Fotografía: Guadalupe Elizalde
Verde en fuga
Para el poeta chileno Jaime Quezada
Verde en fuga
Para el poeta chileno Jaime Quezada
Me ves, pero no.
Soy el basilisco, ujier camuflado de tus selvas,
duna de malaquita que devora su forma inhabitada,
limo vertical.
Mi cola, látigo y letanía de anillos, es para ti apenas raíz reptante;
mis escamas, corteza confundida,
junco inverosímil y mazorca en jade.
Soy lechuza de liquen para el cielo del augur,
samsara del que intuyes salir viador ileso;
herbario de sangre fría y hiedra templada en los abismos.
Dragón soy, que corre sobre el agua y el desierto que la sed nos promete siempre oasis.
Soy musgo que se pétrea mirando a Dios desde sus culpas,
conversión circuyendo el árbol sin ser del paraíso,
trébol lignario.
Así me buscas.
El temor alínea mis contornos al follaje invasivo.
Estaré quieto como mártir tatuado en su dermis,
quieto como fósil en el limbo de su estuche.
Seré un quietísimo pavor entre las ramas
superando cualquier herpetóloga genealogía,
para volver al verde original del calambuco,
a la ternura del endrino;
para que me olvides en el tallo de la ortiga,
para observarte y traducir el chopo al mando de tus córneas.
Desdibujo mis contornos en la selva
sobre tu pupila
me confundo.
Soy y no soy.
Y volaremos en pedazos cuando la jaqueante mandíbula del caimán
hunda su presa y corte
Ver más en: www.artepoetica.net
Soy el basilisco, ujier camuflado de tus selvas,
duna de malaquita que devora su forma inhabitada,
limo vertical.
Mi cola, látigo y letanía de anillos, es para ti apenas raíz reptante;
mis escamas, corteza confundida,
junco inverosímil y mazorca en jade.
Soy lechuza de liquen para el cielo del augur,
samsara del que intuyes salir viador ileso;
herbario de sangre fría y hiedra templada en los abismos.
Dragón soy, que corre sobre el agua y el desierto que la sed nos promete siempre oasis.
Soy musgo que se pétrea mirando a Dios desde sus culpas,
conversión circuyendo el árbol sin ser del paraíso,
trébol lignario.
Así me buscas.
El temor alínea mis contornos al follaje invasivo.
Estaré quieto como mártir tatuado en su dermis,
quieto como fósil en el limbo de su estuche.
Seré un quietísimo pavor entre las ramas
superando cualquier herpetóloga genealogía,
para volver al verde original del calambuco,
a la ternura del endrino;
para que me olvides en el tallo de la ortiga,
para observarte y traducir el chopo al mando de tus córneas.
Desdibujo mis contornos en la selva
sobre tu pupila
me confundo.
Soy y no soy.
Y volaremos en pedazos cuando la jaqueante mandíbula del caimán
hunda su presa y corte
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