En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



viernes, 7 de marzo de 2025

TRENES: AMANECER EN LA MEMORIA, O LA SEDUCCIÓN DEL SUEÑO

 



TRENES: AMANECER EN LA MEMORIA,

O LA SEDUCCIÓN DEL SUEÑO

 

 

 

 

Tan cierto como gratificante resulta hacer este recorrido bajo los auspicios de la patria de la poesía, en este caso, de la poesía de Juan Ramón Jiménez Simón, contenida en su poemario: “La Memoria del Expreso”, estructurado en tres momentos íntimos, emocionales: procedencia, destino, entrada.  De entrada, el poeta me hace una acotación: “Tenemos en común la estación de ferrocarril de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), importante nudo ferroviario antaño, y un mismo tren (el catalán). Eva es de Barcelona (residente en Sevilla) y yo de Sevilla (mi familia es de Toledo, soy hijo de padres toledanos que emigraron a Sevilla). Ambos hemos viajado "en el catalán" (hacía el trayecto Sevilla - Barcelona, y viceversa) infinidad de veces en nuestras infancias. Yo me bajaba (subía) en Alcázar de San Juan, y ella iba de paso en el tren.”

             Por mi parte, recordé los míos, los de la infancia; pero también, aquel Transiberiano que describe Pablo Neruda en “Las uvas y el viento”, (Ed. Nascimento, 1954); o el “Tren de todas las tardes”, de Juan Ramón Jiménez, en su viaje a Cádiz (Diario de un poeta recién casado, Cátedra, 2017); “El barco ebrio” de Arthur Rimbaud, de “horizontes que se hunden, como las cataratas” de inquietantes parajes; e incluso, el tren de Ágatha Christie, tan misterioso como intrigante. El tren nos permite navegar en tierra firme, como una exacta prolongación de la vivencia. Vientos inefables han llevado al poeta a transitar por la memoria dando rienda a los albedríos del camino.  “El silbido del tren subió mis ganas”, dice el poeta, para dar paso a su sueño y destino.

Acompañan a este poemario, ilustraciones de Eva García Fernández, dándole rostro casi humano a su silbo de libertad. En su asombro, se reflejan candilejas y centellas que atraviesan el alba. Es, sin duda, la metáfora y sinécdoque del sinfín: designa, el ciclo biográfico, con partida y destino final. Símbolo, además, en una época del futurismo. Contrario al paroxismo de Robert Lowell, Antonio Machado que en su decir el tren era una placenta confiable, o Miguel Delibes que lo reivindica, y lo erige como santuario de sabias conversaciones, o Jorge Teillier y su poema “Los trenes de la noche”, o Augusto Monterroso, o Emilio Adolfo Westphalen, que hizo un parangón del ferrocarril con su muerte: "El tren se ha detenido en el silencio opaco y sin ecos de la noche anónima. Es la llegada a término - no se reanudarán ya más ni agitación ni bullicio ni carcoma", Juan Ramón Jiménez Simón, hace de él un exacerbado encuentro casi proverbial de la vida.

              Uno se imagina al poeta, seducido por los raíles de esos extraños adioses. Hay ahí, ecos audibles, resplandores y una aventura acumulada en su conciencia: el viaje a través de orillas lunares, rumores infinitos y numerosas vidas cuyo destino colma la vida de diferentes ropas. En él, desfila el tiempo y se nos muestra en ese “Rielar entre sombras”; a su vez, “el temple del desvarío, … cimbrea la nave del misterio, abrasando las brumas de espectros”. Juan Ramón, es fiel a su palabra exploradora, misma que nos lleva y nos adentra a una integración y memoria de símbolos. Son poemas intensos que rebasan la atmósfera metafórica de los ferrocarriles: desde el tiempo de la memoria, su interior, hondo, de matices. Nos sugiere, además, un cosmos y una utopía. Así, el poeta nos dice: “Entre la claridad pasajera/ y lo indiscernible postrero, / la estrella en su mapa informal/ declara sobre la vasta red/ la seducción de lo nuevo,” …

           Mientras nos seduce el sueño de las lejanías, y la memoria revive con pulcritud petrificada sus varios viajes, el poeta nos transparenta el espejo al punto de hacer cuerpo esa materia, a ratos inasible, a ratos melancólica e insólita. Es tan rico e intenso el sentimiento del poeta que uno queda atrapado, sin poder evitarlo, en su lectura.  Hay tanto asombro en la poesía de Juan Ramón, que uno se queda perplejo, como aquel pasaje de Gabriel García Márquez (Cien años de soledad) y el arribo del tren a Macondo: “El inocente tren amarillo que tantas incertidumbres y evidencias, y tantos halagos y desventuras, y tantos cambios, calamidades y nostalgias había de llevar a Macondo". El poeta desvanece los sentidos en sus recuerdos. A tal punto que las ausencias (las de la ambrosía amorosa y encantamiento), le ganan la tristeza, o lo empañan de vahos y destiempo.

Puede encontrarse en el discurso poético de Juan Ramón Jiménez Simeón, una imantación por la palabra, una resonancia vibrante y luminosa del tiempo ido. Le ha dotado, a su poesía, de un ritmo especial y ello le permite no caer ni el laconismo, ni en los excesos de la retórica. Por lo demás, comunica sus sentimientos y emociones con una indiscutible intuición de una realidad que le es propia. Su voz de hondo aliento resplandece en los umbrales de lo que perdura. La lectura hace posible una especie de catarsis, en el sentido aristotélico del concepto, pues nos implica emocionalmente con sus vivencias. Razón tenía Hans-Georg Gadamer cuando afirmaba que toda obra literaria constituye un diálogo entre pasado y presente. Ahora, me toca inferir sus desasosiegos, en clave, de sus textos pues que el poeta al recordar aquellas travesías en tren, le evoca un panteón, frío, por lo inerte de las criptas.  Por alguna razón el poeta se siente descorazonado, al punto de decir: “¡Triste y sublime/ sinfonía del desconcierto, / que ronda en torno a ella/ la muerte como el grito/ de la vida! “

            En el Canto segundo, su destino y “un escalofrío sin salida”. Veamos aquí como el determinismo se afinca en su alma. Paradójicamente, está presente, el vaivén del desconcierto: norte o sur, ramblas, vacíos llanos: “y una parada a otra sucede”. Asume el poeta esos vaivenes del fermento; en su tránsito hay sombras de luz, y noches rotas en el eje de la espera. Ahora estoy tan lejano, diría Claudio Rodríguez, “que nadie lloraría si muriese”.  Es menester en la obra de Juan Ramón, el uso de ideas y pensamientos que se contraponen: Distraía mis ojos/ en las penas de un gozo, / un vagón sobre otro,/ mientras el color yacía en la luz”.  Según esto, el poeta se goza en la pena, es decir en el sufrimiento. En el campo de los sueños y la poesía es posible. Igual que deslizarse esos trenes a través del bosque, o las despedidas que devienen en lágrimas.

             El binomio tren-vida, es la historia del sentimiento expresado en versos. Historia que presagia, en su unicidad poética, el eterno ir entre cardo y albahaca, entre sombras resurrectas que tiemblan en la carne: ecos y sueños, ahí, en su solemnidad de grito, de un tiempo que se nos escapa por su condición de inasible, o por su resonancia errabunda. Al final queda el misterio de la memoria y las nostalgias por la no consumación de lo anhelado.  De ahí que el poeta, trémulo, nos diga: “Poco importa el crepúsculo/ al viajero del banco azul, / si el sol es enemigo mortal/ de los tiempos seguidos/ que desaparecen en un consuelo.”

             La construcción poética de Juan Ramón Jiménez Simón, media sin lugar a duda, entre lo eterno y lo temporal; junto a ello, la perennidad espiritual que reelabora esa atmósfera trascendida: la memoria del Expreso. Su canto tercero lo define el poeta como la entrada, de nuevo a su historia de antaño. “Cuando el recuerdo del tiempo/ procede de una entrada, / soñando aquellos momentos,/ fuimos pioneros de antaño/ que por edad crecimos/ para que lleguen otros”… Es el viaje de la memoria, a voluntad de su alegre agonía, pero también el tránsito de su largo recorrido. Hurgar en la memoria es buscar el tiempo fenecido. A su vez, El uso de diferentes isotopías hace sustancial su contenido simbólico. “El lenguaje se anticipa siempre un poco a nuestro pensamiento, hierve un poco más que nuestro amor”, (Gastón BACHELARD, El aire y los sueños).

           La materia poética rebasa los límites de la palabra y la médula y los contornos de la memoria.  “Memoria del expreso”, es un imaginario espacial y progresivo del poeta que se alumbra recordando esos micromundos, a menudo resbaladizos, de lo que fue, pero igualmente de lo que será.

 

André Cruchaga,

Barataria, 16 de enero de 2019.


jueves, 6 de marzo de 2025

Hilos narrativos: amistad, convivencia, trata de personas, ser/parecer, intrigas, luchas de poder, reinado, amor

 

Hilos narrativos: amistad, convivencia, trata de personas, ser/parecer, intrigas, luchas de poder, reinado, amor

Lic. Miguel Fajardo Korea

Premio Nacional de Promoción y difusión cultural de Costa Rica

minalusa-dra56@hotmail.com

Miguel Fajardo Korea



Génesis Martínez Sandoval, nació en Guanacaste, Costa Rica, el 18 de marzo de 2009. Cuenta con 16 años de edad. Recién nacida fue diagnosticada con baja visión, glaucoma congénito y anomalía de Petter.

Cursó estudios en la escuela Enseñanza Especial de Liberia y escuela La Victoria, donde comenzó a participar en el festival estudiantil de las artes, con la orientación de su mentora, Prof. Ana Gabriela Sánchez López (+). En el 2022 ingresó en el Colegio Técnico Artístico Profesor Felipe Pérez Pérez, donde descubrió su amor por la literatura. En el 2024 ingresa en el Instituto Profesional de Educación Comunitaria (IPEC) de Liberia. A finales del 2024 escribió un texto, como parte de un proyecto de español, “Princesa por ti”, durante dos semanas.

A principios del 2025 recibió un mensaje la Editorial Seleer, de España, quienes leyeron y aceptaron su texto, para lo cual firmó un contrato editorial.

El 17 de marzo del 2025 conoce al escritor, Lic. Miguel Fajardo, quien la presenta al público durante un acto cultural en la Ermita de la Agonía de Liberia. Y se compromete a presentarle su libro de estreno.

Ha leído a autores como Heather del Rey, Ariana Godoy, Mercedes Ronn, Joana Marcus, Inma Rubiales y Flor M. Salvador.

Agradezco al Prof. José Dennis Baltodano, haberme puesto en comunicación Génesis, la autora, y con su familia: su madre, Jacqueline Sandoval Alvarado y su tía, Milena Sandoval Alvarado, para colaborarles con la presentación editorial del libro de Génesis.

Génesis siente una gran atracción por la cultura asiática. En ella buscó inspiración para su libro de estreno Princesa por ti, se basa en la época asiática antigua y utiliza escenarios ficticios.

PRINCESA POR TI, de Génesis Martínez Sandoval, será presentado por Miguel Fajardo, en el Museo de Guanacaste, Liberia, el sábado 29 de marzo  del 2025, a las 6 p.m.

 

Hilos narrativos: amistad, convivencia, trata de personas, ser/parecer, intrigas, luchas de poder, reinados, amor

La primera historia refiere la convivencia como familia encontrada entre Lya de 15 años y dos huérfanos, Kolín de 11 años y Taro de 18 años. Los tres robaban a los ricos para sobrevivir y seguir luchando.

Hasta aquí, el eje temático que, por inferencia, alude al personaje arquetipo Robin Hood, del folclore medieval inglés, un hombre altruista, quien vivió fuera de la ley, escondido en los bosques. Un arquero, quien defendió a los pobres y oprimidos de gran corazón. Robin Hood robaba a los ricos para ayudar a los pobres.

Los hermanos Kolín y Taro conviven con Lya, como familia, sin tener lazos consanguíneos. Lya cae enferma y contagia a Kolín, el menor. En esa coyuntura, Taro, el hermano mayor de Kolín, realiza una acción detestable: vender a su amiga a los esclavistas. Ella posee ojos azules hermosos, detalle físico que la hace valiosa a los delincuentes que se dedican a la trata de personas, lo cual significa, asimismo, ver a la mujer como objeto, es decir, la cosificación de la persona.

Taro comete un delito perverso al vender a Lya, con el propósito de poder comprar y pagar las medicinas a su hermano enfermo. La trata de personas es uno de los delitos más reprochables, porque hacen que el ser humano vendido pierda su dignidad y se convierta en un objeto de cambio en una sociedad mercantilista.

Como lector, me hubiese gustado que al personaje infractor se le hubiese infligido un fuerte castigo, por tan flagrante delito internacional. Sin embargo, una vez cometido ese ilícito, la historia lo invisibiliza, y se centra en el desarrollo de la nueva condición de vida de Lya, en el desarrollo del segundo eje plurisignificativo de la historia narrada.

***

El príncipe Sanuh, heredero del reino de Azuria, compra a Lya, debido al parecido de ella con su medio hermana Ariza, quien ha fallecido en un accidente. Por ello, la utiliza como reemplazo y asumen la falsa dicotomía ser/parecer, tanto él, como príncipe, y ella como princesa, hasta que son descubiertos, luego de pasar una serie de vicisitudes y trances problemáticos en el palacio. Finalmente, se enamoran y se libran de castigos, con lo cual su condición se establece como un mejoramiento obtenido. Con ello, crean sentimientos; se enamoran, y dejan atrás el permanente miedo a ser descubiertos como personas con falsas identidades acomodaticias.

Princesa por ti, novela corta de Génesis Martínez Sandoval (Liberia, Guanacaste, Costa Rica, 2009) es su primer texto.

Personajes principales: Lya: joven de 15 años con ojos azules y grandes, piel blanca y cabello rubio. Niña huérfana, utilizada como reemplazo de una princesa fallecida. Es alegre, positiva y graciosa. Detesta las injusticias. Estatura de 1,53 m.

 

Príncipe Sanuh: joven de 22 años, con ojos dorados, piel bronceada y cabello de color verde oscuro, estatura aproximada de 1,80 m. Príncipe heredero del reino de Azuria. Serio y responsable. Lo único que le preocupa es el bienestar del reino y sus ciudadanos.

Ocho personajes secundarios: Taro: Joven de 18 años de ojos negros, piel de un tono oscuro, cabello de color café, estatura de 1,70 m.

Kolín: niño de 11 años, de ojos negros, piel oscura y cabello de color café, estatura de 1,43 m. Hermano menor de Taro. Es enfermizo, respeta a su hermano.

La princesa Ariza: joven de 15 años, ojos azules, piel blanca y cabello largo de color rubio, estatura de un aproximado de 1,55 m. Hija del rey y la segunda reina. Su destino es casarse con el príncipe heredero de algún reino vecino y por tradición familiar fue criada en una villa privada. Es la primera princesa en nacer, pero fallece lamentablemente, antes de llegar al palacio.

Reina Sarah: De 46 años, ojos cafés, piel clara y cabello café oscuro, estatura de 1,65 m. Es la tercera Reina y odia a Sanuh, por el hecho de ser el príncipe heredero. Es arrogante, de temperamento frío y muy grosera. Egoísta y envidiosa, detesta a la princesa Ariza.

Rey Lyon: De 57 años, ojos negros, cabello verde oscuro, actualmente blanco, estatura de 1,70 m. Padre del príncipe Sanuh, la princesa Ariza y el príncipe Kosuke, además, esposo de la reina Sarah. Es de buen corazón, se deja controlar por la reina

Antiguo Rey: De 75 años, ojos dorados, cabello gris y un físico robusto. Padre del actual rey Lyon y abuelo de los príncipes y la princesa. Muy alegre. Fue quien adoptó a Sanuh y lo convirtió en príncipe.  Colabora y salva a Sanuh y Ariza, al final del texto.

Príncipe Kosuke: Niño de 10 años, de ojos negros y cabello color café, estatura de 1,46 m. Tercer hijo del rey y primer hijo de la reina. Es medio hermano de Sanuh y Ariza. Segundo heredero al trono. De buen corazón, admira mucho a su hermano mayor, y ayuda a arruinarle los planes malévolos a su madre.

Li-shiu es el guardaespaldas y el mejor amigo del príncipe.

***

          Princesa por ti, de Génesis Martínez Sandoval, es una novela corta de alrededor de 15 000 palabras, donde se narra la historia de romance y fantasía de una joven huérfana, quien se convierte en princesa, después de un ingrato suceso inesperado.

          El texto narrativo de Génesis se sitúa en el reino de Azuria, en la antigua China. No es un reino real y sus especificaciones no existen en la vida real.

          Lya, Taro y Kolín se vuelven amigos, conviven y “para sobrevivir ellos roban dinero, joyas y cosas de valor a los ricos para llevar el pan a la mesa”. Cuando Kolín se enferma, Taro culpa a Lya. Ella les dice que no se peleen por su culpa. “Lya se pasaba todo el día en el pueblo, consiguiendo dinero y comida, y regresaba por las noches para cuidar de Kolín, mientras Taro descansaba”.

Las recriminaciones de Taro son fuertes contra Lya, cuando ella consigue llevar poco dinero.  Ella aduce: “-lo siento, es que unos hombres me vieron robando, me atacaron y me quitaron parte del dinero -le respondió la chica, con timidez”.  La actitud de Taro, culpabilizando a su amiga, con quien había convivido durante tres años, refleja un comportamiento patriarcal, de odio y violencia verbal, cuando le expresa: “-Ayúdanos desapareciendo, Lya. Ya vete, y deja de estorbar, tú solo nos causas más problemas”. Ante ello, Lya estuvo vagando durante dos días, pero Taro la encuentra, se “disculpa”, y deciden regresar a la casa.

Sin embargo, Taro la engaña.  En la casa no hay nadie. Taro le dice con descaro: “-Lo siento por engañarte, pero esta es mi oportunidad para deshacerme de ti y de todos los problemas que nos has causado. Kolín se encuentra muy mal y necesito pagar sus medicinas para salvarlo- “, respondió el chico, mientras dos hombres encapuchados aparecían detrás de él.

“¡Oh, no! Él me vendió. Pensó Lya, mientras veía como estos hombres la acorralaban”.

La narradora aduce que “Lya solía estar siempre en las sombras, ocultándose de los esclavistas, debido a que tiene unos ojos azules hermosos y únicos, lo que la hace muy valiosa, debido a la rareza de sus ojos, y esto lo sabían sus amigos Kolín y Taro”.

Los raptores confirman la causa del tráfico de personas: “-Tenía razón, su aspecto físico es muy similar al de la princesa y, aún más importante, sus ojos realmente son de ese color azul tan hermoso-, dijo el sujeto que observaba a la joven de pies a cabeza”. Es lamentable cuán bajo puede llegar un ser humano al cometer el delito de trata de personas, como si fuera una mercancía o un objeto de cambio inanimado.

Este discurso entre los raptores, evidencia que un príncipe es quien compró a Lya: “Ten más cuidado con la niña. La necesito viva-, dijo el hombre de ojos dorados, al levantar a la chica de donde cayó tendida, mientras daba a mostrar que bajó de su capucha se encontraba un joven de apariencia noble”.

Cuando Lya despierta, se encuentra en un palacio.  Ella reconoce a su raptor y le dice:

“-Espera, yo te conozco, tú eres el de los ojos dorados, tú y el otro hombre fueron quienes me atacaron en donde yo estaba”- exclamó la chica, mientras se ponía de pie por la impresión.

- “Eso no es importante ahora-, respondió el chico.

- ¡Cómo no va a ser importante? Has secuestrado a una niña-, le respondió ella.

-Yo no te secuestré, te compré- mencionó el chico.

“-Así es, ojos azules, piel clara, cabello lacio y aproximadamente de 15 años, pero verdaderamente nunca pensé encontrar a alguien como tú en las calles, por suerte el destino te puso en mi camino- respondió el joven”.

Aquí se observa que el delito del tráfico de personas sucede en todos los estratos sociales, hasta en los de cuello blanco, en los principados escondidos tras las murallas, tal es el caso del príncipe Sanuh.

“Mi nombre es Sanuh Seth Ryou, yo soy el príncipe heredero de este reino y, a partir de hoy, tú vivirás bajo el nombre de Ariza Seth Ryou, la hija de la segunda reina y, por lo tanto, mi medio hermana y la primera princesa de este reino, la labor que yo te impongo es aprender a vestir y actuar como Ariza, yo personalmente me encargaré de tu entrenamiento- dijo el príncipe”.

El príncipe le explica que deberá actuar como una princesa, porque la verdadera falleció cuando iba al palacio. El príncipe pretende ocultar dicha muerte con una   falsificación de la identidad, por eso compró a Lya, ahora, la princesa Ariza, quien pregunta “Pero que pasará si se dan cuenta que yo no soy esa princesa”. A lo cual el príncipe responde:

“-Eso no pasará, al ser la primera hija del rey en nacer, fue criada en una villa privada desde su nacimiento y sería presentada al reino al cumplir 16 años, debido a la tradición real, por lo tanto, casi nadie conocía su apariencia actual y tú eres realmente bastante similar a ella, en aspecto físico, a excepción de que tú eres un poco más pequeña de estatura”.

A Lya no le queda más que aceptar su nuevo rol de vida, pues no tiene un hogar donde regresar, y piensa en la recuperación de la salud de Kolín. Piensa, que al menos, el hecho de venderla, hubiera valido la pena para comprarle las medicinas al niño. Aquí se confirma su altruismo con los demás.

Entre sus nuevas responsabilidades, Ariza debe dar una conferencia ante los reyes.

“Buenos días, mi nombre es Ariza Seth Ryou, soy hija de la segunda reina y realmente me place poder estar aquí frente a usted majestad”.

“-Eres realmente hermosa, mi querida Ariza, tus ojos son de ese color azul tan único y especial, son idénticos a los de tu madre, ahora puedo estar totalmente seguro de que tú eres la primera princesa de este Reino, lamento hacerte venir hasta aquí sin sentido alguno- comentó el rey a la joven”.

“-Hasta dónde tengo entendido tu medio hermano Sanuh está cuidando de ti cierto- preguntó una mujer de apariencia frívola, que estaba sentada al lado del rey, quien claramente es la reina”.

“-Si su majestad, me he sentido muy complacida con los cuidados de mi medio hermano- respondió la princesa”.

La princesa Ariza es frontal con el príncipe: “-Oye, por cierto, la reina es realmente aterradora y además parece que te odia”- comentó la chica.  A lo que Sanuh responde: “ella siempre está en mi contra y yo únicamente la ignoro, pero la respeto ante todo”.

“Él dijo que -me necesitaba-, eso resonaba en su mente, una y otra vez, pues por primera ocasión en mucho tiempo, Lya sentía que era especial e importante para alguien”. Esa expresión marca un cambio en la actitud sentimental de Lya. Quien se siente atraída por el príncipe Sanuh.

Ariza no se siente cómoda con la suplantación de identidad que le han asignado. Añora estar con alguien que la quiera y la valore “daría todo por tener a una sola persona a mi lado que me llame por mi verdadero nombre”. Es decir, ella se siente extraña en su propio mundo de fingimiento.

“-No hemos venido por esa niña, pero la reina nos daría una gran recompensa si llevamos al heredero al trono, que no tiene una sola gota de sangre noble y a la que finge ser la princesa-”.

Llega un momento donde el príncipe lucha contra un hombre desconocido que sabe la verdad de sus identidades. El príncipe le da muerte. Esa acción es importante en la novela, porque Lya decide perdonar al príncipe y “permitir que Lya muera, a partir de hoy, yo seré la princesa Ariza, para poder ayudarte”.

Li-shiu es el guardaespaldas y el mejor amigo del príncipe, quien lo ayudó a atrapar a Lya. La historia del príncipe es similar a la de Lya. Tenía cuatro años cuando lo utilizaron para sustituir al verdadero príncipe, muy enfermizo, a quien una gripa lo derrotó, por ello, no recuerda detalles de su infancia: nombre, cumpleaños, familia.

El antiguo rey inquiere: “-Tú eres el reemplazo de mi amada Ariza, cierto. Dime una cosa niña, Sanuh te eligió”.

“-Es correcto señor, mi nombre es Lya, yo soy quien tomó el lugar de la difunta princesa y el príncipe heredero ha sido quien me escogió y me guio en esta aventura”.

El antiguo rey se convierte en un aliado de Ariza y el príncipe Sanuh, porque sabe que la actual reina malvada, siempre ha estado en contra del príncipe, pero nunca pensó que intentaría matarlo.

A Sanuh lo llevan a un calabozo escondido en el bosque, por orden de la reina. El príncipe le dice que puede ser destronada por secuestrarlo, a lo que ella responde, que el rey no podrá destronarla, porque su majestad nunca se enteraría del rapto. Su malévolo plan es el siguiente: “serás anunciado como desaparecido. la falsa princesa estará bajo mi cuidado, haré que se case con el heredero de algún reino vecino, y luego revelaré su identidad, la culparé de traición y de haberte matado, entonces, estarás aquí hasta que yo lo decida y morirás cuando me dejes de servir”.

Aparece otro personaje, el príncipe Kosuke, primer hijo de la reina, el hijo menor del rey y el segundo príncipe heredero al trono, quien tiene 10 años, por ello, la reina lo manipulaba, para impresionar al rey y hacer quedar mal a Sanuh.

Lya conoce al príncipe Kosuke y ante el temor de Lya, él le responde:no soy tan malo como piensas, de hecho, yo admiro y valoro mucho a mi hermano y he venido a ayudarte (…).  no deseo causarle daño a nadie, odio la manera en la que mi madre trata a mi hermano y, a pesar de saber que no compartimos sangre, lo respeto mucho, y pienso que él es el indicado para ser el rey de esta nación”.

Kosube le ayuda a que pueda conversar con el príncipe Sanuh, quien está encarcelado. Este le dice que escape, a lo que ella responde: “-Ya cállate y deja de decir estupideces, mi vida no tiene sentido ahora, sí no estás tú en ella príncipe, tú eres quien mejor me conoce actualmente, y eres la única persona que deseo que me llame por mi nombre, no me perdonaría y no podría vivir en paz si escapo ahora y te dejo solo”.

La reina malévola, enemiga de Ariza, le dice: “-Ahora querida, te informamos que te casarás en una semana”. Ante el asombro de Ariza, la reina expresa: “casarse a temprana edad es algo que toda princesa debe hacer, por el bien de su nación- mientras veía con odio a la princesa”.

Tras esa decisión, el rey sostiene que ante “la repentina desaparición de tu medio hermano, el reino es un caos y según mi reina me informa, estamos teniendo problemas con el reino de Lurya, quien es nuestro reino vecino, por lo que hemos decidido que te casarás con el príncipe Izán, quien es el príncipe heredero de este reino y, de esta forma, con tu matrimonio tendremos un tratado de paz-, comentó el rey”.

Ante la ausencia del príncipe Sanuh, en la princesa recae la responsabilidad de mantener la paz del reino, por lo que deberás partir del palacio. Ante dicha estratagema de la reina, Ariza actúa rápido: “Li-shiu, ve y avísale al señor sobre la situación y el plan de la reina y llévate contigo a Kosuke, él sabe muchas cosas y será de ayuda, pero no dejes que salga de la villa y protégelo con tu vida, si es necesario”.

“-Tranquila señorita, todo estará bien, yo cuidaré al joven príncipe y prometo traerlos a todos de regreso, a usted y al príncipe heredero también-, respondió el guardia.

-Si hermana, no dejaremos que mi madre les haga daño-, dijo el niño.

-No se preocupen por mí, yo estaré bien, ustedes asegúrense de sacar a Nuh, por favor, sálvenlo-, dijo ella.

-Así será, señorita-, dijo Li-shiu, para luego retirarse con el joven príncipe.

En cuanto Li-shiu y Kosuke salieron de la habitación, corrieron a tomar un caballo y salir del palacio, con la excusa de que el príncipe desea salir a pasear, para luego salirse del camino y cabalgar hasta la villa real, donde ya los estaba esperando el antiguo rey, mientras montaba un plan para salvar a Sanuh y vencer a la reina”.

La reina tiene cautivo al príncipe, pero la acción del antiguo rey permite capturarla y la llevan escoltada al palacio. El rey se sorprende en ver a su padre y a la reina con la boca tapada. Pregunta qué sucede. El antiguo rey le responde: “Esta mujer debe ser decapitada por traidora y deseo ser yo quien lo haga”. El antiguo rey explicó a su hijo parte lo que estaba sucediendo, y este, sin más que decir, ordenó a la guardia real encerrar a la reina en el calabozo, para citarla a un juicio con la corte real al siguiente día (…) 

Se programa el juicio a la reina Sarah, por petición del rey y el antiguo rey, actual consejero real, para castigar a la reina. Existen muchas pruebas y, sobre todo, la versión en contra de la reina del príncipe Kosube, razón por la que no se le perdona las faltas a la reina.

Por lo tanto, la decisión es la siguiente: “a la actual reina se le quitará su título de nobleza, será destronada y, luego de esto, será decapitada con la espada del antiguo rey, y de esta forma, pagará todos sus pecados-, proclamó el rey”.

“-Majestad, lamento los problemas causados, no sé qué le hayan dicho hasta ahora, pero yo obligué a Lya a fingir ser la princesa Ariza, le pido por favor que la perdone-, respondió el chico, mientras se arrodillaba para suplicar. -El rey le responde: He decidido darles un regalo a ambos, el día de ayer la princesa Ariza y el príncipe Sanuh han fallecido, ustedes han sido liberados de toda la presión que cargaban en sus hombros, podrán ser felices juntos, sin tener que preocuparse por nada, pueden vivir y trabajar en esta villa, si así lo desean, o escapar a algún otro reino, hagan lo que hagan, yo los voy a apoyar, dijo el rey, con lágrimas”.

El príncipe Kosuke fue nombrado el nuevo heredero del reino de Azuria.

Los protagonistas deciden quedarse a vivir en el reino. El final es feliz. Tienen una hija, a quien le cuentan la historia. La niña pregunta:

“Papá Nuh, tú sabes qué pasó con el antiguo príncipe y la chica huérfana. Ellos tuvieron una pequeña y hermosa hija, llamada Ariza, -respondió Sanuh, con una sonrisa, mientras observaba a Lya, quien también sonreía”, quien, para entonces, contaba con treinta años de edad.

El CENTRO LITERARIO de GUANACASTE, COSTA RICA, celebra sus 51 años de fundación (20-3-1974), con esta presentación editorial. Y nos complace incorporar a Génesis como una nueva integrante del Centro Literario de Guanacaste, donde esperamos que su pluma siga creciendo para bien de las letras desde el Guanacaste Eterno que amamos.





LA POESÍA, ESE ÁMBITO DE MEMORIA Y SILENCIO. EL ENCUENTRO ESPERANZADO DEL HORIZONTE

 



LA POESÍA, ESE ÁMBITO DE MEMORIA Y SILENCIO. EL ENCUENTRO ESPERANZADO DEL HORIZONTE

 

 

 

«La poesía es un ideal inalcanzable.

El sufrimiento y el arte del poeta consisten en vivir

en el filo entre la palabra y la nada»

ANA BLANDIANA

 

 

La poesía en su valor más universal nos conduce siempre a los ámbitos de la memoria, sin negar los tiempos de silencio, o esa búsqueda de horizontes esperanzados, mismos que abren las ventanas del alma, esos que bullen como un rictus en el ojo húmedo de la página. En su ensayo, La poesía entre el silencio y el pecado, la escritora Ana Blandiana, expresa: «me refiero a la evolución de la poesía como un ideal, concebido como una intensificación del poder de sugestión, en el que decir lo menos posible para sugerir lo más posible puede convertirse en no decir nada para sugerirlo todo. Un ideal absurdo en la medida en que implica, para su cumplimiento, la desaparición de la poesía. Y un ideal, también, que, por mucho que quiera acercarse a él, ningún poeta alcanzará nunca, porque ninguno aceptará renunciar a sus palabras. El sufrimiento y el arte del poeta consisten en vivir en el filo entre esas palabras y la nada.»

La poesía urde en efecto, sueños y, a menudo, necesarios para subsistir. Supongo que la poesía es también experiencia vivida y vívida, una especie de extravío permanente en la matriz del alfabeto. Quien vive a flor de piel las semanas, la cotidianidad, celebra la embriaguez de la cumbre, el poema consumado. Uno escribe desde el corazón todos los crepúsculos que dispara la soledad, todos los fulgores que contiene un candil encendido. Francisco Murcia Periáñez lo sabe desde su alma anegada de huecos, de albas e historias que trastabillan en los «pesados silencios» de la soledad.

La obra que aquí nos ocupa posee diferentes llamas de pensamiento, luminosas derivas a voluntad del poeta. Poesía esencialmente sentida, sin trivialidades, fraguada en el rigor del oficio. Es en todo caso, una poética versátil; sus palabras resuenan con intensidad, la emoción que solo se ve en poetas comprometidos con el oficio de ser poetas. Toda una experiencia de vida llevada al lenguaje, tal como bien lo expresa en uno de sus poemas: «ebrio de vino mi cuerpo y mi alma, / ebria de soledad y de pesados silencios.»  Una exactitud que culmina en su propia escritura, cicatriz de esa herida que lo nombra y lo respira correctamente desnudo.  «Penas, penas y más penas.”, nos dice el poeta y agrega: “almas abandonadas que nos sentimos perdidas, / bebemos esa ternura que nos ofrece la pena/ y maldecimos la angustia que nos devora por dentro.» Resulta difícil no encontrar eco en estos versos y que en mi opinión es una especie de epifanía, una visión marcada por las vivencias.

Las diversas construcciones que el poeta realiza, resultantes de su interacción con el entorno, con sus vivencias, constituye la parte fundacional del poema, es decir, los espacios imaginarios en la poesía que nutre y desemboca en «experiencia vital». Las tensiones que suscita el tiempo, el entorno, la inmersión en el mundo de los sueños (casi como un enclaustramiento), los descensos, ascensos, en el momento de la escritura, es lo que le da a ésta y al poeta una perspectiva unívoca. Estos imaginarios (espacios psicológicos) se organizar al punto de constituir la experiencia del poeta. De ahí esa voz gangosa y oxidada: “mariposa y golondrina” encarnando lo que bien puede denominarse tráfago en un contexto de realidades e irrealidades, lo posible y lo no posible, esa constante del espíritu y sus posibilidades.

Sentimientos e imaginarios, como elementos tensionales, conforman esos espacios que a continuación, procuro delinear. Generalmente para el poeta hay un lugar mítico, todo aquel bagaje que deviene de su infancia como elemento acumulador y nutriente en la conformación del poema y una poética; también, el espacio (dentro de ese imaginario) que ocupa el entorno como referente de escritura; y, finalmente, lo íntimo y cotidiano como especies individuales. Así tenemos, en palabras de Antonio. Colinas, que «la mejor poesía no es la que refleja la realidad, sino la que la trasciende». El poeta parte, como refiere (Susana A. Fernández), en sus versos de una realidad concreta, si bien su propósito es desvelar el significado último de dicha realidad.

 

Es mi noche la noche

de las más negras tinieblas,

tiembla mi cuerpo y mi alma

y tiembla mi vida entera,

buscando la luz que sueño

entre escombros de ilusiones.

Los ocasos me niegan el brillo de los luceros,

Y no encuentro el firmamento

donde sembrar mis estrellas.

 

Realidad que, adentrada en el sujeto se torna sentida vivencia trascendida y contagia los estados anímicos al punto de convertirse en referencia de sentimientos genuinos. Cada poema nos ofrece matices de referencia de esos paisajes íntimos de silencios derramados en el nombre de las cosas, efusión abrasadora de sentimientos.  Lo más notable de este poemario, tiene que ver con la poética de lo imaginario y ahí está en mi opinión su valor poético; es decir, como sostiene Valentina de Antonio Domínguez:   una «semántica imaginaria», constituida por los símbolos y  mitos poéticos, y una «sintaxis imaginaria», formada según García Berrio por los «esquemas de especialización fantástica», en los cuales se insertan los símbolos, expresando «movimientos pulsionales», que forman los esquemas de movimiento y los diseños de fuerzas en equilibrio, al punto de llegar a poeticidad, (cualidad de lo poético, según la RAE). Y no solo eso, la memoria posee fuerza liberadora, el alma desolada se transforma en aspiración trascendente, en conciencia, como lo diría Juan Ramón Jiménez.

El poeta, decía Alexander Blok, no es tal porque escriba en verso, sino porque dota de armonía al sonido y a la palabra, porque él es hijo de la armonía. Rescatar y reivindicar el mundo a través de la palabra. Ir al origen y regresar con revelaciones: la experiencia trascendida es lo que hace de los espacios de la memoria y el silencio, materia fundacional. Así tiene sentido la materialidad del «Don de la ebriedad» de Claudio Rodríguez. La experiencia es única, indiscutible, sin duda. Por lo demás, aunque el concepto de «Trocitos», título del poemario, nos propicie la idea de fragmentación, o diferentes planos como una especie de montaje, lo cierto es que están concatenados, poéticamente hablando. En todo caso la poesía, es algo así como expresaba Luis Rosales: un ingrediente que puede salvarte o condenarte; en este entorno espiritual, la poesía salva, desde luego. El fecundo lirismo del poeta lo lleva a esta toma de conciencia; y por más dolor que haya en estos versos, el encuentro con la palabra resulta una suerte de esperanza, veamos:

 

Repaso las estanterías de mis recuerdos,

Cuánto polvo acumulado, cuántas grietas.

Cuánto hueco con ese olor a pasado,

remoto, perdido en el tiempo,

pero anclado a mi memoria como un clavo

que arde y quema por dentro.

 

En estos poemas de repensar y repasar la estantería de los recuerdos, se rescata la imagen de diversos elementos del entorno esencial: se evoca el paso del tiempo, la añoranza (recurrencia de recuerdos); los fuegos que se prenden en el extrañamiento. Realidad que bien puede sintetizar un verso lapidario de José Agustín Goytisolo, «La evocación perdura no la vida». Y así, «lloramos, ya lejos, con los ojos», tal como nos lo sugiere JR. Jíménez. O como Francisco Murcia Periáñez, el poeta de este poemario nos lo expresa: «ebria de soledad y de pesados silencios.» La imagen del sueño perdido (Paraíso de Milton, o Edénico) y sus antípodas, en cuya existencia encontramos, las más elocuentes impresiones del yo poético interior, el que se debate en cuerpo y alma, invoca y respira esa: «ternura que nos ofrece la pena / y maldecimos la angustia que nos devora por dentro

En general el rasgo fundamental de la poesía lírica es procurar atar mediante las palabras, los versos, el poema, la vivencia íntima de su mundo interior o exterior para liberarla mediante el uso de la memoria que indiscutiblemente el tiempo se encarga de erosionar o de sedimentar, entendido como revelación del yo. «Trocitos», me parece que sintetiza muy bien la preocupación existencial del poeta: el tiempo, es solo una pequeña eternidad, dura lo que una gota de rocío al caer desviste, abre el pecho. Lo interna en esas líneas del abatimiento, de las afirmaciones doloridas de la materia hecha palabra:

 

Ebria de penas … vino mi sombra …

ya no conoce la senda,

ya no hay luz que la sostenga y vaga

perdida entre sueños de penumbras y tinieblas.

 

En el contexto de lo íntimo y cotidiano, el poeta no escapa en hacer algunas confesiones sobre su vida. Así, el yo poético nos dice: «Me creía tan libre, tan fuerte, tan grande, / que desprecié los mensajes que la muerte me enviaba.» De tal forma que, desde esa confesionalidad, la realidad vivida con la realidad creada se fusiona, para convertirse en una sola transparencia. Su mirada y, conlleva la más sincera interpretación de lo que van percibiendo mis cinco sentidos, y de lo que les va impresionando. Es una explosión que, en ocasiones, el poeta tiene el imperativo de dejar sellada en el papel ese luminoso desasosiego. de ahí que el poeta hecho palabra procure trascender en toma de conciencia: «Más hoy yazgo en este hueco, pozo de sombra y silencio, / donde la tierra reclama los átomos de mis huesos.»

En uno de los tantos poemas de la presente Antología, el poeta nos muestra esa extraña atmósfera donde respira, también el clima feroz que da pie el poema. El poema como culminación de ese espacio en tensión con el entorno, la succión del alma del poeta. Ese instante de erosión de la realidad. «Una lágrima resbala a espaldas de la muralla, / y una sonrisa se pierde oculta entre sus orillas.» La poesía no deja de sonar como un extraño espejo, como un meandro de dolor insinuado por el aire de los sueños que esculpimos.

Pedro Ruiz Pérez, afirma en «El lenguaje poético después de la estilística. Cuestiones de historia y materia», Univ. de Córdoba, que en «los límites del propio poema en el que nace y se mantiene, hay una complicidad que se materializa en complicidad con el lenguaje. «Entre ese espacio de la privacidad que constituye la experiencia personal del autor, y el espacio de lo público, que se establece con la comunicación lingüística; ambos elementos, ambos espacios, quedan trascendidos en la experiencia de lenguaje y de conocimiento que constituye el poema en su actualización.»  Francisco Murcia Periáñez, lo sabe. Y, además, es consciente de ese impulso vital que le permite encadenar imágenes de emotiva trascendencia, su quehacer poético está afincado en una tradición poética sólida, no en iluminaciones a manera de chispazos más o menos ingeniosos, sino en un trabajo vertebrado en el que, sin duda, explora su mundo interior, sus vivencias, el territorio de su espiritualidad. Su libro no constituye un punto de llegada, sino una memoria que indaga en su travesía. «Con recuerdos de esperanzas / y esperanzas de recuerdos», tal como lo dijese don Miguel de Unamuno. Cierro esta travesía, a manera de colofón, con unos versos del poeta Murcia Periáñez, mismos en lo que su palabra revela el silencio que se va haciendo, o la memoria que avanza en el tiempo:

 

 

Desciende sinuosa la lágrima por mi mejilla

como desciende vacilante la gota de lluvia por el cristal.

Fuera, frío, viento y hojas muertas.

Dentro, palabras y más palabras, y el silencio.

Tal vez dentro esté ya el muerto, que duerme,

porque no encuentra palabras para celebrar su entierro.

 

 

 

André Cruchaga,

Barataria, 01.07.2021

Latitud: 13.69, Longitud: -89.19 13° 41′ 24″

Norte, 89° 11′ 24″ Oeste


miércoles, 5 de marzo de 2025

LA CASA DESHABITADA Y LA PARADOJA DE LAS BELLAS CICATRICES COMO NOCIÓN CONFESIONAL

 



LA CASA DESHABITADA Y LA PARADOJA DE LAS BELLAS CICATRICES COMO NOCIÓN CONFESIONAL

 

 

 

¿Por qué soñando, al deslizarse con miedo,

Ese miedo imprevisto estremece al durmiente?

Mirad vencido olvido y miedo a tantas sombras blancas

Por las pálidas dunas de la vida,

No redonda ni azul, sino lunática,

Con sus blancas lagunas, con sus bosques

En donde el cazador si quiere da caza al terciopelo.

LUIS CERNUDA

 

 

 

 

José Siles González, poeta prolífico y prologuista enjundioso, además de académico alicantino comprometido con la docencia, ha querido en esta ocasión, que sea yo el que le prologue su libro: «El desamparo del tabú en flor», un texto en su conjunto que a primera vista me conduce a reflexionar sobre algunos conceptos que de momento llamaré situaciones: casa deshabitada, tabú, confesional. Para Gastón Bachelard, la casa, el espacio, éste, nos conduce a la noción de intimidad, de recogimiento, de protección, pero, además, entraña el espacio vivido; fotografía, acaso impregnada de recuerdos, donde el «invierno frente al frío/ escarchado de los recuerdos,» con todas sus «presencias ausentes». Este poemario y su primer poema es todo un aserto porque nos remite de inmediato, adentrarnos en ese mundo de un cuaderno de huellas, versión de sombras y música, seguro de espejos al filo de las sombras. Pues bien, la atmósfera del libro es esa fragancia memoriosa y fundacional de un lugar labrado con tenacidad, pero que, al paso del tiempo, su plenitud luminosa, se torna «de viejos invocando/ …sus presencias ausentes». El libro también es esa metáfora de la casa como lugar destinado a las distopías y utopías. Pasado y presente se entrecruzan a través de la evocación como una estancia del ser que ha vivido y que vive en virtud de la remembranza, un espacio sagrado donde está el poeta. Y ello, además, me hace pensar (tomando en cuenta las respectivas distancias), en «La casa encendida» de Luis Rosales. Pensé, de inmediato, en mi casa de infancia, construida con el amor de la tierra, con paredes de adobe y, alrededor, árboles frutales y un río en el que la eternidad parece cobrar vida a través del recuerdo.

El concepto de  tótem, por su parte, y me remite a Carl Jung y Freud; ello demuestra, a partir de un análisis de la vida de los pueblos primitivos basado en los estudios antropológicos como el horror que los individuos sienten por el incesto es lo que determina su organización social y provoca el establecimiento de una serie de normas rígidas y prohibiciones, las cuales son comparables a los síntomas del neurótico (necesidad de lavarse las manos repetidas veces después de determinados actos, prohibición de mirar o tocar objetos, personas o animales. Pero el poeta nos habla desde el título de «El desamparo del tabú en flor». Y este concepto nos dice que es una «situación o estado de la persona que no recibe la ayuda o protección que necesita.» a más de ello está el sustantivo complemento que hace las funciones de determinante: en «flor», es decir, intuyo que se refiere a que está vigente, pervive o, «que se encuentra en el estado inmediatamente anterior a la madurez.» Rafael Narbona en El Español-cultural, nos dice, entre otras cosas: De hecho nuestras sociedades no escapan a ello. La gran aportación de Jung consistió en descubrir el inconsciente colectivo. En la estructura de la psique, hay un inconsciente personal donde se conserva y agita todo lo que la conciencia quiere reprimir y silenciar, y un inconsciente colectivo, que contiene la memoria biológica de la especie. El inconsciente «es idéntico en todos los hombres y constituye un substrato psíquico común, de naturaleza suprapersonal. Abarca una masa indescriptible de estratificaciones depositadas en el curso de la vida de nuestros antepasados. Contiene uno o dos millones de años de evolución». El inconsciente colectivo está poblado por arquetipos. No son símbolos o imágenes heredadas, sino estructuras vacías e innatas que representan las vivencias cruciales de nuestra especie: la imagen del padre y de la madre, la imagen de uno mismo, la relación entre los sexos, la figura del héroe, del sabio, del embaucador. Los arquetipos se manifiestan en los sueños, pero también en la mitología, el arte y las tradiciones religiosas. El Sí-mismo es el arquetipo central del inconsciente colectivo. Expresa la totalidad del ser humano, su «yo consciente» y su «psique inconsciente». La personalidad individual se forja mediante la interacción entre esas dimensiones opuestas. Esto que he retomado se asocia, además, con «Bellas cicatrices», independientemente de la paradoja, me parece, y lo dice el yo poético: «el olvido es justo y necesario. / Justo para equilibrar las malevolencias/ con las bondades que guarnecieron nuestra vida/ desplegando lo que llevamos dentro:/ por aquí y por allá,”» … No sé si el olvido, en efecto, sea la cura, esa bella cicatriz de cual nos habla el poeta. La vida es inexorable, aunque dance en la memoria con sus abismos afilados. El recuerdo a menudo nos devasta, pero en sus brazos de hipnosis, nacemos y desnacemos.

El in media res del poemario, el brillo del Paraíso que alguna vez fue, y que no es curable el retorno a él, al menos en términos de evocación. Pero el poeta lo da por hecho, algo imborrable y atesorado, como una sombra que se acerca, purificada. «Regocijo, —expresa el poeta— que permanecerá por siempre/ en la memoria azulando/ esas fábulas que refieren/ al final de la historia/… el sentido de la vida.» Por tanto, la vida no enmudece en la piedra caliza de los estertores, ni en el roce de esas líneas del horizonte que el sujeto traza en las instantáneas estriadas de este mundo, acaso, como «Hijos de una realidad inacabada», tal cual uno de sus poemas. Y sí, el ser humano, no debería caminar entre espinas, «Dolorido por los ladridos de una jauría de aturdidos/ que se obstinaron en acumular un botín de miserias.» Sí, no deberían ver la bestia descomunal, aun así, sea entre buganvillas escarlata. En el transcurso de la vida, el poeta José Siles González, ha aprendido no solo el poniente de los jazmines, sino que su vasta experiencia poética y de vida le dice que es necesario en la vida, «aprender su oscuro lenguaje», del que nos hablaba Pushkin en “Versos escritos de noche durante el insomnio.” O bien, como lo entendía don Carlos Bousoño: «el hombre lo único que puede hacer es aspirar, sin pausa, bien que inútilmente, a esa huidiza plenitud anhelada, sea en cuanto hombre que vive y expresa esa vida suya ansiosa de metas inaccesibles, sea en cuanto poeta que escribe un poema, cuya perfección igualmente se le escapa.» Porque la vida es a fin de cuentas una fogata alígera. Y lo que hoy es, mañana puede no serlo.

En este itinerario del poeta, «El desamparo del tabú en flor», la analepsis se convierte en mi opinión en columna vertebral. Hábilmente, el poeta, «altera la secuencia cronológica de la historia, conectando momentos distintos y trasladando la acción al pasado». Lo dicho hasta aquí me lleva al tercer elemento que acoté al inicio de estas digresiones: la noción confesional. Antes, veamos: La poesía no se escribe con inspiración, sino con lucidez y rigor. La lección de Stéphane Mallarmé quedó aprendida, cuando dijo que el poema se escribe con palabras, no con ideas. También queda atrás el lenguaje que convierte la lengua en discurso o en jerga, que es peor, porque el lenguaje es iluminación en la sombra. Verso libre, rítmico, cadencioso. En ese caso, deberíamos hablar pero no aquí es el cometido de los nuevos ritmos del verso prosaico o el despojo de los ritmos clásicos del verso. Lo confesional (en torno al desamparo y la pérdida) salta a lo largo de todo el libro como radiografía del alma. Ya sabemos que la mejor biografía del poeta es su obra y esto, precisamente, es lo que hace grande a la obra. Los grandes poetas han sido confesionales, se implican e implican el tiempo que les tocó vivir. Las Confesiones de san Agustín es un ejemplo. También abundan las metáforas cargadas de novedad y originalidad: José Siles González asume la escritura con sumo rigor y sacrificio. Nos recuerda a Gustave Flaubert cuando escribía dolorosamente en lucha con la palabra. Siles González confiesa que: «Desde entonces todo dejó de tener sentido/ Todo lo que fue a partir de aquella noche», o estos otros versos, en los que hace alusión a una de las aristas referidas: «Es entonces cuando el tabú emerge enfangado del lodazal/ y un asomo de insólita insurgencia recorre ese cuerpo/ acostumbrado a la censura de todo tipo de goces.» Rebelarse es la manera de destruirlo.

Es importante, como lo expresa Miguel Lorenci, «…saber qué me ha pasado en la vida; de dónde vengo, quién soy y dónde estoy. Un ejercicio honesto de verdad vital que está en el origen de la literatura desde los ensayos de Montaigne y es útil para el lector.» Lo cierto en lo confesional es que es un recurso no solo de la poesía y de algunos de nuestros clásicos, es elemento importante en la narrativa. Es Michel Foucault, en mi opinión el más creíble pensador en esta materia: entiende la confesión como algo más que el acto de redención religiosa, más bien como nuestro ritual preferido para la producción de la verdad. La confesión es la técnica empleada en las relaciones familiares, en la justicia y la medicina, en la psicología, en la educación y también en las artes. Vivimos en un sistema que ha convertido al hombre en un «animal confesional» en el que el conocimiento se transmite siguiendo los esquemas y patrones de técnicas que se basan y dependen de la confesión. (Alejandro Melero Salvador: La técnica confesional como recurso narrativo).

El tiempo modifica los límites de la vida, de las ingenuidades germinativas, el paladar y la memoria que hurgan en el disfraz de la escritura. El poeta se atreve a desvelar las realidades del ojo, solo así: «En la memoria sonora de todas las tardes, / noches y madrugadas que se nos quedaban cortas/ para pescar en el faro, recorrer tortugas, arlequines, machos, puerto ricos, waikikis y / uvas jumillanas / retumban los ecos de pláticas socráticas, / venenosos benedictines, vidrios rotos/ …y amistad pura.» Lo que es materia lejana, se acerca, se hace próxima en virtud de la capacidad del poeta para recordarla. Y es que la memoria confesional no deja de ser una calle húmeda, con pájaros suspendidos en el sendero silencioso de la lejanía. La buena poesía como la de José Siles González, desciende a nuestra boca como un follaje que solo la palabra respira y transpira. En este caso, el verso, diáfano, ebrio, sin oblicuidades.

La poesía siempre supone, al menos desde mi modesta perspectiva, un viaje espectacular; para muchos constituye la fábula, la metáfora del agua, del horizonte, del arrebato eterno del ser humano frente a su realidad. Y, así, como dice Rafael Cadenas: «Que cada palabra lleve lo que dice. / Que sea como el temblor que la sostiene. Que se mantenga como un latido.» Este ser humano, a veces platónico, socrático, hegeliano, etc, acumula en su devenir toda la escarcha enjuta del horizonte. No siempre uno cuenta con un nahual que lo ampare, ni esos absolutos en que se constituye la nada. La poesía siempre es reflejo de la vida en cualquiera de los momentos históricos en los que viva el ser humano, el poeta: la realidad nos habla de la vida a través del arte, en este punto de la palabra, de la poesía: en cada época, clasicismo, romanticismo, realismo, simbolismo, creacionismo, surrealismo, etc., la metáfora cambia, el mundo de la poesía toma diversas formas. Sin poesía, —como nos lo dijese Mayakovski—: «la calle, sin lengua, se retuerce: / no tiene con qué gritar y hablar.»  La poesía de José Siles González tiene una proyección vital, aunada a su expresión lírica. «Porque la palabra del alma es memoria» y eso lo recobramos tras la experiencia y los recuerdos. Es más, la poesía está construida a partir de ellos, trasunto y trascendencia del alma del poeta. En atención a esto, el poeta se encarga de acercarnos a ese camino del que venimos hablando: «La irrupción de tu presencia / desleída en un sueño tembloroso / en medio de aquella devoradora madrugada / azota los ecos flameando los ’viejos tiempos’ /…corridos.»

Sin duda una de la más visible singularidad en el estilo poético Silesiano la encontramos en el uso de deícticos, deixis: espaciales, temporales verbales; sin lenguaje, sin pensamiento no existiría la poesía, ninguna poesía de cualquier poeta. Cada palabra del poeta se inserta en un contexto, o está vinculada a él. También está presente en su poesía el elemento referencial, cuya función es importante en el acto comunicativo, la misma nos permite transmitir información y características de todo aquello que nos rodea, (factores externos del propio acto comunicativo y del emisor, lo que permite exponer la realidad de manera concreta y objetiva): lugares, objetos, animales, personas, acciones, acontecimientos. Así, el poeta se fusiona con el mundo, su entorno y «ve reflejada su intimidad en todas sus formas» y conquistas expresivas. Sobre sus ojos derramados en la hoja de papel, el día de las palabras hasta convertirse en alfabeto; transcurrido el misterio, (Aunque Neruda decía que en la poesía existe), el poeta da testimonio en este libro de su periplo como un árbol que crece para la vendimia. El mismo Neruda que rechaza el misterio, dirá tiempo después en uno de sus versos canónicos: «La luz de la tierra sale de sus párpados».

            «Soñarme contigo más allá de todos los limbos», es de singularidad confesional, íntima, evocativa: un diálogo inevitable con su memoria, vislumbres o concreción del amor filial, trocado por la poesía. En otro de sus poemas, el poeta se abre a la realidad que vive la niñez en muchos de nuestros países. A esa niñez desventurada de las periferias de las urbes: «Cuando por fin diviso su rostro / de chiquillo callejero/ distingo todas sus edades / olvidando el ayer por momentos / y advierto en su expresión envejecida / las arrugas que ya han plantado sus raíces»… El hastío también alcanza al poeta por su constancia y territorio infame: «Cuando se desmorona el aire / se respira una decadencia sin aliento / que acentúa la vaguedad de un universo / tan fútil e ingrávido / tan inmensamente vacío / tan puro e invertebrado /…advenimiento mustio del hastío»…; en cambio la noche prosigue en su fijeza de mundo. Quizás muta, pero siempre tiene un sonido largo incapaz de ocultar «la monotonía inapetente/ de las lentas tardes» … En este espacio de la subjetividad, el poema, está intervenido por la historia y la ideología del poeta, sus valores, su forma de percibir la realidad exterior e interior. En este punto, el poeta no renuncia a la referencialidad, porque dicha referencialidad contextualiza el poema.

            La poesía, más que tratar sobre la realidad, quiere ser la realidad, Se trata de una poesía orgánica, viva; (Selena Millares Martín, Madrid, 1992). Un desmantelamiento del tabú del cual nos hace referencia el poeta, del que además han germinado hojas y apóstatas. «Reduciendo el paisaje a una descomunal sombra / Magnificando la lobreguez del crepúsculo».  «Desde siempre, nos confiesa el poeta Siles estuve acompañado por mi sombra / No recuerdo ir a sitio alguno sin su escolta» …Y más adelante, en otro poema, se pregunta: ¿Quién se descubre en su memoria perdida / Caminando por la noche que colmó una plenitud de sombras/ En las que se ocultan todos sus desvaríos? El poeta Siles, desde su yo lírico es consciente de la finitud de la vida, al menos eso pienso cuando siente (lo percibo así) el espesor de la noche y la cúpula del cielo en tierra: «Ahora dedicas tu tiempo a envejecer aún más/ navegando irremisiblemente hacia tu último destino / el puerto habitado de sombras / donde la oscuridad te amará eternamente.» El tabú está presente en casi todas las actividades del ser humano (y no es la excepción la poesía); de ahí siempre la ingente necesidad de la transgresión en unas sociedades más que en otras; y es así como el poeta desea destruir esa danza que yace en la conciencia. Tal situación nos conduce a esa lucha estoica y permanente; como «la incapacidad que encuentra el individuo de fundamentar sus valores morales.»

          La poesía de José Siles González, sin embargo, no se queda ahí a imagen del blanco y el negro como un pájaro ebrio de sombras. Su poesía es un licor de luces magnéticas, con palabras nacidas de su entraña, una conciencia en la existencialidad del ser, como «el poeta que se acuerda de la vida: Vivir no es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan.» (Aleixandre, Poemas de la consumación). «El desamparo del tabú en flor», bien puede ser esa consumación de la poesía de Siles González. Seguramente el poeta continuará en esa pesquisa o lucha por entender la sed y la noche, aun con antorcha en mano. Arduo oficio el del poeta: reconstruir el tiempo, mientras el tiempo concurre en nuestras manos como un libro de estaciones y espejos.

 

 

André Cruchaga,

Sábado, 9 de abril de 2022,

Barataria, El Salvador