ALBEDRÍO
La ciudad se ha dormido.
El loco canta.
María de las Nieves Morales
La calle está despierta.
Se entretiene a puro salivazo el aprendiz,
recoge el vino turbio de un desliz y escupe de dolor.
Cuánto no tiene, cuánto le falta si la noche viene
decapitando el rezo en una escoba. Bajo su piel
un grito va y le roba acentos de algún lunes.
Su resabio lo hace profundamente menos sabio
mientras la noche sueña en otra alcoba.
La calle está despierta.
Un aguacero ensarta su espejismo en el papel.
Tras otra lengua el aprendiz infiel
disimula su herrumbre en el ropero.
Sobre un falso designio, lisonjero, el portal lo ensaliva.
Nunca duerme.
Perdonado el tahúr.
Solo lo inerme
empaña la armadura del escriba.
La calle está despierta
nadie iba salmodiando el perdón.
La noche duerme.
La calle se retracta y es un pez desarponado al sol.
Libre de furia, el aprendiz absorbe su lujuria
y enrola en la ventana otra preñez.
Regurgita al entorno su doblez y escupe de emoción
en las esteras. El viento lo desnuda.
¿No hay tijeras capaces de cortar los sortilegios?
Vuelve al marasmo gris de los colegios
y la noche se adentra en sus ojeras.
La calle no madruga,
se desliza en su bragueta impía y desolada
pantomima fugaz y retardada,
último intento de la suave brisa.
¿Y quién rompió su voz, cuál es la prisa
el aforismo incauto?
¿Quién blasfema y quién se asfixia
cuando el leño quema
el filo de la espada del mendigo?
¡Con qué fuerza se aferra en el postigo el aprendiz!
La calle es su dilema.
Y la noche lo acoge sin bautismo, sin confesión
sin reclamarle nada y lo abduce, quizás, enajenada
y triste de salvarlo de si mismo.
La noche lo ensaliva de lirismo
y rompe sus meandros en la acera.
Fantasmas de pared.
La noche es fiera y amasa su cordura y su inocencia.
Dos lunas
un violín
una sentencia
y el aprendiz de loco desespera, y se quiere mudar
a un condominio, a un planeta distante, a una manzana
a un árbol desgajado, a una campana, o a un mundo
donde imponga su dominio.
Pero llueve en la calle.
¿Qué designio le pudre al condenado su lasciva?
Ya no tiene antifaz
tan solo iba limpiándose los ojos.
¿Quién penetra y lo induce a cambiar
letra por letrasu última oración a la deriva?
¡Y si el reloj del parque se callara y no diera la hora
ni el minuto, si el sueño fuera un barco diminuto
que perdido entre olas naufragara?
¿Y si el reloj del parque lo embrujara
y le hiciera más cruel su lento paso,
el loco admitiría su fracaso?
Sonámbulo, se excita con la lluvia,
dialoga con la flor mientras diluvia
y ensaya su perenne salivazo.
¿Otra vez hay bullicio?
¿Qué desea cuando mueren las horas, cuando cubre
con su demencia el sueño de un octubre
trazado en la memoria, cuando vea
detenerse el adagio en la marea
y regresar de noche a las guitarras?
¿Y si el reloj pernocta sin amarras y deja de tocar?
En el camino hay un rastro de nubes y un molino
que intenta desprenderse de sus garras.
La calle está encendida.
En sus vidrieras el mundo se detiene.
¡Cuántas luces!
El aprendiz se inclina, está de bruces
espiando el olor de las maderas.
Son espacios comunes, madrigueras
para morder su mano.
El loco llora.
Mudo salto al cristal.
El loco ignora.
Sus piernas son de luz, el vientre infame.
Fantasmas de pared.
El loco lame
maldice y se desangra.
El loco implora medianoches sin lunas.
Poco alpiste y las aves se marchan al averno.
¿Para qué desnudarse en el inviernos
i nadie piensa que la nada existe.
Fantasmas de pared.
El loco es triste,
le cimbra el armazón que lo amamanta
le escuece el salivazo en la garganta
y rumia de dolor en la escalera.
¿Y si el reloj del parque se cayera?
La ciudad se ha dormido.
El loco canta.
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CARIDAD GONZÁLEZ SÁNCHEZ (LA ABUELA). (Santa Clara, 1945). Técnico medio en Bibliotecología. Ha obtenido premios y menciones en diversos concursos, entre ellos: Ala Décima (La Habana), “Antonio Hernández” (Caibarién) y “Limendoux” (Camajuaní); en el 2003 alcanzó el segundo lugar en el premio nacional de glosas “Alrededor del Punto”, convocado por la Casa Iberoamericana de la Décima El Cucalambé, en Las Tunas. Su primer libro, Décimas en D Mayor para violín y piano (Santa Clara: Editorial Capiro, 2002), se presenta como una suite donde se mezclan los sonidos musicales con la duda existencial, con las preguntas que se hace la autora –en la voz del sujeto lírico– acerca del destino, de los anhelos, la virtud, el optimismo... y un sinnúmero de preocupaciones, que pueden ser las propias o las de cualquier persona del planeta Tierra. Esta poetisa ha logrado insertarse, desde el taller literario, en el grupo de los poetas “publicados” y continúa por la vía de la superación, con la ganancia de premios en diversos certámenes decimísticos. Resulta, pues, un tanto excepcional que, a pesar de encontrarse Caridad González Sánchez entre las “mayores”, muestre atrevimiento y contemporaneidad en sus presupuestos composicionales desde su primer libro, hecho que ya sugería la evolución alcanzada en los años posteriores a su publicación.
(Fragmento de la investigación "La décima es un árbol: el movimiento ascendente de la décima escrita en Villa Clara a partir de 1959", de Mariana Pérez Pérez. Tomado del sitio La décima es un árbol). En el 2009, Caridad mereció el segundo lugar en el IX concurso nacional Ala Décima con su texto Albedrío.
(Fragmento de la investigación "La décima es un árbol: el movimiento ascendente de la décima escrita en Villa Clara a partir de 1959", de Mariana Pérez Pérez. Tomado del sitio La décima es un árbol). En el 2009, Caridad mereció el segundo lugar en el IX concurso nacional Ala Décima con su texto Albedrío.
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