Fotografía: Poeta Ítalo López Vallecillos
Corazón, te pareces a las grandes ciudades
Corazón, te pareces a las grandes ciudades
Corazón, te pareces a las grandes ciudades
Corazón,
Te pareces a las grandes ciudades.
En ti viven hombres soberbios y terribles.
Sobre tus altas torres de silencio
Dejan su protesta.
Nada les detiene. A veces huyen a sus habitaciones
Y se esconden de la noche.
Acaso tiemblan
Su miedo, su hambre o su miseria.
Surgen violentos y desgarran el día.
Caminan por calles amplias
Y se paran a ver las vitrinas. Compran
Un anillo, una flor, un libro y lo llevan a la novia.
Esperan. Yo no sé qué esperan.
Van de casa en casa, de palabra en palabra.
Matan el tiempo. Les divierte
El cine y abrazan a la multitud cuando el “the end”
Pone sus puntos suspensivos.
Están ahí, lo saben. Van a la oficina,
Miden su odio, pesan su amor, escriben su tedio
Y esperan.
Sonríen, claro. Sonríen. A ratos
—hay que decirlo—
Son felices: reciben una carta
Y el amor les llega por correo.
Inventan una canción y la silban por la calle.
Cuando alguien les descubre, la guardan,
La esconden entre las camisas nuevas.
No lloran. Miran caer la lluvia y les basta.
Mueren un día. No importa,
Han muerto muchas veces. Alguien va al entierro,
Deposita unas flores.
Un amigo dice una oración como quien
Echa tierra al viento:
“era bueno”, “ayer le vi”, “hacía versos”
y se murió de solo.
Corazón,
Te pareces a las grandes ciudades.
En ti viven hombres soberbios y terribles.
Sobre tus altas torres de silencio
Dejan su protesta.
Nada les detiene. A veces huyen a sus habitaciones
Y se esconden de la noche.
Acaso tiemblan
Su miedo, su hambre o su miseria.
Surgen violentos y desgarran el día.
Caminan por calles amplias
Y se paran a ver las vitrinas. Compran
Un anillo, una flor, un libro y lo llevan a la novia.
Esperan. Yo no sé qué esperan.
Van de casa en casa, de palabra en palabra.
Matan el tiempo. Les divierte
El cine y abrazan a la multitud cuando el “the end”
Pone sus puntos suspensivos.
Están ahí, lo saben. Van a la oficina,
Miden su odio, pesan su amor, escriben su tedio
Y esperan.
Sonríen, claro. Sonríen. A ratos
—hay que decirlo—
Son felices: reciben una carta
Y el amor les llega por correo.
Inventan una canción y la silban por la calle.
Cuando alguien les descubre, la guardan,
La esconden entre las camisas nuevas.
No lloran. Miran caer la lluvia y les basta.
Mueren un día. No importa,
Han muerto muchas veces. Alguien va al entierro,
Deposita unas flores.
Un amigo dice una oración como quien
Echa tierra al viento:
“era bueno”, “ayer le vi”, “hacía versos”
y se murió de solo.
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