Amelia Arellano, Argentina
ALGUIEN TE BUSCA
“La poesía no quiere adeptos,
quiere amantes.
FEDERICO GARCIA LORCA
Te he buscado más allá de la pasión oscura de una noche.
Como esa
sola vez que te encontró: virgen temblorosa y pálida.
Soledosa
virgen de los dolores.
Y se que he
de tenerte porque eres hija del dolor, del amor, de la duda.
O quizás no
te tenga, hija y madre del deseo.
Del deseo,
ah, del deseo del Hombre.
Y me
pregunto.
Si la niña,
pese a la indolencia del mundo, vio la luz.
Porque no
has de ser, la que alumbre el hueco de mis manos.
Alguna vez,
en la noche.
Alguien o
algo, me despierta. Un oleada de fuego, una dolencia.
Un
hormiguero. Un cardumen. Un enjambre.
Y creo que
has llegado y siento el “arrebol de la
paloma”
Y el espejo,
en cambio me devuelve, un rostro polvoriento.
Y rostros y más
rostros y mas muertos.
Me digo para
que. Porque.
Quien allí
los ha puesto, tan serios y tan quietos.
Otra vez
siento un resuello de potros en mi nuca.
Y creo que
han parido las yeguas.
Y hay
pasiones que desbordan
Rebasan el
deseo y no hay límites, ni puertas, ni cancelas
Y me muerdo
la boca ahogando palabras abortadas.
Y solo
encuentro esta feroz costumbre. Este hastío.
Un
desencuentro, un miedo conocido.
Alguna
noche, aun dormida.
Te encuentro
en el hueco tibio de mis pechos.
Despertares
.Maldiciones de heladas madrugadas.
Y este
hartazgo, este soñar despierta
Aletazos que
huyen de la muerte.
Y se que
quizás ya no vengas.
Si, la duda, el amor, el dolor.
Y me
pregunto y me contesto.
Esta
certeza, mi única verdad.
Mi única
verdad esta certeza.
No te
encontrado…o no me has buscado, poesía…
MUERTE
¿Cuántas muertes serán necesarias
para que comprenda el hombre
Que ya ha habido demasiados muertos?
Que ya ha habido demasiados muertos?
BOB DYLAN
Yo, podría
decirte muchas cosas.
Muchas
cosas, dulce, pequeña inmensa, tan
temida.
Tan
anhelada, tan odiada.
Los ángeles
han caído en tus espejos de agua.
Torpes
criaturas sin pupilas.
Yo podría
decirte que se que me buscabas y me buscas.
Sé, de tu
espera ansiosa en aquella tarde de verano sediento.
Hubo un
tiempo en que acechabas como reptil hambriento.
En la
concavidad del tajo consagrado me
escondía.
Vos traías
la cabellera larga de los tiempos.
Las uñas
chamuscadas con la congoja del ardiente enero.
Yo venía de
un vértice encendido, de un planisferio oscuro.
Y fui
hembra, resucitada y bautizada por el polvo.
Vos, en cambio,
no sabes la geografía exacta de tu nombre.
Tu nombre es
de mujer, como la justicia, la vida, la utopía.
Como la
bandera, la patria, la palabra.
La libertad,
la negación del no, la rosa.
Que cruel
designio te persigue, compañera.
Quien mutila
tus pechos. Quien te castra. ¿No te cansas?
Te he visto
trepar por los balcones y los nidos vacíos.
Te he
observado, absorta, en la mirada de los gatos negros.
Testigo he
sido de la transmutación de tus manos.
He
contemplado tus rituales de danza en los patíbulos.
He percibido los poetas sentarse en tu huesudo
pubis.
He escuchado
el llanto de las madres y los hijos.
Te oí mil
veces pasar por la puerta de mi casa.
He visto a
Belcebú y a ti . A un niño con pupilas sangrantes.
Y te has
equivocado una y otra vez .Setenta veces siete.
Y me
preguntas, incisivamente, al borde del abismo.
Porqué el
poeta, ante tanto tormento.
Ante los
albores terribles de las guerras.
Ante la
fetidez de un sol alquitranado.
Porqué el
poeta se baña en la clepsidra el deseo.
Porqué se
empapa en la penumbra del amor.
Yo podría
decirte muchas cosas…
Y digo, se,
que parece futil, banal, invertebrado.
Los poetas
cantan al amor y a la luna.
Y llenan
oquedades y agujeros de bala.
Y yo, entre
ellos…
Saco la
flecha del cervatillo y la clavo en mi pecho.
Hondo, muy
hondo, hasta los confines del barro.
Y me despojo
y me bebo y me amordazo en besos.
Y celebro.
Celebro ser mortal, jubilosamente…
Vos, en
cambio, amada, pequeña inmensa, tan temida.
Llevas la
carga tan pesada de los dioses .Por siglos de los siglos.
Ser
inmortal, una y otra vez, inmortal.
Inmortal.
Una y otra vez.
MIEDADES
“Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie te vea...
a permitir que nadie te vea...
CHARLES BUKOWSKI
Ya lo siento
llegar.
En un rumor
de pasos que adelgazan la noche.
El viento ha
silbado tres veces. Ha llorado tres veces.
Tres veces
lo ha negado.
Pero él
avanza con su falo y su dedo, erectos.
Se acomoda
en mi cama.
Me cubre con
su cuerpo pesado.
Su aliento
me apuñala la espalda.
Me huele, me
habla, casi secretamente.
Se hunde en
mí. Me muerde.
Es una
enorme boca que devora la casa de mi infancia.
Los
ladrillos de luna. Los racimos.
Engulle sin
piedad la patria de mis ruidos impúberes.
El viento en
las ventanas. Las voces sacrosantas.
El tintineo
de las amapolas en la lluvia.
Y no hay
barcos, ni albergues, ni barriletes nuevos.
Y las
palomas migran, y los cielos y los dioses.
Solo quedan
los miopes y las cucarachas.
Los
paralíticos y una que otra langosta.
Y cuando
bendigo la impalpable luz de la locura.
Un mendigo me acaricia los ojos y la boca.
Y lo beso, y
lo tomo y lo albergo.
Trae un
pájaro azul en su mirada
Me besa las
yemas de los dedos.
Y me dice
con su voz de cristal amargo.
Déjalo que
salga... y anda.
Gracias y mi gratitud por ser difusor de la palabra . Por ser un poeta tan excelso!!
ResponderEliminarUn gusto, querida poeta Amelia Arellano, saber que puedo extender la mano en que me gusta: gozar y difundir la poesía de mis hermanos y hermanas en la palabra.
ResponderEliminarAndré Cruchaga