domingo, 27 de diciembre de 2009

poemas de tomás harris

Tomás Harris, Chile



Las utopías son putas de miedo




No a las damas, amor, nos habían dicho,
cuando una noche al centro del valle,
en un sueño de perro,
se nos apareció el amor perfecto;
calzaba sandalias rojas de plástico transparente,
toda ella iba mojada,
el pelo libre
de caer
sobre la túnica magenta que se le pegaba a las tetitas
de perra joven;
olía a sal,
a transparencia,
a imaginación,
a hornacinas,
a trébol de cuatro hojas;
dos aros de oro puro terminados en una perla pequeñita
y perfecta/la perforaban por lo lóbulos;
nosotros hicimos una cola, una larga e inacabable cola
donde ninguno acabó nunca;
yo le mamaba los pezones
por sobre la bambula magenta
de la túnica;
al final, la sentíamos adentro, por aquí,
en el bajo vientre, toquen,
nadando como un pez fosforescente
en una redoma demasiado pequeña para sus ganas;
pero/nosotros sabíamos que las utopías son putas de miedo,
algo había que hacer para ahuyentarla.
-No tenemos patria, ciudadana, le gemimos,
-somos Nadie gritando Nadie nos ataca.
-ámenme un poquito más -susurró la puta-
hasta que acaben en mis sábanas;
pero nosotros sabíamos que eso era un paso más hacia
la muerte,
oscura esta muerte y lenta,
la india cruel se nos iba abriendo
como fauce,
la muy magenta,
la pringosa,
fétida a sal, oro,
a transparencia,
a horno
a trébol de cuatro ojos penetrantes, quemados:
-ámenme un poquito más- gruñía,
mientras la noche no acababa,
la noche nunca acababa.





Los sentidos del relato
(de "Cipango" -1992)



Te voy a contar una historia,
te voy a contar una historia, paloma,
aquí en esta solitaria playa de Cipango,
desnudos tu y yo,
aunque sólo sirva para disminuir un instante de tu odio;
a esta historia miserable
la investiremos de gesta,
de gesta individual y podrida,
gestada entre el silencio y el cielorraso,
entre los crujidos de la noche en medio del vacío
y con el deseo como único sol fulgurando al borde
de la muerte;
esta gesta de la nada que te narro
debe ser como una fuente de perlas y rubí,
el blanco y el rojo confundidos
en estas sábanas junto al mar
para derramarnos al siguiente paso
este es mi deseo: así como te he cubierto,
así como me he derramado en tu cuerpo tan joven,
así,
derramarme y cubrir este panorama desolado
que contemplamos
mar y silencio,
rezumantes de jugos corporales,
tú y yo:
Ya se apagaban los últimos neones como emblemas
de un falso mundo luminoso,
ya se iban los 90,
la peste desbordó por esos mismos parajes:
estas que ves frente a tu cuerpo todavía tembloroso,
pálidas y desmedradas,
a punto de apagarse para siempre al primer soplo
de verdadera pasión
son las últimas ciudades de Sudamérica:
Cipango, Tebas,
Cathay, California,
Argel, Tenochtitlan:
perros son esos que ladran en las esquinas
contra el miedo;
viento, esos murmullos que sobrevuelan los callejones
borrando las señas de la muerte;
tiempo, eso que transcurre sin huella,
empedrando las ganas, esas momias de nuestros pueblos;
estas que ves son las 7 últimas ciudades de Sudamérica
como 7 planetas de barro y silencio
fulgurando sin luz propia
en 7 descampados estancos:
aunque el camuflaje sea perfecto,
la ornamentación de la decrepitud y las tablas y la tierra,
esta gesta transcurre en pleno Reino del Poder;
soy el viejo Helicón y no miento,
es peligroso, paloma,
que estemos aquí en esta playa baldía
hablando como hablamos
de la muerte,
del amor,
del silencio;
es peligroso hablar así:
yo no sé nada de poesía,
sólo me sé a tu lado
en esta intemperie,
en los márgenes de Cipango,
bañados por la luna cruel.






El puente sobre el Bío-Bío




Este es el puente de Brooklyn
sobre el río Bío Bío, el de los lagartos
venenosos.
Y este es el barro,
mezcla de agua y de lluvia,
mezcla de tierra y de baba animal,
de tierra y desagües,
de tierra y de sangre,
de tierra y de semen,
de tierra y sudor,
de tierra y residuos de mar:
de esta sustancia lúgubre se dice que fue
hecho el hombre,
recubierto después con lana o sintéticas fibras
el cuerpo,
transformadas más tarde en harapos sin origen,
vueltos negros, vueltos jirones, vueltos polvo.
esta es la luna,
viene desde lima, en el virreinato del Perú,
va hacia Nueva York;
brilló sobre un millón de mendigos en el Perú,
brillará sobre diez millones de mendigos en Nueva York,
brilla sobre miles de mendigos en Concepción de Chile.
Esta es otra década turbia, sólo que con miles o
millones de muertos más.
La vida y la muerte
cosa de números
y de superposiciones.






Kafka




Anoche soñé con Kafka:
No me leas, me dijo en el sueño,
si no me has leído; o no me releas,
si ya me has leído
y quieres recordarme
un poco nuevamente.
Guárdate de mis señales,
continuaba Kafka en el sueño.
Mis gestos y mis fraseos,
olvídate de Milena, Felice, Dora Dymant,
de la noche en el Hotel Gmünd, del sexo vano.
Del agobiado cuerpo,
de mi destino de anima del bosque;
Libre de toda compañía abrupta, tiende mejor
un manto de olvido sobre esos nombres,
cobíjate en el cuerpo de tu mujer,
mañana saldrá el sol impostergablemente
y no te deseo sombras,
laberintos mentales,
abotargamiento,
tarros oxidados, piedras para
patear por el camino hacia el trabajo;
A todo esto, ¿dónde trabajas?
-Alguna vez fui profesor rural,
otra vez fui profesor universitario,
no me he tenido nunca como buen profesor,
le miraba las piernas a las alumnas,
estaban todas desnudas en el Aula Magna;
menos como mejor maestro,
me han expulsado de mi cátedra
ya varias veces y con el pelet puesto,
sin mi peluca rapada
ni mis gafas negras.
Pero menos rodeos: -bueno,
yo era un topo
tan grande como jamás he visto otro;
ahora trabajo en la Biblioteca Nacional,
nada que ver con Borges,
en eso se equivocan mucho
algunos amigos o conocidos:
ni tanta lectura que me enrojezca los ojos,
es la contaminación,
los inclementes computadores,
las derrotas por el ciberespacio:
¿Borges?, preguntó Kafka,
ese tipo que tradujo tan mal mi repugnante
Metamorfosis, como la hubiera escrito él,
dijo Kafka en el sueño,
justo cuando lo iba a decir yo; sonrió, obvio que era una
sonrisa amarga, de bilis negra:
vamos, hombre, le dije,
mañana tendré que releerte inevitablemente, creo,
así operan los sueños.
relee a Freud mejor, me dijo Kafka
justo cuando comenzaba
a salir del socavón del sueño,
y olvídame, vamos,
es mejor que tomes una ducha ahora
y mastiques el acostumbrado desayuno,
pan negro, chocolate caliente,
y una paletada de mantequilla,
una paletada/de mantequilla.

1 comentario:

  1. Es usted un poeta enérgico, posee un peso específico en temperamento y formación intelectual, es en partes irreverente, detallista y sus iteraciones por lo menos en el primer texto lo hacen sostenedor una y otra vez de la verdad en el cuadro que pinta; es explosivo. Interesante me resultó leerlo, lo de Kafka simplemente un execelente trabajo.

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