En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



domingo, 23 de febrero de 2025

EL CIELO DIVIDO COMO CERTIDUMBRE DE REALIDAD Y EXPRESIÓN DE LA TEMPOREIDAD HUMANA

 

Perfil del tiempo, Salvador Dalí.


EL CIELO DIVIDO COMO CERTIDUMBRE DE REALIDAD Y EXPRESIÓN DE LA TEMPOREIDAD HUMANA

 

 

En el cielo que más su luz recibe
estuve, y vi unas cosas que no puede
ni sabe repetir quien de allí baja;

DANTE

 

Las palabras no valen más que

como mediadores entre la virtualidad del

pensamiento y la realidad de la acción. Y

hasta se puede afirmar que son las

palabras las que hacen real el

pensamiento, aun no siendo ellas todavía

más que una acción virtual.

LOUIS LAVELLE

 

 

Miladis Hernández Acosta, (1968, Guantánamo, Cuba), Poeta y ensayista con una vasta obra poética publicada, además de múltiples reconocimientos. Su obra ha sido objeto y merecedora de artículos diversos dentro y fuera de su país. Dicho esto, la idea de este correlato es transitar dentro de las dimensiones que encierra su discurso poético. Nuestra poeta expresa la identidad de su «yo poético» mediante un lenguaje que nos descubre, que la poesía funda la escritura autobiográfica más auténtica, dado que «pretende acercarse de la forma más directa posible a la identidad vital y espiritual de una conciencia individual»; su tono, siempre está aquí, de frente y no del otro lado del espejo. Su discurso más allá de los diversos matices viene a ser una representación de la escritura confesional y a su vez, lo distópico como nos lo sugiere el título del libro. Desde luego éste constituye un mérito, una verdadera escritura que rebasa los límites de las circunstancias bajo las cuales escribe la poeta este viaje a través de un cielo divido. Una voz íntima y robusta destinada al vuelo nos envuelve con su magia y arden hasta que sangra la magia de la palabra.

Contrario a lo que postula el maniqueísmo (desde la perspectiva religiosa) evidencia el aserto de que en general, la concepción monista de la realidad siempre ha dado por sentada la imposibilidad de que puedan ser reconciliables elementos apriorísticamente opuestos como el bien y el mal, la vida y la muerte, la conciencia y la inconsciencia. Esta actitud puede ser considerada como un claro ejemplo de lo que Jacques Derrida llama logocentrismo —concepto clave de la deconstrucción—, esto es, la búsqueda, de un centro generador para cualquier cosa. Adentrarnos en la visión maniquea del mundo, la cual es hoy muy actual y, desde nuestro punto de vista, ha sido utilizada para manipular a la masa. Traigo a cuenta esta referencia porque adentrarnos en la visión maniquea del mundo, es hoy muy actual y, desde nuestro punto de vista, ha sido utilizada para manipular a la masa, a un pueblo en virtud del Paraíso infierno, donde se usurpa la esperanza, la necesidad de creer en un futuro promisorio. La poeta lo avizora, lo construye y deconstruye, a partir de la visión que tiene del país que le robó sus sueños, su vida. Y en consecuencia a la imposibilidad de acceder a una sociedad más humana en el sentido más profundo del concepto.

 

Un vamos hacia la pérdida. Llegar a la yerma desventaja. ¿Congelación o huellas? Monturas para acercarnos a la desobediencia. Tenemos que expulsar las espinas o compadecernos. Grietas del ayer o de esta noche con líquidos mortales. Una puerta hacia la cueva. Un ante-paso. Letrero con sentido inverso o una engrosada fila de mujeres bellas. Aves de distintas manadas donde morir es esa coalición en la cueva o ese golpe que damos en las alturas para luego ir en retroceso. Morir es ese frío agujero donde entra una última conversación o las palabras divididas ¿Ruinas o sucesiones en el ojo incauto? Excitación que día a día se antepone. Vasijas. Un nardo. Un turbante. Una luna muerta.  La muñeca grita. Voy como antes con ese fiero níquel en la lengua. Voy en seguida o más tarde a morder el póstumo hueso del exterminio o esa luna ya muerta en cuarto creciente. (Poema Observatorio)

 

Ahora bien, la revolución trajo consigo un estado casi de culto y los problemas por los cuales se erigió, con el devenir se agudizaron e invalidaron inclusive la realidad nacional. En principio se tiende a idear una idea de futuro, a menudo muy remoto para el pueblo como la coyuntura dentro de la cual habrán desaparecido los obstáculos: esos esquemas plantados hasta la saciedad en la conciencia están lejos de ser un esquema cristiano como el llamado a instaurar el Reino de Dios sobre la tierra. Nada más falso, por supuesto. Ese pensamiento utópico que se implantó en su país estaba destinado a que la gente pensara en términos de un tiempo futuro, pero esa utopía no llegó ni estuve al alcance de todos. Si miramos alrededor nuestro con los ojos abiertos vemos solo esas condiciones de miseria, de explotación. ¿Dónde está el reino prometido, el Paraíso prometido en medio de un país que parece más un infierno? En realidad, la revolución nunca instauró una sociedad más justa, mas bien nunca se alejó del infierno precedente por lo que tenemos otro infierno de postergación. No se puede, entonces, tocar el cielo, vivir en el Paraíso sino en una especie de vórtice, mismo que la poeta rompe en este libro. El silencio roto, no alienado para conquistar la libertad. La poeta desmitifica, precisamente el mito y las falacias que lleva consigo el concepto.

 

¿El mal o el bien te fortifican?

 Reducida fuga o presa que se antepone

O se pronuncia. Exalta el templo

O distorsiona en agonía.

¿Cuál reclamo o novena frente?

¿Cuál retroceso de un fallecido?

¿Musgos o espejos? Llamar un familiar.

¿Cómo orientarme en la fosa?

¿Ser un oprimido?

¿Cómo extraen el oro o el cascajo?

¿Quién hace las inhalaciones?

¿Quién conmigo se deteriora?

Lápidas. Masa neutralizada. Un cielo.

Todas nuestras vidas

Idas o dispuestas.

¿Quién de un lado a otro

¿Hace a solas las divisiones?

¿Cuál cesárea o anestesia?

¿Cuál inminencia? Legrado.

¿Casa o carrusel?

Canario con fiebre amarilla

En angosta jaula.

Mi nombre es lo que queda.

Mi nombre auspicia las separaciones.

¿Sombra o Ley?

(Extradición: Fragmento, poema III

 

«Al cielo divido», no es el cielo de Dante, en éste según se deduce del viaje que emprende con Beatriz que gozan de la paz y beatitud, algo que dista mucho del viaje que emprende nuestra poeta. Pero, al igual que él, pienso desafiar esos simbolismos, esas cosas que se encierran en el corazón para avanzar en este tránsito contundente de imágenes. Así, todo poema constituye un templo, en el cual está encerrada, el alma del poeta. Una obra, está orientada a un interlocutor, representa un acto bilateral (poeta-lector); y se determina por aquel a quien pertenece y por aquel a quien está destinada, aunque el sujeto a quien va dirigida sea impersonal. En este punto debemos acotar que cada palabra expresa a «una persona» en relación con la otra y es esta última la que hace real (depositaria) del pensamiento, tomando en cuenta que el contexto afecta lo que se dice o quiso expresar el poeta. Por otro lado, el poema es una entidad humana y como tal no se reduce a mero artefacto estético. Alrededor de su obra bien intencionada y depurada, hay una convicción de compromiso con la palabra.

Cuando hablo de certidumbre de realidad, en la poesía de nuestra poeta, me refiero al génesis de su poesía, a los temas que la hacen posible y que se realiza y concreta en el poema, asumiéndola como realidad histórica. En esta concepción dinámica y trascendental de la realidad, se fusionan todos esos microuniversos de nuestro entorno. Así nos lo advierte la poeta que los ve como «Una galería de ancianos famélicos/ Unos siervos o un cerco despuntando/ Luz cerrada que ha forjado la agonía». Ante lo inhóspito, ella lo dice «Sólo quiero resguardar la fuga». Asumir la realidad, supone una liberación, aunque la misma sea dolorosa y suscite el desarraigo, la duda, el amargor hacia lo que no se desea regresar. Por ello y en clave, la poeta nos lo dice: «Tener luego que volver/ A la entrada de la casa/ Para que la luz o la muerte/ Sigan haciendo de las suyas.» Constantemente la poeta hace alusión a «jaula» en sus poemas. Una manera muy sutil y capital de denuncia hacia lo que percibe su conciencia, su palabra garantiza la existencialidad de su realidad, tanto como la realidad de los otros. Su palabra desmonta el mito y hurga en ese ámbito de las ideas. De hecho, su poesía es de ideas lúcidas, una respuesta personal derivada del dogma al que está sometida toda una sociedad.

 

Voy transformándome por escasos montajes.

Ideologías de los semejantes o ancianos muertos

Van por esa calle

Con molares o cuadros rotos

Hablo o golpeo desde esa jaula severa

Estrecheces o reducción sobre esos canales

Que aseguran haberme dado por viva

Como quien hiere o se planta

No seré ese convite ciego ni esa lágrima

Limaduras o persecuciones

Recordar otras fragancias

Broqueles o tácticas suramericana

Vías para cruzar la amazona o perderme

Para conquistar a los perros

Aplástame por el centro

Formas de aplastar o llamar la atención

Recelo de construir o cargar con los tablones

Hierros o cruces

Cementerio de abetos o pinos

Para ser sepultado

Identidad del ser

Llorado

Cuán ajeno puedo ser

Cuánto cuesta mapear los huesos.

Fragmento del poema «Contorsiones»

El cielo aquí, me remite a paraíso (utopía), pero es la metáfora del entorno, del «yo poético»; nuestros pueblos (lo digo en plural), con sus problemas humanos y sociales en donde se institucionaliza la injusticia. Digamos, entonces, que lo que nos plantea la poeta es la máxima concreción de una realidad abstraída, internalizada que a su vez se constituye en ultimidad poética histórica. La poesía siempre supone al ser humano real, concreto, haciéndola más suya, más íntima en cuanto producto de la conciencia. Resulta que este cielo con el determinante «divido», nos reduce el ámbito y nos limita, si se quiere, nuestro correlato. Claro que, en «Al Cielo divido» hay más sustantivación e individualización con una riqueza propia y peculiar. En el fondo me parece que existe aquí una distopía. Y acoto: «el estado actual de ese modelo de discurso no hace otra cosa que subrayar un triunfo general del pesimismo que no permite habilitar una razonable parcela de porvenir que conquistar. Se podría decir de otra manera: vivimos un presente donde parecen haberse cumplido parcialmente muchas de las distopías más influyentes del siglo XX. »

Si convenimos que la utopía articula sueños, la distopía nos ofrece la distorsión de ese sueño, el escenario distópico se mantiene desde dentro y fuera de la insularidad: la idea de pérdida de libertad, el entorno grotesco, en muchos casos decadente y que se profundiza desde la visión del exilio respecto al país de origen. El cielo divido se metaforiza, la realidad y sus elementos constitutivos se convierten en «residuos simbólicos» y ello afecta el imaginario de la poeta e incluso la manera de ver al mundo. Convengamos que vista así la poesía, ésta se ve forzada al desarraigo, al extrañamiento y al enajenamiento. Las alas son un recurso reiterado que Miladis Hernández Acosta, utiliza en sus publicaciones para salir, supongo de ese paisaje que no es propicio para el encantamiento. Su ya dilatada obra manifiesta siempre un compromiso con la realidad humana y en la dimensión existencial e histórica. Hay en su poesía una afirmación contundente de las afectaciones que emergen del exilio y que subyacen como coordenadas de su poética. Su voz poética en este contexto traza líneas maestras que signan el tono de su poesía y su perspectiva de búsqueda.

«Bajo la poesía se oculta (subyace) la personalidad de la poeta, su desgarro y alborozo, sus aspiraciones y relaciones con el mundo físico y la realidad suprasensible. Para expresar lo inefable, la poeta procurará recuperar cada una de sus vivencias porque en cuanto producto de una época, seguidora y renovadora de alguna corriente o línea de pensamiento, hace de su arte la expresión más profunda de lo vivido, lo sentido, lo soñado o querido, lo perdido, lo velado, lo vedado.» La escritura suele ser un arte de circularidad y ruptura en donde múltiples situaciones definen el complejo universo literario de la poeta. En su repertorio poético a menudo dotado de su territorialidad insular, encontramos una especie de diálogo transtextual que nos remiten a caminos inusitados de búsqueda, al tiempo que avivan su memoria para repensar los micromundos que habita. Intensidad y fuerza orbitan en su palabra. Ya Marcelo Pagnini nos dice: «El aspecto fundamental distintivo del mensaje poético se reconoce hoy en día con criterio bastante parecido, en la ambigüedad, que es precisamente la cualidad fluida, evocadora, del símbolo. En realidad, en virtud de este aspecto, el lector se hace partícipe de la fenomenología artística, y de su tiempo y en gran parte se debe a este margen sugestivo (en cierto sentido ad libitum) el que la obra pueda vivir fuera de su autor y de su tiempo para convertirse en íntima posesión de cada uno de los lectores». En todos los contrarios de la existencia, el vivir y el morir, la plenitud y el vacío.

 

[He aquí la mujer

Consumida por las ruinas que entran por la carretera

Puedo divisar que nos estamos muriendo o naciendo

Yo sólo giro hacia el hueco o hacia el tubo de humo

Sin más gloria que esa montaña de yerbas muertas

Después gritar que estamos encaramados

Uno sobre otros en ese nicho de tropical bandera.

 

He aquí los niveles o la involución

¿Miseria o grito?

Acaso una posible llovizna inmensa

Hongos o momias extintas

Cortaduras o cenizas. Estruendo o bisutería

Provinciana. Digo que me quedo en el Sur

Fragmento del poema de: «Santiago de Cuba a Guantánamo»

 

En el ensayo «Constantes temáticas en la poesía cubana: el tema amoroso en dos colecciones poéticas de Lucía Muñoz Maceo», publicado por la Universidad de Granma, Granma, Cuba.(Ver al respecto referencias bibliográficas), se dice: «En la creación poética de las mujeres cubanas se observan regularidades y rupturas que han hecho del proceso de la escritura un acto de continuidad, donde, a pesar de las evidentes diferencias formales instituidas por generaciones y movimientos literarios, es posible definir una noción de cubanidad y a la vez de feminidad que funden, sin que sean necesariamente visibles, las raíces de la identidad con las de la espiritualidad femenina. El hilo conductor se mantiene invariable en autoras de diferentes estilos o etapas y en las que el pasado y el presente históricos, la pasión, la nostalgia, la política, y sobre todo, sus vivencias humanizadas en cada realidad, resultan la génesis de temáticas comunes que apuntan hacia el doble reconocimiento de quiénes son como mujeres y escritoras americanas.»

          Por su parte, Reina María Rodríguez, en su ensayo, «Poesía cubana: tres generaciones», expresa entre otras cosas que: «…tiempo de éxodo, de pérdidas (como el suicidio de Ángel Escobar hace ya catorce años, y de Raúl Hemández Novás). “La nave que se hunde, siempre / da náufragos; y todos los náufragos son huérfanos/ y creen en los augurios / esas supersticiones que tienen los deseosos / pueden hacerlos llegar a otra costa, a una costa cualquiera: / calafatear otro barco y hacerse, / de nuevo, a la mar…hasta que la nave que cuidan sin melindres vuelva a hundirse. / Son además, tercos. No volverán a construirla / una nave y otra son la misma / porque tienen paciencia y orgullo, y saben que siempre fueron náufragos, que siempre fueron huérfanos…» Esta experiencia que es común del exilio es quizás clave para entender la poesía de Miladis Hernández Acosta porque marca un destino personal y geográfico, por ello, la escritura de esta poeta hay que verla en este horizonte de tiempo histórico. Memoria y esperanza siempre o casi siempre están entrelazadas: D. Pedro Laín Entralgo en «La Espera y la Esperanza, historia y teoría del esperar humano», no dice: «San Agustín descubrió para siempre la esencial conexión que existe entre la memoria y la esperanza Una y Otra constituyen, en último extremo, la expresión de la temporeidad humana; y la llamó “peculiar” porque en la realidad del hombre se entraman  de modo unitario y misterioso su visible y vívida temporeidad y su invisible y adivinada eternalidad, su tránsito terreno y su permanencia espiritual.» Más allá de la cita, la poeta nos muestra desde su perspectiva a un pueblo vencido, reducido, pero con ganas de resistir los embates que propicia el opresor desde su posición de poder.

 

La sed de lo humano. Sed inmortal. Sed de ese espejo o esas nubes que dan pena. Déjenme preguntar o estabilizarme. He pensado en ese muerto que velan en un cuarto obscuro. He pensado que antes estuvo en una ambulancia. Me reconozco en una esquina como un hecho imprevisto. Yo subí con la ley del hielo. Sujeta a los flancos endebles de una hermandad sin futuro. Yo subí viendo pasar a los muertos desde este umbral confiscado por la muerte. Somos todos los que somos y no lo que pudimos haber conseguido. Cuál es el ansia para abrirles paso a las bestias que tragan los sables blancos con que los hemos heridos.

Yo crecí desechando a un falso enemigo. Lo único cierto es contenerme o abrirme frente a un falso enemigo. He pensado en esa sed por lo humano. Yo misma doy la sed por lo humano.  Yo misma me vuelo la cabeza pensando en cómo sobrevivir cuando ese enemigo irredento baje conmigo.

Fragmento del poema: «Cioran. Cirrus»

Sus poemas son deslumbrantes porque nos marcan o señalan esa travesía y continua luz en desarrollo. La poeta Hernández Acosta entiende que la poesía está hecha de vidas y,  al mismo tiempo, de todos esos elementos que emergen frente a nuestros ojos. No hay, pues, contradicción al afirmar que como ser humano está dotada, «por una parte, de fuerzas y facultades naturales, que existen como tendencias y capacidades. Por otra parte, como ser natural, corpóreo, sensible, objetivo, es un ser sufriente, condicionado y limitado…» Para la poeta el regreso a casa supone, la poesía como camino, después de haber descifrado los enigmas y redimir todo lo pasado como diría Friedrich Nietzsche. Siguiendo un poco el pensamiento Max Scheler, la poeta se revela en su singularidad de ser humano destacando las múltiples paradojas del mismo, lo abisal dentro de la incertidumbre para emanciparse. Ella abraza «el oxímoron de la totalidad infinita». Desde la poesía, Miladis Hernández Acosta, se torna visionaria y buscadora de esa pérdida vital: anhelante y voraz para racionalizar la vida real.

          Darle una mirada a la poesía de Miladis Hernández Acosta, es hacer un viaje intenso que media entre la poesía tierra adentro y la del exilio, un viaje entre Baudelaire y toda esta visión que nos provee de otra sensibilidad, es relacionar su figura poética con lo contemporáneo y postcontemporáneo. Hay una zona, pues, que debe estudiarse desde el interior de sus mutaciones, justamente porque desencaja con la tradición y el cielo dividido al cual se enfrenta; juventud y madurez dan paso a un fuerte estilo que la poeta ha sabido delinear en este rico devenir evolutivo. Detrás de su poética hay un foco de espiritualidad sustancial, unificadora de sus vivencias de interioridad humana que le permite mostrarnos una realidad externa. Si bien la vida es compleja, ella, supera eso de que «la vida es tan horrible que sólo se la puede soportar evitándola.» La poeta la habita, convoca, la hace suya y la transforma en cada verso. La vive a la sazón con todos sus significados posibles. Octavio Paz diría que la suya es auténtica poesía en movimiento y que «oscila entre los dos polos más significativos de la historia: el pasado y el futuro.» El yo poético en su principio ético se abre a la realidad para hacerse cargo de ella como realización humana y poética.

 

El cadáver sabe derrumbar las tapias y guarnecerse ¿Hay un croquis de los calabozos? ¿Hay ponzoña o apatía sobre el clavel? Muertos expatriados en el reflector. ¿Cuál es el grado de violencia? Duda para lanzarse al terraplén. Inexperta abeja en la matriz ¿Roca o cuba visceral o guarida del sedoso riesgo? Recojo los cascajos absurdos. Recojo los nidos infecundos ¿Violación o ayuno separador? Reproducción –réplica- o cicatriz. Raíz medular de alta frente. Palabra que reservo para escapar de las prebendas. Con nociva bravura me cercenan las sienes ¿Cuál fetiche con los ruines y las aniquilaciones? ¿Cuál levadura o secuela?

Fragmento del poema: Coacción o trazo agitador

 

La poesía como creación y producto de la sensibilidad, es, en mi opinión, expresión de la temporeidad humana. Heidegger lo explica muy bien en su obra «Ser y Tiempo». El «Dasein», existencia, tan dinámica como la vida misma. Acaso símbolo del dinamismo, interrelación de la poesía con su misterio discursivo y trascendente. «…historicidad se refiere al conjunto de circunstancias que a lo largo del tiempo constituyen el entramado de relaciones en las cuales se inserta y cobra sentido algo, es el complejo de condiciones que hacen que algo sea lo que es: puede ser un proceso, un concepto o la propia vida.» La poesía supone una recuperación de la memoria, es más, siempre se escribe desde la memoria al presente como vivencia, los recuerdos que son la manera auténtica de haber sido. Así, Heidegger se refiere a una reapropiación del ente del «Dasein» que este ya es al asumir y hacer suya una de las posibilidades heredadas, un retomarse a sí mismo del «Dasein» que permite adelantarse hasta su más propio poder‐ser (horizonte abierto por su haber-sido). Dicho de otra manera, la poeta relaciona de manera audaz el texto con las circunstancias y su mismidad.

 

Avanzar sin ritos ni duelos. Adoratorio o cadena.  Preserva la petición de descifrar cuál corriente inhalas en la galera. Invierte la discordia o los remos del intercambio. La víctima se acopla en el bote. En el hundimiento de la lengua.  Insecto que apabulla enalteciéndose en la llaga. Crueldad para acudir al rodeo. Imposición de yacer o morder la ventana. Ley de Dios en horda vigorosa. Avanzar o convertirte en un inepto con  el liquen de la intransigencia. Inmunidad de no adaptarse a la galera. Víctima por desfigurar. Avanzar cuando cualquiera te intimida o te encarcela.

Fragmento del poema: «Procedimientos para entender a George Orwell, Segundo Paso»

           

Carlos Bousoño de la mano de D. Dámaso Alonso, nos dice: «nuestra representación interior de las cosas posee un aspecto triple: un aspecto conceptual, un aspecto sensorial y el aspecto constituido por nuestra reacción subjetiva frente a ellas (sentimientos, etcétera), aspectos, los tres, que se corresponden con nuestro triple modo de captar una realidad cualquiera, viendo lo que ella tiene de común con otras realidades de su género; 2~, lo que tiene de distinto, de único; lo que esa realidad es para mi desde el punto de vista de mi subjetividad.» Contrario al lenguaje común, en la poesía se nos produce la impresión de contemplar el contenido anímico tal como es, en su aspecto particular, sin forzar o invalidar la realidad vista desde dentro por la poeta. Para sus lectores este haz de poemas constituye un testimonio de su condición confesional, es parte de su memoria como necesidad de aprehender la totalidad de la realidad y de sí misma. El sentimiento siempre es un medio de búsqueda de su propia identidad con la identidad del mundo. En la articulación de sus poemas la extrañeza y los desasosiegos se conjugan para revelarnos las circunstancias de su poética.

 

Tal vez pueda arrasar esa celda cerrada.

Torbellino de cierva milenaria. Extranjera

Del agua. Ya quisiera yo reflejarme

O ir a sacar las estrellas de un río bajo

O los últimos glaciales de esa última mitad

Que aún debo protagonizar

Con espliego de un oro viejo

Todas las cosas que deben llegar

A mí. Yo que no soy culpable

De las ruinas. Ni antesala

Ni ninguna derrota. Caimán que protesta

Noche furtiva o inicua herida del hombre

Donde toda palabra o acción

Se malinterpreta ¿Cascabel o llanto?

Canción que se penaliza

Gladiolo o rocío de corsario viejo

Entre patria o vida

O antiguo lecho putrefacto.

Fragmento del poema: «Una página mayor»

 

En su poesía, Miladis Hernández Acosta, rompe el espejo de la vigilia como forma de resurrección de los recuerdos. Y lo expresa ella: «Angustia y fortaleza formando un nudo corrosivo en mi garganta. Sin poder gritar». En la conjunción de sus dos patrias, la concreción de su praxis poética desde la cual apela a la situación del ser humano. Esas zonas de realidad humana le dan sentido y coherencia a su poesía: ser e ideas, esenciales y purificadoras en las entrañas de su alma. En el reino de este mundo, rotos, los ríos profundos del cielo, el tiempo y sus variaciones, el mundo real orquestado por «furtivas alegrías», una poesía asimilada y construida desde la introspección, eficacia del lenguaje; en definitiva, una existencia histórica como prueba de vida en este cielo divido, acaso silabario con alas de musgo con sus ahogos tocando la tierra. «Tierra de todo y nada», como diría Enrique Lihn en «La musiquilla de las pobres esferas.» Hay en su poesía un viaje a Ulises y a Dante, un viaje con sus especificidades, esencial, configurado por su memoria, metonímico, intuido en la construcción y reconstrucción de su viaje poético. En su imagen de cielo y mundo, Paraíso-tierra, la gran antinomia, el vínculo de la imagen que se tiene (mental) y la imagen totalizadora de lo real. Toda esta realidad intuida se convierte finalmente en metáfora de su itinerario poético. «A final tal como lo expresa la poetallega la noche y todo comienza a encajar/ Porque en la noche conviven los alaridos/ La oscuridad no sana ninguna herida. Ni la palabra/ Que elegimos para poder despertar/ Sobre las ruinas que hemos construido.» Dentro de este fervor oscuro, lo que encontramos es «la realidad iluminada», su poesía. El horizonte de una poesía viva a voluntad de ese río interior que fluye y avanza como un «fenómeno luminoso». En esta poesía lírico-política Miladis pone sus propias convicciones para cumplir con su meta existencial espiritual no como «ciervo», sino en gran medida como proceso de lucha por la vida y la dignidad.

No olvidemos que la creación artística es una especie de autoanálisis de esos espacios de la memoria cuya poetización se vuelve catártica. Su poesía no obedece a ningún arrebato, sino a una especie de resistencia frente al progresivo desmán y caducidad del tiempo y de un sistema político, consustancial a las legítimas aspiraciones humanas. Ante lo insano, turbador, el cadáver, la madre muerta, la incertidumbre. En líneas anteriores expresé que la poesía de Miladis es de ideas, de ahí que coincida con Antonio López Eire. Él «concibe al emisor de un mensaje generando un texto emanado de una clara intencionalidad y adaptado a un contexto, a lo largo de un acto de habla con el que pretende cambiar la situación psíquica y mental o cognitiva del receptor y con ello influir decisivamente en su voluntad de acción.» Su poesía apunta siempre a la racionalidad en paralelo con una realidad caótica, contingente, voluble e intensa. A menudo percibo que el lenguaje le es insuficiente para darnos una imagen del ser desvalido, atrapado en la espiral de la muerte. Destaca en contraste a esta situación, la intensidad y sobriedad, la experiencia de primera mano, la impotencia radical frente al túnel de la pérdida.

Su escritura se debate, justamente, entre esa pérdida del Paraíso malogrado. Del cielo difuso y agotado, cada vez más extraviado y oscuro. Con realismo y vehemencia nos transmite el espejismo en el que sucumbió el país, su libertad. Toda su poética dibuja, delinea «una realidad sin verdad, sin libertad,» La relación de poesía y conocimiento conlleva desaparición y ausencia y activa en la poeta su postura ético-política. Estamos, entonces, ante una poesía que nos remonta a lo que fue, lo que fue y quiero. Pero techo y suelo siempre serán una utopía en este mundo. Su poesía es con toda propiedad una nueva mirada, o acaso, la misma mirada que revela con claridad esa huella de realidades y disidencias como otra forma de pensar el cielo, el paraíso, un país.

 

 

André Cruchaga,

Barataria (El Salvador, 22 de sept. de 2022.

 

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

—Alemany Bay, Carmen. Poesía cubana a finales del XX: 1980-2000. En https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/6058/1/ASN_02_11.pdf
Álvarez Amargós Michelle María, et al. Constantes temáticas en la poesía cubana: el tema amoroso en dos colecciones poéticas de Lucía Muñoz Maceo. En https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-22012014000200019

—Bueno, Salvador. Apuntes sobre la poesía en la Cuba del siglo XX. Aparece como prólogo en: Con un mismo fuego: Poesía cubana. Ediciones UNESCO, 1997. Málaga, España.

Boyero Rodríguez, María José. Aportación al estudio de los marcadores conservacionales que intervienen en el desarrollo del diálogo. Tesis doctoral. Universidad complutense. Abril de 2005

Bousoño, Carlos. Superrealismo y simbolización. Biblioteca románica hispana, Editorial Gredos, Madrid, 1979.

—Costa Jordi. El tiempo de la distopía. Babelia, El País, España. 10 OCT 2014

Girola Lidia. Historicidad y temporalidad de los conceptos sociológicos. .En  https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-01732011000200002

Herrero Cecilia, Juan., «La escritura autobiográfica y el autorretrato lírico: aspectos autobiográficos del poema ‘Retrato’ de Antonio Machado», en Escritura autobiográfica. Romera, José, Yllera, Alicia, García-Page, Mario, Calvet, Rosa (eds.). Madrid, Visor Libros, 1993, pp. 247-257

—Laín Entralgo, Pedro. La espera y la esperanza. Historia y teoría del esperar humano. Revista de Occidente, Madrid, 1957.

—López Eire, Antonio. Retórica clásica y teoría literaria moderna, Madrid, Arco. 1997

Revista Internacional de Culturas y Literaturas, junio 2018. ISSN: 1885-3625

Rodríguez, Reina María. Poesía cubana: Tres generaciones. https://lljournal.commons.gc.cuny.edu/2012-1-rodriguez-texto/

Rubio Tovar, Joaquín. El viaje de Dante por los cielos. En https://ebuah.uah.es/dspace/bitstream/handle/10017/6877/Viaje%20Dante.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Samour, Héctor. Voluntad de liberación. El pensamiento filosófico de Ignacio Ellacuría. UCA-Editores, El Salvador, 1ª. reimpresión 2006.

Utrera Torremocha, María Victoria. Estructura y teoría del verso libre. Fareso, S.A. Madrid, 2010               


sábado, 22 de febrero de 2025

VIGENCIA DE LA MUERTE. UNA RELECTURA DESDE EL DISCURSO POÉTICO DE ODALYS INTERIÁN

 

La Mort et le Bucheron (1859) de Jean-François Millet.


VIGENCIA DE LA MUERTE.UNA RELECTURA DESDE EL DISCURSO POÉTICO DE ODALYS INTERIÁN


 

 

La vida es proyecto y espera. El término debiera ser fruición, goce

y reposo. Pero jamás se llega a este término. La muerte irrumpe

desde el exterior la propia realización. Estamos condenados a

unas conquistas sin sentido y a unos anhelos sin cumplimientos.

La vida es una pasión inútil

JEAN PAUL SARTRE

 

… Y en mi sangre confundida,

¿no serás, Muerte, en mi vida,

agua, fuego, polvo y viento?

XAVIER VILLAURRUTIA

 

Si agradable descanso, paz serena,

la muerte, en traje de dolor, envía,

señas de su desdén de cortesía:

más tiene de caricia que de pena.

FRANCISCO DE QUEVEDO

 

 

Si «La muerte es la negación de todas las posibilidades.» ¿Dónde queda la trascendencia? ¿Basta con poetizarla para entender la vida? Si la vida es espera y esperanza, la muerte nos quita todas esas posibilidades, nos inhibe del devenir. En realidad es un territorio que nadie conoce no obstante ser parte de los misterios de la vida. Para algunos es un paisaje de irrealidades, encandilante, zona tórrida, núcleo de una cruz que se extiende en la espalda, un torbellino humano, para otros, un río delirante, algo así como un abismo, pero un abismo en la belleza y el sueño; niebla del alma a la cual uno se puede aferrar porque el fenómeno posee su propia metafísica, infierno o paraíso intangible, un mundo quizás de ahogos y pesadillas que se abre a la cotidianidad de la vida. «Espero alegre la salida y espero no volver jamás», escribe Frida Kalho previo a su deceso. De hecho, quien sufre por las razones que sean «ve a la muerte como liberación, y no quiere volver jamás a repetir lo mismo, a no ser que de lo que se trate es de volver a repetir los momentos buenos, plenos, felices; si el "repetir" es entendido como recuperar lo perdido gratificante de la vida, abundante, generoso, como Kierkegaard relata en el caso de su “pensador privado” Job, estamos hablando de otra cosa. (Pero Nietzsche habla de repetir lo mismo, y él era alguien que sufrió mucho, pero quería reprimir dentro de él todo sentimiento en contra de la vida. Su querer volver a repetir lo mismo implicaba al amor fati y a la voluntad de poder que crea al superhombre, en un momento preciso; después de la muerte de Dios, y más allá de un nihilismo pasivo imperante.» (Andrea Díaz: Nietzsche y el pensamiento de la muerte).

La muerte acompaña al ser humano desde un pretérito remoto porque belleza y horror van de la mano, se le admira y se le teme; en este punto convenimos que la muerte es poesía materializada; a través de la palabra damos cuenta  del dolor sintiente de sí mismo o del prójimo. Pero todo es elucubración, inferencia, según cómo se entienda esta dialéctica vida-muerte. Lo cierto es que no podemos entenderlas separadas, vida y muerte forman parte de lo mismo: la vida humana. José Emilio Pacheco en su poema «Caverna», expresa: «Es verdad que los muertos tampoco duran/ Ni siquiera la muerte permanece/…» Algo hay de fatalidad en este tema y de ambrosía que no escapa a escritores: poetas, ensayistas, narradores. La muerte es una constante, a menudo embiste como una fiera. La muerte se presenta como algo terrible y fatal. Lo cierto es que quien se muere lo hace para siempre y ella nos produce diferentes sentimientos. La poesía es un «commentatio mortis», una meditación sobre la muerte al igual que para Platón y Cicerón lo fue la filosofía.

Todo vuelve a ser polvo, tierra, desecho. «La muerte nos causa gran curiosidad. Nos mantenemos cerca de ella pero nos alejamos con premura si vemos que está demasiado cerca. Es un gran tema romántico porque suicidarse es la expresión máxima de la crueldad del ser amado; es un tema heroico porque los más valientes caballeros pierden la vida para salvar a su pueblo y es un tema de horror porque lo desconocido detrás de ella hace que pensemos que los que ya están del otro lado puedan regresar.» A veces la muerte es la fuga del mundo vil y horrendo en el que vivimos, tal como quería Shakespeare; Víctor Hugo, por su parte la consideraba belleza y enigma, cosas profundas; una vida centrada en sí misma, encerrada entre cuatro paredes es a su vez una especie de muerte, quien no arriesga nada, según lo vemos en Neruda. Para otros, acaso sea, alzar el vuelo, sin alas, sin ojos y sin cuerpo, como propopía Elías Nandino. Xavier Villaurrutia, llega al punto de describirla como algo cóncavo, tibio y silencioso, «es dura en el espejo y tensa y congelada, el hueco que queda en el lecho»…Digamos que la muerte tiene su propio peso en lo espiritual, sicológico y emocional. La muerte y el dolor es, finalmente la victoria del dolor.

La muerte, dice José María López Sevillano, asumida por la persona humana, viene a coronar las distintas opciones de nuestra existencia. Es situación límite que ilumina el sentido de la vida: desde la intramundanidad como quiere el ideario agnóstico y ateo (Heidegger, Sartre); o desde la transmundanidad, como confiesa el ideario cristiano (Marcel, Lavelle). Una visión materialista y pragmática del vivir humano, agrega, reduce la preocupación por la muerte al estado de una sociología del débil que puede desembocar en dos actitudes enfermizas: moral, la desesperación; siquiátrica, la depresión. Para Epicuro, la muerte es un obstáculo por cuanto impide la felicidad del sujeto en y de la sociedad.

Siendo por lo general el tema de la muerte una representación de la existencia humana, conviene ahondar en tal menester de la mano de Mijaíl Málishev: «La conciencia de la muerte introduce, entre el animal y el hombre, una ruptura más profunda que la capacidad del segundo para fabricar utensilios, hablar y pensar. Quizá el hombre se convirtió en hombre desde el momento en que empezó a enterrar los cadáveres de sus congéneres, inventó el ritual funerario y elaboró las creencias en la supervivencia o en la resurrección en el más allá de los fallecidos. En todo caso, el hombre es el único ser vivo que sabe que tarde o temprano va a morir y, por tanto, piensa no sólo en cómo va a vivir, sino también en cómo va a morir. Ante la amenaza del arribo de la muerte, el hombre identifica al hombre y se identifica a sí mismo como ser humano. Podemos suponer que el hombre primitivo sabía ya, cuando enterraba a sus congéneres, del sentido de la muerte, pues en caso contrario difícilmente hubiera inhumado a sus cadáveres.»

La experiencia de la muerte sobre la vida supone también un vínculo entre poeta y poesía que solo trasciende a través del lenguaje. En la poesía de Odalys Interián, la muerte ocupa lugar privilegiado entre los temas recurrentes de su poesía. Como otros poetas predecesores y contemporáneos ella sufre la sombra, la angustia, la soledad y la muerte. El tiempo, el amor y la muerte se manifiestan de manera singular, múltiple, reiterativa y, desde una perspectiva íntima, objetiva, experimental, vanguardista, simbólica y meditativa va revelándonos su lucha interior. Miedo, luz, sombra, se juntan en el latido para luego convertirse en ceniza: poesía reveladora, de batallas interiores en la que la poeta desde la conciencia del sujeto lírico alcanza la esencialidad de la palabra y la comunión humana.

 

El ojo en su víspera Eunice

 

el párpado tranquilo de la muerte

posándose aquí.

Esta es la hora en que besamos

los crepúsculos

la imagen de la lluvia

el salmo

el sitio /un sitio

desde donde saltamos

para vernos

la ilustre orfandad.

El ojo peligroso que nos mira.

La vena de Dios

estallando

sobre el hueso real de las oscuridades.

Evitamos decir este es el miedo

Este es el cortejo huérfano de la luz.

Este el pájaro de Emily

con su pata golpeando

gritando

danos razón /danos -vida-

razón.

Dónde poner el cuerpo

el trazo de desnudez que arde.

Alza y Alza la flor sobre la espuma

quédate como un mirlo ondeando

en la blancura de la noche.

Alza y alza el pistilo del Reino mayor

los pájaros del futuro

acógelos en su marcha.

Ven recoge el mástil rompiente

de las mismas estrellas.

Aquí se junta el latido

todos los ojos del amor.

Qué cielo batirá el cerco de polillas

que inundarán lo vivo.

Quién andará encubriendo los adioses

el golpe

la angostura que viene de esa chispa

que escapa de la muerte.

 

Ante la presencia de la muerte, se revelan una serie de arquetipos que se vinculan a la espiritualidad, la otredad en un escenario propio de la metafísica: finitud e infinitud, en definitiva el ritual del adiós transfigurado en presencia viva, doliente como el latido que se rompe en la marcha. Odalys Interián es consciente de que «La noche vierte sobre nosotros su misterio,/  y algo nos dice que morir es despertar.» El miedo de ser solo un cuerpo vacío, la angustia y la duda en su vastedad. «La interioridad es la ciudad en la que se despliega la muerte, es el territorio en el que funda sus ciudades.» La ciudad como cuerpo donde se forjan las huellas del ahora, el territorio donde se reza en agudo sacrificio y tortura.

 

Porque miras muerte con estos ojos míos

qué rememoras

diluye estos andrajos que visten el amor

dilúyeme la luz que duele

los escombros pasivos que acobardan el aire.

Contémplame casta

en el charco tremendo de la luz

donde se contemplan las bestias del silencio.

 

Porque hablas muerte con mi boca

y enciendes la parábola 

porque callas al ángel

y vas minando al hombre

con un residuo de memorias fatales

con un gesto de agonía final.

Que lastre tu lastimadura

que poca tú 

que tanta muerte en la muerte

tu victoria.

 

Este momento absoluto de desdoblamiento y espejo dulcifica en cierto modo la contemplación y no puede ser comparado más que con la muerte. Sin embargo, la muerte no es aquí por momentos lo negativo de la vida; es la medida misma de lo eterno opuesta a la fragilidad de la existencia pasajera carcomida por el tiempo. La vida suele ser siempre una llama atizada por múltiples incendios. La muerte de algún modo es una rutina vitalicia, un dolor vario con sus aristas desvencijadas, un pie aquí y otro allá, las municiones de la noche, un duro sonar de campanas que cuaja en el fruto de la carne. «Como quien lee en un renglón tachado», eso es la muerte, no reflejo sino imagen, arenilla en medio del eco del escombro. Al ojeo profundo y maduro, Odalys Interián, apunta a todo eso y lo hace afincada en el ala de la luz y escucha y siente al corazón que tiembla como un arado.

          Importante destacar el artículo de Damodar Peña Pentón: «La muerte y el arte. Cuatro visiones de la caída de José Martí en la pintura cubana». Importante, digo, porque estas indagaciones sobre la poética de Odalys Interián, tiene una estrecha conexión de contenido: «El arte y la muerte han mantenido una estrecha vinculación derivada de la significación esencial que paradójicamente ella tiene en todos los aspectos de la vida; su representación ha sido una constante a lo largo de la historia. Primero fue abordada como la muerte del héroe, del dios o del santo y luego tuvo su mayor exponente con la figuración de “la danza de la muerte” acompañando los tiempos de las grandes epidemias. Desde entonces no ha dejado de ser un tema o género artístico. Héroes y grandes personalidades de la antigüedad, reales o imaginados, fueron trasferidos a alguna manifestación artística, fundamentalmente a las artes plásticas. Muchos se representaron en el momento de su muerte natural o trágica. Es el caso de José Martí, el héroe nacional de Cuba, quien tuvo una especial relación con la vida y con la muerte, esperada por él siempre como consecuencia lógica de los constantes riesgos a los que se exponía.» La muerte es una interrogante que la poeta desde su escritura se propone resolver. Desde «De Anima» de Aristóteles,  la poeta con su capacidad intelectiva procura conocer la naturaleza de la muerte y entreteje con infinito entusiasmo, esa asunción como totalidad final de la vida.

          Pese a ser un tema de suyo escabroso, Odalys Interián, voz anhelante, muestra y configura esa totalidad caótica y simbólica. Su lenguaje con diversos matices conlleva pulsiones órficas en cuanta pérdida que se sucede en el sujeto. Por supuesto la muerte no es espejismo, le gana a la realidad mientras avanza a condición de conformar otro conocimiento o realidad. En este punto es importante la mención a Vallejo. «Vallejo experimentó el dolor, el desgarramiento por los afectos perdidos frente a la muerte, la fe y la esperanza de un mundo más humano.»  El camino de la poeta por esta vía alcanza la fusión del «yo poético» con el mundo real hondamente acumulado en sus vísceras. Al desdoblar sus pensamientos estos se convierten como un espejo retorcido por los espasmos.

 

Este dolor Vallejo no es uno

 ni es un dolor de jueves

 es un dolor de espanto

 abierto en su víscera

 un doler en todos los latidos

 y las corrientes

 un dolor hermano

 en su intemperie

 en su grito mayor

 en su fábulas de mañanas muertas

 y persiste en su ronda

 en su cíclope lluvia

 y lame las palabras

 en su costra y poder

 este dolor hermano

 retorcido en su espasmo

 de quebrantos veloces

 quedándose en mí

 como un amante

 poblándome

 con su mal deseo

 circulando en su plaga

 y tormenta

 en su torbellino de rotos silencios

 

Ese juego y escisión del yo, explica en alguna medida explica y alude al desdoblamiento interrumpido solo por esa condición de vacío, inmaterial después de la muerte física.        Ese quebranto de realidad atroz únicamente comparable con la imagen romántica y amatoria de un amante. La percepción de la realidad es vista como un inventario de entidades descuajadas. En su percepción de la realidad está presente una atmósfera deformada, surreal si se quiere donde transitan cadáveres vivientes: uno adquiere la conciencia de la propia existencia al entender la muerte que nos rodea como algo real. El resultado es un poema de simultaneidades derramadas en la mente, en los ojos, en el cuerpo ahogándose como compañera del sueño. Ante esta concepción de la muerte de Odalys Interián, existencia y conocimiento la acompañan otros poetas que seguramente la ven, la intuyen como presentimiento. «Aquí cualquier silencio habla de la muerte/ mira cómo se hunde la visión de la vida», nos dirá la poeta. «Cuánto candor de muertos/ en su tierra dolorosa», nos enfatiza.

No podían negarlo

estúpido era creer

tratar de convencerme.

No podían decir en el último minuto

esto es una verdad.

No podían saber

qué músculo infértil de la luz soportaría

la vieja estrategia del destino.

Nada podía borrar esa aberración.

La muerte y su silencio.

La muerte y tú:

una fotografía.

            Como en Los heraldos negros, la muerte es el «Idilio muerto». Pero a diferencia de Vallejo, en la poesía de Odalys Interián, no «…llorará en las tejas un pájaro salvaje», porque ni la vida ni los pájaros se agotan, aun cuando en ocasiones el ensimismamiento parece absoluto. En la poeta hay una búsqueda constante e incesante. «La poesía moderna —apunta Depetris, Carolina —se define no tanto por su concreción sino por la búsqueda que inspira.» No es una realidad fantástica a la que la poeta se enfrenta, sino a una imagen real que nos borra del mapa; y ello, es posible solo a través del lenguaje. Desde luego  éste (el lenguaje) sólo tiene lugar en la representación y a través de signos precisos y determinables, y «representar», recordemos, tiene filiación semántica con «encarnar», «figurar», «fingir», «hacer de», «ir de», «personificar», «simbolizar». La poeta explícitamente encarna en su escritura la dislocación que ella (la muerte) supone. En suma, desde su metafísica intuye que la muerte no es apariencia, en tanto está en el espejo como un torrente que baja con su barbarie íntima:

 

El tiempo es otra irrealidad

un pájaro

un temblor que sabe de la muerte.

Pero tú duermes el sueño sin lápida

ni epitafio

que sigue prolongándose

al fondo de un cielo inaplazable.

             En otro de sus textos nos dice, nos da cuenta de esa realidad interior. la soledad asociada, acaso, la muerte, elementos de la realidad que referencian la conexión emocional con el mundo en que vivimos. Los sentidos alcanzan su agudeza para explicarnos, decirnos sus posibilidades mágicas.

 

He recibido el disparo de gracia

que dan las soledades.

Como libélula estancada en el humo

como una tormenta de mariposas blancas

que agoniza en el lodo

vi mi mortalidad

la ciudad que llenaba el abismo

y vi la oscuridad que incubaba

como una mala semilla

desplomarse.

 

             «Las cosas que mueren jamás resucitan,» en palabras de Alfonsina Storni, los días que fueron tampoco retornarán. ¿Por qué entonces nos asedia como un mal y sin embargo acudimos a ella con fruición y embeleso? Sobre el tema existen diversas contradicciones; está claro que depende en gran medida a la sensibilidad del poeta, conmueven porque son testimonio de vida, testimonio, seguramente de un conflicto interior arraigado en nuestras sociedades, ineludible, inquietante, angustioso aunque haya quien, como el poeta Xavier Abril que expresó: «Solo la muerte morirá» No estoy seguro de tal afirmación, pero es poesía. Tampoco estoy seguro que la misma se circunscriba únicamente a lo negativo. La poesía en todo caso es una tramitación de misterios. Nuestra poeta, Odalys Interián, se asoma con su poesía con pálpitos alucinantes, un pozo que se sucede en el decurso del tiempo sin principio ni fin. Diríamos entonces que es una especie de angustia creadora. La poeta con sus propias ansiedades metafísicas asume  con estoicismos ese anhelo primigenio, el de las tempestades que vive el vigía. En ese ventarrón de fuga, el tema de la muerte es en mi opinión un acercamiento sensorial de eternidad y desasosiego. En este sentido de eternidad dialéctica, tenía razón Vallejo cuando escribe: «Para sólo morir, tenemos que morir a cada instante.» Y sucede también como en Elías Nandino: «…que despertamos con una muerte a cuestas, maternal, indolora, acariciante,»… Ahora bien la poeta Odalys interián, la asocia a menudo con la soledad como certeza última, al respecto nos dice en este fragmento: «que es un dolor espigado sobre los vértigos.»

 

Adónde vamos compañero

La soledad es la única certeza

y nos desampara.

La soledad será esta ceguera que exhibimos

la ingravidez

los desmayos amontonados

los candores de la vieja vigilia

regando el lado absurdo de la muerte.

 

             En al poeta Odalys Interián el silencio es una constante, su entorno de distancias, rupturas y de acercamientos, digamos el extramiento de la poeta con el mundo; y así da cuenta de lo inefable, de sus exploraciones del yo con la realidad vivida o deseada. Solo así es posible el esclarecimiento, la paridad sujeto-objeto de la poesía y su desdoblamiento. Este juego de soledad y muerte que la poeta advierte como una jaula, anquilosa, aunque a la postre fluya como «el gua renovándose«, tal sus palabras. Tal «ilusión» nos permite y acerca al yo contemplador, el que mira, infiere, intuye, se fusiona o deslinda.

 

Y el silencio siempre

y la luz como un cuchillo y la palabra.

Páramo y más páramo la oscuridad.

Siempre la noche      

y la muerte siempre

un pupilaje sereno

sobre la luz insomne de los peces.

 

Es importante señalar que en la tradición poética y, la moderna no escapa a ello, la presencia de la muerte como finitud y parte de la negación de la vida, está presente y lo seguirá estando, es parte de la metáfora perpetua, esta metamorfosis plural de la realidad del mundo y del lenguaje. La poesía y la literatura en general harán presente este encuentro del ser con esa otra realidad. Y, así como en Baudelaire, a través de «imágenes abisales» y «el paso del tiempo», tendremos siempre poesía que nos hable «La muerte de los amantes, La muerte de los pobres, La muerte de los artistas, El fin de la jornada, El sueño de un curioso y El viaje. La muerte se muestra como la última salvación frente al sufrimiento, como un paso a un mundo mejor.» La poeta desde su autoexploración nos conduce a diferentes reflexiones, a la nada existencial y a la realidad vital que nos impulsa, nos empuja a la configuración de un universo poético privativo a fin de cuentas en cada poeta.

 

 

 

André Cruchaga,

Barataria, El Salvador, 16.10.2022

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA:

 

1.      Díaz, Andrea: Nietzsche y el pensamiento de la muerte. Puede verse el artículo en: http://www.actio.fhuce.edu.uy/images/Textos/9/Diaz9.pdf

2.      López Sevillano, José María. (Artículo).  El tema de la muerte en la poesía de Fernando Rielo. Se puede ver en el siguiente enlace: https://www.arsmedica.cl/index.php/MED/article/view/356/286

3.      Málishev, Mijaíl. El sentido de la muerte. https://www.redalyc.org/pdf/104/10410106.pdf

4.      Rühle, Volker La insistencia de la muerte en la vida: Hegel después de Heidegger. file:///C:/Users/andr%C3%A9/Downloads/6995.pdf

5.      Jiménez Burillo, E. Del miedo a la muerte. Universidad Complutense de Madrid. https://www.uma.es/media/files/02._Miedo_a_la_muerte.pdf

6.      https://www.crearensalamanca.com/diez-poemas-de-odalys-interian-dedicados-a-alejandro-romualdo-y-diego-de-torres-villarroel-xxi-encuentro-de-poetas-iberoamericanos/

7.      http://www.crearensalamanca.com/odalys-interian-poemas-para-tocar-a-dios-comentario-y-seleccion-de-jose-hugo-fernandez/

8.      Medina Alcántara, Esteban. La poesía previa a Muerte sin fin. Tesis doctoral. Veracruz, México, 2019.

9.      Villarreal Acosta, Alba Roxana. La representación de la muerte en la literatura

10.   mexicana. Formas de su imaginario. Tesis doctoral. Madrid 2012.

11.   Connor, P. Stevenson. La presentación de la muerte física y psicológica en obras poéticas de Federico García Lorca. Mayo 2019.

12.   Murciano Maínez, Jorge. TIPOLOGÍAS DEL AMOR, DEL TIEMPO Y DE LA MUERTE EN LA POESÍA DE CARLOS MURCIANO (1970 -1983). Tesis. Universidad Autónoma de Madrid, sf.

13.   MENDOZA RIPAZ, Rosa Luz. Visión de la muerte en la prosa de César Vallejo. Tesis. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad del Perú. Perú, 2017.

14.   Peña Pentón, Damodar. «La muerte y el arte. Cuatro visiones de la caída de José Martí en la pintura cubana». Cuba 2018. Puede consultarse en el siguiente enlace: file:///C:/Users/andr%C3%A9/Downloads/Dialnet- LaMuerteYElArteCuatroVisionesDeLaCaidaDeJoseMartiE-7320986.pdf

15.   Medina, Raquel. El surrealismo en la poesía española de posguerra (1939-1950). Visor Libros, Madrid, 1997.

16.   De Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. La agonía del cristianismo. Editorial Porrúa, México, 1999.

17.   Depetris, Carolina. Aporética  de  la  muerte:  estudio  crítico  sobre  Alejandra  Pizarnik. Fondo editorial de Acceso Libre. UAM Ediciones, Universidad Autónoma de Madrid, 2004.

18.   Cruchaga, André. Visión de la muerte. 1ª. Edición Suplemento Cultural Tres Mil de Diario Latino, El Salvador, 1994.