Alex Ffleites, Venezuela-Cuba
¡Vaya que uno amanece, en ocasiones, trunco!
Roque Dalton
La noche anterior,
la de los azufres y los óleos,
doblé con amor los pantalones
pero, sin querer,
adentro me dejé las piernas
Ahora no puedo salvarme
de los cuchillos del invierno,
impedido como estoy
de amar la lejanía
Recorro con lentitud las fotos,
los grabados
buenos para ahuyentar
a la simuladora,
mas de regreso
ya no tengo los ojos,
perdidos en venturosos
laberintos,
en detonantes manchas de color
que invitan a saltar
quién sabe a dónde
En esta situación,
¿qué me queda
sino los dedos de golpear,
las cejas inocentes?
Con curioso terror
espero esta mañana a los amigos
Tras los poemas,
los abrazos,
después de inventariar
los odios candorosos
y las claras incitaciones
de la vida,
terminarán así, los distraídos,
echando en su equipaje
mis dos manos
Mujer danzando en una pieza de hotel
No va a poder con la mirada
cuando la luz que irradie su figura
haga estallar la oscuridad del cuarto
No va a poder con el arrobo
de quien la mira danzar,
isadora, ante el espejo,
mientras no acierta con el interruptor
que devolverá las prendas a su sitio
y hará del balcón suspendido sobre el puerto
un pasadizo directo hacia la noche
No va a resistir esa mirada
que descubre acordes a las manos
para que recorran el cuerpo
como si de la sabiduría de los dedos
pendiera la magia de su magia
Da el terral en el reloj de la garganta
en el momento en que no hace sino danzar
sobre la piel del hombre,
hasta no ser más
que una muchacha en movimiento,
un pobre pájaro proyectado
en la pared-cinematògrafo
Cae la sábana a sus pies,
y no hay aplausos
A la mañana, el mundo acogerá a dos mortales
Alguien enciende las luces del planeta
Para Zaida del Río
Entre tus manos
y este objeto retórico que es mi corazón
el viento del Caribe ha completado un círculo
En él se ve, como a través del agua,
la fronda que tu pulso dictó secretamente
para que mi palabra se echara a descansar
después de una larga jornada por el mundo
A veces sucede una llamada nocturna
y tengo que desandar la trama de las hojas
hasta llegar a ese punto donde sólo tú eres posible,
animal entrampado bajo su desnudez de miedo
Hay quienes padecen la más cruel belleza
Cierra al dormir, amiga, la ventana
Sería fatal que te inundaras de estrellas
En todo momento
un hombre enciende las luces del planeta
Basta para ello que dentro de su cabeza
alguien dibuje pájaros y árboles
Cuida de mi voz como de un pobre perro
Es lo que tengo para salvarte y salvarme
En ocasiones, trunco
¡Vaya que uno amanece, en ocasiones, trunco!
Roque Dalton
La noche anterior,
la de los azufres y los óleos,
doblé con amor los pantalones
pero, sin querer,
adentro me dejé las piernas
Ahora no puedo salvarme
de los cuchillos del invierno,
impedido como estoy
de amar la lejanía
Recorro con lentitud las fotos,
los grabados
buenos para ahuyentar
a la simuladora,
mas de regreso
ya no tengo los ojos,
perdidos en venturosos
laberintos,
en detonantes manchas de color
que invitan a saltar
quién sabe a dónde
En esta situación,
¿qué me queda
sino los dedos de golpear,
las cejas inocentes?
Con curioso terror
espero esta mañana a los amigos
Tras los poemas,
los abrazos,
después de inventariar
los odios candorosos
y las claras incitaciones
de la vida,
terminarán así, los distraídos,
echando en su equipaje
mis dos manos
Mujer danzando en una pieza de hotel
No va a poder con la mirada
cuando la luz que irradie su figura
haga estallar la oscuridad del cuarto
No va a poder con el arrobo
de quien la mira danzar,
isadora, ante el espejo,
mientras no acierta con el interruptor
que devolverá las prendas a su sitio
y hará del balcón suspendido sobre el puerto
un pasadizo directo hacia la noche
No va a resistir esa mirada
que descubre acordes a las manos
para que recorran el cuerpo
como si de la sabiduría de los dedos
pendiera la magia de su magia
Da el terral en el reloj de la garganta
en el momento en que no hace sino danzar
sobre la piel del hombre,
hasta no ser más
que una muchacha en movimiento,
un pobre pájaro proyectado
en la pared-cinematògrafo
Cae la sábana a sus pies,
y no hay aplausos
A la mañana, el mundo acogerá a dos mortales
Alguien enciende las luces del planeta
Para Zaida del Río
Entre tus manos
y este objeto retórico que es mi corazón
el viento del Caribe ha completado un círculo
En él se ve, como a través del agua,
la fronda que tu pulso dictó secretamente
para que mi palabra se echara a descansar
después de una larga jornada por el mundo
A veces sucede una llamada nocturna
y tengo que desandar la trama de las hojas
hasta llegar a ese punto donde sólo tú eres posible,
animal entrampado bajo su desnudez de miedo
Hay quienes padecen la más cruel belleza
Cierra al dormir, amiga, la ventana
Sería fatal que te inundaras de estrellas
En todo momento
un hombre enciende las luces del planeta
Basta para ello que dentro de su cabeza
alguien dibuje pájaros y árboles
Cuida de mi voz como de un pobre perro
Es lo que tengo para salvarte y salvarme
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