La femoria en la tradición oral desde
Guanacaste
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio
Nacional de Promoción y Difusión Cultural
minalusa-dra56@hotmail.com
Miguel Fajardo Korea
Guadalupe Urbina. La Llorona de Sardinal. Cartago: Poiesis Editores, 2024: 56. Traducción al inglés: Ángela de
Boer-Urbina y Michel Malozzi. Núm. 4 Colección Literatura Fantástica Alfredo
Cardona Peña Portada: Enar Cruz. Ilustraciones internas: Gabriela Cob. Editor:
Ronald Bonilla Carvajal. Corrección de pruebas: Lucía Alfaro Araya.
(Moravia,
Costa Rica)- El título del texto
narrativo de Guadalupe Urbina focaliza un contexto geoespacial en Guanacaste.
Por ello, es un título marco, en el sentido que le da una apropiación al
personaje de la tradición oral hispanoamericana. Es la Llorona: SÍ, pero la Llorona de
Sardinal. Con ello, la narradora realiza
una condensación de sentido y pertenencia. Asimismo, realiza un gran aporte a
la tradición de la oralitura, como ha llamado Guadalupe Urbina, su invaluable
recuperación de la femoria, inserta dentro de la cultura popular.
Los
textos de su libro nos remontan a la época, cuando nuestros padres y abuelos
sacaban tiempo en familia y solían contarnos historias variadas, en la
tarde/noche, todos sentados en bancos y taburetes rústicos, al calor del núcleo
familiar, lo que se ha perdido.
Guadalupe
incluye el neologismo “Femoria,
que utiliza la mezcla de la palabra femenina y memoria y significa la
memoria que habla de las vivencias de las mujeres”.
El libro muestra narraciones
frescas, transparentes y lúdicas. Cuando las leemos, da la sensación que
escuchamos la voz de la narradora entre nosotros. Su estilo sencillo y directo
atrapa al lector: “Entonces las güilas jugaban con los trompos que
mi papá elaboraba (…) Aún los veo girar “pajitos, pajitos”. O bien,
“hacíamos
ese viaje montadas en un caballito de palo con su cabeza hecha de hojas de
piñuela”.
La
descripción del ´pueblo en invierno es plástica: “Es el tiempo en que los animales salvajes de nuestro
bosque seco tienen a sus crías, tiempo en que los árboles se cubren todos de
hojas verdes, de pericos verdes y de garrobitas verdes que en el verano
siguiente se convierten en iguanas gigantescas también verdes”.
La
narradora incorpora muchos elementos de su entorno espacial: la gastronomía
-comidas y bebidas-, el invierno, el verano, la flora, la fauna. las
costumbres, los giros léxicos, las onomatopeyas, las frutas, los vientos, los
charcos o los juegos infantiles.
Asimismo,
se refiere a los diversos trabajos que realizábamos desde niños, como una
manera de colaborar con los quehaceres domésticos de las familias qrurales “Los
animales de la granja de mamá tenían sus crías casi siempre en el verano y en
el verano teníamos más trabajo en casa. Por las mañanas les dábamos maíz a las
gallinas, maíz quebrado a los pollitos, afrecho de arroz y sobras de verduras a
los cerdos, masa y frutas frescas a los pericos, a la lora de mamá y a su
chichiltote llamado Tribilín”.
El libro hace ver los juegos de otros
tiempos y la manera solidaria de compartir en las barriadas: “Éramos una
tropa de diez o quince güilas descalzos y con la ropa gastada de tanto placer y
trabajo”. Hoy, tenemos familias monosilábicas, enquistadas en los dispositivos
electrónicos, sin mayor interacción entre los miembros que tiene al alcance del
abrazo.
El texto aborda los rasgos de los afroguanacastecos: “porque
en el pueblo casi todos eran cholos, cholitos, como nosotros, que somos morenos
con ojos achinados de indio y el pelo arrepentido como la abuela Lupe que era
medio negra”.
Importante la figura de la abuela para
continuar la oralidad: “El mejor
descanso, el de media tarde, el de las tres y media, era la hora en que la
abuela hacía pinol caliente, esa bebida que llamamos el tibio y la acompañamos
con empanadillas rellenas de queso seco dulce de Bagaces. En ese momento, a la
abuela se le soltaba la lengua y comenzaba a contar cuentos nuevos y otros que
repetía una y otra vez como el de la Llorona”.
A partir de aquí, la narradora toma la
palabra, para establecer una intermediación, con la voz narrativa de la abuela:
“Mi abuela Lina contaba que la Llorona aparece en el río cuando el sol se ha
ocultado. Camina río arriba y río abajo llorando, llorando, llorando y claro,
por eso se llamaba la Llorona. Lloraba entre San Blas y Sardinal, pero nadie
podía verla, solamente las personas valientes que se atrevían a pasar el río
por la noche. Por supuesto que yo nunca haría eso. Mi hermano Emilio, el mayor, aseguraba que él
jamás había visto a la Llorona, porque cada vez que debía pasar el puente por
la noche le cantaba: A la Llorona le gusta la canción y se quedaba quieta y en
silencio para escucharla”.
El hilo
argumental de La Llorona es arquetípico, ya sabemos de los códigos patriarcales
intrínsecos en dicha leyenda, así como su fatídico desenlace desde periodos
antecedentes:
“Una noche sin luna el río había crecido,
se bebió todas las nubes y plum se reventó. Esa noche los perros de la calle
comenzaron a ladrar y los ojos de la gente que todo lo ven, vieron pasar a una
mujer envuelta en una manta camino al río. Los perros de la noche gruñeron
bajito anunciando que algo doloroso estaba pasando. La mujer lanzó un paquete a
la corriente, mientras otra mujer bajaba corriendo como un venado suelto en
dirección al mismo río. Era Carmencita González que gritaba:
_¡Quiero a mi niña, quiero a mi niña!
Y se lanzó al agua para rescatarla. Pero ya era
demasiado tarde y la corriente se las llevó a las dos. Solamente Alba Centeno,
con su casita a la orilla del río, lo vio todo y no pudo hacer nada porque sus
piernas tenían reumatismo y no podía avanzar rápidamente. Carmen se fue con la
corriente y la otra mujer se escondió entre los ojos de las sorococas”.
Sin embargo, La
Llorona de Sardinal, de la costarricense Guadalupe Urbina Juárez
(1959), establece variaciones que le confieren nuevas vías creativas a la trama
histórica convencional, a saber:
a.
Mueren la niña y dos mujeres.
b.
“el alma en pena de Carmencita llora y recorre las riberas
de los ríos entre San Blas y Sardinal buscando a su niña”.
c.
Cuentan que también por Miramar se escucha el alma en pena
de Carmencita que llora y llora y los persigue.
d.
Pedro encontró una mujer y tuvo una hija, le pusieron el
nombre de Carmen, para que su alma no persiguiera a Pedro o a la niña.
e.
Pedro nunca escuchaba los llantos de la Llorona, pero sabía
quién era.
f.
Alguien se ofrece a ser la niña de la Mamá Llorona. Para
ello, “debe ir por la tarde, casi noche, con dos candelas y una caja de
fósforos al río y cuando sople un viento frío, le hablará a la Llorona, quien
vendrá y le dirá lo que quiera”.
g.
Hace mucho tiempo la Llorona está esperando a su niña, para que
ella le diga mamá y poder descansar.
h.
Y colorín despintado este cuento es colorado.
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