Guillén

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA

Premio Nacional de Educación de Costa Rica

minalusa-dra56@hotmail.com

 

 

Sophie Baltodano Guillén (1931-2023), nació en Liberia, Guanacaste.

Sus padres Ana Belén Guillén Acuña y Aristides Baltodano Briceño  fueron                       maestros.

Su padre fue diputado durante 32 años.

Obtuvo su bachillerato en Estados Unidos, donde vivió muchísimos años.

Realizó cursos en Estados Unidos y la Universidad de Costa Rica.

Perteneció al Club Literario Visión Otoñal (AGECO).

Publicó el libro Cuentos de Sofía. (San José: Editorial Guayacán, 2001: 388), con prólogo de Jézer González Picado. Este volumen está compuesto por 123 cuentos.

 

Bondad plena y otros cuentos cortos. (San José: n.i.e., 2024: 188), con prólogo de Deyanira Elizondo. Portada y 14 ilustraciones del pintor Luis Chacón (1953-2024). Este tomo está integrado por 130 cuentos.  Asimismo, dicho libro incluye Bondad plena, una nouvelle de 40 páginas (2024:143-184). Mi gratitud al Dr. Pedro Suárez Baltodano, por hacerme conocer la producción literaria de su madre, así como al Pbro. Edwin Baltodano Guillén, hermano de la escritora.

Asimismo, tres de sus cuentos: Erasmo el encantado, el moreno y el tren (pp. 157-167), fueron seleccionados por Miguel Fajardo y Santiago Porras (+) en la antología Cuentos y otros escritos de Guanacaste (San José: Euned y EUNA, 2024: 382), con motivo del bicentenario de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica.

La producción narrativa de Sophie Baltodano Guillén es abundante: dos libros de cuentos, que suman 253 textos y una novela breve de 40 páginas, para un total de 576 páginas.

          El cuentario de Sophie Baltodano Guillén, incluido en el tomo Bondad Plena establece historias narrativas a partir de lo cotidiano.  Son historias comunes, producto de su alto espíritu observador de las vivencias y comportamientos del factor humano. Su capacidad descriptiva hace gala de un manejo expresivo de gran mérito artístico.

          Son historias de vida integral de la condición humana, con sus valores y disvalores. Cada uno de sus textos ejemplifica las historias de la cotidianeidad humana, en sus temas: vida, muerte, amor, lealtad, deslealtad, irresponsabilidad paternal, agresión a los animales, abandono a los ancianos, comprensión, discriminación, pobreza, constante queja de muchas personas, tacañería, recuerdos, revolución, ruptura de parejas, la cuarta edad, esquemas patriarcales, celos, el sentimiento, el robo, el maltrato, la ironía, las apariencias, el engaño, el ser y el parecer, la venganza, la adopción, amores prohibidos, preocupaciones existenciales...

          La primera parte de su cuentario incluye 27 textos cortos y microrrelatos. De entre ellos, selecciono diez, y propongo unas notas de lectura, a saber:

La desconocida cierra así: “Padre te perdono porque nunca me reconociste” (p.8).

          La lechuza presenta una interesante reflexión: “Cuántas veces en la vida nos miran sin mirarnos y ciertamente nos sentimos acompañados, a menudo también nosotros miramos con los ojos cerrados” (p.10).

          El terremoto del Ecuador expresa, a pesar de la destrucción material, el sentir de la pertenencia “Estamos cuidándolos ya que los ladrones abundan y roban nuestros recuerdos” (p.12).

Verdades es un microrrelato antitético: “Pudoroso no le hacía honor a su nombre.  Su madre se ponía furiosa: ¿Cómo puedes tener ese nombre y no lo honras?

-Tampoco tú madre, te llamas Amable” (p.13).

El agujero ofrece una fase de mejoramiento obtenido, al pasar de la pobreza de vivir en un cuartucho “al encontrar un viejo jarrón chino de monedas de oro” (p.14).

Un suspiro es un texto introspectivo sobre la vida: “Qué tremendo es encontrarse consigo mismo, conocerse por dentro (…) Qué manso es orar, en silencio, se eleva mi pensamiento. (…) El último suspiro me deja sin aliento.  Sola quedó mi alma, se anidó en un recuerdo” (p.15).

La Revolución es un texto con un dinámico juego expresivo, sobre la base de numerosos verbos. Su cierre es un esquema recolectivo: “me siento impotente ante tanta maldad, no, no, retumba, retumba, explota, explota, ¡no más, no más!” (p.17).

¿Quién soy? Aborda el tema de la vejez, con base en la oposición entre lo celestial y lo terrenal, expresado en ansiar y no querer: “cuando alcanzamos la cuarta edad nos esperan con ansias en el cielo ya que ahí no se les prohíbe la entrada a los viejitos, a estos se les trata con más cariño (…) Sé que todos ansiamos ir al cielo para disfrutar de la maravillosa vida eterna, pero por alguna razón nadie quiere morirse” (p.16).

La felicidad es un microrrelato rotundo de una separación marital: “El hombre agarró sus chuicas, volvió a ver a su esposa con ojos pulverizantes, dio un sonoro portazo y se fue.

La mujer se sentó en el sofá, estiró los pies, abrió las manos, las levantó y gritó a pulmón abierto ¡QUÉ FELICIDAD! (pp. 16-17).

 

La gata presenta a un animal que se queja y acusa: “La gata de mi hijo vino a acusarlo, maullaba y maullaba, tenía hambre y no le había dejado su comida” (p.18).

La segunda parte de su libro incluye 103 cuentos, de ellos, escogí 25 para expresar mis apuntes de lectura.

Aquel niño es una hermosa remembranza familiar, acerca de la vocación religiosa de un niño, su hermano, el Pbro. Edwin Baltodano Guillén (1926), quien el pasado 17 de diciembre del 2024 cumplió 75 años de su ordenación sacerdotal. El texto refiere al final: “Cuando salió de V año del Liceo de Costa Rica con magníficas notas, mi padre le ofreció enviarlo al extranjero a estudiar (…) fue cuando mi madre exclamó: “nosotros no tenemos ningún hijo doctor”, a lo que mi hermano replicó: “no se preocupe mami, yo seré doctor de almas”. Hoy nos acompaña el Pbro. Edwin Baltodano Guillén, pastor de almas durante más de 75 años de su extraordinario magisterio eclesiástico.

La luz que refleja el sentimiento expresa un valor “-Abuela, ¿de qué color es el sentimiento? La anciana no halló qué contestarle al pequeñuelo (…) -Ah, ya sé, gritó el chiquitín, - ya comprendo.  Es que me quiere mucho, y no sabe que yo también soy ciego” (p.27).

La aprobación es un texto que se enmarca en el plano celestial. Cuando tocó el turno a Efraín, se leyeron seis disvalores de entre su lista interminable. Le preguntan qué pensaba de sus faltas: “No pueden devolverlo, los últimos diez años no sabía quién era, no reconocía a nadie, vivió en tinieblas”. -VAYA A ESA PUERTA… (p.34) es un final imprevisto, pero de mejoramiento obtenido.

El criticón narra la relación matrimonial de Polifacio y Ninfita durante 50 años. Él era criticón de su esposa. Polifacio muere; lo creman. Le entregan sus cenizas a Ninfita en un jarrón de puro oro. El cuento cierra así “-Ahora sí te quiero Polifacio, porque ya no me jodés” (p.37).

La obsesión narra la trágica historia de la viuda Alejandra, de 47 años.  Conoce a Gustavo en el Club Unión. No escucha el consejo de sus amigas y se casa. Gustavo, al final, se cansa de ella, le roba las joyas y huye a Nicaragua.  “Alejandra se quedó sola, sin alhajas, sin bonos y pensando solo en su maldita obsesión” (p. 41).

Buen amor muestra la historia de Josefina López y Casimiro. Con frecuencia van a un restaurante, y él la trata con frases adulatorias: Sueño mío, Dulcinea, Guapa, Belleza, Luminosa, Preciosa, Cariñito, Luz de mi Vida, Dueña de mi corazón.  Un día, el mesero le expresa a Casimiro “me conmueve cómo trata usted a su señora… estoy tratando de hacer lo mismo con la mía”. Entonces, Casimiro se volvió y le contestó bruscamente: “-Qué va, es que no me acuerdo cómo diablos se llama esa vieja” (p.44).

El invitado presenta a doña Mencha, de 83 años, quien vivía sola. Un día tocan a su puerta. Es un pordiosero que le pide comida. Ella lo invita a almorzar al día siguiente; el harapiento acepta. Ella le dice a Paola, la servidora de medio tiempo que la atiende, que deje bien puesta la mesa con el mantel blanco tejido y los cubiertos de plata.

Al día siguiente, la hija le pregunta cómo le fue con el invitado, y ella le responde que estuvo maravilloso. Era el Señor. El final lo aclara todo “Doña Mencha estaba sentada en el sillón; dormía el sueño de la eternidad, sonriendo sostenía entre sus manos la servilleta con la que había agasajado a su invitado” (p.50). Aquí opera lo no dicho, pero sobreentendido.

Algo insólito, increíble, cierto es un texto que maneja el suspenso y el desenlace inesperado: “Él no era tonto, sabía bien de quién es ese hijo y cómo lo engañaste para obligarlo a casarse, siempre quiso a Elena y ella lo hacía feliz” (…) “-Se nos terminó la buena vida madre, el desgraciado falleció, resucitó e hizo el testamento” (p. 53).

Se lo buscó narra la venganza de Elena, esposa de Alberto, quien era mujeriego. Por eso lo invita a la Finca de la Playa para consumar su plan:

“Fueron a ver la puesta del sol, ella le empezó a tomar fotos.

-Córrete un poquito más mi Amor, ya voy yo a hacerte compañía. (Cuando estuvo cerquita de él le dijo), vuélvete a ver esa garza.

Él le hizo caso, y ella lo tiró” (p.56).

El Chapulín refleja un estado de la delincuencia social: “-Mae… ya me decidí, me fui de la choza, me quedo con la pandilla.

La pasarás mejor, mírame a mí, vamos, vivimos por la Uruca, en una casona desocupada, hay que tener cuidado para entrar, pero es fácil.

En menos de un año Agustín se graduó de Chapulín, ahí está celebrando con sus compas, su buena suerte” (p.58).

El yo de adentro es un breve texto reflexivo muy interesante: “Ciertamente existe un yo de adentro, el Edén donde habitamos lo percibe, nosotros somos sus habitantes donde moramos esperando la partida al infinito (…) Soy mi yo de adentro, solo una partícula del tiempo” (p. 63).

Cuento cierto, verdadero, increíble. La historia transcurre en Liberia, en 1890. Engracia era la matrona, la señorona del pueblo muy adinerada y viuda. Portaba la fama de ser muy agarrada, no querer gastar: Murió de un infarto.  “En la misa metía la mano en la canasta de las ofrendas, pero no dejaba nada, nadita, pura apariencia (..)

De pronto sopló un viento, como un silbido del más allá, y el cuerpo rígido de la muerta se tambaleó, se levantó y soplando aliento de su boca yerta, fue apagando uno a uno los cirios encendidos, dejando solo uno, el más gastado. En un santiamén se oyó un estallido, no quedó ni un visitante de cuerpo presente, todos al unísono corrieron en fila al parque gritando despavoridos.

 Doña Engracia, aún ya ida, quiso economizar los cirios de su vela” (p.77).

Tiempos difíciles inicia con una reflexión existencial: “Para aquí y para allá camina el tiempo, no se detiene ni se devuelve, solo el ayer se convierte en hoy en los recuerdos, el viento de los años los espolvorea borrando un poco las imágenes maravillosas del ayer” (p.92).

Lo inesperado “País nuestro maravilloso donde los campesinos con el hacha al hombro, abrieron brecha y cultivaron la tierra. De esos surcos surgió nuestro pueblo, regado con el sudor de aquellos ancestros.  Sus historias, a veces inexplicables, las hemos dejado en el pasado para no enfrentarnos con ellas” (p.111). Este inicio es una adhesión y reconocimiento con la labor del campesinado nacional.

Alegre muerte “La vida es una brisa pasajera, el acá es un allá, el ser es la trituración de estar, estar presente es un meternos en un yo interno que tiende a conocer lo que queremos desconocer, no somos conscientes de lo que somos y cuando nos empezamos a dar cuenta, ya para qué…” (p.135). El eje de la preocupación existencial es recurrente en la narrativa de Sophie Baltodano Guillén.

En síntesis, los textos del cuentario BONDAD PLENA, de Sophie Baltodano Guillén ofrecen diversas perspectivas temáticas, cuya unidad radica en que abordan aristas del comportamiento, la actuación y la conciencia humana. Su nombre se suma, con categoría, a las narradoras de Guanacaste, tales como María Leal, Lía Bonilla, Ofelia Gamboa, Amparo Vargas, Edith Vargas, Ligia Zúñiga, Guadalupe Urbina o Ana Lorena Camacho.

Este libro se presentará en Liberia, Guanacaste, Costa Rica, en febrero del 2025.




viernes, 3 de enero de 2025

Estremecimiento y crueldad en “Actos humanos”, de Han Kang

 

Lic. MIGUEL FAJARDO KOREA


Estremecimiento y crueldad

en “Actos humanos”, de Han Kang

Lic. Miguel Fajardo Korea

 

Premio Nacional de Educación Mauro Fernández de Costa Rica

minalusa-dra56@hotmail.com

Han Kang (Gwangju, Corea del Sur, 1970), ganó el Premio Nobel de Literatura 2024. “Actos humanos” (Colombia: Editorial Nomos, S.A. 2024: 202). Traducción de Sunme Yoom, para Penguin Random House, Grupo Editorial. Esta conmovedora novela salió publicada en diciembre del 2024.

            Han Kang trabajó como profesora de literatura creativa en el Instituto de las Artes de Seúl hasta el 2018. Cito entre sus libros: La vegetariana, La clase de griego, Blanco, Imposible decir adiós. Ha obtenido 10 premios por su obra.

            Actos humanos es una novela estremecedora, cruda, con escenarios crueles e inhumanos. No hemos aprendido a vivir sobre la tierra, sin el salvajismo de los sistemas espurios que degradan al ser humano. Ofrecemos corpus narrativos escogidos sobre los ejes que contiene el título de este comentario cultural.

            La novela narra los acontecimientos históricos relacionados con el golpe de Estado del 17 de mayo de 1980, por parte del general Chun Doo-Hwan. La obra centra su denuncia en los terribles atropellos de quienes violaron los Derechos Humanos de los opositores contra ese estado de situaciones políticas en Corea del Sur.

          La novela da cuenta de los sistemas represivos militares contra la oposición civil, liderada por estudiantes, a favor de la democracia. En la sublevación, el ejército dispara de manera irracional e indiscriminada y, según estimaciones no oficiales, entre 1000 y 2000 personas son asesinadas. La magnitud de la matanza y los increíbles sistemas de castigo, evidencian signos de barbarie, a raíz del levantamiento de Gwangju (5-18).

          La obra se divide en seis capítulos y un epílogo. La novela de Han Kang es valiente y frontal, al abordar esta temática, con importante distancia histórica de tan lamentables hechos…

          En su trama, el joven Seonju busca el cadáver de su amigo Jeongdae. “Un vecino me dijo que ayer, cuando los soldados estuvieron disparando cerca de aquí, vio que una bala alcanzaba a mi amigo” (p.17).  Mediante el alma-logo y los recuerdos selectivos, se trata de denunciar y presentar la voz de los vencidos. 

La plurisignificación novelesca describe a las víctimas y a quienes sobrevivieron; a quienes lloran sus pérdidas, y a quienes luchan contra la censura y los castigos brutales, en una especie de dossier de la memoria histórica traumática, de tan violento episodio de poder en Corea del Sur.

          Las escenas narradas significan un repudio contra los actos inhumanos de crueldad y odio. “Cerca de la entrada están alineados en orden los ataúdes que ya han recibido el homenaje fúnebre” (que consistía en cantar el himno nacional y extender la bandera nacional sobre los féretros).

          La novela tiene como eje la pregunta “¿Adónde irán las almas cuando se mueren los cuerpos?”  (p.15). “Echas un último vistazo antes de salir del polideportivo.  No se ven las almas por ningún lado. Solo están los cuerpos tendidos en silencio y el terrible hedor cadavérico” (p.16). ¿Cuánto tiempo se quedará el alma junto a su cuerpo? ¡Aleteará como si fuera un pájaro? ¿Agitará el borde de una vela? (p.44).

          “Como acababan de morir, sus cuerpos estaban aún tan llenos de vida que Eunsuk tenía que salir corriendo a vomitar, interrumpiendo la tarea de meterles en el vientre las entrañas translúcidas que se derramaban continuamente. Seonju sangraba con frecuencia por las fosas nasales y cada tanto tenía que echar la cabeza hacia atrás y apretarse con fuerza la mascarilla contra la nariz” (pp. 23-24).

           La narración se torna grotesca: “Entonces te paras a contemplar a todas esas personas muertas que llenan por completo el pabellón y se te ocurre que parecen una muchedumbre que se hubiera dado cita en ese lugar para manifestarse.  Con el libro de registro debajo del brazo, caminas entre la multitud que no grita ni se mueve ni se toma de la mano, sino que simplemente despide un terrible hedor cadavérico” (p. 23).

          El ejército establece el estado de sitio “Te matarán como a un perro si sales ahora” (pág. 33), poseen ametralladoras y tanques. “¡Cómo piensan ganarles a las balas con los puños! (p.34).

          El estado de situaciones recrudece con el deseo de venganza enfermizo, como puede advertirse en el marco de crueldad y terror narrado “-Pero si no hay más que muertos, ¿para qué van a querer venir aquí los soldados?

“-Dicen que van a acribillar hasta a los heridos que están en los hospitales por haberse amotinado, ¿crees que van a dejar tranquilos los cuerpos y a quienes los cuidan?” (p.39).

Darles voz a las almas es un recurso interesante en la narrativa de la coreana Han Kang: “Empezaron a levantar nuestros cuerpos y a arrojarlos al interior del camión.  Lo hacían con movimientos mecánicos, como si lanzaran sacos de patatas.  Para no separarme de mi cuerpo, subí al camión pegado a mis mejillas y a mi nuca.  Cosa rara, estaba solo.  Es decir, no pude encontrar a las otras almas. Aunque había almas en todas partes, no podíamos vernos ni sentirnos.  Al final era una mentira eso de que nos encontraríamos todos en el otro mundo” (p.47). Esa perspectiva permite la discusión en el plano teológico, pero es una de las constantes en esta novela crudelísima de la narradora coreana.

Otro ejemplo de esa dimensión es el siguiente: “Resbalándome y agarrándome una y otra vez del mentón y las mejillas, permanecí junto a mi cuerpo.  Entonces alcé la vista y vi el edificio de cemento, que tenía las luces encendidas.  Tuve ganas de saber qué era eso, dónde estábamos, adónde llevaban mi cuerpo” (p.48).

O bien: “Creo que fue más o menos a medianoche cuando algo frágil y sutil me tocó suavemente.  No sabía de quién era aquella sombra sin rostro, sin cuerpo y sin palabras, así que esperé en silencio.  Me habría gustado recordar cómo se hablaba a un alma, pero me di cuenta de que no lo había aprendido nunca” (p.49). Ese componente del poder de la palabra a las almas le da una interesante coyuntura a esta narrativa, cuyos ecos deberán elucidarse en otros planos del conocimiento y el análisis.

La obra describe las crueldades contra la población civil: “Una vez no pude encontrarles la cara a la docena de cuerpos que habían dejado apilados.  Cuando me di cuenta de que no era que no tuvieran cabezas, sino que les habían borrado las caras con pintura blanca, retrocedí flotando.  Con las cabezas dobladas hacia atrás, las caras blancas como papel de aluminio miraban hacia los arbustos.  Miraban al vacío, sin ojos, ni nariz ni boca” (p.57). En esta novela, los conceptos de no ser, no lugares, el vacío, la nada, el todo, son índices de intensa soledad y desgarramiento; de crueldad y sinrazón detestables.

La novela incluye diversos textos poéticos, en cursiva, que responden a las voces de los asesinados, a saber:

Pienso en mi costado, que se está pudriendo,

en la bala que lo atravesó,

eso que al principio fue como un garrotazo gélido

y enseguida se transformó en una bola de fuego que me

aguijoneó las entrañas,

en el agujero que me hizo en el costado opuesto,

por donde se me derramó toda la sangre caliente.

Pienso en el cañón del fusil del que salió la bala,

en el frío gatillo,

en el dedo que lo apretó,

en el ojo que apuntó contra mí,

en los ojos de quien ordenó disparar. (p. 56)

 

          La voz de las almas se encarga de describir las crueldades de la soldadesca: “Dos de los soldados que estaban esperando se adelantaron para recibir los bidones de gasolina.  Abrieron los tapones con calma y comenzaron a rociar las torres de cadáveres para cubrirlos a todos de modo uniforme. Después de verter hasta la última gota de combustible, se retiraron, encendieron un manojo de arbustos secos y lo lanzaron con todas sus fuerzas sobre nuestros cuerpos” (p. 59).

El movimiento estudiantil desafía al poder militar. “El riesgo era enorme, por lo que casi no se organizaban manifestaciones.  En lugar de eso, llevaban a cabo escaramuzas.  La señal era cuando rompían el vidrio de una ventana de la biblioteca central y desplegaban un largo cartel que decía ABAJO LA DICTADURA DEL ASESINO CHUN DOO-HWAN” (p.82).

“Entonces lanzaban impresos al aire y gritaban consignas, mientras abajo, frente a la biblioteca, se reunían treinta o cuarenta estudiantes de caras todavía aniñadas y, entrelazándose fuertemente de los brazos, entonaban canciones a favor de la democracia” (pp.82-83).

         “Los policías vestidos de paisano estaban apostados permanentemente en el campus y los estudiantes que se enfrentaban a ellos eran reclutados a la fuerza para el servicio militar y destinados a los puestos más avanzados en la frontera” (p.82).

 El capítulo LAS SIETE BOFETADAS es muy fuerte, se habla sobre ejes temáticos como la censura, la vigilancia, la desconfianza, las razones de la masacre, el estado de sitio, la crueldad, o los castigos inhumanos.

La novela plantea que “no es que los individuos sean particularmente bárbaros, sino que la barbarie que anida básicamente en todo ser humano se multiplica por la fuerza de la masa” (…) Entonces, la pregunta que cabe hacerse es la siguiente: ¿Cuál es la esencia del ser humano ¿Qué tiene que hacer el ser humano para no ser otra cosa que humano? (p.91).

 “¿Es el hombre cruel por naturaleza? ¿Lo nuestro no es más que una experiencia normal y corriente? ¿Lo de la dignidad humana es un engaño y en cualquier momento podemos transformarnos en insectos, bestias o masas de pus y secreciones? El que no dejemos de humillarnos, destruirnos y masacrarnos, ¿es la prueba que ofrece la Historia acerca de la naturaleza humana? (p. 125).

 A los encarcelados los hacían firmar a la fuerza una declaración todos los días con crueles castigos repetitivos.  Asimismo, “La comida consistía en un puñado de arroz, medio cuenco de sopa y un poco de kimchi. Era todo lo que nos daban para que comiéramos de dos en dos” (p.103).

 Esta novela traza marcos de crueldad por parte de los vencedores: “En lugar de golpearnos, eligieron formas que provocaron el dolor de un modo más sutil y que representará un menor esfuerzo físico para los torturadores, como clavarnos agujas de hacer punto, quemarnos, ahogarnos con agua y electrocutarnos.  Ya no querían saber los detalles de lo ocurrido; lo único que querían era que hiciéramos falsas confesiones para poder rellenar con nuestros nombres los espacios en blanco de los guiones que habían escrito de antemano” (pág. 112).

           La lectura de esta obra de la novelista Han Kang (1970), de Corea del Sur, Premio Nobel de Literatura 2024, desnuda la barbarie de los sistemas de facto cuando toman el poder.  Expone traumas y lo frágil de la vida humana, a expensas de los usurpadores del poder, con su gama de castigos, crueldades, horror y violencia contra quienes se oponen a sus órdenes represivas.  ACTOS HUMANOS es una novela desgarradora y brutal. Para meditar sobre la condición inhumana, contra el factor humano en el tiempo de la alta velocidad que nos asedia.